Bitácora de Aurora Pimentel Igea. Crónicas de la vida diaria, lecturas y cine, campo y lo que pasa. Relatos y cuentos de vez en cuando.
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viernes, 8 de mayo de 2009

Sweet home Alabama


Hacía tiempo que no hacía de cicerone. Me encanta, para empezar porque lo de organizar me apasiona, qué le voy a hacer. Segundo, porque enseñar tu ciudad o alrededores siempre está bien, algo sabes que a los demás les puede interesar. Como doy clases sé lo difícil que es a veces tener una audiencia cautiva e interesada. Lo de guía turístico es muy agradecido, se quejan poco y suelen estar encantados.

El caso es que por una de esas cosas del destino, Toi me dijo que venían los jefes de Jero a España, me ofrecí a echarle una mano, y he acabado recibiendo ayer a una pareja de periodistas de Alabama en el aeropuerto. Fue divertido, les escribí hace dos días un correo electrónico tan entusiasta que pensaron que yo era realmente una tour operadora y estaban espantados pensando que les iba a cobrar o algo así.

Menos mal que le mandé copia a Jero diciéndole que les aclarase quién era yo, no fuera a ser que pensaran que estaba loca, como así fue. Aclarado, pero no del todo como luego se verá.

Así que ayer me fui al aeropuerto y como su vuelo se atrasó les hice un paquete de bienvenida: pase para todos los museos de Madrid y su comunidad durante 3 días así como para todas las visitas andando con guía inglés que hay en la ciudad (Madrid Barroco, Madrid de los Austrias, Madrid la repera, Madrid for ever, etc.) y ticket de metro y bus para 5 días, más mapas, más una guía.

Me faltó el abanico y el botijo, hubiera sido bonito, seguro que se lo acabo regalando, me conozco.

Por cierto, casi me traigo a una guiri que no era, porque como sonrío mucho una tipa al salir del avión me tomo por quien la tenía que ir a buscar, menos mal que al preguntarle yo por su marido y decirme que no venía caí en que no era Ms. Regina Wright. Otro señor me dijo que ya le gustaría ser Mr. Right, pero que era Mr. Wrong, en fin, la espera estuvo entretenida.

Bueno, al final salieron, les dije que esperaba a gente mucho mayor, lo que les encantó, sé qué decir siempre que sea agradable, es la costumbre de haber trabajado en comunicación, no se miente nunca, pero se intenta mostrar la mejor cara. No cuesta nada y la gente se pone muy contenta.

Salimos de Barajas y tras intentar meterme en el centro acabé dejando el coche en un parking en el quinto pino, tengo poca costumbre de conducir en ciudad y hay miles de prohibiciones y direcciones que no se pueden tomar. Resultado: les hice subir la cuesta de Bailén con un sol de justicia, acabé llevándole la maleta a ella porque le iba a dar un yuyu.

Sobrevivieron pese a todo. Les dije que siendo el centenario de Darwin lo hago con todos los turistas por eso de la selección natural: si salen adelante son resistentes y pueden aguantar el resto del tour, si no, pues al hoyo. No sé si entienden mi sentido del humor, creo más bien que no.
Quisimos ir a las Descalzas Reales, tienen el convento al lado de su hotel, pero el aforo estaba lleno. Como es clausura sólo se abre unas pocas horas y si hay más de 30 personas no dejan pasar, espero que hoy lo hayan podido ver. Así que nos fuimos a San Ginés. Allí les expliqué quién era Lope de Vega, Quevedo y Calderón de la Barca un poco más adelante, porqué tenemos tantas Vírgenes pero sólo hay una (quedó un poco hindú pero ya explicar teología católica pero española en inglés me supera) y como no todo va a ser literatura o teología seguí por la calle Mayor hasta la Plaza Mayor con lo del chocolate con churros, qué era la cecina, qué es el jamón ibérico (from pork I like even the way he walks... ), la pastelería la santiaguesa, la cruz de Santiago, la empanada gallega, etc.

Luego Palacio de Oriente, el toisón de oro -look at the lamb hanging in the "pendón del rey" -con perdón-, que el trono no se usa, que la corona tampoco, que el rey no vive allí, etc.

