Bitácora de Aurora Pimentel Igea. Crónicas de la vida diaria, lecturas y cine, campo y lo que pasa. Relatos y cuentos de vez en cuando.
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jueves, 30 de mayo de 2013

El primer baile

Fue en Alcocebre, un lugar de veraneo, en la casa de los Huarte. Emilio Huarte Mendicoa era amigo de mi padre.

Todavía lo recuerdo:  moreno, alto y guapo. Con muchísima clase. Carlista. Y, evidentemente, navarro. Con un sentido del humor impresionante, siempre de guasa. Se había casado con Nelly, de San Sebastián, elegante y también alta. Y, encima, rubia. Tenían unos hijos de edades parecidas a las nuestras. Nos habían invitado.

Y de repente, no sé por qué, pusimos música y comenzó el baile.

No tendría yo más de trece años.  Un poquito de vergüenza, nervios y, sobre todo, una sensación de halago desconocida y francamente agradable. Las piernas temblando y las manos apoyadas en sus hombros sin llegar casi, me llevaba prácticamente en volandas. Todo daba vueltas. 

Fue emocionante.

Toda mujer debería ser invitada a bailar por primera vez por alguien como Emilio Huarte Mendicoa.

domingo, 13 de marzo de 2011

El fin del mundo (todo vuelve, tipos de antes) ("Si hay Dios, todo está bien. Si no hay Dios, todo está mal")

Hablo con mi hermano J. y tenemos la misma sensación al ver las imágenes de Japón, la lengua de agua tragándose tierra, personas, casas. Entre el fin del mundo y la biblia, esas proporciones o dimensiones inabarcables, el Armagedón, el desastre.

Acabo los cuentos de Clarín y me pongo a buscar nuevos textos para las siguientes semanas al hilo de dónde son los residentes y qué les puede interesar. Quizás sea algo de humor lo que necesitamos, Jardiel Poncela, Tono, Mihura, hay una selección en la biblioteca de la residencia que podíamos utilizar. De la de mi padre saco una segunda edición de las obras completas de los hermanos Machado encuadernada en piel roja, páginas de papel biblia, ejemplar 1258 de 3000, año 1951. Me dijo Angelina que para Soria, que es “el tema” de la lectura del próximo jueves (hemos programado para 2 meses aproximadamente), leyéramos naturalmente a Antonio Machado. Coloco los libros que vamos a ir leyendo estas semanas por separado: Soria, Toledo, la Alcarria, Galicia… Desde Gerardo Diego a Machado, "El santero de San Saturio" de Gaya Nuño, Marañón, Cela, Cunqueiro… ¿se puede disfrutar tanto? Al releer te das cuenta: todo vuelve, o quizás nunca se marchó, estaba.

Lo hablé ayer con Angelina y Gonzalo. Quizás vuelva esa España pobre y miserable. Quizás algunos tipos de antes –el poeta o el maestro al que no le alcanza, el cesante- nos vuelvan a visitar remozados. Es posible que nunca se fueran del todo, un velo ligero de progreso que no era tal, solo dinero, nada más que euros inflados, debajo la nada. Poco peso, muy poco, superficial el baño. Pero si fue superficial ¿no éramos también en muchas cosas grandes?

Por un lado Internet y google, el ipad y el móvil, el mundo al alcance de la mano y, de otro, la pobreza que se palpa a poco que una se fije, que repare. Los comedores de Madrid, Martínez Campos y otros, a rebosar, hombres vestidos con una teba ahora pobres vergonzantes, no son ya emigrantes recién llegados. El otro día en Huelva estuve con unos ecuatorianos que quieren volver a su patria, todo problemas, ¿cómo se ganaran la vida? Solo trabajaron en la fresa, y con ese bagaje ¿qué harán? Sus hijos ya jóvenes y también sin trabajo, dos generaciones en paro.

“Es el fin del mundo como lo conocimos” me dice Gonzalo. Ese pequeño mundo de afluencia, de riqueza, de opulencia en muchos casos, se desmorona al menos en España. Nada volverá a ser como antes o pasaran muchos años. No hay trabajo y el fondo todavía no lo hemos tocado, corrupción a mansalva e ineptos gobernando. Simple odio: unos bárbaros, unas bárbaras, entran en una capilla católica en la universidad.

Todo está ya escrito, dicho y desde luego que consumado. El cuento de Clarín “Cambio de luz”, “Si hay Dios, todo está bien. Si no hay Dios, todo está mal” repetía Jorge Arial (¿el propio Clarín quizás? Creo ver al autor en el personaje). Me acuerdo de amigos esta mañana de domingo. No quiero perder la esperanza. No puedo perderla. Y mucho menos estando en contacto con personas jóvenes o mayores: no puedo transmitirles desgana, hastío, negrura de alma.

Cultura, fe y amor. Siempre hay milagros. Lo dice también Antonio Machado. Llega G. a casa.

viernes, 11 de marzo de 2011

"'¡Adios, Cordera!" en lectura vinculada


Ayer comenzamos a leer en voz alta en la residencia Ecoplar de Aravaca. Hablo en plural porque espero que seamos más lectoras en breve. Gonzalo C., amigo de mis padres, y su mujer, Angelina, viven allí. Al ir a visitarles un día pensé que podía ser un buen lugar para iniciar lo que venía pensando. Me hicieron el favor de comentárselo a Marta, la que lleva las actividades de la tarde, y ella, junto a la dirección, me dijeron que adelante. Iremos todos los jueves de 5 a 8, lectura general y por habitaciones, vamos a ver cómo sale.

Gonzalo es una de las personas más cultas que conozco. Trabajó con mi padre muchos años, se querían a rabiar, los dos lectores impenitentes e interesados por todo. Es asturiano y sugirió que empezásemos por Clarín. Busqué en casa y no encontré cuentos suyos. En principio vamos a leer textos cortos, que se puedan iniciar y acabar en la tarde. Así que ayer mismo me fui a la librería de mi barrio, la que han montado antiguos empleados de Crisol, "Lé" se llama. Siempre saben qué aconsejarte, da gusto. Compré por 5,95 euros los Cuentos de Clarín en Debolsillo (edición de José María Martínez Cachero, estupenda introducción, por cierto).

Tengo que reconocer que no había leído “Adios, Cordera” y que ayer, tras dejar el coche que se me estropeó en mitad de la Ciudad Universitaria (lo dejé allí tirado, no podía llegar tarde), solo pude dar un vistazo rápido al cuento en el taxi. Luego realmente lo leí por primera vez en voz alta en la residencia. Mal hecho, casi me echo a llorar con Cordera en mitad de la lectura, me emocionaba a medida que avanzaba. Veía a la vaca, a Pinín, a Rosa, al tren, al poste del telégrafo con sus casi tazas de porcelana (jícaras), a todo el cuadro que pinta Clarín, qué tristeza y, a la vez, qué gozada. Luego por la noche lo volví a leer en casa, acogedor regazo maternal el de la vaca, unidos luego animal y hombre en el destino por la carne que reclaman pudientes y patria.

Tras la lectura Gonzalo explicó lo que era el cucho y otras palabras en bable, el modo en que una casa asturiana de las de antes acogía a personas y animales. Da gusto escucharle, siempre sabe algo que tú no sabes. Leímos después a la Pardo Bazán, un par de cuentos, uno triste y otro alegre que acaba en boda ("El décimo" creo que se llamaba). Dejamos a la mitad el de la Mayorazga de Bouzas, la ves a caballo, otra escritora Dña. Emilia como la copa de un pino. Se sumaron a la lectura más personas, una señora de Cuenca, otra de Toledo y una jerezana. Seguimos con Muñoz Rojas y "Las cosas del campo" (hablamos de los abejarucos, voy a llevarles una guía de pájaros). Luego Victor de la Serna y su "Nuevo viaje por España", segunda parte (la ruta del calatraveño que empieza por Quintanar y Puerto Lápice). Por último, algo de Eugenio D’Ors sobre Marzo (está en unos cuentos filosóficos que compré suyos el pasado otoño).

Vine feliz a pesar de que no sé qué le pasa al coche, me vendría de pena una avería de las caras. La próxima semana vamos a leer sobre Soria. Angelina es de allí y así luego nos cuenta sobre la provincia, la ciudad y su historia. Ella me sugirió que leyera a Becquer, tengo que buscar en la librería de mi padre.

En cualquier caso quedé con Marta, y esta mañana con Gonzalo, que vamos a hacer un programa de lecturas para que así sea más “vinculada”, no sólo como dice Antonio Rodríguez en su blog y en su escuela (lectura proponiendo el texto, "respirando" a las personas, mirándolas, etc…) sino, también, para que haya luego conversación, participación, palabras que el texto promueve y que unen, de eso se trata.

De todo esto seguiré informando en esta bitácora. Por cierto, agradecería mucho las sugerencias sobre lecturas, mejor cortas, cuentos, relatos y poesía para leer en Ecoplar Aravaca. Si he descubierto "Adios, Cordera" a mis años estoy segura que me quedan otras sorpresas muy agradables. La vida se abre. Gracias, Ecoplar, y gracias a Antonio Rodríguez del que espero seguir aprendiendo sobre lectura vinculada.

viernes, 4 de febrero de 2011

Lectura vinculada (Antonio Rodríguez: palabra, persona, mirada. Respirarse)


Desde hace meses estaba buscando alguien que me enseñara a leer en voz alta. Irene me dijo que en el colegio Estudio seguían leyendo a los adolescentes, un modo de que entren en un relato, de aficionar también a la lectura. Busqué en internet y vi que había muchas iniciativas fuera, pero no encontraba nada en España. Hasta que di con Antonio Rodríguez. La lectura como acompañamiento a quien ya no puede leer o se cansa, también a quien nunca pudo, era mi idea inicial. El caso es que tras varias idas y venidas pude escuchar a Antonio Rodríguez, asistir a tres clases prácticas, y estoy encantada. Lo que yo buscaba se ha visto sobrepasado con creces, cosa habitualmente rara.

