Bitácora de Aurora Pimentel Igea. Crónicas de la vida diaria, lecturas y cine, campo y lo que pasa. Relatos y cuentos de vez en cuando.
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martes, 20 de septiembre de 2011

Stella (La soledad de la infancia)

Fuimos a ver Stella, una película francesa dirigida por Sylvie Verheyde hace más de dos años.

Trata sobre una niña preadolescente que vive en un bar que su madre regenta en los años 70. Sus padres la quieren pero no la atienden. El bar es frecuentado por personas violentas, alcoholizadas, un lumpen a veces hasta amigable, un ambiente donde la niña sale y entra sin que se le preste atención casi. Ella va a un nuevo colegio donde las niñas son "de las protegidas", como dice ella. No hace amistades, salvo cuando aparece Gladys, una niña judía hija de argentinos exiliados que le hace caso.

La infancia puede no ser un lugar cálido y de amparo. Puede ser sentirse sola, diferente y saber que no encajas.

Hay soledades de niños en un patio, en el recreo, en clase, hasta en su casa. Hay niños que miran y saben qué está pasando y tienen que seguir adelante como pueden, sin quejarse y sin dramas. Este película lo cuenta con delicadeza, no es tremendista, pero narra ese mundo interior y exterior con elipisis pero sin ahorrarse nada.

¿Qué cuenta? La resistencia para invitar a alguien cuando tu casa y tus padres son diferentes, las ganas de quedarte en casa de otra niña, la envidia cuando no es envidia de mirar a otros que tienen lo que tú no tienes. Saber que no vistes de forma adecuada, que no eres lo suficientemente guay aunque cambies de ropa. El querer pegarse a alguien guapo y aplicado a ver si así tú acabas siendo como ella. Maquillarse como una mona para la primera fiesta, con Umberto Tozzi cantando "Ti amo" en una casa donde los padres sí están al tanto. El flou del primer enamoramiento, verte a él y a ti rodeados de luz y de niebla. El miedo a la oscuridad de quien ha aprendido a defenderse y a atacar con violencia, pero es muy vulnerable y tiene miedo de todo aunque nadie se dé cuenta. Las amistades que los mayores censuran como peligrosas, y las otras que son las realmente peligrosas.

Stella es una película donde la cámara se acerca al rostro de los niños continuamente, no se separa de sus ojos, de la piel, de su mirada. Los actores de Stella son impresionantemente buenos y la protagonista es un verdadero prodigio actuando: te la crees desde la primera escena, ella bailando como si fuera mayor.

Como muchos otros antes, en los 70, -ahora no sería el caso, porque la televisión ha hecho su zapa y a lo que se aspira es a ser ricos, populares y todavía más zafios- esta niña, Stella, intuye que solo a través de la escuela, de la educación, puede salir de ese mundo de sus padres que no es siniestro para ella, pero sí sin horizontes, pobre y plano. Tiene profesores buenos, malos y espantosos, sin cargar las tintas, pero los tiene. Los libros, la lectura, pueden ser un refugio a los once años.

Ésta es una película estupendamente hecha, triste, y a la vez con un destello de esperanza. Refleja perfectamente la preadolescencia de una niña de los años 70 en un ambiente que no es el mejor para que sea educada. Estás con el alma en vilo porque sabes que puede pasar algo. Y pasa sin que pase nada. Forma parte del paisaje.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

La deuda (La verdad cicatrizada)

Fuimos a ver “La deuda” que se estrenó la pasada semana en España. Trata sobre una misión del Mosad en los años sesenta, tres jóvenes de menos de treinta años que entran en Berlín Oriental para llevarse a quien sospechan que fue médico, un nombre nada adecuado, más bien un carnicero que hizo barbaridades en un campo de concentración nazi. Y hasta aquí puede contarse. Treinta y tantos años más tarde alguien muy allegado escribe un libro sobre aquellos héroes, una mujer y dos hombres. El libro se presenta en sociedad y los tres vuelven a encontrarse. Y ocurre algo que no estaba previsto. De nuevo hasta aquí puede contarse.

