¿Te ríes?, ¿te hacen gracia las ches como las pronuncia tu padre? Chhhhh, chhhhhh, chimenea, chacina, chaparrón, chaqueta...
Qué pena, Karen, no entiendes nada de lo que te estoy diciendo... Tu madre siempre en inglés y yo ni te hablo casi. Una lástima, porque eres muy guapa, pero no ibas a tenerlo todo, y el español no lo comprendes.... Ojos en cambio te sobran, y piel blanca, ni rastro de la piel cetrina de los Rabanal, de esa no te queda. Por eso tengo que contarte esto..., ¿sabes?, por el establo, es por el establo aquel. Es importante que lo oigas, aunque no lo comprendas...
A los catorce años, diez más que tú apenas, por hambre y por el ejemplo de un vecino que se había marchado, el primer Eladio dejó establo, ganado y pueblo, llegó a la capital y se colocó en una fábrica. Tuvo un único hijo, que fue mi padre, el segundo Eladio. Este Eladio sí fue al colegio y pudo a duras penas hacer el bachillerato, pero no más, comenzó de albañil cuando tenía trece.
Nunca volvió al pueblo mi abuelo. Al morir él, mi padre, el segundo Eladio, el que es tu abuelo y al que no ves nunca, se hizo cargo de aquel establo. O, más bien, del lugar que había ocupado éste y de las cuatro piedras que tiró, porque lo echó abajo todo sin miramientos y con rabia. Compró luego los terrenos de al lado y construyó esta casa que luego yo he mandado reformar a mi gusto, con espacios más abiertos, aunque a tu madre le espanta. Dice que todo parece viejo y pobre, que esta casa es siniestra...
Mi padre, tu abuelo, el segundo Eladio, me mandó a la universidad. Quería que el tercer Eladio fuera alguien con estudios, además de con posibles... Porque el segundo Eladio, Karen, de albañil pasó a jefe de obra tras mucho trabajo. Y luego a contratista. Y después a empresario... Todo en apenas veinte años, hija. ¿Lo ves por qué tengo que contártelo? En cuatro lustros se hace una fortuna. En otros cuatro se agranda como yo he hecho. Y en muchos menos, en nada, puede acabarse, pasar de manos, el dinero no es para siempre... Y es bueno que vayas estando al tanto. Por eso te hablo, aunque no me entiendas, Karen.
No sólo me dio carrera el segundo Eladio, también me mandó fuera. Decía que el tercer Eladio debía hablar como hablaban los que mandaban en aquella época, hacer negocios en su lengua y como ellos. Mi padre lo vio claro, un hombre de intuición, inteligente. Aunque dicen que para listo tu abuelo materno, el americano. Pero no es listo, sino rico de varias generaciones y se ha acostumbrado a eso. Y tuvo oportunidades, como mi hijo. Como tú las tendrás si esto no se tuerce. Es malo a veces eso, muy malo tener tantas oportunidades, tanto siempre. Para listo, mi padre, que lo sacó todo con su esfuerzo. Los ricos que heredan no tienen necesidad de demostrar nada, y se acomodan a lo que tienen, lo dan por sentado, take it for granted, que dicen en América... Yo mismo soy mucho menos listo de lo que era mi padre. Y tú lo serás menos, como tu hermano, que es ya un tonto de remate y sin remedio, demasiadas facilidades siempre...
Mi padre, el segundo Eladio, conocía la esencia de las cosas, lo que importaba, aunque se equivocara en algunos detalles concretos, que era lo de menos. Era la lengua y el modo de hacer negocios, no la nacionalidad, que es una bobada... Sí, claro, yo estudie en América, pero las empresas ya no son de ellos, ¿sabes? Son de nadie, Karen: de los indios, de los chinos, de hombres y mujeres sin cara, no les conocemos... El dinero hablaba en inglés hace años, pero ya no es yanqui, pese a que tu abuelo, el Walters, se le lleven los demonios, se enrabie y no quiera... Esto lo aprenderás rápido, y hablarás chino como lo están haciendo muchos hijos de los ricos ingleses y americanos, con niñeras chinas, con chino en los mejores colegios. Lo tienen meridiano, saben lo que les espera y porque lo saben les están preparando... como yo haré contigo si tu madre me deja y no te echa a perder como a tu hermano, Dios no lo quiera.