Él explica mucho mejor lo que es la lectura vinculada, una lectura que no es solo en voz alta, es un modo de leer respirando a quienes están escuchando, a quienes propones el texto y con quienes lo compartes. No se trata de imponer ni con tu voz ni con la palabra -ni con tu interpretación, ay-, justo lo contrario. La lectura vinculada parte también de la mirada, mirarse, generar un ambiente, reconocernos como personas. La lectura vinculada tiene una vertiente social a través de "La voz a ti debida", otras divertídisima de las personas libros, hay mucho detrás, mucho trabajo, entusiasmo y una persona singular como es Antonio, muchas otras también en Sevilla, Málaga, Chiclana, Huelva…

Antonio va enseñando esto allá donde le llaman, es de una generosidad impresionante (y tiene una considerable paciencia, por cierto). Vale la pena, de verdad que lo vale. Va a institutos, colegios, cárceles, bibliotecas y donde haga falta.

A mí me ha tenido diciendo una sola frase “Mi hijo murió la noche pasada”, que es la que elegí, tengo una fuerte vena dramática. Proviene de "Carta de una desconocida" de Stephen Zweig, uno de mis libros favoritos. Con ella me ha torturado, el muy… Me ha hecho decirla en andaluz, en concreto en gaditano, quitándole drama o haciéndola mucho más dramática precisamente por quitarle la gravedad vallisoletana. Luego poner acento en el mí, en hijo, en partes, explicar lo que no hay, lo que hay, en fin, todo un mundo en una frase. Y solo una frase, ahí nos hemos quedado por el momento.

Porque Antonio es encantador, pero es un puñetero de espanto y te las hace pasar canutas, ir más lenta, volver al mismo lugar para saber que no sabes nada y sentir que lo haces de pena, que el tono no, que si las manos tampoco las colocas bien, que si tu cuerpo cuando lees..., en fin, un verdadero pesado. Es que es profesor y actor, y hombre de palabra y palabras, o sea, un horror.

Como me gusta sufrir, y me va este tipo de marcha, seguiré yendo a aprender de la lectura vinculada de él, con él y otros alumnos, todavía me queda muchísimo, todo prácticamente. Aunque como a leer se aprende leyendo, voy a empezar esta semana leyendo en una residencia de ancianos, que seguro que son mucho menos exigentes que Antonio.

sábado, 4 de diciembre de 2010

Entre el caos y Ángel (heroica serenidad)



Me quedo en Madrid este puente. Necesito preparar clases, trabajar, escribir, y no estoy para gastos. Medito con J. tras el yoga, me da paz y también concentración. Quedo en unirme a J. y S. el domingo en su casa para algo parecido pero distinto. Además del individuo, la persona, y la acción, el trabajo, por simplificar la cuestión, creo en la oración y en la comunidad. Me parece que no hace falta pensar igual o creer en lo mismo para trabajar juntos y en su caso para rezar.

Ayer me llama mi hermano a las 8.30 pm desde México para ver qué pasa con lo de los controladores. Me duermo oyendo la radio, todo un país en jaque. Es lo que nos faltaba, un empujoncito más hacia el caos. Me despierto con las mismas malas noticias sumado al “tema” de Marruecos. Escuchar a Arias Salgado, ex embajador en Marruecos, entrevistado por Luis del Pino la semana pasada fue esclarecedor.

En éstas veo el vídeo de Ángel, un policía nacional que acudió en auxilio de uno que se cayó en el metro de Madrid. No estaba de servicio, por cierto. El vídeo es impresionante por la serenidad heroica o la heroica serenidad que demuestra. Creo que nuestro país necesita de las dos por igual. Y entre los que están teóricamente de servicio, más. Es un ejemplo Ángel y da esperanza y ánimo. A mí por lo menos me lo da.

jueves, 20 de mayo de 2010

Jazmín y rap, fiesta y esperanza (Por favor, hagamos tres tiendas)


Me acogen los Toi en su casa y me tienen dos días a cuerpo de reina; finos, sonrientes y espléndidos hasta la prodigalidad, como son ellos. Me traen y me llevan, doy la vara como siempre. J. comparte su cuarto generosamente conmigo. El jueves es estupendo con un amigo y sus hijos tras una entrevista de trabajo. El viernes tengo despertar católico, o sea, cuando Dios quiere. La casa de Marga y de Toi es como un vodevil donde entra gente por una puerta y sale por otra, dice uno una cosa, luego otro otra, es divertido. Me pregunto cuándo saldrá la chica ligera de ropa de un armario cualquiera. Comemos en el jardín, hace buen tiempo, aperitivo amplio primero, se está en la gloria. Marga de repente dice “mira, jazmín”, y coge una flor blanca, al parecer la primera. Huele suave y delicado, me encanta, me la guardo, no quiero que se pierda. Luego nos enseñan L. y J. buenas letras de rap, música que yo odiaba cordialmente. Reconozco mi equivocación. En todas partes hay cosas buenas. A veces solo hay que escuchar, poner la oreja. Y que alguien te enseñe, muchísimas gracias. Me baja Toi a Sevilla, le hago un pie agua, en fin.

Por la tarde de Sevilla a Málaga en coche, con R. conduciendo, una pelirroja en la carretera (sin querer me acuerdo de Thelma y Louise, pero no sé quién es Susan Sarandon y quién Geena Davies), en dos horas hablamos de todo prácticamente. “¿Qué es la eternidad? Dos mujeres hablando … o despidiéndose”. Una niña se duerme, claro, somos para dormir a cualquiera, la otra no despega la oreja de lo que contamos. Concluimos que lo único que importa es el amor y que Dios tiene un plan para cada uno, aunque no nos lo cuente, y no hay que preocuparse en exceso, la niña está de acuerdo. Cenamos pescado buenísimo, estamos agotadas, dormimos como piedras tras cantar “los tres cerditos ya están en la cama”. Les ha encantado, es una canción que siempre tiene éxito entre el público infantil. Vamos a la comunión el sábado, lloramos a su tiempo, saco dinero (me acuerdo, ay, del número, que había olvidado de repente, demasiadas contraseñas), nos tomamos un café y nos vamos a la casa de campo, fiesta, fiesta, fiesta, fiesta.

Castillo hinchable, un gran invento, los niños –muchos, ni los cuento- ahí están todo el tiempo. Santiago con cara de bueno, pero no es la comunión, es que es así. Su madre, de verde, muy guapa, otras nos cambiamos, bendito sea el vaquero. Mesas, bancos que ha hecho esa mezcla que es D. de legionario y San José carpintero . Toldos y viento. Me siento con una de las abuelas con la que soy muy zalamera porque le quito su cuarto cuando vengo. Trabajan varios hombres preparando todo fuera, dirige el servidor de los servidores, G., comida para un regimiento. Se me ocurre pedir un platito para las cáscaras de los langostinos. Bueno, no se me ocurre a mí, es la abuela que me dice que lo pida y yo, sumisa como soy siempre, obedezco. Todo perfecto, una semana currando y solo a una que viene de Madrid se le ocurre pedir un platito, un puñetero platito para las cáscaras. Me coge manía G. y yo lo entiendo. “Todo el mundo en Málaga sabe que a mi madre no se le hace caso jamás”.

Conozco al resto de los C., la familia al completo, voy a pedir que me adopten inmediatamente, entre todos seguro que pueden. JC no tendrá problemas jamás con su ego, su hermano mayor, aunque ganase el Príncipe de Asturias o el Cervantes, se seguiría metiendo con él, es una suerte. Lo pasamos en grande, gracia malagueña, planteamos dudas teologales de no te menees al cura que no ha hecho nada para merecer esto, acaba por irse, claro. Algunos somos de la idea que resucitamos con el cuerpo nuestro pero en plan esplendor en la hierba, o sea, en nuestro mejor estado (si alguna vez lo tuvimos, yo ya ni me acuerdo), uno mismo, pero en plan impresionante, el cura no parece estar muy de acuerdo. Hablamos luego de pilates varias mujeres y una recién parida (hace dos semanas) dice que le gustaría probarlo, luego se sube al castillo hinchable y hace piruetas. Honradamente creo que el pilates le sobraría, no doy crédito, del Circo del Sol prácticamente. Luego, entrada ya la noche, empieza a hacer frío, nos traen mantas, nos arrebujamos en ellas, alguien me pone un ron, está muy bueno. Muy bueno. Insisto: muy rico estaba.

Buenos amigos muy buenos. La risa de Dios en Marga, en la familia de Toi y en la de los C.

Esperanza, mucha esperanza. Por favor, hagamos tres tiendas.

(De la cena del club de los poetas vivos -nada de muertos- del pasado miércoles 12 haré referencia a mi manera otro día, ahora me muero de sueño).

viernes, 26 de marzo de 2010

An education (¿Qué es lo que hace que algo bueno sea bueno?)



Fui a ver "An education" de la que me habían hablado muy bien. Me pareció una película excelente. Realmente no entiendes cómo no ha ganado el óscar y se lo ha llevado "The hut locker", estupenda también, pero a años luz de ésta. Fantástico guión de Nick Hornby basado en una experiencia real de una conocida periodista británica, buena dirección (se nota la mirada de una mujer) y unos actores espléndidos todos, medidos y finos, principales y secundarios, se nota la escuela británica.