“La deuda” trata sobre la justicia y la verdad, no sobre la venganza, y sobre el espanto que nos causa un ser humano que a veces preferiríamos llamarle loco y no solo malvado. Aborda la vulnerabilidad y el valor, dos cualidades complementarias. Sin sentir miedo al sabernos vulnerables la valentía sería temeridad, no coraje. Tiene más carne esta película que la de un thriller. Hay una historia de amor, otra de lealtades y traiciones, y otra, me parece que la más importante, sobre personas a quienes les resulta difícil vivir consigo mismas si no son honradas.

“La deuda” es una película brillante con un guión que te mantiene pegada al asiento, incluyendo dos giros de la historia que vuelven a enredarte cuando ya crees que se ha resuelto la trama. Tiene una fotografía espléndida y muy cuidada y una interpretación excelente, con Helen Mirren a la cabeza, seguida de un buenísimo reparto, los tres actores jóvenes medidos y exactos en las emociones.

Vale la pena este thriller donde la verdad es como la cicatriz que una mujer ha llevado en la cara durante muchos años y que de nuevo se abre.

martes, 13 de septiembre de 2011

Un matrimonio feliz (La gracia)

Desde hace unos años sé que la editorial Libros del Asteroide no me defrauda. Me la aconsejó Adolfo Torrecilla, uno de mis críticos de referencia en cuestiones literarias. Es una editorial joven con autores que yo no conocía de nada, como Nancy Mitford o Wallace Stagner, que ahora me encantan, me he hecho fan, y otros que ya me gustaban, como Steinbeck. Aunque la mayoría me son todavía totalmente desconocidos, así que me relamo pensando en lo que seguramente me espera.

Acabo de leer en dicha editorial a Rafael Yglesias y su libro “Un matrimonio feliz” que me ha parecido una novela emocionante. La he leído en apenas un día porque realmente no podía dejarla. Creo que es el mejor elogio que puedo hacerle, junto al de saber que será algo que volveré a leer pasado un tiempo.

Esta parece ser una novela autobiográfica: el protagonista fue novelista precoz, hijo de escritores, convertido en guionista para sacar adelante a su familia, padre de dos hijos y marido de Margaret, que murió de un cáncer, todo lo cual comparte con el autor, Rafael Yglesias. Todo lo cual, perdón por la repetición, no importa nada, porque lo que esta novela cuenta es casi igual que esté o no basado en hechos reales, que diría un telefilm americano. Lo verdaderamente importante es el modo en que está contado, como también lo que cuenta, por supuesto.

La materia de esta novela es la vida matrimonial de una pareja como muchas, nada excepcional. Y ahí está lo interesante.

El encuentro y el adiós son los dos tempos fundamentales en los que Rafael se detiene en esta historia. Y lo hace con el detalle de una cámara de cine por la riqueza visual de lo que describe, utilizando además otra segunda cámara, la de los sentimientos y pensamientos desde la voz del que narra. Yglesias utiliza ambas en el relato.

Primer tiempo: cómo el protagonista conoce a esa mujer que le deslumbra cuando él no es nada más que un joven prodigio literato, huraño y confuso, y ella es una recién licenciada alegre, decidida y sociable. Cómo se enamora él, como un ternero, y qué pasa en esos primeros encuentros, las dudas, la decisión, la soledad, el necesitar a otra persona a tu lado y no estar seguro de nada.

El segundo tiempo, el del adios: cómo ella, tras un cáncer devastador, decide despedirse y morir en su casa con ayuda de él, dedicando un tiempo a cada persona que ama, sin prolongar tratamientos, con la muerte de frente, impresionante.

Y en medio de estos dos tiempos toda una vida de muchos años en común, de los altos y bajos de un matrimonio, de momentos realmente malos y luego buenos, de problemas de dinero, de adaptación del uno al otro y a las dos familias, de sueños y realidades, de Nueva York, de amigos, de una infidelidad que casi acaba con un matrimonio cuando apenas había empezado, de volver a comenzar y volver a encontrarse, de silencios y palabras, de secretos y verdades.

