Bitácora de Aurora Pimentel Igea. Crónicas de la vida diaria, lecturas y cine, campo y lo que pasa. Relatos y cuentos de vez en cuando.
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miércoles, 20 de octubre de 2010

A lo mejor es el tabaco, que es muy malo... (Las vidas de Mariana Betanzos, 2)



Bueno, por lo menos no estoy en casa de Juan, la reconocería, esta vez no he hecho la misma bobada de siempre. En fin, el caso es que debería saber dónde estoy, pero antes, antes… noto con urgencia las ganas esas horrorosas de hacer pis de cada mañana y salto de la cama. ¿Dónde estará el baño en esta casa? Supongo que será esa puerta de aquí enfrente… Ay, no, que esto es un armario. Tengo que ver más detenidamente este pijama de cuadros que llevo, Dios mío, yo que cuido tanto la ropa interior y la de irse a la cama, ¿qué ha podido pasar para ponerme este espanto? Ay, ay, ay, que no estoy yo para mirarme ni nada, que me hago pis en este mismo instante, que me lo hago en un pijama que no es mío,… ay, menos mal, es esta puerta, huy, llego a tiempo, llego, el retrete rápido, rápido, ya, ya, ya… Ya. Ay, qué gusto. Qué gusto da hacer pis cuando se tienen ganas, hasta me relajo.

Hay pocos placeres comparables a éste. Bueno, sí, dos. O tres. O cuatro. Pongamos que doce, pero no más. Y hacer pis es, encima, diario y doble o triple, aunque … vaya, hombre, poco dura lo bueno, el rollo de papel se ha acabado, ¿qué tipo de casa es ésta que no ponen el repuesto, con la rabia que da?… En fin, me subo los pantalones del pijama de cuadros que parezco un leñador o un abuelo. Interesante el cuarto de baño, como un bazar, lleno de frasquitos, cremas y botecitos de todos los tamaños. Bueno, al menos sé ya que en esta casa hay una mujer con afición a la cosmética y que parece desordenada. Ni rastro de un hombre, un cepillo de dientes solo, vale. ¿Será la casa de una amiga, alguien que me haya acogido porque salimos, me puse mala y me trajeron aquí? No sé, esto es muy raro… Bebo pero no pierdo jamás ni el sentido ni la memoria y recuerdo siempre lo que pasa.

Hay un espejo en el cuarto de baño. Me da miedo mirarme en él, mucho miedo porque me noto rara. Mi cuerpo es el mío, mis manos, los pies, las piernas y otras partes que me las acabo de ver. Pero no me siento igual que siempre, es extraño. Tengo que mirarme la cara. No, no voy a mirármela. Venga, ánimo, Mariana, no vas a pasarte la mañana así sin saber cómo tienes la cara... Me asomo finalmente al espejo y me llevo un susto. Estoy realmente fatal, con unas ojeras más grandes que las habituales y avejentada. Es mi cara, pero no es mi cara de todas las mañanas, es notablemente peor: es la de alguien que debe de llevar una vida muy perra, muy mala, horrorosa. ¿Y el pijama éste tan feo? Ajj, ¡qué asco!... Ya sé por qué las sábanas me chocaban tanto hace unos minutos y por qué este pijama no me gusta nada: olían las sabanas y apesta este pijama a tabaco y yo lo dejé hace años, no puedo soportarlo.

Mierda, a ver si he vuelto a fumar en sueños y yo sin enterarme; y por eso tengo la piel distinta, pálida, y estoy feísima, cuando yo sé que soy fea por las mañanas, pero de las feas normales. Y el pelo y todo, que también lo tengo peor, y será seguro porque he vuelto a fumar y eso es muy malo para la salud y la belleza y salen más arrugas... Y ... ¿cómo es posible que haya vuelto a fumar yo, yo, yo, que me costó tanto dejarlo?, ¿cómo he podido caer otra vez? No tengo ni fuerza de voluntad ni nada... Para una cosa que logro, que hago…

Y a lo mejor porque he vuelto a fumar no me acuerdo de nada y he amanecido en otra casa, en otra cama... A lo mejor el tabaco es el culpable de todo esto, de que no sepa dónde estoy ni qué ha pasado.