Esta entrada hubiera estado mejor en el día del padre, justo hace una semana, vaya esto por delante.

"An education" es la historia de una menor de edad inglesa que se enamora de un hombre joven, pero mayor que ella, alguien de cierto mundo, con dinero y una vida, en contraste con la de ella, abierta, interesante y muy divertida. Creo que este tema, con variaciones, se repite, es ya un clásico: fascinación por quien sabe más que tú (alumna y profesor, por ejemplo); fascinación por la riqueza, ante ese atractivo que tienen los hombres ricos, no tanto por el dinero en sí que manejan, sino por lo que hacen, ese entra, sal y pasátelo en grande; fascinación, en definitiva, por quien te abre un mundo desconocido cuando el tuyo es pequeño en un sentido o en otro, en el moral, en el de costumbres, en el de recursos económicos, en el intelectual o simplemente en el vital. Los horizontes vitales son a menudo importantes para algunas jóvenes, no solo para los jóvenes. Si no los tienen abiertos, se ahogan o se fascinan con el o lo primero que pasa.

Situada a principios de los 60 en esa Inglaterra que todavía vive de restricciones, las económicas y las mentales, la protagonista, con muchos esfuerzos de su padre, y como alumna aventajada de un colegio privado, se prepara ya para ir a Oxford, alentada por sus profesoras, el gran sueño que le abrirá… ¿qué? Esa es la cuestión. ¿Posibilidades económicas distintas a las de sus padres, clase media aburrida y previsible?, ¿un desafío intelectual quizás?, ¿formar parte de una futura élite? No está claro, es algo de todo eso, pero, a la vez… ¿no hay otras vías de salir de la rutina diaria, otras más divertidas? Si el fin es salir de dónde se está, "mejorar" de estatus o de "clase", ¿por qué no se puede hacer de otro modo que sea más atractivo, donde te sientas, además, eternamente en una nube blanca? De esto va "An education", de acabar averiguando qué es lo que hace que algo bueno lo sea, de verdad, no por la apariencia, sino por dentro, por lo que es, algo y, también, alguien.

A veces las cosas buenas se pueden hacer por las razones equivocadas que acaban pervirtiendo o dejando sin sentido esa bondad original que tienen. Tal puede ser el caso de estudiar en una universidad excelente. A veces los padres son torpes, caen ellos mismos fascinados también por un tipo que es simpático y que tiene dinero. El dinero atrae una barbaridad, ciega incluso a algunos padres. A veces la perspectiva de una carrera universitaria no parece nada atractiva cuando el ejemplo que tienes delante son profesoras, solteras además, que viven modestamente y que no parecen disfrutar nada. A veces una chica joven, inexperta y con muchas ganas de vivir y de encontrar respuestas verdaderas, y no simples convenciones o formalidades sociales, no se atreve a hacer las preguntas clave, no ve lo que está pasando hasta que ya es tarde. Aunque nunca lo es y siempre se puede volver a París como si jamás hubieras estado.

"An education" es una excelente película recomendable, por ejemplo, para hijas adolescentes, menores de 18 años, y sus padres, especialmente para los que saben proteger a una hija, creen que eso no es misión de nadie más que suya –ni de Bibiana ni del Estado-, y no tiran la toalla, aunque se empeñen tantos. Ya digo que esta entrada correspondía al día del padre, del padre protector, del que se llega odiar cuando eres joven porque te parece un pesado. Me acordé de muchos padres, del pasado y actuales, de amigos que son como perros policías, no hay quien les engañe. Ahí están ellos, sólidos como rocas, aguantando el temporal para proteger a sus hijas, y recogerlas y consolarlas cuando el corazón se les rompe de parte a parte.

lunes, 15 de febrero de 2010

"En tierra hostil" e "Invictus" (Esa cosa del valor que hoy tanto falta)



Leer cansa más que ver cine. Así que me aplico el cuento. Cuando no puedo más de trabajo, de escritura o de lectura en su caso, voy a al cine, que es lo que más me relaja. He visto dos películas fantásticas. No sé cuál me ha gustado más, la verdad.

La primera fue “En tierra hostil" (The hut locker), que me ha impresionado. Su directora, Catherine Bigelow, tiene también en su haber otra que me apasionó igualmente, “The widow maker”. Me gusta el cine de guerra,  el clásico y parte de lo que ahora se hace. Creo que en la guerra está lo peor de lo peor del ser humano, pero también hay destellos de aspectos interesantes. O yo tengo esa sensación, vamos. En este caso, es el valor que hoy, a todos los niveles, me parece, brilla por su ausencia en nuestro occidente, tan adormecido, blando, cómodo y terriblemente cobarde en líneas generales. Hay excepciones, por supuesto. Y no sólo en lo físico: intelectualmente hablando hay más cobardes en la actualidad que estrellas en el firmamento. España es casi paradigmático en esto: eramos valientes y grandes, pero somos hoy un país de cobardes y pequeños que hablan mucho, pero que están dispuestos a hacer en general poco. Y cuando alguien da un paso al frente es una sorpresa. Nos parece hasta raro y buscamos el rastro de la locura o del interés propio, tan mal acostumbrados estamos a que haya eso: gente más valiente que otra y más generosa que nosotros.

A mí el valor, la valentía, me interesan. Es uno de los temas que más me atraen. Creo que hay que diferenciar el valor o la valentía del simple arrojo o de la imprudencia, también de la locura de aquel a quien no le importa nada y, como no tiene nada que perder a veces, se arriesga a lo que sea. O sea, hay locos que no son valientes, simplemente no están en sus cabales. Pero hay valientes a quienes hoy llaman (llamamos) locos y no lo son en absoluto: es que son más valientes que otros, que somos (son) más cobardes, más cómodos. No todo el mundo es igualmente valiente, me parece. Sin embargo en la actualidad la valentía tiene mala prensa, es incómoda y no gusta nada. Y luego, como hoy todo y todos somos "iguales" por el maldito igualitarismo que se confunde con la igualdad, no se reconoce que hay gente más valiente, y es, en eso, mejor que otros,  digna de admiración, quizá no en todo, pero sí en eso, en esa valentía que demuestran en un momento dado. A mí por lo menos me parecen dignos de emulación también, ejemplares. Otra palabra o concepto maldito, ser "ejemplar" en algo. No: hoy lo mejor es ser mediocre, así no se molesta a nadie. Y por eso son los mediocres quienes suelen estar al frente, no solo en política, aunque ahí se nota más y es clamoroso. También en la empresa, en la universidad, en muchas partes, en todo este país donde estos años de progresía rancia se han sumado a los otros de franquismo y papá estado, y en donde una casta nueva de intocables mediocres se ha sumado a aquella otra casta ya antigua formada igualmente por mediocres. Aquí el mérito es visto bajo sospecha y el riesgo -empresarial o el que sea- es minimizado y nos da miedo. Solemos preferir las confortables faldas de alguien que nos proteja y cuya figura no sea grande, sino pequeña.  "Vivan las cadenas", bien lo sabemos, de antiguo ya viene, da igual aquel monarca o lo que tenemos, nos gusta ser esclavos, no libres: ser libres cuesta.

Esta película muestra el trabajo de los artificieros que desmontan bombas. En este caso en Irak, un lugar difícil, complicado, donde las tropas americanas con otras de otros países llevan ya unos años. Mal todo, complejo,  difícil. Realmente no sabes bien cuál es la solución si es que la hay, digo a nivel macro, de escenario político internacional. Esta película muestra parte de esa complejidad, no es lineal, no es de buenos, ni de malos, a Dios gracias. Cuenta casi como un documental (tiene la misma factura)  la pequeña historia de un hombre, de unos hombres, y sus contradicciones, pero también ese algo tan insólito como es el valor, que también puede ser en algún caso, como el del protagonista, la falta de encontrar un sentido al confort y a la vida “pacífica” de cuando uno vuelve a casa, cierto atisbo de locura hasta comprensible.

La escena del supermercado es de antología y una acaba por entenderle. Si la alternativa es poder (y saber, ay) elegir entre 200 tipos de cornflakes… o jugarse el tipo... casi te quedas con la aventura, el riesgo y la muerte, que es vivir al menos, lo otro son sucedáneos. En la vida muchas personas necesitan desafíos y no un sofá donde tumbarse, mucho menos un lugar donde arrodillarse y rendir pleitesía cada mañana de modo obediente y rutinario al consumo, al poder, al partido, a lo que se lleva, a lo que sea... para luego seguir quejándose. Cobardía y queja, mientras no se hace nada, hoy van de la mano: es seña de identidad muy propia en algunos lares. O, desde otro punto de vista: solo los cobardes que dicen "sí, señor" siempre y comulgan con ruedas de molino son los que progresan en política, en empresa y socialmente, por eso estamos como estamos.  Es sólo una opinión, aclaro.

La segunda película, "Invictus", es también estupenda, sobre Mandela, un personaje que parece, por así decirlo, todo lo contrario, pacifista. Pero es la otra cara del valor, de la valentía, creo, tan importante y necesaria como la otra, la del paso adelante: el líder sudafricano representa la resistencia, el valor de no devolver el mal con mal siempre, la concordia, etc. Otro modo de ser valiente.

Me interesa también mucho la paz que no sea el “no nos metamos en líos por si acaso”. O sea, algo más que dejar que el mal avance, no vaya a ser que le molestemos y nos haga daño, mejor calladitos y a lo nuestro. Un caso que se me ocurre muy tonto: el de Europa antes de que los americanos entrasen en la 2ª guerra mundial, que se ganó gracias a ellos, a los yanquis, siempre tan malos. Siento este dato, porque si es por los europeos, no se gana: dejamos que Hitler o la Unión Soviética avanzasen por pacifismo y no molestar a los grandes.