Estábamos muy cansados a eso de las dos y comimos en plena plaza de Opera. Y luego se fueron a echar la siesta. Yo también. Tenía 3 horas de clase de 7 a 10, incluso para mí hablar tanto es mucho.

El sábado nos vamos a la opera al aire libre (y gratuita) que hay a las 8 de la tarde (los cantantes someten a un tribunal popular a Mozart), luego a cenar, al día siguiente al Escorial y al Castillo de Manzanares el Real. Y después paella en mi casa y tarde de relax y piscina si es que la puedo poner a funcionar entre hoy y mañana.

Quieren probar paella y tapas, lo segundo les he dicho que en cualquier lado casi, lo primero me da tanto miedo que les he prometido que la comerán en mi casa: a la gente le encanta envenenar a los turistas con paella, yo prefiero que hagan ejercicio y mueran de infarto.

"Así que tú conoces a Toi".
"Mmm, realmente no".
"Bueno, pero Toi sí conoce a Jero".
"Pues mira, tampoco".

Casi fue peor explicar que realmente no nos conocemos de cara ninguno o casi ninguno, pero que nos fíamos los unos de los otros. Yo creo que esto ya les superó y me dijeron muy educadamente que si se podían echar la siesta. Les di permiso, tiene él 70 años y ella sesenta y algo, me dieron pena, no se trata de repatriar dos cadáveres. Quedamos el sábado a las 7 en su hotel, aunque tengo dudas de que no quieran darme el esquinazo.

Son majos, alucinan un poco pero es normal. Se acostumbrarán.

Pero creo que están deseando llegar a Sevilla y tener un poco de paz.

Toi, visita relajada y republicana, por favor.

jueves, 23 de abril de 2009

Lluvia, tiendas de discos y una sacerdotisa


Llueve sin parar, así que la vuelta mañanera por Temple Bar ha sido pasada por agua. Calada hasta comprar un paraguas. Temple Bar es una zona de pubs y algunas tiendas renovada en cierta manera de modo reciente. Me recuerda un poco a Fuencarral, se da un aire. Echo un vistazo para ver dónde podemos ir esta noche en busca del craic, música y buen ambiente.

Recorrí primero Dame Street y luego me metí por Fleet Street y volví en sentido contrario hasta el hotel, un paseo no muy largo porque un cliente me tuvo media mañana trabajando a distancia para él, cosas del trabajo a destajo, esa es la parte mala.

Paré en una tienda de discos como de las antiguas y me quedé allí refugiada y fascinada. Todavía hay gente que compra discos, de esos de vinilo, de los antiguos. Qué recuerdos de adolescencia. Mi padre con aquel disco de Serrat cantando a Machado, morado y naranja. Mi hermano Juan con aquel de Supertramp de "Crisis, what crisis". Christopher Croce, por supuesto los Beatles, y luego mi amado James Taylor. Y Crosby, Still, Nash and Young, otro disco memorable de mi adolescencia.

Salí de la tienda y pensé que quería rezar un poco. Ya sé que se puede rezar andando, pero entre que llovía y tenía frío busqué el refugio de una iglesia. La Iglesia es un refugio en sí también. Di con la de Christchurch, ya cerca del hotel, donde ponía que había misa a las 12.45, bueno misa no, Eucaristía. Pasé a la capilla con una señora muy amable que me habló del servicio y caí en la cuenta de que era anglicana. Pues nada, a la misa anglicana. Entran unos italianos también y se quedan. Hoy San Jorge no está mal tener una misa anglicana en vista de que es el patrón de los ingleses. Entran tres indígenas, o sea, los del lugar, uno me hace la broma "What a lovely day, isn't it?". Me río.

Y de repente, tras hacernos pasar al altar donde nos sentamos como si fuésemos los canónigos de la catedral, aparece el sacerdote. Que es una sacerdote. O sacerdotisa, no sé cómo se dice. La misa casi igual que la católica, liturgia de la palabra y de la eucaristía, oraciones muy similares, tenemos el rito 2 del Common Prayer Book. Se lee la carta de San Pablo a Timoteo. Luego comulgamos en las 2 especies y nos damos la paz al final.

