Bitácora de Aurora Pimentel Igea. Crónicas de la vida diaria, lecturas y cine, campo y lo que pasa. Relatos y cuentos de vez en cuando.
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lunes, 17 de mayo de 2010

La reserva y yo






Yo quería ser reservista. Se me ocurrió el pasado mes de noviembre en casa de Rose y Alfonso, en Jaca. Vino un amigo suyo militar y su novia. No sé, empezamos a hablar y de repente me contaron lo de la reserva y vi el cielo abierto. A ver, siempre he creído que la defensa (como la política y otras cosas) corresponde a todos. Me gusta la participación de verdad, la práctica, la de remangarse. Por otro lado, las campañas institucionales del ejército me parecen de pena, las de publicidad y todo eso. Si yo fuera Marruecos nos invadía inmediatamente con esos soldados de los carteles y anuncios abrazando niños y con cara de buenos. Por eso pasó lo de Perejil, estoy convencida.

Bueno, el caso es que me dijeron que uno puede ayudar para lo que sirve, desde lo que es uno profesionalmente, un mes de formación o así y luego te llaman cada x tiempo. No se cobra, claro. No es por el dinero, naturalmente, es por el honor que es servir a tu país y todo eso y porque me gusta estar activa en lo que sea. En fin, que me apeteció un montón, y además de comer como una bruta en el Pirineo y ver románico, volví a Madrid todavía más contenta y anuncié a mi familia en pleno que me iba a hacer reservista, ea.

Mi madre ya está acostumbrada y no dijo ni mu; mi sobrina, 12 años, pensó que me iba a ir a Afganistán y le dio mucha pena; mi sobrino y ahijado Javier, de 9 (pretendiente de las hijas de Jesús Cotta, si Dios quiere) me miró con un poco más de respeto, tampoco excesivamente; y mis hermanos, Paco y Juan, se rieron de mí, como siempre hacen. “Pero Aurora, ¿reservista tú?, si no puedes matar ni a una mosca…” “No es cierto, dado el caso estoy segura que podría hacerlo con una frialdad extrema, pero además, perdonad, a mi me van a llamar para lo de la inteligencia…”.

Nos enzarzamos en una discusión, claro, pero no me pudieron quitar la idea. Hace una semana convocaron las plazas y mandé una solicitud para una cita, todo ilusionadísima, como siempre. Había unos puestos estupendos relacionados con comunicación institucional, “Joé, vaya suerte que tengo”. Aclaro que no he cursado periodismo, aunque he trabajado quince años años en comunicación de empresas y organizaciones. Como el inglés: trabajo y doy clases en dicha lengua, traduzco libros y los adapto, escribo y leo en dicha lengua, pero título, no tengo más que el First o algo así que me saqué a los diez años, creo.

Total, me levanto hoy muy animada porque había pedido cita a primera hora, a las 8 y algo. Si hay que morir por la patria se muere, pero temprano (que tontería es esa de morirse al mediodía, nada, yo la primera). Naturalmente, pese al entusiasmo, lo que me muero es de sueño –este fin de semana he dormido poquito- y llego 10 minutos tarde. Me pasan un cuestionario de salud, luego un test psicológico donde parece ser que he dado aceptable pero que era muy lento al principio, ¿a qué tanta instrucción para contestar en una escala 1 a 5 y decirte que no pienses mucho la respuesta? Como si alguien se parase a pensar las respuestas. Pero luego han venido los títulos. Y ahí mi gozo en un pozo.


-No puede solicitar Vd. esas plazas. No tiene la titulación correcta…


-Oiga, pero los cursos de doctorado que hice son de Ciencias de la Información, la tesina, el dea, he trabajado desde el 95 en esto, mire, mire, las referencias, y he traducido "Liderazgo y capital moral" -prometo que se lo he dicho-, vea, vea…”


Nada. Impasible. Incorruptible. Inamovible. Tenía que ir de reservista a algo de derecho, que sólo de pensarlo me muero porque no sé nada, es como si me preguntan los reyes godos, ni me acuerdo de la carrera que cursé hace ya veinticinco años.

He salido muy triste, con el ánimo francamente bajo. Ni mi patria me necesita ya, ni el ejército me quiere. Pero se me ha pasado rápido, porque he ido a ver a Rose luego, he desayunado una tosta muy grande con sobreasada, he pasado por la Casa del Libro (siempre sin visa en estos tiempos), he llegado a casa y he preparado clases intensamente. Después me he echado una siesta. Y a mí todas esas cosas me quitan las penas. En fin, Carmen Chacón, tú te lo pierdes. Yo estaba muy dispuesta a hacer algo por mi patria.

viernes, 26 de febrero de 2010

Y en esta casa ... ¿cuándo se cena?



Todos los días a eso de las ocho sé que no debo de llamar a ninguna amiga o sobrina con niños pequeños. Comienzan los baños y las cenas de muchas de ellas y el teléfono molesta. Tengo que esperar más adelante y a veces la cosa se complica, se me pasa llamar, lo dejo para el día siguiente a ver si las pillo.

Todos los días también a esa misma hora quienes tenemos padres y ancianos cerca comenzamos a notarles inquietos, depende también del tipo de persona mayor que sea. La vida se les puede hacer muy larga a algunos, lo queramos o no ese es también el tema.

Mi madre se revuelve en su sillón, aunque esté viendo la tele, y, aunque yo no esté, ya se sabe que hay que darle de cenar a las 8, como mucho a las 8.30 o se le hace todo interminable, se desespera pensando eso de "Y en esta casa ... ¿cuándo se cena?"

El otro día compartía con amigas experiencias de ancianos y sus manías que se juntan con las nuestras en un tejido de pequeñas cosas nimias, tontas, a veces divertidas que hacen la convivencia y la familia un conjunto de anécdotas a veces muy parecidas.

"Le dijimos a mi padre con mucha prudencia que mi hermano, su hijo, había muerto. Pensamos que le íbamos a dar un disgusto gordísimo, que de esa no iba a recuperarse. Siguió adelante, como si no le afectase. Luego caímos en la cuenta. Está tan mayor que no es que no se entere, es que le supera ya tanto todo, ha vistoya tantas cosas que es su modo de reaccionar a estos años."