Tengo que reconocer que, más allá de Mandela, a mi me gusta mucho Clint Eastwood, el director de "Invictus", que es un tipo muy inteligente, nada políticamente correcto, que sabe contar historias como pocos (sabe la diferencia entre la piel dura y ser un tipo fuerte, son dos cosas distintas). Algún lelo ha querido "desmontar" a Eastwood con una biografía sobre sus debilidades o su "lado infame": hace falta ser tonto, por Dios. Que Clint no era una hermanita de la caridad ya lo sabíamos, no hace falta ser un lince para imaginarlo. Pero sus películas son estupendas... y la envida es siempre muy mala; de nuevo ese afán "igualitarista" de querer tirar por los suelos a los grandes: nadie dice que Eastwood sea el yerno o marido perfecto, me es indiferente ese dato a este efecto, sólo digo que hace unas películas estupendas, mejores que las de muchos otros. Todavía tengo en la retina ese final de "Gran Torino": toda una impresionante declaración de principios para el que fue pistolero del oeste, Harry el sucio, etc.

El caso es que esta película es sobre el perdón y la concordia, también sobre la inteligencia. Fue curioso hablar con Pepa, una buena  amiga, y que coincidiésemos las dos: es una película muy para España. Quizá debieran verla las altas instancias políticas del país, pero también formar parte de la educación para la ciudadanía y no tanta chorrada. No sé, me vino a la cabeza, ¿por qué será?, lo de la memoria histórica y personas concretas,  ese afán constante por querer dividir y no unir, intentar hurgar en viejas heridas, no por justicia -siempre importante-, sino para sacar tajada y rédito propio cuando no se sabe por dónde tirar, cuando no se vale ni se tiene peso. Da la sensación de que cuando alguien simplemente no sabe qué hacer, ni dirigir, ni gobernar, hay muestras más que suficientes, le da por abrir heridas que es lo más fácil. O cuando alguien no puede sacar adelante el trabajo de un juzgado, que es mucho, y le tienta la cosa mediática de estar en el candelero y ser importante, pues a lo mejor le da por ahí: no hay riesgo alguno en abrir heridas viejas, creo, eso es estar en la demagogia y encima a toro pasado, me parece. Es más difícil unir que dividir, sobre todo si se hace cuando no hay ya peligro alguno, a más de sesenta años vista. Es más difícil ser magnánimo que un resentido, que solo hay que saber azuzar y se suele ser cuando no se tiene valor, ni corazón, ni inteligencia . Pero es algo que se me ocurre al hilo de una buena película y de un líder nato, válido y valiente como Mandela, que hace todo lo contrario a lo fácil  y, encima, se reduce el sueldo, eso también: nada que ver con nuestra realidad política y judicial. No sé cómo se me ocurre esa asociación de ideas, ese contraste, tras ver "Invictus".

Mandela estuvo 27 años en una celda, preso, en unas condiciones infrahumanas. Esta película narra la celebración del mundial de rugby en Sudafrica y cómo el equipo nacional (odiado antes por ser identificado con el apartheid y lo peor de esos blancos afrikaaeners) logra “aunar” voluntades y entusiasmo gracias a que Mandela, ya presidente, no es un lelo, es alguien inteligente y bueno, ambas cosas. Al lado de otras cintas de Eastwood es menos interesante, pero es excelente. Freeman está muy bien, aunque el óscar espero que vaya al protagonista de "En tierra hostil", la verdad, y Matt Damon también. El rugby es un deporte de caballeros que juegan como si fueran hooligans mientras que el fútbol es lo contrario, hooligans que juegan como si fueran caballeros; que cada uno elija qué prefiere.

La figura de Mandela es lo que es un líder: alguien que, para empezar, se lidera a sí mismo, y no se permite la gran debilidad que es la venganza, el ajuste de cuentas o el resentimiento. Eso una persona no debe de permitírselo nunca, pero un presidente de una nación, alguien que hace cabeza, mucho menos: sin comentarios.  Luego, para añadir, Mandela es alguien que "pasa" de perder votos o apoyo: para eso está un líder, para decir lo que resulta a veces incómodo y no va a gustar nada, para empezar, a "los suyos", el sangre, sudor y lágrimas que dijo ya Churchill. La escena con su jefa de gabinete diciéndole que va a perder apoyo de "los propios" y él pasando es de las mejores, para que muchos tomasen nota, la tomásemos. Da igual caer mal, es lo de menos casi siempre: es una gran libertad que no importe nada lo gordo que se puede caer a veces, que el fondo de las cosas (la verdad, lo bueno) importe más que los votos o la popularidad.

Transcribo el poema de Henley, "Invictus", que Mandela recitaba en la prisión, un poema que inspira, la poesía tiene que ver con la supervivencia casi siempre.  Es el poema que da al capitán del equipo nacional de rugby. Se lo he mandado a hijos, a hijas, de amigos míos, en plena adolescencia: ser el capitán de uno mismo es mucho más difícil que cualquier puesto o mando en plaza, incluyendo la presidencia de un país. La valentía no es sólo el saber avanzar venciendo el miedo, sino la resistencia, el aguante, el extender la mano o el abrazo, a menudo mucho más difícil que el saltar para que te disparen  a ti el primero, el mostrar el pecho o la cara para que te la partan, porque no te importa y hasta le encuentras cierto placer a que te den y tú ya estás habituada a que lo hagan. Bien lo sabemos los adultos, bien que nos cuestan ambas cosas, el avance, pero también la resistencia. Cada día cuestan las dos, y se llega a hacer uno sangre si lo intenta de verdad, creo.

Lo dicho, dos películas estupendas sobre dos hombres en todo el sentido de la palabra (no de masculino, de persona). Faltan, con todos mis respetos lo digo, pero faltan.

INVICTUS (William Ernest Henley, 1849-1903)
Out of the night that covers me,
Black as the Pit from pole to pole,
I thank whatever gods may be
For my unconquerable soul. -
In the fell clutch of circumstance
I have not winced nor cried aloud.
Under the bludgeonings of chance
My head is bloody, but unbowed. -
Beyond this place of wrath and tears
Looms but the horror of the shade,
And yet the menace of the years
Finds, and shall find me, unafraid.
It matters not how strait the gate,
How charged with punishments the scroll,
I am the master of my fate;
I am the captain of my soul.

INVICTUS
Más allá de la noche que me cubre
negra como el abismo insondable,
doy gracias a los dioses que pudieran existir
por mi alma invicta.
En las azarosas garras de las circunstancias
nunca me he lamentado ni he pestañeado.
Sometido a los golpes del destino
mi cabeza está ensangrentada, pero erguida.
Más allá de este lugar de cólera y lágrimas
donde yace el Horror de la Sombra,
la amenaza de los años
me encuentra, y me encontrará, sin miedo.
No importa cuán estrecho sea el portal,
cuán cargada de castigos la sentencia,
soy el amo de mi destino:
soy el capitán de mi alma.

domingo, 13 de diciembre de 2009

"Sevilla, ciudad eterna" (La profundidad)



Se presenta el lunes 14 de diciembre, a las 8 de la tarde, en el Salón Almirante de los Reales Alcázares de Sevilla, el libro "Sevilla, ciudad eterna" con textos de Paco Robles y fotos de Antonio del Junco, publicado por Editorial Almuzara. El libro es una maravilla. Pude verlo con detenimiento el pasado jueves en casa de Antonio, Toi para los amigos, y leer algunos textos, no todos, claro. Hubiera estado feo dejar a Marga, su mujer, a Toi, y a otro amigo, con el aperitivo a la mitad y con la palabra en la boca.

Hace ya meses que Antonio nos enseñó las fotos que iba haciendo y nos quedamos impresionados. Se lo estaba currando pero bien, el libro tiene más de 500 fotos. Vaya por delante que de fotografía no entiendo mucho, pero me parece a mí que los buenos fotógrafos tienen, además de técnica, un estilo propio que varían, claro, en función de lo que tienen que hacer, pero con un alma detrás que la ponen a hablar con aquello o a quien fotografían. Se ponen a su lado en conversación, a veces hasta en silencio, simplemente estando, ese es el estilo, creo yo. Antonio, vean su página web y entenderán por qué lo digo, tiene un alma generosa, curiosa, delicada, sonriente, amable y divertida, también muy pasional, que vuelca en su trabajo para gozo de quienes lo disfrutamos, sea cuando fotografía ciudades, personas o hasta cables de electricidad, me da igual.

Las fotos de Antonio para "Sevilla, ciudad eterna" eran espléndidas, con profundidad, con contrastes, captando eso que tan importante es en todo como las sombras, ese otro rastro de la luz, la misma luz casi; luz primero y luego oscuridad, o ambas al mismo tiempo, casi mejor, se ve más. Incluso en esa luz cegadora de Sevilla hay sitio para el hueco o el rincón donde se esconde lo negro. Al final resulta que la fotografía creo yo que es como la literatura, que muestra, pero también que esconde. Y en ese juego de mostrar y esconder está el arte. El fotógrafo, como el escritor, necesita saber mucho más de lo que enseña. Con tino, tiento, ¿temple?, con técnica desde luego, por experiencia también, es capaz de hacer elipsis, silencio, algo tan importante como decir, hablar, mostrar. Todo eso y en una ciudad tan de enamorar como es Sevilla lo ha hecho Antonio. Creo que hay que ser excelente, como es él, para no dejarse arrebatar por la foto fácil, o el tópico, tan a mano siempre, y ampliar la mirada y, con la suya, la nuestra. O sea, no dejarse llevar por la palabrería hasta en imágenes, lo cursi -tan fácil, por Dios-, o lo habitual en fotografías que son simplemente bonitas. No es el caso, aquí hay otra cosa, hay mucho más.