¿Cuál es la trama de esta novela? La trama, el nudo y el desenlace, es cómo el amor se hace y se deshace y vuelve a nacer entre un hombre y una mujer ambos limitados. Ella ciertamente controladora, él taciturno y egoísta. Y a la vez ella generosa y encantadora y buena madre y él también capaz de entregarse y entender algo y buen padre e hijo y… Ambos personajes son muchos rasgos a la vez, capaces e incapaces, complejos y simples, humanos en definitiva. A mí me parece que si una novela no capta la complejidad humana es mala, y creo que esta es muy buena.

“Un matrimonio feliz” cuenta la historia de Enrique y Margaret que es única y a la vez común. Que él sea escritor no dice nada realmente importante. Ser escritor no es importante para la vida, es totalmente secundario. Y a ella, a Margaret, como le cuenta un día a él, a Enrique, le basta con vivir, no le hace falta el arte, en su caso la pintura, que deja de lado, no porque no sirva, no tenga la voluntad necesaria, no pueda soportar los noes o no reciba el apoyo necesario de su cónyuge. Es más simple: no le hace falta.

Vivir es también todos esos cuidados finales de Enrique estando al lado de Margaret, ella sufriendo, muriéndose a chorros: cambiar suero y medicación, vigilar catéter, buscar sábanas y colchas en un armario, y, sobre todo, ver que se te va quien amas y no quieres que sufra más, tener el tiempo para decirle lo que no has podido decirle y que es tan importante. Todo está narrado sin melodramas, como es, ya es suficiente como para cargar las tintas ni literariamente hablando. La realidad y la ficción bastan.

Leo pocas novelas contemporáneas que me cuenten algo interesante de la vida matrimonial, algo que a mí me diga algo. Me pasa igual con el cine con excepciones muy puntuales. Supongo que es sintomático de lo que se escribe hoy, de lo que se vive quizás, de nuestra mirada. Creo sin embargo que el matrimonio es buena materia prima para una novela o el cine, como lo es la muerte, el dolor, el engaño, la infancia y todo lo humano que merece contarse, que nos contemos, que nos cuenten.

“Un matrimonio feliz” narra con tono y estilo propio ese temblor suave, la gracia, que planea entre dos seres que prometieron amarse hasta que la muerte los separase. En este caso entre un judío de origen hispano y una judía de origen askenazi, Enrique Sabas y Margaret Cohen. Bien pudieron ser en parte Rafael Yglesias y su mujer Margaret, aunque insisto que me parece lo de menos que esté o no basado en hechos reales. A mi me ha gustado muchísimo y me parece una novela muy recomendable, distinta y realmente chocante hoy por excepcional. No me extraña que fuera premio Los Angeles Time a la mejor novela de 2009. Además, está excelentemente traducida por Damià Alou.

jueves, 7 de julio de 2011

Albino trigo segado. Los colores del verano (1)

No es amarillo ni ocre. Tampoco es solo blanco. Es el color del trigo recién segado distinto del color que tiene cuando está alto. No se parece a ningún color. Es ese y nada más que ese: color de trigo albino, casi blanco, pero sin ser blanco a secas, color de rubio trigo cortado.

Tampoco el gris de las nubes cargadas de agua es un color fácil. Gris plomo quizás, pero menos oscuro, más claro, pero no perla. Ni tampoco plomo. No, no se parece a nada. Es color gris de nube castellana cargada de agua en verano a punto de estallar la tormenta, un gris que merecería un nombre propio. A veces, cuando deja pasar el sol ya muy tarde, ese gris se convierte en uno violáceo si las nubes se dispersan y abren.

El blanco de los montes Torozos y sus estribaciones es un blanco calcáreo y manchado, casi tiza de antes. El blanco se hace ceniza de cigarro, o de leña quemada, depende de la hora en que pases.

