Bitácora de Aurora Pimentel Igea. Crónicas de la vida diaria, lecturas y cine, campo y lo que pasa. Relatos y cuentos de vez en cuando.
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sábado, 16 de julio de 2011

Negro resucitado (Los colores del verano, 3)


-¿A qué no sabes de qué pájaro es esta pluma?

Carlos me muestra una pluma inconfundible. Parece negra, pero a la luz se tornasola en verde. Me atrevo.

-¿De una urraca...?

Carlos sentencia.

-Aquí les llamamos maricas y son muy malas, acaban con todo.

La carretera que decíamos "de las maricas" era la que cruzaba Boecillo desde Tudela a Simancas.

Este negro es parecido a otro negro aún más verde, el de las avefrías que andan por Castronuño en invierno. Y más a otro negro, el de sus parientes, los rabilargos, grises, azules y negros, que cruzan las encinas a un lado y otro de la carretera cuando voy por Torrelobatón hasta Urueña, un camino que me pone alegre.

Las plumas de algunos pájaros tienen ese negro que de tan negro ya no lo es, se hace azul o verde, incluso amarillento. Es un negro resucitado.

(Fundido a negro)

Noche de insomnio. No es ni el calor ni el ruido, pero me despierto. No enciendo la luz. Prefiero la penumbra y hundirme con paz en ella.

Salgo de casa. El olivo, los chopos, los pinos, los prunos y hasta las adelfas oscuras. Éste es un jardín negro. Me acerco a la piscina de tinta negra. Nado en tinieblas y en silencio. El muro está de luto, velo de iglesia. Negro ala de mosca, negro de hormiga negra, de las buenas (según Carlos, son las grandes), o de las malas (de nuevo, según Carlos, son las pequeñitas, que muerden rabiosas lo que encuentran). Negro cucaracha como un charol reluciente. Tengo que poner trampas para que se mueran. Olimpia es una masa peluda aún más negra que husmea buscando un gato que no aparece.

Me seco. Me meto en la cama. Me duermo.

Al salir a la superficie de la noche, cuando la luz choca con ellos, los negros vuelven a sacar los colores que tenían por dentro o por fuera: jardín verde, agua transparente que deja ver el verde de las teselas, muro blanco y perra negra, pero menos.

Dejo la pluma de la urraca sobre la mesa de la entrada: un día más y una noche menos.


viernes, 1 de julio de 2011

Desdolida

Ha hecho demasiado calor. Aunque pusimos el riego automático hay que estar encima de los árboles y arbustos a los que éste no les alcanza. Tenían hongos o bichos algunas plantas, pero ahora me encuentro con varios arbustos machacados tras la calorina del pasado fin de semana. Al insecto o lo que sea le gusta la falta de agua y se crece así.

Miramos preocupados las manchas blanquecinas que avanzan. Hay demasiadas hojas amarillas. Es muy raro. De camino vi varios chopos amarillentos en la autovía de los pinares, y otros ya coritos y totalmente desecados, parecían muertos, en la carretera de Simancas. No sé qué pasa, es demasiado temprano. Debe de ser una enfermedad muy mala.

Vamos a quitar la enredadera del suelo y a poner, quizás, uña de gato, que es fuerte y se extiende rápido. Pediré consejo, no vaya a ser que como su predecesora nos invada y levante el empedrado. También me gustan las adelfas porque son duras. Las que tenemos están crecidas y bastante sanas a pesar de las heladas que soportan en invierno. Se lo comento a Carlos.

-Desdolida, la adelfa es muy desdolida...

Ya se lo había oído decir varias veces, pero me quedé pensando.

En Urueña pregunté si alguien había oído la palabra. No está en el diccionario, pero es evidente que significa “que se duele poco”, resistente, con aguante.

El lunes 4 empezamos la actividad “La literatura está en la calle” en Boecillo con Carlos como primer invitado. El libro será “El bosque animado” de Fernández Florez. El lunes 11 pondremos la película del mismo nombre dirigida por José Luis Cuerda. Estoy muy ilusionada.