Paco Robles, al que he leído pero al que no conozco, muestra en sus textos algo igual. Los que no somos sevillanos ni vivimos en Sevilla -qué le vamos a hacer- la miramos a veces con una mezcla de envidia y de atracción como a otras ciudades hermosas. Sevilla es como esas mujeres guapas, es de las de parar la circulación. Una mujer guapa se puede quedar mirándose en el espejo, con embeleso, un poco más de la cuenta, ensimismada: "Ay qué ver qué guapa soy, por Dios". Es lo normal, lo natural, se entiende y hasta se le perdona. Pero también es lo natural que quiera salir a la calle bien arreglada o casi sin arreglar. En la calle, abriéndose, está la vida, no mirándose a un espejo, absorta en la propia belleza, en una misma. Y cuando sale fuera una mujer o una ciudad es entonces cuando  tiene  más matices, más rincones, más detrás, por dentro también, más que esa imagen que le devuelve el espejo ahí donde se encierra la ciudad o la encierran a veces, no sé bien. Cuando se deja mirar, cuando no está sobre sí misma, es cuando se descubre que no es solo una mujer guapa, es inteligente además y tiene más vueltas, muchas más.

Paco Robles ha escrito sobre esa complejidad sevillana que no es tan evidente a un primer vistazo. Hace falta que te gusten mucho las mujeres o las ciudades, esa mujer o esa ciudad, para no caer en el tópico que, con permiso, en Sevilla está tirado. Pasa con muchas ciudades, pero con Sevilla  más. 

Paco muestra junto a las fotos de Toi: la profundidad. A mí esto me parece importante. Se puede escribir de algo con profundidad y a la vez ligero, como lo hace él y como lo hace Toi con las imágenes, sin avasallar, sin ser pelmazo, jugando algo con quienes leemos y miramos, tanto al escribir como al  fotografiar. Más allá de la superficie atractiva  fotografiada mil veces, sobre la que se ha escrito tanto también, hay muchos pliegues, recovecos, contradicciones, roces, sí pero no, no pero sí, algo que habla por sí solo o calla. Eso es la profundidad de Sevilla que no está reñida con la alegría ni con la ligereza. Una ciudad que se precie no puede ser superficial, como a veces se la muestra desgraciadamente, o lineal. Y Sevilla creo que es todo menos lineal.

El libro me ha gustado mucho, yo lo voy a regalar estas fiestas, y uno, si Dios quiere, me lo quedaré. Si Vdes. pueden ir a la presentación que hará Carlos Amigo, Cardenal Emérito, vayan. Si no pueden, como yo, que mira que es mala pata, pues nada. Yo lo escribo por quien pueda ir, porque vale la pena.

PS: Toi, lo siento, lo sabes, me gustaría estar allí, porque tras tu otro libro, "La luz", para Endesa, sé bien la ilusión y el mucho trabajo que has puesto en esto y para eso estamos los amigos, para estar. Recibe mi abrazo que yo recibo el tuyo virtualmente. Ya sabes que prefiero siempre lo presencial, pero en esta ocasión no podrá ser y te pido mis disculpas.

jueves, 3 de diciembre de 2009

Estar sencillamente (la visita de Tana)


Tras varios correos y viajes mios quedamos Alejandro y yo que nos vemos este miércoles para tomar café. Estoy contenta, me ha costado dejarle allá tan arriba, en Cerceda, a él y a Tana, mi perra que él acogió en adopción. Yo no podía con ella. A veces es mejor reconocer que no puedes con algo, con trabajos, con perros, con situaciones diversas. Cuesta sobre todo porque algunas personas tienen tendencia a asumir más cosas de las que pueden o simplemente asumen lo que no pueden. Pero es mejor decir "no puedo con esto" después, que enrocarse en algo que no puede ser hasta romperse. Hombre, el ideal sería tener más sentido común a priori o verlas venir antes de lanzarse, pero no siempre es posible, especialmente entre quienes no pueden decir no  por una extraña sensación de culpabilidad, por simple entusiasmo también, o porque se creen superman o superwoman. El sentido común es el menos común de los sentidos, ya se sabe.

Como fuera y cuando vuelvo a casa y estoy abriendo el portal veo a Alejandro que llega. Trae a Tana, no me había dicho nada el muy sinvergüenza... Casi me echo a llorar al verla, tan guapa y tan grande ya. He criado a Tanita desde que tenía menos de un mes hasta los siete en que se la pasé a Alejandro, el entrenador y mi amigo ya. Está educada, está feliz, sé que hice lo que tenía que hacer, lo sé. Mañana cumple el año.

Qué alegría tenerles a los dos para el café. Olimpia no piensa lo mismo respecto a Tana, casi la muerde al entrar. Mi perra tiene celos de todo lo que me toca, pero si es un perro mucho más.

Hablamos Alejandro y yo. Nos escuchamos. También hay silencios y pausas. Es fundamental el silencio entre amigos. Es cuando sabes que ya lo eres de verdad. Bueno, eso, y cuando has desilusionado o decepcionado seriamente y un par de veces al otro. Hasta entonces pienso que no hay verdadera amistad.

Es estupendo entrar y salir, ir al teatro o al cine, a tomar una copa, a cenar, a un museo o una exposición, también viajar. Pero lo mejor es tener tiempo para estar sencillamente. Debería estar trabajando, leyendo o escribiendo esta tarde, pero no. Voy a estar con Alejandro porque le quiero, es mi amigo. Me encanta la gente, los grupos, soy gregaria o sociable. También me gusta cierta soledad. Sólo esa cierta soledad tan incierta,  la puntual, la suficiente para no ensimismarte, para poder estar mejor con una misma y, precisamente por eso, luego con los demás. Creo que saber estar sola, sin odiarse ni aburrirse tampoco, ni  estar embelesada, casi como en una buena amistad, es fundamental para saber apreciar a los demás en todo el valor que tiene la buena compañía, que es mucho. Por eso, por encima de todo, de las cosas que más me gustan en esta vida es poder echar la tarde con un amigo, con una amiga: sin prisas o las quitamos. Nada por delante, aunque lo haya.Y no el bulle-bulle ese que a veces se puede tener hasta entre amigos, el tener que hacer de continuo me agobia: ven, sal, ahora vamos aquí y luego allá, etc. No, me encanta no tener plan, ni programa de actividades, por eso a veces me planto y me da igual que piensen que soy una borde. ¿Qué vamos a hacer? No vamos a hacer nada de especial, tranquilidad. ¿Hace falta hacer algo siempre? Pienso que no.

El cara a cara sentados es importante De uno en uno, de una en una también, como mucho tres, cuatro, no más. Si no, para mí, no hay amistad. Hay conocimiento de superficie y poco más. Y está bien, no pasa nada, pero es lo que hay. Estupendo, a veces es lo que puede haber por lo que sea. Hay que tener conocimientos, es otra categoría distinta a la amistad con su peso también.

Creo que al final lo que vamos a hacer de más valor en esta vida es estar, acompañar. Algunos educar, una tarea fundamental. Otros hacemos papeles, luego se llamará como se llamará, pero son simples papeles. Pero todos podemos llegar a acompañar un rato a otros, a los que toque, en familia, con amigos. De lo más humano que tenemos pienso yo que es acompañar, tampoco hay que aspirar a mucho más. Y se hace hablando y sin hablar, preferentemente en silencio, estando al lado. En general creo que no hay que dar muchas explicaciones, ni siquiera es necesario a veces hablar. Hay que estar, sencillamente estar. Todo se sabe o se llega a intuir. Ni palabras se necesitan en algunas ocasiones, sobran a menudo.

Faltan 21 días. Acompañar la espera y poco más.

martes, 24 de noviembre de 2009

God save the goat


Estuve en Málaga el martes pasado. Me quedé en casa de unos amigos en mitad del campo. Son profesores y tienen 4 hijos, dos de ellos mellizos, niño y niña, de 4 años, el mayor de 11 años, la siguiente, pizpireta, de 9, además una abuela santa (ejem) y una perra que está loca. En el último mes han incorporado una cabritilla, les vino casi dado. El cuadro es de comedia británica pasada por el sol, algo de “Entre limones”, el relato del batería de Génesis instalado en las Alpujarras, con ciertos toques de Durrell de “Mi familia y otros animales”, y la elegancia de fondo de Nancy Mitford de “Amor en clima frío”. Aquí de amor mucho y con más luz,  muy acogedor. Vamos, al final el panorama  es español y muy andaluz, con su alegría y gracia, todo atravesado en cristiano.

Creo que estoy acostumbrada a convivir con niños y padres aunque sea por temporadas cortas, pero el modelo de madre que no grita un día de diario me era desconocido. Las madres gritan por las mañanas, ¿no?, unas más y otras menos. En este caso ambos, padre y madre, son dos balsas de aceite: 6.45 a.m., 4 niños, desayuno, salir para el cole, pero ellos calmados, a lo que hay que estar sin una voz más alta que otra, ¡sonriendo! Y más, estamos por la tarde en casa y llega la hora de baños infantiles  y de cenar. Pienso ingenuamente “pues ahora tomaremos algo sencillito porque hay ya mucha faena”. Pero dice Mirna “Voy a hacer pasta”. Y se pone a hacerla tan contenta, pero de  la fresca, y luego el pan, también  hecho en casa. El rey iba cociendo la lasagna, bañaron a los chavales,  cenamos con tranquilidad. Todavía estoy con la boca abierta, vaya logística que despliegan, ni la sexta flota,  pero ellos de incógnito. 