Recordé algo más. Una tarde triste, tristísima hace un año casi. Una noticia que te descoloca, ya sabemos que entre salud, amor y trabajo las malas noticias pueden ser terribles, durísimas, que te quiten el hambre y las ganas durante meses. Y la vez...

A la vez, si tienes un anciano cerca, seguro que te pregunta sea cual sea la noticia que han recibido a eso de las ocho u ocho y media... "Y en esta casa... ¿cuándo se cena?".

Benditos ancianos, benditas cenas, como benditos sean los baños y las otras cenas de niños que nos hacen seguir viviendo a veces sin darnos cuenta.


domingo, 29 de noviembre de 2009

Blanca acompañada


Murió esta semana Blanca Suances, una de las muchas viudas de esa casa que ya he descrito: casi todo mujeres solas. Blanca, además, era viuda sin hijos. Cuando su marido se le adelantó, ella se quedó muy triste. Estaban muy unidos Santiago y ella. Y siguieron así en la distancia, ella desconsolada, echándole mucho de menos .

Ha vivido todos estos años, creo que casi veinte, ya sin muchas ganas, animada por Machús, su hermana pequeña, que ha estado pendiente de ella. Salvador, Pilé, sacerdote, otro hermano de ambas, murió hace unos años. Creo que era el último de los chicos Suances. 

Blanca era especial y tan buena como su santo esposo, que era de los de altar. Machús la liaba un poco, como me ocurre a mí con mi madre: "que no te pongas ese traje del año pun", "que te cambies", "que te arregles".... No lo hacemos por molestar, sino por animar, aunque podemos llegar a ser muy pesadas.

Machús tiene uno de los secretos de estado mejor guardados: su edad. Y otro todavía mejor: no he visto mujer más alegre y mas divertida. Esa sí que da abrazos que te tumba y te deja sin aliento, ¿qué tendrá por dentro que es así, incombustible?

Blanca, lo siento, pero me he chivado todos estos años a Machús cuando te ponías el traje aquel de chaqueta de los años 60. He sido yo, te lo confieso, ahora que estás en el cielo y que no puedes enfadarte. Si te veía con él, y luego a tu hermana, se lo decía:  "Machús, tu hermana Blanca se puso otra vez ese traje, que lo sepas". Y luego ella iba y te reñía. Ay, qué mal, qué remordimientos.

Blanca no quería salir mucho, no se animaba, quería estar en su casa. Venían sobrinos a verla, la sacaban también. Ha tenido muchos, habían sido 11 hermanos creo. Y ella se resistía levemente, suave, como era  Blanca, delgadita, pero firme.

Un día de calor horroroso hace un par de veranos me dijo que ella donde estaba bien era en su casa, que les agradecía mucho a todos todo, pero que no, que no quería tanto lío, que se aturdía. Carmen y otras vecinas han estado pendientes de ella, acompañándola a misa cuando ya era un suspiro. Blanca se ha ido quedando transparente, todavía más blanca.Una Blanca cada vez más blanca. 

Cuando mi madre me dijo que había fallecido pensé que por fin estará acompañada.

Nunca más sola, Blanca, nunca más. Con Santiago por fin, ¿eh?, tú siempre con tu marido al lado has estado y estás, pero ahora más. Un abrazo, Blanca,  y no me tengas en cuenta lo de chivarme, por favor te lo pido.

lunes, 23 de noviembre de 2009

El senado que beba y coma lo que quiera


"¿Cómo va el senado?" "El senado bien, ya sabes, sigue adelante con sus achaques..."

En mi familia el senado son los ancianos porque "los mayores" somos ya esta segunda generación que vamos en camino de ser la primera, algo que no me gusta nada.

El caso es que nuestro senado tiene dignos representantes porque aunque hayamos perdido a mi padre y a varios tíos, tenemos octogenarios, madre, tías, tíos, amigos también de unos y otros. Hay que cuidarles, digo yo, al menos por todo lo que nos han aguantado, que no es moco de pavo: pañales, bibes, ecuaciones de segundo grado, adolescencias de esas de meternos a todos en un armario, y tirar la llave, estudios, primeros trabajos, silencios de hijos que ellos tanto han respetado, cambios de humor, de estado civil, lecciones que hasta llegamos a darles. Somos a veces de traca con las mejores intenciones y cuando somos buenos, peor cuando somos malos, que podemos serlo. Los hijos somos un rollo a menudo y no vemos más allá de nuestras cortas o largas narices.

Hoy me tocó senado porque llevé a mi madre y a su hermana a ver a una pareja de amigos, los C. Ambos viven en una residencia de esas que tienen en vez de habitaciones pequeños apartamentos y luego llos servicios de lavandería, comedor, cafetería y capilla en común.

"¿Qué van a tomar los señores?" No doy crédito, una camarera que habla de Vd., que sonríe, que es amable ... Ay, yo quiero que me traten así cuando sea (más) mayor, me gusta esta residencia...

Mi madre pide un Martini tan contenta, mi tía, más moderada, un vino tinto, A. un jerez y G. un gin tonic al que me apunto también. Luego mi tía, que es buena, dice "quizá tu madre no debería tomarse un vermut". Me río y me acuerdo de un primo mío, de más familia, somos todos partidarios de que llegados los 80 años (incluso bastante antes) hagas lo que te salga de un pie siempre que no suponga peligro público o daño inmediato.

Tengo prohibido a mi madre que se suba a las escaleras de mano a cambiar bombillas o poner mantas en un altillo, también bañarse con el pestillo echado. Me obedece pero poco y cualquier día tenemos un disgusto. En cambio la bebida me parece una tontería desde hace dos años, cuando me entró un ataque de sentido común y realidad. Pues sí, mientras no se líe un porro delante de los nietos -que no va a suceder porque mi madre no ha fumado nada en su vida- creo yo que llegada cierta edad es para fumarse lo que quisiera, beber lo que le apetezca y de cualquier graduación y ponerse doble ración de mousse de chocolate, fabada o cochinillo si fuera su deseo. Y que la medicación que lleven ya puede decir misa en el prospecto que me es igual: mírales qué guapos y cómo siguen aquí mezclando alguna pastillica y sus 2 copas diarias, ¿qué va a pasar, por Dios? Nada, y si pasa, pues que pase.