Y las casas de adobe no son naranjas. Vienen de ser pardas en la noche, se hacen rosas por la mañana y luego se cargan de luz hasta hacerse casi blancas para volver a tomar color por la tarde.

A mediodía casi todo son blancos distintos, pero blancos. Y hay que meterse en casa para no estar deslumbrada, ciega de tanto blanco, transparente el aire, todo volumen y todo blanco.

Terminé de leer "Mi abuelo, el premio Nobel" de José Julio Perlado el fin de semana pasado, escribí sobre ella. Me ha hecho muy feliz, me lo he pasado bomba con ella. La pena es que se acaba rápido.


lunes, 27 de junio de 2011

Dos de chinos ("Un cuento chino" y "Confucio")

40 grados a la sombra, el gran refugio para la tarde es el cine, allá que vamos.

Primero “Confucio”. Tenía curiosidad. Me interesaba mucho el personaje y en general lo oriental me atrae. Muy buena la fotografía, los paisajes, los interiores, el vestuario, los movimientos de masas. La estética visual es, en definitiva, maravillosa, cuidada. Pero el guión creo que tiene algo de inconstante y la acción y la trama flojean. Al principio promete y luego a mí me parece que deriva. Se me hizo larga la película. Supongo que para aproximarse al personaje podría servir, pero como narración no me llegó, demasiada parafernalia y poca sustancia. Y es una pena por todo el armazón que han levantado.

“Un cuento chino” es en cambio muy recomendable. Ricardo Darín es el protagonista. Reconozco que fuimos atraídos por él y no salimos defraudados. El guión y la dirección es de Sebastián Borenzstein. La historia es original, tiene gracia y melancolía a partes iguales, es humana: un ferretero maniático vive protegido en su pequeño mundo desde que le pasó algo, un chino aparece como por encanto en su vida y acaba por cambiarla. De fondo el mundo burocrático, sorprendente e injusto, tantas veces raro. A veces simplemente el mundo es extraño. Y de perfil una mujer que está enamorada (estupenda Muriel Santa Ana, qué bien mira esta actriz). Gracias, gracias, gracias: me encantan las películas donde el amor se abre de alguna manera paso, una rendijita para la esperanza, la discreción de las vidas mínimas y por eso importantes.

“Un cuento chino” es por eso amable en el mejor sentido de la palabra. Y está muy bien contada. “Confucio” para estar fresquito puede valer. Pero como historia “Un cuento chino” donde sale una vaca.

miércoles, 22 de junio de 2011

Un verano de libros y películas (Proyecto 50)

Hoy es la noche más corta del año, ha comenzado el verano a las 7 y algo de la tarde. Me propongo estos 3 meses -13 semanas- leer y ver todo el cine que pueda. Un verano en 50 buenas películas o libros que valgan la pena no es un mal objetivo, hacen 2 libros y 2 películas por semana casi. Pretendo seguir escribiendo también pero con calma, no tengo prisa para nada.

Uno de los proyectos de este verano es "La literatura está en la calle" que haremos en Boecillo (Valladolid) en la biblioteca del centro cívico, uniendo una persona del pueblo y lo que tiene que contarnos a un libro y una película. Será los lunes a las 11 de la mañana. Vendrá una persona y nos contará su trabajo, la entrevistaremos. Luego leeremos diez minutos del libro propuesto en voz alta, animaremos a que cada uno lo haga esos días. Al lunes siguiente veremos la película -sobre el mismo texto o a veces otra-. Maripaz y yo lo hemos preparado con ganas. Carlos, el pastor, romperá el fuego el 4 de julio. El libro propuesto es "El bosque animado" de Wencesalao Fernández Florez y la película, que proyectaremos el 11 de julio la del mismo título de José Luis Cuerda, es estupenda.

Verano con buenas lecturas y películas, no se puede pedir más. Bueno, sí, amor, familia y amigos, pero esos sé que no van a faltarme. Y ya con más trabajo pagado la vida sería impresionante. Pero como es ahora, con todo, es bastante buena, y sé que no puedo quejarme.