Hice una reverencia a la abuela al llegar, de rodillas le ofrecí un perfume como si fuera el niño Jesús y yo un rey mago. Cede su cama cada vez que voy y hay que hacerle la pelota. Pero no hubo manera, es insobornable. Me dice con retintín que le estoy cogiendo mucha afición a la casa de campo. Debe de temer que vaya a ser como Serafín Latón, el que se queda en Moulinsart y Haddock no se lo puede quitar ni con agua caliente. Maldición, al senado no hay quien le engañe.

Di el biberón a la cabra que no tenía más de 15 días, una monada, nada que ver con las adultas  que se gastan una mala leche de espanto, nos las deberíamos comer a todas antes. Bueno, no, a esta Beni (Bienvenida), que así se llama, la van a indultar, quizás siga siendo buena. Aunque luego apareció un hermano del rey que dice que si hay que liquidarla él mismo se encarga. Era simpático y original el verdugo potencial. Tuve que sacar mi cuaderno para tomar nota de su hablar, ahora sé hasta malacitano. También estuvo más gente por la casa, y eso que está alejada: una chica preciosa, una madre de parar la circulación y un padre que tenía pinta de hacer lo que hacen los hombres buenos que conozco: lo que pueden.

Los hombres buenos creo que son los que hacen lo que buenamente pueden. Y suele ser bastante, aunque a veces en algunas casas, no en ésta, aclaro, les dicen que no es lo suficiente, pasa.

El último día nos fuimos a cenar fuera Mirna, el rey y yo. Se nos acercó un negro muy negro, musulmán era, vendiendo relojes, y nos contó que tenía una hija de 14 años que había dejado en su país. Acabé explicándole yo, porque me lo preguntó, mi vida sentimental. El alcohol es que es muy malo, hablas más, te ríes, lloras, cantas o te duermes sin remedio. Luego nos intercambiamos mutuas intenciones de oraciones por  propios y ajenos, nada de alianza de civilizaciones, más bien acogimiento de corazón y alma que es más español y humano. Mirna y yo luego llorábamos y el pobre rey ahí en medio debía de preguntarse qué había hecho él para estar entre aquellas dos lelas con lágrimas y posiblemente una copa o dos de más. El negro también se marchó emocionado diciendo que a ver si nos encontrábamos de nuevo, angelito (negro), santo varón, santo, que diría Tip, q.e.p.d.

En fin, que todo fue un poco surrealista, empezando por la cabra que han adoptado. “God save the goat," “Long life to the goat”, lo que sea, pero, por favor, que la salven. Pues eso, me lo he pasado genial, odio los hoteles cuando voy de trabajo y se lo agradezco mucho. Me hacen mucha gracia porque la tienen a raudales.

PS: La canción de Calamaro es muy poética, lo de duermen los niños y tal... pero lo cierto es que los niños pequeños a veces no duermen  ni dejan dormir a sus papás, que con santa paciencia no cantan lo de Calamaro sino que se aguantan y al día siguiente son capaces de ir a trabajar. Unos fenómenos, oiga Vd. 

domingo, 6 de septiembre de 2009

"A que no me pillas, Juliopardos"



"A que no me pillas, Juliopardos" mi sobrina con cinco años tuvo ya su primer pretendiente, Julio Pardos, amigo de mi hermano, ya para siempre Juliopardos, todo seguido, nombre y apellidos en uno que es único.

Apoyada en el quicio de una puerta, Carmen le provocaba para jugar diciéndole eso, "A que no me pillas, Juliopardos". Cuenta Diana, la novia de Juliopardos, que así conoció a la niña, gritándole a Juliopardos, muerta de risa, "A que no me pillas, Juliopardos, a que no me pillas". Uf, de verdad, cómo se apuntan maneras desde chiquitita.

El caso es que Juliopardos y Diana vinieron a mi casa el sábado a comer. Con mi hermano Juan y Silvia, con Carmen y Javier, mis sobrinos. Una hora escasa antes se habían ido Teresa, Agustín y Marta y Carlota, la niña. Esta casa a veces parece un vodevil, entran unos por una puerta y salen otros, pero vamos siempre vestidos en público, eso sí.

Tuvimos el viernes cena con Jesús, Feli y su hija, Marta, guapa y buena la niña como un sol, vecinos de aquí al lado, qué contenta estuve porque vinieran a comer salmón. Se quedaron a dormir luego mi gente de Madrid ,casi lo hago yo en vivo y en directo tras la cena, un desastre. Otro día lo cuento, lo pasamos muy bien y no matamos al topo que he descubierto que tengo. Al final pretendo la convivencia pacífica, el equilibrio ecológico, tener a Jesus y Feli cerca ayuda a verlo así, a entenderlo. Creo además que es una hembra y muy discreta, sólo un par de montañitas de tierra. Ya se sabe, la naturaleza es suelo sagrado para mí, quizás me traiga suerte la topo de marras, veremos. Mi jardín es católico, no protestante, todo manga por hombro, no es el caso de que haya que matar a la topo por salvar un huerto maravilloso, un bonito rosal de una extraña rosa fruto de cruces complicadísimos, o el cesped que ha costado doscientos años para conseguirlo. Va de otra cosa esta casa, todo un poco caos. La topo que se quede si quiere, ahora es que me hace hasta ilusión que lo haga.

Mi hermano Juan tira a preocupón. Calificar a un hermano de protector es una redundancia, todo hermano se preocupa por su hermana. No es que mi otro hermanos no lo sea, es que está en política y ahora tiene menos tiempo, pero también lo es. El caso es que Juan quiso aliarse con Juliopardos y Diana, que viven en El Escorial, para convencerme que me vaya a vivir allí que hay más gente, está más poblado, hay tren, etc. Era su objetivo real este sábado al venir, lo sé.

Venden mi casa del Boalo. En teoría se acaba el contrato de alquiler el 6 de noviembre, y a algunos les preocupa que pase otro invierno en la pica del monte, son unos exagerados. Yo ni me inmuto, ya me moveré cuando toque. Quedan dos meses, pueden pasar muchas cosas en dos meses, aparte de que el alquiler está bajando y cuando más tarde alquile, mejor; siguiendo, porque vamos a ver si vende la casa al final, con la que está cayendo; y continuando porque, no teniendo yo nada por delante y nada por detrás, tengo una libertad de movimientos -y una rapidez si quisiera- que poca gente tiene y la utilizo, claro. Y no me agobio jamás, faltaría más. Estoy viendo otras casas, por supuesto, pero con calma y sin prisas. Voy, las miro y pienso, ya es mucho y hay tiempo.

Viene Juliopardos como un señor inglés, casi me le imagino diciendo "Doctor Livingstone, I presume". Sombrero de panamá precioso y ya ligeramente raído, bermudas, camisa rosa y una guasa hispana pasada por esa lejanía anglo de hombre muy leído además. A Diana le (la?) conocí ayer, morena de esas guapas gaditanas, encantadora, lista y buena, me gustaría mucho más si no fuera por lo mucho que me gusta Juliopardos, ay. Estoy segura que vamos a vernos más ahora que han venido a casa.

Quería Diana entablar una competición de muerte de moscas con los matamoscas que he comprado, los más efectivos, nada de spray, los del palmetazo esos: uno para ella, otros dos para mis sobrinos. Dije que si era en silencio que bueno, luego no dormí siesta, escribí, podía haber empezado la tercera guerra mundial que me daba igual, me aislo por dentro y ni me entero.

Juliopardos es encantador. No me voy a poner como mi sobrina a decir "A que no me pillas Julipardos" porque además está encima Diana y ya competir con dos, una morena y una rubia, ambas más jóvenes, aunque no tanto, pues no. Pero es de llevárselo a casa o quedárselo una temporadita.

Para empezar, se come todo lo que le pones en la mesa, bueno, no todo, se llevó la mitad de gambones que sobraron y no pusimos a la plancha. Dejó un testimonial de ensalada de garbanzos con comino y me dice el mamón "es que me daba vergüenza". Tendrá cara dejarme una cucharada con 4 garbanzos que ni para el ratón Pérez, cómo traga el tío. Es agradecido Juliopardos, una cosa estupenda en esta vida, una gran virtud, como comerse lo que hoy hay en la mesa, lo que toca ese día, lo que te ponen delante

Para seguir, tiene conversación para dar y tomar, sabe de todo, da gusto oírle hablar. Eso sí, es bastante ágrafo, según me dice mi hermano, o sea, como mucha gente que verdaderamente sabe, escribe muy poco, él se dedica a leer, 6.000 libros que tiene su biblioteca. Por Dios bendito, ¡qué complejo y cómo debería tomar nota en lo de escribir menos! Por cierto, leerá la tesis en breve, va a ser todo un acontecimiento, porque Juliopardos es mucho Juliopardos.

Se quedó enamorado de mi casa, del lugar, Diana también, y fue rápido, casi al bajarse del coche, se les notó un montón, les cambió la cara. Le salió el tiro por la culata a mi santo hermano y a mi cuñada que estaba también en la conspiración esa de "Movamos a Aurora del Boalo". Les dejé preparar a todos la comida, estaba escribiendo y a veces me dan ráfagas, y como dice todo el que pasa por aquí con cierta gracia cuando pido permiso "nada, nada, Aurora, estás en tu casa". Yo intento hacer lo que me pete y pretendo que los demás hagan lo mismo, vengan, coman, se bañen, duerman la siesta, lo que quieran, mientras todo el mundo esté vestido en público, eso todavía lo tengo claro. Huy, lo he dicho dos veces, me lo tengo que ver esto, especialmente después de escribir playas civilizadas, lástima que la psiquiatra de la familia no pueda tratarnos a los propios.

