Bitácora de Aurora Pimentel Igea. Crónicas de la vida diaria, lecturas y cine, campo y lo que pasa. Relatos y cuentos de vez en cuando.

martes, 13 de febrero de 2018

El peso de la nieve

Pasadas dos semanas de la gran nevada de Reyes, salí de nuevo a dar una vuelta por la mancha de dehesa que tenemos detrás de la urbanización. Al construir nuestras casas, dejaron en pie esas encinas que debieron de pertenecer en su día a esa finca tan bien cuidada, Zurra, que ahora queda al otro lado de la carretera y rodea el camino hasta Vicolozano.

Ya había visto el desastre de tanta nieve en nuestro jardín con el endrino, los evónimos y el membrillero. No con el árbol del paraíso, que resistió el peso de la nieve, así como aguantaron bien el manzano, el cerezo y el ciruelo (de ciruelas "cojón de fraile", hay que ver qué nombres se gastan en Castilla).


Mira que parece fuerte una encina y que lleva tiempo que crezca, pero tanta nieve en las ramas, tan sólidas que parecían, hizo que se rompieran. Estaba todo ese campo como si hubiera pasado Atila, una pena. Tantos años en pie para acabar vencidas por una nevada.

Al llegar a casa, me acerqué donde crece la hierbabuena y no creía ese milagrito de la naturaleza. Soportó la pobre en esa parte del jardín un metro de nieve de peso y seguía ahí, verde y pequeña.

No he podido ver todavía en esta segunda nevada qué ha pasado con ella, sigue cubierta.

En la foto un herrerillo tan contento en la nieve.

lunes, 5 de febrero de 2018

Ajustar cuentas

Supongo que se puede escribir ficción y, sin perder calidad, ajustar cuentas.

La literatura es quizás un modo (otro) de ajustar cuentas de una forma más o menos evidente, más elegante o, incluso, hasta más zafia que dejar ko a tu enemigo en una pelea.

Hay ajustes de cuentas conyugales (o ex-conyugales) que se vierten en la literatura y no por eso una novela deja de ser buena. El mismo que describía a una mujer pequeña y pesada, con ese eterno reproche ante su marido que no era como ella quería -como podemos ser, creo, todas las mujeres-, es capaz de escribir su panegírico en libro tras esa muerte que nos limpia de nuestros defectos y torpezas. Y es la misma mujer, la insoportable y la perfecta, no es otra diferente.

Hay otros ajustes: con el mundo editorial -esto parece hoy bastante frecuente, hay escritores cuyo principal tema es la escritura y ellos-, con aquel compañero de colegio, de universidad y hasta de seminario, según he leído recientemente. También con tu familia o con aquel jefe. Y, por supuesto, con la iglesia católica, con la educación que recibiste, con aquel maestro, etc. Escritores mañosos, que entretienen mucho, están muy prendidos de esos ajustes de cuentas como mar de fondo. Es un tic que a veces obvias para seguir disfrutando de ellos o que aceptas.

Me pongo a recordar libros que me han gustado mucho y varios contienen lo que quizás son pequeños o grandes ajustes de cuentas. Y me siguen gustando.

Sin embargo, no soporto cuando el ajuste secuestra a la novela, se hace con ella. El límite no debe de ser fácil. No sé si es cuestión de ser buen escritor -a veces- o de otra cosa. Porque no creo que en algunas ocasiones sea por falta de recursos o de capacidad. Quizás es un tema de dentro, de no empeñarse en una venganza y seguir erre que erre.






sábado, 3 de febrero de 2018

Optimista por naturaleza

Cada día hay una sorpresa. Es una de las ventajas de vivir un poco apartado, de tener el campo cerca. Sales a dar un paseo con la perra y no hay día en que no veas algo nuevo.

Tiene mala fama Ávila, fama de frío. Y es cierto,  lo hace, pero hay mucha luz. Y yo cada día necesito más luz y menos gente. Quizás eso es hacerse vieja. Estoy en el lugar perfecto.

Esa luz de Castilla es aún más bonita en invierno.  El otro día en Carnota tuvimos una manta de agua constante para desanimar a cualquiera. Y yo erre que erre, qué gusto que llueva.

Una acaba como su perra, que sólo despertarse ya está contenta. Y ahora nos toca de nuevo frío y nieve. Pues bendita sea la nieve.

Soy optimista por naturaleza, por la naturaleza, y tengo una casa caliente que me espera. No se puede pedir más. No necesito más de esto que tengo.