Salgo, tengo frío y me voy al hotel y me echo una siesta de pijama y orinal y sueño con Crosby, Still, Nash & Young. Y mis dos hermanos con el pelo largo, qué tiempos.

miércoles, 22 de abril de 2009

Geografías


“En dos horas en el aeropuerto con ropa de verano”. A mediados de los 80, cuando todavía no existía Internet, estuve dos años en Canadá y los “billetes de último minuto” se cogían en el aeropuerto. No sabías donde podías acabar, pero los canadienses, en mitad de un invierno que hay que vivirlo para creerlo, viajaban a veces así, sin reserva, todo en el último minuto. Y salía bien. Acababas en México o República Dominicana, quizás en Florida, en mitad del helador febrero. Si había suerte, tenías un billete baratito y a la aventura.

Me gusta viajar. Sin planificar nada, como los canadienses. Esa llamada de última hora de alguien que te dice “¿Y si cogemos el coche y nos vamos?”. Carretera y manta, uno de los planes mejores, si no es en temporada alta sueles encontrar sitio, y eso de no saber dónde vas a acabar, limitándonos al territorio nacional, tiene su aquel porque España está llena de sitios preciosos y nunca, nunca, la acabas de conocer.

También es interesante planear el viaje, mejor dicho, organizarlo con tiempo: leer algo del sitio donde vas, ponerte en antecedentes a través de la literatura, no tanto de las guías de viajes, bucear en Internet buscando información sobre el lugar en cuestión. No me gusta saber qué voy a hacer, pero sí me gusta contar con información del lugar, saber algo con anticipación. Yo lo llamo “tener recursos” y se ríen mucho algunos amigos porque reúno datos, restaurantes, sitios a visitar y demás en una carpeta muy organizada que suele acabar en el fondo del coche sin que nadie la preste atención.

Me gusta viajar en compañía, no hay color, pero reconozco que viajar sola también tiene su puntito. Viajar sola en países ricos es viajar sobre seguro, nunca he tenido miedo.

Ocurre como en otras ocasiones que los compañeros de viaje son fundamentales y ahí casi mejor seguir tu instinto, te puedes llevar bien con gente muy distinta, y creo que sólo el afán de la compra me saca de mis casillas, lo demás es muy adaptable a con quién vas.

Necesito dejar cosas por hacer en cada viaje, no cubrirlo todo, sino dejar huecos. A veces un viaje se salda en toda una tarde en un café mirando a la gente. No tengo prisa y sé que, como los libros y las personas, siempre hay que tener algo como pendiente para volver a ellos, a ellas, también a los lugares.

No me importan los cambios de última hora. Se rompió el ferry de vuelta de Irlanda hace 3 años, estaba con 3 adolescentes, nos avisaron sólo con 24 horas de anticipación y ni me inmuté. Un percance en un país rico y con una Visa en el bolsillo no es un percance, nunca pasa nada. Salvo el tema de salud, que no hay nada que se compare a la Seguridad Social española, eso sí. Pero lo demás siempre sabes que vas a salir adelante.

Cuando no sé muy bien qué hacer me gusta viajar, me sirve para pensar. Estoy en Dublín, mañana llega Pepa con su marido. Me hubiera encantado que hubieran venido Sunsi, Ana, Manolo, se lo dije a varios amigos y no pudo ser. Pero habrá otras ocasiones, seguro. Yo viajo bastante. Y también me instalo largas temporadas en sitios que me gustan, como Irlanda, Galicia. Es una ventaja de trabajar a destajo o de ser free lance, la palabra bonita para no tener jefe, ni sueldo, pero sí más libertad.

Estos últimos meses me ha cambiado el mapa. Lo cambié ya en octubre y he tenido que cambiar otra vez. Lo sé, los mapas no son la realidad que es más rica, sólo una representación de ésta, siempre inabarcable.

Un tsunami barrió una playa cercana, tan bonita, dejando desolación y mucha tristeza y, también, otro mapa cambiado. Ayer se sonreía un amigo cuando se lo explicaba: “ya sé que soy una romántica, pero necesito ver que hay gente que se quiere toda la vida, lo necesito precisamente porque estoy sola y me encanta ver parejas que se quieren para siempre”.