Hicieron la ensalada, contaron todos los trozos de patatas cocidas y de salchichas que había, estas cosas le encantan a Juliopardos, hacer porras y juegos de este tipo con los niños, que naturalmente le adoran, "A que no me pillas Juliopardos". Luego gambón a discreción, pero ni pudimos acabarlo, helados, conversación y de vez en cuando yo que desaparecía para escribir algo o a pensar. "¿Qué haces ahí?" "Pienso, es que estoy pensando" se extraña mi hermano de verme con la mirada suspendida y en blanco en un rincón del jardín, sola. Como mejor escribo y trabajo a veces es con gente saliendo y entrando, o mejor dicho, pienso. Estoy pensando mucho y sola lo hago bien, pero la compañía de otros, su presencia, incluso en la distancia me ayuda mucho, realmente sola no estoy tanto.

Juliopardos, Diana, estáis siempre invitados, no os tengo que hacer ni caso, como ya habéis visto. Sé que querríais hacer el cambio, veniros a esta casa y que me vaya a la vuestra, pero de momento ya veremos. Y sé además que no os movéis con 6.000 libros ni de broma, lo vuestro sí que es equipaje.

No hay prisa por nada, para nada. El tiempo es en todo y siempre el mejor aliado, corre a nuestro favor habitualmente. Pienso al contrario que muchas personas en esto, lo sé. Y además me pasa como a Juliopardos en parte, que creo que al final en la mesa de alguien te acaban poniendo gambón y te lo comes y te lo llevas casi porque sí, a qué correr, por Dios. "Hierba que está para ti, no hay vaca que se la coma".


Llegó Alejandro con Tana, que está enorme, cuando ya se habían ido todos. Quería ver a la perra mi sobrina, que realmente era su dueña sentimental. Pena, no les pilló. Tenían prisa por no sé que, que si el viaje es muy largo, que si ir al Escorial primero a dejar a Juliopardos y Diana y luego a Madrid. No sé, les parecía todo muy largo y se fueron pronto, yo es que estoy acostumbrada al ir y venir, claro. Otro día será. Lo dicho, hay tiempo.

Me encanta el tiempo. Y el atmosférico que estamos teniendo, también. Fresquito ya. Qué gusto.

PS: Mañana vuelvo a lo corto, lo prometo, esto se lo debía, bueno, no debía nada, me salió así, para Juliopardos. Y para Diana, por supuesto.
No permito hoy comentarios porque conozco a algunos habituales y me van a dar la vara como pretendía mi pobre hermano, y no me voy a dejar. Soy muy escurridiza. Y por si acaso.

Las fotos son de A. Schifferstein.

jueves, 3 de septiembre de 2009

Terapia y (en) pareja


Bajo a Madrid a cenar a cada de mi cuñada y de mi hermano, hace semanas que no veo a mis sobrinos. Qué barbaridad, cómo crecen los niños a los 11 y 8 años, por días.

Me prometo no beber más que una copa, el otro día tomé sólo 2 de vino blanco  y, con el calor que hacía, no sé que me pasó que no me di cuenta bajando la calle Augusto Figueroa que el mismísimo Viggo Mortensen la subía, pasó a menos de 40 cm, ay. Me lo dijo mi otro hermano, Paco, "te habrás dado cuenta ¿no?". Pues no, maldición, no, ni lo vi, me tiraba de los pelos después.

 Con lo que yo admiro a Viggo, artísticamente hablando, claro,  y los hados quisieron que estuviera malita y no me diera ni cuenta. Con las ganas que tenía de declararle mi admiración e incondicional adhesión, entablar conversación, quizás una bonita amistad, en fin, otro día será.  Lo tenía que contar para que se vea que luego las mujeres no miramos tanto, miramos mucho menos y pasa nada menos que Viggo a nuestro lado y ni lo vemos. La fuerza se nos va por la boca. Imaginen que un tío no se da cuenta que Elsa Pataki pasa al lado: imposible, ni aunque vaya ciego. En fin.

Bueno, eso, cena en casa de Silvia, que es psiquiatra, y mi hermano Juan, que tiene sentido del humor, además de otras cosas, pero esa es la fundamental. Tenía colgado mi hermano del microondas dos magnetos, dos imanes, con cierta retranca.

"Therapy has taught me that all is my fault": un hombre tumbado en un divan le revela a la psiquiatra que la terapia le ha llegado a enseñar que todo es su culpa, de él. Letal.

Otro iman: "No husband has been shot when doing the dishes". No han disparado a ningún marido que se encontrase lavando los platos. O sea, dedíquese Vd. a lavar los platos porque asi nada malo le puede suceder.

Me reí un montón con ambos imanes. "Hermano, qué mala idea tienes".

Volvemos riendo al cuarto de estar y mi sobrino Javier, 8 años, dice que "no pilla" el chiste. Se lo explica Carmen, su hermana: "Pues claro, tonto, que si los hombres hacen lo que sus mujeres quieren que hagan, nada malo les puede pasar". Dios mío, no es que sea lista o mujer aunque pequeñita todavía, es que lo ha cogido a la primera la niña. Efectivamente, prenda, suelta mi hermano, "no es hacer lo que tienes que hacer, sino hacer lo que dice tu mujer". Uf.

Sugiero que puedo hacer mutis por el foro, por si acaso. Volvemos a reirnos. Pero al final no, nos vamos Silvia y yo a tomar una cerveza porque mi hermano Juan dice que se queda con sus niños mientras mi cuñada me ofrece su apoyo en un tema sobre lo que escribo, así las dos tranquilitas en la calle tomándonos una birra con Olimpia a mi lado.

En fin, yo no digo nada más. Pues eso, tomen nota.

No man has been shot when doing the dishes.

Therapy has taught me that all is my fault.

Lo siento, lo que hay es lo que hay. 

Si alguien quiere lo puede explicar mi sobrina de 11 años, pero creo que no hace falta.

PS: El iman del hombre que he colgado aquí dice lo contrario, que todo es culpa tuya (o sea, de la mujer): está totalmente equivocado, no hay duda alguna. No he podido encontrar una foto del correcto, es decir, del que dice que es todo por su culpa, no por la de su señora. Qué raro.

lunes, 31 de agosto de 2009

Sagrado



Supongo que el adjetivo de marras suena rancio, insólito, de otra época. Pero me gusta pensar no ya en el adjetivo, sino en eso sagrado que trasciende a las instituciones, quizás hasta la religión.

Diría casi ese sagrado que va más allá incluso de los credos que yo conozco.
En lo sagrado hay algo profundamente humano, ni siquiera de un dios o de Dios, póngase como cada uno crea.

Sagrada es la conciencia y por eso hay que entrar descalza hasta en la propia, no digamos ya en la ajena. Hay personas que por un tema de conciencia sin volver la vista atrás y con un par se lían la manta a la cabeza o justo todo lo contrario, cuando sería mucho más cómodo en todos los sentidos hacer oídos sordos a ésta. “Entre el Papa y la conciencia, elijo la conciencia” dijo el cardinal Newman. Yo sólo sé que la conciencia es un espacio, un lugar interno, donde hay que descalzarse, ir con una delicadeza extrema para saber realmente dónde te arde la llama esa que no se consume de la que hablaba Moisés y donde lo que hay son otras cosas, conveniencia, comodidad, etc., no sé si me explico.

Sagrada es también la naturaleza. Estos días debatíamos en el blog de Cotta al respecto. Creo que la naturaleza es sagrada, otra cosa es que tengamos que alimentarnos, obtener la energía que es la clave del desarrollo, que cada vez que encendemos la luz, pescamos un pez o le abrimos un tajo a la tierra haya un impacto medioambiental, hagamos sangre de alguna manera, ya lo escribí a propósito de Palin. Cuando voy a la matanza miro con respeto no sólo a los matanceros y la gente que sabe qué hay que hacer y cómo hacerlo, miro con respeto hasta al cerdo gracias al cual me alimentaré yo y muchos más (y si es de Barcarrota, divinamente). Hay algo de sagrado en lo que nos proporciona alimento y tiene vida.

No creo en nuestra inocencia ni en la imagen idílica ni posible del buen salvaje, tampoco en la de que somos malvados per se, todos y todo el tiempo. Pero otra cosa, muy distinta, es que crea que esto está a nuestra disposición sin cortapisas, que podamos arrasar con todo. Y no solo por los recursos, que serán ilimitados pero no infinitos, es algo más: la sombra, el rastro de vida o la evidente vida, tan plural, tan impresionante siempre, la nave tierra, dicen algo de sagrado que no debemos despreciar, que tenemos que respetar de alguna manera. No sólo en sentido utilitarista (para poderla explotar a más largo plazo, qué horror), es otra cosa también: hay algo muy sagrado en la naturaleza. No somos sus dueños de ninguna manera, como no somos dueños de nada, realmente de nada. Si uno sale al campo sabe que aquello no le pertenece ni aunque sea su propia finca.