He tirado la toalla de la dieta y la bebida, no por nada, creo que llegar a los 80 merece vivir lo que Dios quiera con calidad de vida. Es decir, sin amargarse y disfrutando. Para pensar en el colesterol ya estamos yo y mi cuerpo y los de otros cuarentañeros que nos cuidamos, el de mi madre y sus coetáneos no han dado ningún mal resultado: no se ponen enfermos casi nunca, tienen sus lógicos achaques, faltaría más, pero por Dios, que gocen lo que tienen y la comida y la bebida no van a ser un campo de batalla.

Lo importante: no darles disgustos y todas las alegrías posibles, aunque a veces discutamos, ay, Dios. Una madre que no discute con una hija es algo raro o viceversa, me parece. La discusión también mantiene vivos ¿no? Voy a proponer un estudio al respecto a cualquier universidad americana, lo necesito.

viernes, 31 de julio de 2009

El premio/ Palabra de Dios


"Plas, plas, plas, plas". Sonaron los aplausos de rigor al discurso de la ministra que apenas pudo oírse. No funcionaba bien el sonido, alguien se llevó una soberana bronca.

Sólo llegaron las palabras rotas e inconexas como "igu l d oportunidades", "concil vda fmliar labral", "responsabilidad", "mjres"..., todo ininteligible y perdido en la sala abarrotada. Carmín, tonos morenos, besos al aire, qué alegría verte, pero tú ¿dónde estás ahora?, miedo de contar problemas o la verdad, y, de vez en cuando, un lifting muy bien hecho.

Público mayoritariamente femenino, sólo una veintena de hombres, algunos cargos de la administración y ejecutivos encantados de encontrarse rodeados de tantas señoras, molaba ser gallo incluso en ese gallinero. También otros secretamente aliviados de que la suya no fuera como ellas y esperase en casa con los niños, a ser posible ya bañados. Y los más simplemente paternalistas, mirando con condescendencia y esperando salir rapidito tras haber hecho acto de presencia.

Habló una conocida banquera reivindicando el papel de las mujeres en las empresas pero poniendo en claro su oposición a las cuotas en los consejos de administración que "debían ocuparse por mérito, nunca por porcentaje". Lástima que el apellido de la banquera hiciera un poco sospechosas sus palabras. Pero sólo un poco.

De un tiempo a esa parte se podía ser empresario/a y directivo/a, partidario/a del libre mercado y a la vez socialista, socialdemócrata, liberal o simplemente apolítico/a o centro-centrado, moderado o lo que fuera (o sea, llevarse bien con todos para seguir a flote siempre). También se podía ser ecologista, solidario/a, pacifista y feminista, todo dentro de los nuevos mantras empresariales que se repetían sin asomo de duda sobre su significado y que se dejaban caer, una y otra vez, plof, plof, plof, al principio, en medio o al final de todo discurso, intervención o proclama. 

Las palabras, en ese y otros actos, lo soportaban todo.

Mientras, fuera del hotel donde se celebraba el acto, tenía lugar un formidable atasco de tráfico al que habían contribuido los coches oficiales y otros de empresa. Los chóferes esperaba fuera fumándose tranquilamente un cigarro y dándose conversación.

"Plas, plas, plas, plas". Nuevos aplausos, flashes de fotógrafos y cuchicheos. Ana Cepeda, directora de la asociación sonrió satisfecha. Las diferentes categorías de premios servían para contentar a tirios y troyanos, de eso se trataba. Si fulanita con nombre ilustre se llevaba éste, demos el otro a otra más vinculada a los empresarios tipo PSOE. Nuevo dinero con el viejo, apellidos de toda la vida con el círculo del poder político o social más fresquito, todos juntos y hasta revueltos, la pomada.

Subió Margaret a recibir el premio a la mejor directiva del año. Daba perfecta para las fotos y habló con gran convicción, se notaba su oficio. Y con emoción también, la justa. Mencionó a su equipo, a su empresa, a su coach, a su familia y a su marido, por este orden.

"Plas, plas, plas, plas". Más aplausos. El acto, como era costumbre en España, se hacía interminable, casi eterno, con la presentación habitualmente jabonosa y larga de quien iba a entregar el premio alguien importante y, como tal, pelma, el discurso de éste presentando a su vez a quien lo recibía y el agradecimiento de la premiada habitualmente un poco más breve.
 
Así tres discursitos por seis veces, las seis categorías, o sea, dieciocho personas hablando, eterno. Como habitualmente nadie se preparaba nunca lo que iba a decir, ni parecía haber límite de tiempo ni, sobre todo, de egos, todo se podía hacer doblemente largo.

Cuando Cepeda dio por finalizado el acto eran las diez y media y los camareros salieron con el cóctel, todos los asistentes se lanzaron como posesos sobre las bebidas y los canapés, había hambre.

Sonaron los móviles y se mandaron varios mensajes para confirmar que no se cenaba en casa.
Aquello acababa de empezar realmente.

martes, 14 de julio de 2009

¿De qué discuten las mujeres? Madres e hijas



Me consoló antes de ayer comprobar que lo de las discusiones madre e hija son comunes y están muy extendidas. Cambian las edades, las circunstancias y hasta los temas de discusión, pero permanece inalterable y en el cariño ese clásico ya popular en tantas familias, las riñas entre madres e hijas.

Adolescencia. Personalmente no recuerdo muchas peleas con ella, pero ahora veo que todas mis amigas y primas discuten con sus hijas más allá de por cómo vas vestida -"no saldrás así, ¿verdad?"-, por las horas de llegada y, luego, por otro asunto no menor, el orden del cuarto. En esto último sí que recuerdo a mi pobre madre persiguiéndome y yo haciéndome la sueca, lo que tuvo que aguantar (y tiene, ay).

Edad adulta. Tu madre se hace mayor, pongamos que muy mayor. Y entonces cambia el tema que puede ser, por ejemplo, la nevera. Llego a casa de mi madre y me pongo a tirar media nevera. Me cuentan amigas que hacen lo mismo. "¡Pero si ese queso de filadelfia lo compré ayer!", protestan. No puede ser cierto, el queso se separa ya de las paredes de la cajita y está el pobre amarillo verduzco, un horror, pero las personas mayores se resisten a tirar. Tampoco son conscientes de que no se puede descongelar de cualquier modo, ni mucho menos volver a congelar. Luego cogen infecciones, lo normal. Mi abuela paterna era igual.