Bitácora de Aurora Pimentel Igea. Crónicas de la vida diaria, lecturas y cine, campo y lo que pasa. Relatos y cuentos de vez en cuando.
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lunes, 7 de mayo de 2012
viernes, 4 de mayo de 2012
El establo (Los tres Eladios) (1)

Mírala bien, Karen. Es él, un hombre pasando frío en Castilla, como se pasaba antes, casi a pelo. Sin impermeable, sin botas, sin guantes, solo cubierto por una manta a rayas. Lo que había entonces, con lo que se abrigaban. Ni zamarra tenía, solo la manta aquella.
Eladio fue el nombre de mi padre, como yo también me llamo Eladio y como se llamó antes mi abuelo, el primer Eladio de los tres.
Cuando seas mayor te reirás por el nombre, y te sonará muy raro, y te dará vergüenza, y creerás siempre que me llamo Eli, como me llama tu madre, que me dice Eli o darling. Y cuando quiere algo Elidarling, todo seguido, sin pausa apenas. "Elidarling, would you mind if I...." "Wouldn't be nice if you, Elidarling..." Todo siempre muy educado, pero exigiendo, como es ella...
Me bautizaron Eladio, que era difícil de decir y por eso lo cambié por Eli, que suena hasta americano. Pero soy Eladio Rabanal, como antes lo fue mi abuelo y como lo es mi padre. Y tú, tan rubia y tan delicada, eres una Rabanal completa, aunque no quieras, y luego Walters ya si quieres... Por eso te estoy contando esto, porque lo olvidarás rápido. Y yo te lo volveré a recordar, a contártelo una y otra vez, las que haga falta, las que quieras.
Bueno, venga, te dejo que la cojas, pero la vuelves a dejar donde está, aquí, en la mesilla, ¿ves?, venga, vale, déjala. Esa foto tiene que estar aquí siempre, esperándome. Buena chica, Karen, muy bien, así se hace, eres muy buena y obedeces a papá siempre, así da gusto, no como tu hermano.
Somos tres Eladios en la familia desde los años veinte, cuando nació mi abuelo, hasta los sesenta, que nací yo. Conmigo se acabó la saga. Con tres Eladios pensé que era suficiente, que no hacía falta que nadie más se llamara Eladio... Y casi mejor, tu hermano no se merece el nombre mío, ni el de mi padre ni el de mi abuelo. Claro que tú ni le conoces, ni yo, bien pensado. Tampoco yo conozco a tu hermano, es mi hijo y ni sé cómo es realmente.
No vuelvas a coger la foto, Karen, que la vas a romper, pesada, déjala. Te digo que no la cojas. ¡Que no la cojas te estoy diciendo! Venga, brazos, no llores, que van a pensar que ni cinco minutos puedo estar contigo, que me canso.
Mi abuelo, ¿sabes?, el primer Eladio, apenas aprendió las cuatro reglas, que se decía antes. De escribir poco, y de leer casi nada. A los nueve años le mandaron a guardar el ganado. “Ya puedes tener cuidado” le dijo su padre. Y lo tuvo, vaya si lo tuvo.
A ver, sigo... Muy bien, te seco las lágrimas. Ya está... ea, se ha pasado. A tu bisabuelo, al primer Eladio, le iba la vida que el amo estuviera contento para no ser más una carga para sus padres. Hijo que se iba a servir, hijo que no había que alimentar. Por eso había que ponerlos a trabajar rápido, para que comieran y dejaran paso a otros hermanos, para dejar libres a los padres de tenerlos a su cuidado. Sí hija, sí. No era entre algodones como se criaron. El primer Eladio dormía encima del establo, y no precisamente como el que tiene tu abuelo en América, ese establo donde tu madre se pasa la vida. Caballos, caballos, hay que ver qué entretenimiento de mujer rica que no tiene que hacer nada, solo quejarse, gastar y montar a caballo.
No me pongas esa cara tan rara, era la costumbre en algunos lugares, el modo de calentarse, ¿sabes? El calor de los animales subía hasta el piso de arriba. Piso por llamarle algo, unas tablas mal colocadas. No había chimeneas en los chozos de antes. Chimeneas, chozos, chamizos, chuzos.....ch, ch, ch...
PS: La foto es de Ramón Massat. Sobre ella he escrito este cuento en 3 partes. No es de la época del primer Eladio, sino más tarde, pero bueno.
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