No voy a insistir en otra cosa sagrada como es la vida humana, hoy despreciada. Bueno, siempre lo ha sido de alguna manera. He escrito lo suficiente, creo, sobre el aborto. Pero desde luego una vida humana es sagrada siempre. Y yo, que no he estado embarazada en mi vida, siento una verdadera reverencia (me da igual si suena cursi) ante las personas que son madres (y padres). No envidia, tampoco me considero peor, pero no es lo mismo. No por llevar a un niño 9 meses dentro –hay madres no biológicas tan madres como las biológicas-, sino porque acunar, custodiar, educar, alimentar, animar, perdonar y aguantar y muchos más “ar”, “er” o “ir” es algo que no tiene comparación con absolutamente nada. Nada es comparable a la maternidad ni a la paternidad. No solo la vida es sagrada, también lo es la paternidad y la maternidad entendidas como donación para toda la vida, eso sí que es eterno. Insisto: no me considero menos, pero no es lo mismo. Cada uno tendremos aquello con lo que daremos más fruto, santa paz.

Hay más territorios sagrados, espacios, tiempos. La siesta es un tiempo sagrado y no de va coña esto, lo saben bien mis sobrinos que como me armen jaleo después de comer en casa los cuelgo de los pulgares.

Por cierto, otro ámbito sagrado: la infancia. Los niños son sagrados, no en el sentido de ineducables o intocables, sino en el sentido de que hay que respetar sus tiempos y protegerles con la propia vida –aunque no sean tuyos- de esa mierda tan variada que nos rodea y que les amenaza en convertirles antes del tiempo debido en Britney Spears o cosas peores. “Cambio un polvo por un hada” titulaba la situación actual no sé qué bloguero, razón tenía. Hay muchos intereses, muchos -de sinvergüenzas, empresas, individuos, lo que sea- en quemar la infancia, en robarle ese sentido sagrado que tiene, la edad no sé si de la inocencia, pero de otros tiempos, ritmos, temas, de una mirada propia, la suya, que hay que preservar. Hay que protegerles también de nosotros mismos, de nuestras miserias, siempre que sea posible, desde luego si de mi depende no ven determinadas cosas ni oyen determinadas conversaciones, tampoco les expongo a otras cosas, no. Conmigo, no.

Del mismo modo la ancianidad tiene algo de sagrado, de honorable, también lo hemos olvidado y hemos hecho de ella algo innombrable o ridículo en vez de sagrado. Como la muerte, era y es sagrada, no un tema del que no hablar, es eso, sagrado, pero no un tabú, son dos cosas distintas y las equivocamos.

Hay un último terreno que creo que es sagrado, aunque ya sé que no se lleva y que esto puede mover a la sonrisa o hasta la risa, cosa buenísima por otra parte.

El matrimonio, las parejas –a estos efectos es lo mismo- pueden ser todavía un terreno sagrado para algunas personas, no digo ya si hay niños de por medio: doblemente sagrado. Líbreme Dios de, habiendo dicho lo que he dicho más arriba –la sacralidad de la conciencia, de todas las conciencias- vaya a valorar comportamientos de terceros, de ninguna manera. Pero sí voy a decir, al hilo de cierta discusión en otro blog, que precisamente porque es un terreno sagrado el matrimonio, "la castidad" tiene un sentido de virtud.

Sí, he escrito "castidad", aunque suene raro, antiguo, incomprensible: me es igual.

Para una persona casada será un tema de fidelidad primero quizás, pero para el que vuela libre como un pájaro no es cuestión de fidelidad –no se tiene otro compromiso-, sino de castidad. Una virtud que lleva a moderar el propio goce, en este caso a abstenerse totalmente, y no por un tema de áscesis, porque se sea mojigato o insensible o no se tenga valor, o porque a los curas o a la iglesia, que ya se sabe que tienen todos muy mala idea y, como ellos no, pues los demás tampoco o muy reglamentado todo, se les haya ocurrido reunidos todos en cónclave antisexo.

Para áscesis se puede hacer yoga o cosas bastante mejores, la sensibilidad y el goce suelen estar en perfecto estado, el valor a algunas personas les puede hasta sobrar en todos los sentidos, y los curas o la iglesia, de verdad, vamos a dejarles de lado. Créanme si digo que a la hora de la verdad se puede no pensar en absoluto en el Santo Padre echándote al fuego de los infiernos, sino en otra cosa más cercana y hasta más honda, más cierta.

Es algo todavía más profundo, más de dentro, más ¿humano? La castidad es algo humano, espero las risas o las sonrisas de condescendencia, toda virtud tiene algo de sentido del humor, sin él estamos perdidos, y esta virtud no es una excepción, provoca sonrisas y risas, es bueno que lo haga.

Se deriva esa castidad de la justicia, del respeto, de la prudencia, de la fortaleza: todo ello hace que a alguien se le ocurra que tiene un sentido respetar ese suelo sagrado de otros, aunque ni siquiera sea el propio, el que uno ha labrado. ¿Que otros entran o se pasean, hasta en el propio, con botas Doctor Martens? Ellos sabrán qué hacen, otros siempre descalzos al bordear suelo sagrado, ni siquiera al entrar: al aproximarte.

Incluso sucede que se puede pensar que ese sagrado y esa castidad convergen además, curiosamente, mira que son ya ganas de fastidiar, en la denominada regla de oro del "no hagas a los (las) demás lo que a ti no te gustaría que te hiciesen", lo cual puede ayudar un poco para mirarse por las mañanas en el espejo y seguir encontrando siempre al miserable que la condición humana impone, pero no a un o una canalla. Y facilitar en su caso el maquillaje y el arreglo personal después, bastante más que el mejor cosmético, aunque de esto no hablen las revistas femeninas, una pena. Al final es una cuestión hasta estética, no solo moral: porque es feo, poco delicado entrar en suelos sagrados sin descalzarse, como elefantes en una cacharreria, envejece además un montón.

Por supuesto que porque todos somos humanos se puede tropezar no una sino doscientas veces en una piedra hasta ya conocida. Pero, por Dios, al menos con conciencia -y consciencia- anterior, durante o posterior de que aquello que se está haciendo no está bien, es feíto: no vamos a negar la mayor por nuestras debilidades personales que pueden tener hasta su encanto. La verdad puede ser la verdad la diga Agamenon o hasta el porquero de la propia conciencia. O incluso esa institución tan denostada, risible, antigua y ya superadísima: la iglesia. Joé, la iglesia puede tener hasta razón y decir simplemente la verdad, una verdad realmente incómoda, porque fastidia un poco que te digan que no está bien tener relaciones con un señor casado. Pero vamos, lo dicho, sobra la iglesia, con ver el suelo sagrado basta, no hace falta más, de verdad, nada más.

Uf, he mezclado primero la conciencia con la naturaleza, luego con la vida, los niños, la siesta, la ancianidad y la muerte, la paternidad y la maternidad y, pa'rematar, con el matrimonio, todo sagrado. Lo peor es que me tomé un Ribera de Duero al empezar a escribir esta entrada y luego un Rueda frío porque hacía calor, y claro, conviene no mezclar, es malo para la escritura y para todo.

Parece que no hay hilo, pero lo hay: pisamos o bordeamos suelo sagrado todos los santos días y a veces podemos no daranos ni cuenta de que ahí está la zarza esa que no se consume, es impresionante, no se consume.

El fuego que arde ahí está, constante, guardando algo importante que sobrepasa a algunos: sagrado.

Luego hay más terrenos sagrados pero totalmente secundarios, por ejemplo, el dinero del contribuyente que debería ser sagrado también, ay. O hasta el de la empresa, que porque pague ella no te vas a llevar los folios a casa.
Pero ya ahí ni entro porque no acabaría. Creo que por hoy ya he escrito bastante ¿no?

domingo, 14 de junio de 2009

Un par de oceanos/ Capitán James McKay




Se caen del calor los pájaros, han callado todos en este mediodía. La piscina se vacía poco a poco. Ponen Horizontes de Grandeza (The big country) en Telemadrid pero no voy a poder verla otra vez, es una de mis favoritas.

Quiero hablar con un amigo por teléfono y tengo que trabajar.

Estupenda película la de William Wyler, yo querría ser como Gregory Peck, el capitán James McKay.

No hace falta montar el caballo ese indomable cuando todo el mundo lo ve, ni aceptar el desafío público a ver quién es más macho, o más listo, o más lo que sea, da igual.

Las victorias siempre privadas, nunca públicas, son más densas, más tuyas, más verdad. No ver enemigos de cada vez donde no los hay, el peor y más difícil de vencer suele ser uno mismo.

"¿Y qué le parece Texas? ¿Ha visto algo más grande?" pregunta un tejano orgulloso de lo suyo.

"Un par de oceanos" contesta Peck, marino, viene de Nueva Inglaterra. El universo no empieza ni se acaba donde uno se encuentra, esté uno donde esté.

Choca su mentalidad con la texana, con tantas cosas buenas, pero con una testosterona mal encauzada. Tranquilos, chicos, que no se trata de a ver quién la tiene más grande.

Al final es una simple lucha por el agua y un patio de vecinos malhumorados por amplio que fuera el lugar.

Ay, Dios, qué de pueblo (en el mal sentido, lo hay bueno) podemos ser todos, hasta los de Texas, si no, veamos la reciente historia, la más cercana, la propia.

Mundos pequeños en todas partes, los realmente grandes suelen ser interiores, los horizontes están dentro, la grandeza es la de alma, tan poco frecuente.

No pelearse, no armarla de cada vez, no entrar a trapo tampoco, mucho menos provocar.

Un caballero es al que no le hace falta batirse para demostrarlo, justo al revés. La valentía no es el simple arrojo, es la resistencia a veces. Pero la hija del Mayor, Patricia, no lo entiende, piensa que es un cobarde. Y James se queda con la maestrita, más lista, Jean Simmons.

Lo dicho, querría ser como Gregory Peck, Capitán James McKay. Y me pilla lejos, mucho, ay.