Otro tema. El arreglo. Cuanto más mayores, más hay que cuidar la apariencia, es una teoría mía quizás equivocada. Pero pasados los 80 muchas mujeres se olvidan. Y hay que estar al quite. De nuevo tirar. La tiro ropa por sorpresa y luego miento como una bellaca. No suele hacer falta porque se olvida de lo que tenía de una temporada para otra, pero si me pregunta miento con mucha paz. El vintage ese queda bien para las revistas de moda en una chica de 27 años, pero en el resto de las mortales esas telas de más de treinta años o esas hechuras no quedan bien ya y hay que renovar el armario o se acaba como Doña Rogelia, con refajo y todo. A otra vecina de mi madre la hago el seguimiento y reporto a su hermana "Que sepas que Blanca se ha vuelto a poner ese traje", y Machús Suances riñe a su hermana de nuevo. Lo sé, soy una chivata asquerosa.

En fin. Yo acabo discutiendo con mi madre por más temas. Para que vaya al dentista, al médico, para que coma bien -esa es otra, como te descuides come lo mismo todos los días, y venga judías verdes, y venga pescado-. Para que vaya a la peluquería, al podólogo y no vaya en autobús que ya no tiene años. Para que no se suba en unas escaleras a ordenar armarios. En fin, más, mucho más. Piensa que soy una pesada y lo soy. Y una mandona y tiene mucha razón, no lo discuto. Luego llega mi tía Charo, la dice exactamente lo mismo y va y la hace caso, en fin.

Y vosotras, ¿de qué discutís con vuestras madres o hijas?

Tengo curiosidad y me gustaría sentirme menos mala, a veces pienso que lo soy y tengo ganas de no discutir ya más.

Bueno, a ver si hablo con mi madre hoy que todavía no la he llamado por teléfono y no hemos reñido un poquito, me encuentro rara, es como si me faltase algo.

miércoles, 10 de junio de 2009

Y tú ¿por qué eres tan guapo? / Time sharing y McGuffin 2) y final.


Subí contentísima un día a casa porque él estaba en el parque y mientras intentaba no perder de vista a Tana ni a Olimpia -ambas sueltas, con correa sólo lo imprescindible, viva la libertad- intentaba también no perderle ojo a él. Una cosa es que no resistiera mirarle a los ojos y otra que no supiera en qué lugar del parque se encontraba y con quién estaba hablando. De eso nada, monada, seguimiento y monitorización aunque sea a distancia. Suelto, pero supervisado,como yo (es un decir).

Subí a casa y claro, se lo conté a Josianne, que no es sólo la persona que trabaja en casa de mi madre, es mi amiga, confidente y una de las personas que más admiro porque tiene todo muy claro.

Lo sabía. Sabía que a Josianne no se le podría haber pasado él tampoco. Bingo. Ella también le había visto. Y él a ella, faltaría más, eso sobre todo. Cuando estoy yo, saco a las perras, pero si me voy de viaje en el día, las saca ella. Y no es tonta y también él le había gustado mucho. Quien es simpático con una mujer lo suele ser con todas, ay, ay, ay.

Quien espere encontrar un duelo de mujeres tipo "Pasión de Gavilantes" se equivoca, aquí hay una sana camaradería y mucho choteo. Mi madre nos escuchaba muerta de risa porque se lo contamos. Es que todo es más divertido si lo cuentas, es como el blog o el Hola, que leído sola no es ni la mitad de divertido que con tus primas. Luego me dicen que qué bien está mi madre, claro, es que hay que volverla loca de vez en cuando con estas historias u otras, así se mantiene más joven a los 85 años. No te puede seguir, pero algo se divierte.

Lo cierto es que caí en la cuenta que una cosa es lo que una desea y otra lo que una necesite y/o puede dar. Un ataque de racionalidad que tuve al diferenciar, es lo malo de tener cabeza y que funcione a ratos.

Estoy con mucho trabajo, con la renta, tengo que poner la piscina en marcha, varios viajes por trabajo, escribir, en fin, de todo. Quizás no me convenga del todo un hombre a tiempo completo en este momento de mi vida.

A la hora de la verdad los hombres necesitan que les dediques mucho tiempo y no es justo no dárselo. No cabe emocionarles y luego "mira, que hoy tengo esto y mañana lo otro". Hay que estar en lo que se está, si a setas, a setas, muy centrada, al principio desde luego, y después tengo la sensación de que todavía más. Todo es cuestión de tiempo y las personas, todas, necesitan mucho tiempo.

Y cavilé.

Cavilé, porque una ocasión como esta no se presenta todos los días y no quiero perderle, pero tengo que ser sincera. No puedo engañarme, ni engañarle. No.

Por un lado, la verdad, creo que no debo competir con Josianne, sería una locura.

Es brasileña, punto número uno. Lo exótico siempre atrae.

Está como un tren, es mulata, impresionante, punto número dos. Uf. Esto pintal mal (para mí, digo).

Tiene una cuenta corriente mucho más saneada que la mía, punto número tres, dónde va a parar. Ahorra y ahorra y ya tiene un terreno en Brasil y se está construyendo una casa. No quiero explicar mi situación financiera en este momento, casi mejor que no.

Así que ni de broma puestas en competencia me llevo yo a este sujeto. Y quiero estar en guerras que voy a ganar, nunca me meto en nada que no le vea alguna posibilidad, por mínima que sea, pero una posibilidad al menos. Y con Josianne como competidora no tendría ninguna, bien lo sé.

Por otro lado, tampoco quiero renunciar a él, qué dices, con lo difícil que está todo y lo encantador que es, y lo guapo, claro.

Ya está. Time sharing. ¿Y si lo compartimos Josianne y yo por tiempos alternos?

Tranquilidad, era sólo una idea. Total, que saliera en buen plan unos días con una y otros con otra, nada más. Nada de pareja compartida, simple y llana amistad, que nadie se piense nada extraño. La verdad es que una se conforma con muy poco, salir por ahí. Y no porque me mueva poco y necesite que alguien me lleve al cine, o a Dublín, o a Nueva York, o a donde sea, que sé ir perfectamente sola o liar a otros con cierta facilidad. Es que es más divertido todo siempre con otra persona y si es encantador mejor.