Da pena ver que una pareja se rompe, quisieras apoyar y a la vez respetas mucho el espacio que cada uno necesita ahora, pero desde luego no quieres que una persona a la que has querido mucho, como si fuera tu hermana, desaparezca de tu vida. Y junto a todo este torbellino la pérdida de una referencia geográfica más, vital para mí como eran los dos.

Me gustan los viajes, los lugares nuevos y los ya conocidos. Y necesito mapas, yo no tengo una brújula dentro constante como algunos amigos.

viernes, 16 de enero de 2009

Tras la barra


Cuando volví al pub tras mi primera visita, Andres, tipo listo y que sabe del negocio, me llamó por mi nombre y me presentó a Silvia, su mujer.

Siempre es agradable que te llamen por tu nombre, que lo recuerden. También que te presenten ya como una habitual cuando sólo has ido una vez.

Silvia es de estas mujeres que mantiene un tono moreno en mitad del invierno. Pelo largo, siempre arreglada pero informal, como diría Martirio, lengua rápida. El primer día que la vi se suponía que salía de la gripe, pues como si no: perfecta, a pesar de su tristeza y el fiebrón. Se les acababa de morir una perra. Como sé lo que es, entendí que se le saltaran las lágrimas.

Hablamos un rato. Creo que nos caímos bien desde el principio. Aunque es su marido quien hace una de las mejores tortillas de patatas que he probado: nada de mazacote, con moco, blandita. Se lo agradezco mucho porque siempre que bebo, necesito comer. No hay que dar muchas vueltas cuando hay una excelente tortilla española, la verdad.

Con Silvia pude averiguar si hay librería o no por aquí, si se puede hacer pilates, dónde compra la carne, en fin, cosas interesantes para "asentarse" aquí.

El día que la conocí, no sirvió tras la barra. En teoría no venía a trabajar, así que, ingenua, pensé que Andrés era el alma del pub. Qué error. En otras visitas he visto quién corta el bacalo en cuanto a gracia sandunguera con los clientes: ella, naturalmente. Lista, rápida y graciosa, es una atracción verla tras la barra, saludando y hablando con todos, tomando el pelo al personal masculino en cuanto puede.

Silvia y Andrés llevan ya año y medio con el negocio, aunque unos nueve viviendo por la zona. Él dejó su trabajo en una multinacional. Es una historia que se repite por aquí con ciertas variaciones. Se nota que han puesto mucho cuidado en la decoración, tan calida y bonita, que lo que dan de comer está bien pensado, en fin, que intentan hacer las cosas con cariño.

Trabajan mucho los dos porque en un pub hay que estar siempre encima por mucho que te ayuden. En estos 18 meses no se han podido tomar vacaciones, apenas un día o dos sueltos. No sé yo si el cambio de la multinacional al negocio propio habrá sido para mejor, la verdad.

Y luego, lo que ellos llaman el "filtrado". "Da igual como vistas, qué seas o qué hagas, aquí todo el mundo es igual. Pero hay que pedir un mínimo de educación, y eso nos ha costado muchos disgustos. El primer día que abrimos el pub me incliné a servir la primera copa y oí decir a un tipo: vaya tetas, esta tía tiene un revolcón. No le acabé de servir la copa y le eché fuera del pub. Si me hubiera hecho la sorda el segundo día me toca el culo".

Verdaderamente qué personal hay por el mundo y lo que la gente de hostelería tiene que aguantar a veces. Silvia era la dueña y pudo echarle, desde entonces ni con ella ni con una camarera se atreve nadie a decir la más mínima groseria.

Me siento protegida por Silvia y Andrés, acogida por ellos. Sé que es su negocio y que logicamente "tienen" que tratar bien a los clientes. Pero han tenido detalles que no tienen por qué, se lo agradezco mucho. Como me siga fallando la caldera, me voy con el portatil y trabajo desde el Artesanado, que además tienen todos los periódicos, gran cosa.