A ver, Mariana, para un rato, que pareces el ministerio de sanidad, para. Luego volverás a la liga antitabaco o de los conversos insoportables, ahora toca averiguar de quién es esta casa y por qué has llegado a ella.

martes, 28 de septiembre de 2010

Las vidas de Mariana Betanzos (1)



Abro los ojos y noto algo raro, como si no fuera mi cama. Es el móvil que tengo en la mesilla de al lado lo que me ha despertado. Una tal Yolanda llama. Qué poca consideración, son las 6.30 de la mañana. Me pregunto quién será. Claro que, si tengo su nombre registrado, debo de conocerla. No me da tiempo a reaccionar. La voz al otro lado me habla a una velocidad supersónica.

“Soy yo y te recuerdo que hoy te quedan exactamente cuatro semanas para entregarla, ya no hay posibilidad alguna de ampliar el plazo así que ni lo intentes. Te llamo como quedamos que haría cada día. Levántate y ponte a ello, venga. Otra cosa importante, ya que hoy vas a la tertulia de la radio: acuérdate de hablar de Ángela. Me lo han dicho en la editorial que a ver si puedes mencionarla, al fin y al cabo estáis en el mismo barco. Y antes de que me cuelgues, hoy cenamos con Fernando. Ni se te ocurra decirle cómo vas, no hace ninguna falta, miéntele como una bellaca. Ya tiene una úlcera y no hay que agrandársela. Adiós, guapa, suerte con el día, con la escritura y en la radio. Y a las 9.30 en Qüenco, no llegues tarde como siempre haces.”

Sin dejarme tiempo a contestar ha colgado. Me quedo noqueada. No sé quién es esa Yolanda. La única que conozco tiene cinco años y es hija de una amiga. ¿Y esa retahila que me ha soltado?... Nn mes ¿para entregar qué?, ¿más plazos todavía?, ¿qué he pospuesto ya que no me queda prorroga? Y Ángela ¿quién es? Y luego lo de la tertulia... ¿de la radio dijo? Y el tal Fernando, y cenar en el Qüenco. Mira, eso sí lo reconozco, el restaurante de Henri Dunant, se come de muerte...

Ay, Dios mío, una equivocación a estas horas de la mañana. Con lo que me cuesta a mí dormirme, que me despierten en plena madrugada tiene delito, justo cuando más a gusto estaba...

Pero siento algo extraño en el estómagoy a la vez terriblemente familiar. Es angustia, una ansiedad vieja y nueva a la vez a pesar de no saber de qué me ha hablado esa tal Yolanda, de no tener la más remota idea de quién puede ser y de saber que se ha equivocado seguro... Es como si… como si... La sábana no huele a lo que huelen las mías. Esto es ya muy raro y sigo sin reconocer ni mi almohada ni mi colchón. Enciendo la luz tras buscar el interruptor, está cambiado, lo han puesto en otro sitio. Mierda, no. Definitivamente ésta no es ni mi cama ni mi dormitorio ni mi casa. Pero tampoco es la de nadie que yo conozca. Y no estoy en un NH, ni en un viaje de trabajo ni de vacaciones que yo sepa.

Dios mío… ¿dónde demonios estoy?, ¿y qué he hecho que no reconozco esta cama ni este dormitorio?

No recuerdo absolutamente nada, estoy totalmente en blanco.

Tengo que levantarme inmediatamente para averiguarlo. Además, si luego voy a la radio, tengo que aprovechar la mañana… Pero ... ¿qué estoy diciendo de la radio?, ¿Y por qué me ronda ese come-come dentro diferente al habitual, al que estoy acostumbrada?

Esto no me gusta nada.