Josianne al principio me dijo que sí, que ella también tiene mucho que hacer, le atraía la idea. Días o semanas, o tú de lunes a jueves y yo de viernes a domingo. Tengo horario flexible, no hay problema. Ella también se organiza muy bien, somos las dos muy apañaditas, ella con orden, yo en un caos total que solo entiendo yo.

Pero luego lo pensó mejor, es más reflexiva y dice que me ve a mí muy embalada, muy entusiasmada, que me lo cede (es chulita Josianne, sí, un rato). No me tiene miedo, ni de broma, pero creo que es más inteligente y sabe que el time sharing ese, que todavía no le habíamos propuesto al susodicho -lo que opine es totalmente secundario, hay que dar las cosas hechas para facilitar la vida a la gente- podría no funcionar y acabar como un culebrón venezolano. Que lo de amistad ella no lo ve tan claro y que me conoce, se conoce, y sobre todo, conoce a los hombres bien. Tiene razón en todo. Lo que no puede ser no puede ser y además es imposible.

En fin.

Que aquí estoy.

Al final mi gozo en un pozo.

Mira que le dije a Josianne que unidas, con su dinero, su belleza, su orden, su ritmo y mi.... (no sé qué poner aquí, la verdad, no encuentro nada significativo), lo teníamos a huevo o, al menos, mucho más fácil que cada una por nuestra cuenta. Mucho menos yo sola. Pura teoría de juegos (de cooperación), pero no la convencí.

Al final ha sido que no. En fin. Pues sola ante el peligro. Uf. ¿Podré? Creo que...

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Con estas dos entradas sobre semejante chorrada ya puedo escribir de cosas más serias.

Dejo en suspense si no escribo más al respecto si es porque la cosa marcha (y mantengo un pudoroso silencio) , o simplemente, porque aquí no ha pasado nada de nada.

Me encanta Hitchcock, el suspense y cierta tensión, de todo tipo. La resuelta y la no resuelta.

Hala, con Dios. Se me pasó el enfado del lunes. Se fue. No hay nada como reirse de una misma.

Viva el parque de San Fernando, un ratito a pie y otro andando.

Correr el corazón no corre, pero andar, anda. Las perras por ahí, y yo a lo mío.

Ahora en serio.

Tú.

Sí, sí, , no mires a otra parte, que eres .

Tú que estás leyendo ahora

y no te das ni cuenta,

bobo.

¿Por qué eres tan guapo? Y tan encantador, tan amable, tan educado, tan ... ay.

Cómo me gusta el McGuffin ese, Dios mío.

Debería trabajar en el cine, voy a hablar con Angeles González Sinde y que me subvencione.




martes, 9 de junio de 2009

Y tú ¿por qué eres tan guapo? / El parque de San Fernando 1)

Ay, menos mal que tiene alguna compensación la educación perruna. Dios es grande y tengo un aliciente a la pesadez de salir cada 3 horas. Apareció hace unas semanas.

Estaba yo un día en el parque de San Fernando y de repente

él.

Nunca he visto a un hombre tan guapo con un perro tan pequeño.

No suelo callarme ni con agua caliente, pero en esta ocasión me quedé muda.

Joé, tío ¿por qué eres tan guapo? me dieron ganas de decirle. Me pasa a menudo.

Me dan ganas de ponerme en jarras y decirle a uno ¿Y tú por qué escribes tan bien?

Y al otro ¿y tú por qué tienes tanta gracia?

Y al de más allá ¿por qué eres tan amable?

Incluso tengo serias tentaciones de decir a veces a alguien ¿Y tú por qué eres tan pesado?

Pero claro, en la vida no se puede decir siempre lo que se piensa. Y menos soltárselo al interesado a la cara o virtualmente, como en jarras. No hace falta la presencia, se nota la actitud esa de ponerse en jarras hasta por internet.

Suena como a provocacion o que quieres algo, y no. Es simplemente el gustazo de decírselo a alguien, te nace. Si tengo confianza, no hace falta mucha, lo voy diciendo y me quedo más ancha que larga, el otro que piense lo que quiera, que me es igual, que el gustazo ya me lo he dado.



En el caso de este hombre tan guapo es que me quedé muda de verdad. No fue así una decisión de un silencio como esas ocasiones en las que me freno a veces (muy pocas, la verdad ) para que no haya equívocos o que el personal no se asuste, en la que espero a un mejor momento. No. Muda de verdad.

Pensaba que no me gustaban los guapos. Es un género que he cultivado poco. Para que se vea que no se puede decir de este agua no beberé.

Pero es peor, no sólo es guapo. Es encantador. Amable. Simpático. Ay.

He averiguado su nombre ayer. Bajo habitualmente a las perras arreglada pero informal, como Martirio. Estoy en Madrid por trabajo, pero una mujer es una mujer siempre o se intenta.

Pero por un día que bajo a toda prisa y con gafas, -estaba cabreada con el blog y me pilló descuidada- zas, me lo encuentro casi solo. Ay.

Mira, suerte, pudimos hablar. Por fin. Ya no podía rehuirle más.

Nos reímos. Tiene sentido del humor. Marditos roedores, con sentido del humor encima.

Repito, qué majo. Me encanta.

Ya le puedo mirar. He estado un par de semanas que no quería ni mirarle ni hablar con él porque me conozco y ponía una cara de cordero degollado de espanto cuando mi cara de natural no es así, pierdo mucho con la cara de cordera esa.

Así que me iba a otro corrillo, cruzaba dos palabras y ya, fus, fus, que no me mires, que no quiero ni que me veas. Hasta ayer que no hubo escapatoria.

Miro a los ojos siempre, tengo más cara que espalda, pero con éste, joé, lo mala que es la primavera, he tenido que entrenarme varias semanas hasta que no se me pone la sonrisa de oreja a oreja cada vez que le miro.

Estamos en el mejor momento de una relación que es cuando no hay relación (ironía, ver n. de la a.).

Si la hubiese, naturalmente, no la contaría en el blog, porque cuando no hablo es cuando más me importan las cosas y además ya lo dije, nunca mi amor en otros labios, pero es que no es amor, afortunadamente (es otra ironía, ver n. de la a.).

Seguiré informando, bueno, la verdad, preferiría no informar, ya veremos. Ay.