Este sábado por la noche no iré al pub. Pero lo visitaré por la mañana. Hace muchos días que no voy y ya les echo de menos. En la casa de la cultura de Navacerrada hay un concierto que organiza La Discreta en memoria de la poetisa puertorriqueña Julia de Burgos, publican creo que un libro suyo. Así que he decidido seguir mis pasos de antropóloga observadora de usos y costumbres de la Cuenca Alta del Manzanares hacia lugar un poco más al norte, no circunscribirme a un solo poblado como Cerceda y el Artesanado. Me gusta explorar sitios nuevos.

Según mi hermano Juan, que fue quien me aviso y con quien iré, los músicos son geniales, tipo Krahe o así. Estoy contenta, mi hermano ha vuelto a tocar la guitarra, lo hacía muy bien. Somos demasiado mayores para no tener nuevas aficiones y recuperar algunas antiguas.

Más frío que en mi casa no voy a pasar, creo. Espero. Lo espero, por favor. San Saunier Duval, ven, no tardes.

sábado, 27 de diciembre de 2008

El pub local



-"¿Cómo?, ¿no has conocido a nadie de aquí todavía? No me lo puedo creer."

Familia y amigos me lo dicen. El caso es que he conocido a mucha gente de la zona: técnicos de lavadoras, lavaplatos, teléfono, calderas, ferreteros, podadores, chapuzas, Repsol, y, así, hasta quince.

Pero entre trabajar para pagar facturas varias, atender a dichos técnicos, la mudanza, cocinar y estar con la familia y amigos que vienen cada fin de semana, no había salido apenas más allá de las tiendas o mi casa. Y eso no es vida, ni tampoco soy yo, suelo socializar rapidíto.

Una cosa es que baje a Madrid todas las semanas o vengan amigos y familia a visitarme, y otra es que viva en un sitio donde no conozco a nadie: va en contra de mis principios.

Así que prometí a un par de amigos que iba a salir e intentar conocer a gente de aquí, cosa que tiene cierto mérito: primero, hace un frío que pela; segundo, estoy muy a gusto en casa; tercero, no conozco a nadie; cuarto, voy sola; y, quinto, supero la cuarentena (no de aislamiento por enfermedad, la otra).

Por eso, cuando salgo como ayer, voy en plan observadora que va a pasar totalmente desapercibida. Como una especie de antropóloga o exploradora inglesa. Margaret Mead o así, pero pintada, claro. Una mujer es una mujer siempre, por muy científica que sea.

Sólo me falta, como diría una de esas viajeras inglesas del siglo pasado, "the blessing of a good thick skirt". Tiene sus ventajas lo de ser antropólga. A lo mejor mis estudios sobre el lugar me llevan a la fama y puedo retirarme tras escribir sobre las costumbres sociales de las tribus del Parque de la Cuenca Alta del Manzanares, los usos amorosos de la local middle class o el rol social del camarero - chamán en los pequeños núcleos urbanos de zonas rurales. Todo puede ser.

Pues eso.

Jazz y blues en el pub el Artesanado de Cerceda. Todas las mesas estaban reservadas, me senté en la barra (al lado, quiero decir, no encima). Tocaba bien el pianista, es un habitual del lugar, según me enteré. Majo el camarero- propietario, Andrés, que no daba abasto, el pobre: su mujer con gripe, él solo y otro chaval para atender a unas 40 personas, volaban. Un sólo visón, el resto uniforme de la sierra (polar o jersey y pana o pantalón calentito), gente de mediana edad, salvo una rusa que acompañaba a quienes podrían ser sus padres o tíos (a lo mejor la habían prohijado, hay hombres muy buenos en esta vida) y, luego, los clásicos dos tipos que cuando beben un poco se ponen un pelín pesados y cariñosos sea cual sea la tipa que tienen al lado.

Daba gusto estar allí. Escuchar Misty, algo de Cole Porter, Summertime, Stormy Weather, Georgia, As times goes by, Las Hojas Muertas y otros clásicos o versiones en blues o jazz siempre calienta el corazón.

Valió la pena y volveré, siempre en plan antropóloga, por supuesto. Lo que hay es lo que hay.


la foto es de http://www.iberimage.com/fotos/2LO_MG_6253.jpg