El parque de San Fernando, y eso que estamos al amparo de la iglesia, es muy malo. Y en primavera más, letal.

Dios ¿Tú de verdad me quieres? Pues no permitas esto, que tengo mucho trabajo y no tengo tiempo. Y si estoy en una cosa no puedo estar en la otra, no soy polivalente, mi cabeza es muy limitada.
En el corazón si que cabe bastante gente, huy, esto ha sonado fatal.

N de la a.: No soy cínica, es una simple provocación decir esto, como todo el resto de la entrada. A ver si así algún bienintencionado me explica lo que son las relaciones. O que la belleza está en el interior. Me apetece un poco de debate, me va la marcha, qué le vamos a hacer.

domingo, 7 de junio de 2009

La pequeña amante




Fui ayer a ver la película de Coco Chanel, “Coco avant Chanel”. La traducción del título al castellano es tan horrorosa que prefiero no decirla. Me recordó mucho al libro de Paul Morand “El aire de Chanel”. El personaje de Cocó creo que está muy bien interpretado por la Tautou.

La mirada de una mujer como directora se nota. No creo que sea ni mejor ni peor, hay buen o mal cine, como la escritura, nada más. Pero hay miradas que se ve que proceden de una mujer, y éste es el caso, no pasa nada. Es normal y hasta puede ser bueno, creo yo.

Te pone el corazón ya tiritando esa niña abandonada con su hermana por un padre que ni las mira al dejarlas, y luego los colegios con niñas de segunda y de primera categoría, otro horror; las tocas blancas de las monjas, edificios grises y fríos, ese campo verde y precioso de Francia, Cocó niña, ojos negros y grandes. La infancia es una caja que se cierra con la adolescencia y en la que no puedes poner ya nada dentro, sólo mover, cerrada la tapa, aquello que hay, a la espera quizás de que se recoloque, de que encaje. Esa ausencia de presencia paterna explica quizá la falta de esperanza de Cocó en los hombres, su desconfianza, también esa lucha por llegar a ser independiente de una manera un tanto brutal.

"Siempre supe que nunca sería la mujer de nadie, pero a veces se me olvida" llega a decir Cocó.
Fue esa pequeña amante. Sin apellidos, sin familia, sin marido, el trabajo para las mujeres de su clase y condición a veces apenas les permitía malvivir. Buscarse un “protector”, de una forma u otra, era algo relativamente común. Primero fue amante de Etienne Balsan, que al final es menos canalla de lo que parecía. Y luego de Boy Capel, que es un poco peor de lo que aparentaba y que fue del que estuvo muy enamorada. Lo que parece a veces no es en esta vida, los malos no son a menudo tan malos, ni los buenos oficiales son, a veces, tan buenos. Da que pensar.

Fue esa pequeña amante con orgullo, fiereza (fierté) dirían los franceses, digna incluso en la indignidad que marcaba la época para "las otras"; una pequeña amante que, sin ser guapa para los cánones de la época, tenía algo que atraía, quizá la independencia de cabeza, algo que da miedo y a la vez puede hipnotizar a algunos hombres. Si no, no se explica muy bien el cuelgue con ella de aquellos individuos tan acostumbrados a que les rieran las gracias, les hicieran reverencias por su dinero o posición, rodeados siempre de señoritas muy necesitadas de su protección fundamentalmente financiera y, sobre todo, ellas muy acostumbradas y dispuestas ellas a agradarles siempre, a darles la razón sin rechistar. Por lo menos mientras no les tenían amarrados, luego quizás ya sería otra historia casi con toda probabilidad.

Dos mundos, el de riqueza y ese otro de pobreza en el que Cocó se crió.

Entró en el primero de refilón, pero se quedó por trabajo propio, toda una empresaria, algo insólito en la época. Reclamó una forma de sobriedad, de pureza, propia del segundo, eso era su moda también. Otra cosa es que hoy lo hayamos estilizado tanto, interpretado y declinado de un modo tan intenso y extenso, que del estilo Chanel, que era eso, un estilo, más que una moda, no quede nada o muy poco; digo de lo esencial del estilo, no de la anécdota de los botones o las perlas o la combinación del beige con el negro, que es lo de menos, me parece a mí en lo que Chanel fue y es.

Es el estilo por dentro lo que me gusta de ella: la limpieza, su sinceridad y huída de lo barroco, esa especie de independencia no sólo externa, interna. Eres quien eres sin tanto fru- fru, sin tanta ropa, zarandajas ni complacencias propias o ajenas.

Antes de Chanel, mujeres orondas, curvas porque sí, no porque las tuvieran, todo puesto encima, artificio y exposición, cuanto más inútiles parecieran ellas, mejor, para mostrar así de forma más palmaria el nivel del marido o del amante. Me acordaba de Veblen ayer y esa teoría de la clase ociosa, un espanto de vida y de sociedad vista desde hoy, claro. Frente a eso una Cocó que monta a horcajadas a caballo y se pone pantalones por primera vez. Luego los tejidos masculinos y algunas prendas que adapta a su pequeña anatomía. Lo mismo con los jerseys marineros, los tejidos de punto y mucho más como el pequeño traje negro como de huerfanita, los otros de colegiala. Siempre mejor sugerir que enseñar, el atractivo del recato, algo también fuera de la época, de ésta también, de la de ahora.

Me encantó la película. Ya sé que a Rodríguez Merchante, del que me suelo fiar, no le gustó. Es cierto que en algunas ocasiones es un poco repetitiva, se apoya demasiado en la Tautou e insiste en cosas ya dichas, pero en general está bien.

Sentí pena también, la verdad, porque Cocó era una mujer muy sola, por dentro eternamente sola, y también por fuera. Lo de vivir en un hotel, que así es como vivió, dice mucho de ella, un espanto ese estar como de paso sin hogar propio, da pena.

Creo que hoy todo puede ser más fácil. Y en algunas cosas, no en todas, bastante menos injusto, me parece. Tenemos mucha suerte algunas mujeres, algunos hombres también la tienen, pienso a veces, en Occidente al menos.

lunes, 25 de mayo de 2009

El aire de Chanel



Leo sobre el estreno de una película sobre Coco Chanel protagonizada por la actriz de Amelie, Audrey Tatou, Coco antes de Coco, y otra más, sobre Coco e Igor Stravinsky protagonizada por Anna Mouglalis que han presentado en Cannes.

Las iré a ver ambas si puedo, pero antes releo el libro que ya me apasionó hace varios año, "El aire de Chanel" de Paul Morand, amigo de Mademoiselle.

La historia de Coco es en si muy interesante y el modo de escribir de Morand engancha desde la primera página. Devoras el libro en un par de tardes.

Una de las cosas que más me impresionaron es la infancia dura y triste de Chanel que explica en gran medida el posterior desarrollo de la vida de esta mujer tan singular. En Coco encuentras esa actitud de dureza casi masculina al afrontar las relaciones afectivas, común por otro lado cuando lees a algunas autoras francesas, me pilla muy lejos y por eso también me interesa.


Supongo que esa frialdad mezclada con pasión es propio de quien no fue querida lo suficiente de niña. Todo queda y todo aflora.

El mundo de Chanel, atractivo por su creatividad, por su ruptura y por la singularidad de las personas con las que se relacionó, amantes o no, está bien captado por Morand. Merece la pena leer el libro antes de ver las películas, creo.




(No he podido meter un trailer de la otra película, la de Coco & Igor que es la que han presentado en Cannes, tengo la sensación de que me va a gustar más que la de la Tatou)

lunes, 30 de marzo de 2009

Gabriel Byrne o esa mirada azul desvaída



Esto de no escribir nunca sobre hombres "reales" me cuesta un poco con lo entusiasta y comunicativa que soy. Pero no puede ser. Son esas tonterías del pudor, de la discreción o, quizás, de la educación recibida. Eso tan antiguo de que una dama, un caballero, dejan siempre lo privado en privado y no ponen en la arena pública, ni cambiando los nombres, la intimidad de a quienes quieren o han querido por el afecto y el respeto que les tienen o guardan. Así que aquí me seguiré dedicando a los hombres de película.(¿Ha sonado convincente? Creo que sí, que resulta anticuado, quizás halagador y hasta una ligera coquetería ¿no? Pues esa es la intención. Bien, sigamos)

En fin, tras Viggo, Sharif, y él único e inigualable Connery, sin olvidar a Brosnan , y ni que decir tiene que a Eastwood, de sucio vaquero a hombre con mirada propia, creo que debo ampliar la lista, por actores y por hombres con atractivo, que me encantan. Y, sobre todo, porque un blog hay que llenarlo todos los días y espero tener público y opiniones femeninas al menos. Al final los comentarios son siempre lo mejor de una bitácora, sin duda alguna.

Me interesan los actores irlandeses casi como categoría. Gabriel Byrne está dentro de ella con Daniel Day Lewis y Liam Neeson entre otros muchos.

Byrne tiene ese rasgo de mirada azul desvaída tan celta que tumba la pantalla, o al menos a mí. Es cierto que hay otros azules más intensos, más bonitos, pero lo desvaido tiene su aquel. Ha hecho buenas películas y también malillas. Esto último le hace más humano. Las sombras y las meteduras de patas nos hacen más cercanos, creo.

Le descubrí hace muchos años, antes de "Muerte entre las flores" que me gustó porque los Cohen son buenos narradores.

Fue en "Excalibur", la película de Boorman. La vi cuando todavía estaban en la universidad y era más impresionable todavía. Un tanto brutal me pareció en aquel entonces, me desmontó al completo la visión idílica e infantil de las leyendas artúricas. Dicen que la película es mala aunque visualmente atractiva, puede ser. Yo sé que todavía la recuerdo y han pasado más de 25 años.

Luego le he visto en otras,algunas solo para televisión, en ese ambiente urbano de Dublín que pronto voy a conocer. Hace de pobre, de pobre ganster o similar y de simple pobre hombre a menudo. Y he visto también otras dos suyas, "Sospechosos habituales" o "La Feria de las Vanidades", no creo recordar muchas más. No vi "Stigmata" y eso que tenía un amigo al que le encantaba y me dio la vara. Tenía la idea de película tortuosa y a veces una no está dispuesta.

Hace de malo muy bien, en "El fin de los días" interpeta a un poseído por el diablo que te entra tal espanto que no puedes ver la pelicula sola. En otra de un barco fantasma también da miedo, casi más.

Pero siempre su mirada azul, líquida y triste. De no saber muy bien para donde tirar. Francamente humano y muy irlandés.

Byrne quedará en mi cabeza en ese primer papel menor en el que le vi, el de Uter Pendragon, padre rey Arturo, nada noble en su comportamiento, pero gracias al cual es engendrado el rey Arturo. La vida es así.

Todo esto viene a cuento de que me han dejado la película "Aritmética emocional" que me dicen que es estupenda y donde están él, Susan Sarandon, Christopher Plummer y Max Von Sidow, o sea, todos buenísimos. La veré en cuanto arregle el vídeo o me compre otro, es lo último que se rompió en esa serie de catastróficas desdichas invernales. Tengo unas 6 películas para esta Semana Santa, espero verlas todas.

sábado, 28 de marzo de 2009

Pies, para qué os quiero...


Nos sostenemos en el suelo por los pies. Dos extraños seres que nos nacen al final de las piernas. Diez dedos. Talones y tobillos que se tuercen. Plantas que, si lo piensas bien, son pequeñas para el peso que soportan, ellas solitas y dos. No como los cuadrúpedos que tienen el peso repartido en cuatro.

Los pies no tienen la culpa del olvido a los que les sometemos. Ocultos ahí todo el año, atrapados en unos zapatos o, peor, en botas. Escondidos. Sí, el frío es terrible, pero además hay razones de protección: golpearte en un pie desnudo duele un montón. Mejor cubriditos. Se comprende, pero es una pena.

Me fijo en los pies siempre. Me encanta andar descalza. También con calcetines gorditos de esos de felpa por dentro en invierno. Tener los pies calientes es calidad de vida. Tenerlos fríos es ser pobre de alguna manera. Yo siempre calientes, por favor. No me gusta la pobreza.

Cuando llega el buen tiempo y puedes dejar de lado, en el caso de la sierra, las botas australianas primero, luego los zapatos e, incluso diría más, los ligeros tacones de ir a trabajar, y te calzas por fin unas sandalias es como si diera inicio algo. No sé qué pero algo. Estrenas una sensación.

Me puse el otro días las sandalias. Me había hecho la pedicura una encantadora dominicana de manos suaves y gran paciencia. Es lo malo de tener cosquillas, te ríes en cuanto te ponen la mano encima. Salí de la peluquería tan contenta que tenía que enseñar los pies. Demasiado pronto, lo sé. Me precipité.

Y estoy con catarro, claro.

Pero los pies tan contentos allá abajo. Sonríen de medio lado, se salieron con la suya.

jueves, 26 de marzo de 2009

Prohibidas



"Venga chicas, arriba esos brazos, ese trasero, a ver ese ritmo, uno, dos, uno, dos, y no os quejéis... que vamos a estar prohibidas este verano"

Así no se puede dar una clase de aerobic. Te entra la risa, claro, sólo pensar en pasar a formar parte de las mujeres calificadas como "prohibidas". Quizás para animar no está mal. Y para hacer unas risas todavía mejor.

Me lo contó mi prima Concha en una de esas conversaciones de sala de damas.

Yo hace mucho que he dejado ese tipo de ejercicios, pesas incluídas, y me he pasado al yoga y al pilates. Menos prisas, movimientos lentos y concentrados, precisos, las profesoras o instructores van de rollo zen y no te gritan. Sales agotada pero flotando, bueno para el cuerpo, mejor para la mente. Ganas en flexibilidad y para las que queremos engordar -así es la vida- es mejor.

El caso es que por marzo el personal femenino nos ponemos las pilas a marchas forzadas. No sé si será la operación bikini o lo que sea, pero es como una fiebre, estés como estés. Hala, hala, todas al gimnasio.

Pasar de Madrid barrio de Chamartín al Boalo tiene muchas ventajas. Entre otras que cambias un gimnasio con actrices y modelos de impresión a otro con señoras normales, como una. Y ganas algo en autoestima. Como en otras cosas, depende del contexto donde te mueves. "Context is all" dicen los ingleses.

En la Casa de la Cultura del Boalo hay clases de aerobic, pilates, yoga, pintura, música, de todo. El que toca jazz en el pub de Cerceda, el Artesanado, Jorge, es el profesor de música, además de manager de grupos. Aquí todo el mundo tiene pluriempleo.

Puri, la misma que canta en misa, es la portera, la encargada, de la Casa de la Cultura. Me encontré en el veterinario a la instructorade aerobic, rubia y enérgica. Aunque me animó a apuntarme la vi demasiado marchosa. Estoy para mucho relax, seguí con yoga y pilates.

Por la sierra hay bastantes "alternativos", personas que no creen en convencionalismos sociales o culturales, en mayor o menor medida. Como mi profe de yoga, Tamara.

Es muy discreta y no hace proselitismo, pero está por encima del corte de pelo, de la cosmética y de la química.

Yo creo mucho en el corte de pelo. Soy una firme defensora de la depilación también. Y confío en la cosmética aplicada con moderación pero con entusiasmo, constancia y fe. También soy partidaria de ciertos productos químicos, especialmente de los utilizados para la fumigación contra hormigas y orugas procesionarias.

No hace falta coincidir en muchas cosas para apreciar a la gente. A Tamara no es que la aprecie, es que la quiero. Y la admiro mucho.

"Namasté" decimos al finalizar la clase de yoga. Quiere decir "saludo la luz divina que hay en ti".

Me gusta. Porque es verdad. En cada persona hay una luz. Una luz diferente.

Y en Tamara es tan potente que por eso es tan pacífica y tan suave. No necesita imponerse.

Gracias, Tamara. Hoy iré a yoga 2 horas porque me perdí la clase del martes y eso no puede ser.

sábado, 14 de marzo de 2009

Sala de damas


Ayer estuvimos en el Castillo de Manzanares el Real. Me encantó el castillo, aunque, ay, tenía eso que llaman un "centro de interpretación" que nos explicaba todo. Esto movería al espanto, entre otros, de mi cuñada Irene, profesora, y de algunos a los que les horroriza semejante invento. Otros, más incultos, lo agradecemos a veces.

En cualquier caso las vistas desde el castillo son espléndidas. Su historia, con el Marques de Santillana de por medio y mucho más (esto es más tierra de Segovia que Madrid), así como la recreación de las salas nos gustó mucho. En especial la denominada sala de damas.

No soy muy partidaria de las asociaciones sólo para mujeres ni creo tampoco en lugares diferenciados por sexo salvo el cuarto de baño público y, si es posible, el gimnasio y la peluquería.

Sin embargo, me parece muy agradable tener momentos sólo de mujeres de vez en cuando. Eso era la sala de damas: un espacio para ellas donde no pasaban ni maridos ni caballeros. Allí bordaban, hablaban y leían. Lo de que te lean en voz alta mientras haces otra cosa me parece bonito, mejor a menudo que escuchar la radio. La sala está presentada hoy como un lugar donde se sentaban o más bien recostaban a la morisca, medio tumbadas. Comodísimo, la verdad.

¿De qué hablamos las mujeres cuando estamos entre mujeres? Yo creo que de todo, pero encima hasta más. Sé que es difícil imaginar esto en algunos casos, pero es posible, de verdad.

Vamos más deprisa y cambiamos más rápido de tema, el ritmo a menudo es distinto, el tono, la voz, creo a veces que también, aunque asumo que depende de los ambientes donde una se mueve. Cuando nos decimos adios nos cuesta. Es como si, a pesar de todo lo hablado, la tarde o la comida o lo que fuera se te hubiera quedado siempre corta. Por eso las despedidas son tan largas a veces entre mujeres. Siempre te acuerdas de algo más que tienes que contar o que preguntar.

¿Qué es la eternidad? Dos mujeres despidiéndose. Ni Santo Tomás lo definió mejor.

Es divertido tener esa sala de damas, un espacio que de vez en cuando necesitas, tanto como el del cuarto de estar común de amigos y amigas, la habitación compartida con una sola amiga, el aparte de vez en cuando con algún amigo y, por supuesto, una habitación propia.

PD: Siento la música, no es la de la época, lo sé. Quería colgar de Capella de Ministrers, "Callen todas las galanas" (de Pedro de Lagarto, del Cancionero de Palacio), pero me es imposible. Y es lo que le iba ;-)