Haciendo limpieza de libros, viendo los que me voy a llevar y los que voy a dejar en casa de mi madre, me encontré con Jane Eyre, la vieja edición de Penguin, un libro que casi todos los años leo de nuevo.
También vi la película más reciente sobre la novela de Charlotte Brontë protagonizada por Charlotte Gainsbourg, hija de Jane Birkin y Serge Gainsbourg. Una maravilla de mujer, una estupenda actriz. Charlotte hace una Jane de libro, está perfecta. No así William Hurt, para mi gusto tiene demasiados tics. Nada espectacular en Jane, quizás uno o dos rasgos hermosos en su físico, un aire ligeramente desvaído y, a la vez, una increíble fuerza interior que la mantiene y mantiene su alrededor.
Jane Eyre es el prototipo de las mujeres ratón. Hay muchas, ella es una.
Otra mujer que me recuerda a Jane, y es también prototipo de las mujeres ratón, es Joan Fontaine en la película de Hitchcock, "Rebeca". "Anoche soñé que volvía a Manderley", otro novelón de la misma autora de "La posada de Jamaica", Daphne du Murier, un relato también estupendo.
La nueva señora de Winters, enamorada de su marido hasta los tuétanos; la sombra permanente de otra mujer, Rebeca, primera mujer de su marido; el ama de llaves, mala, malísima, que la quiere hacer dudar y sentirse inferior ante quien supuestamente era más. Pero no, realmente nunca Rebeca estuvo en el corazón de él, demasiado perfecta y demasiado fría. Es ella, la mujer ratón, la que sin parafernalia de iniciales bordadas, ni una contundente presencia o ausencia, es el amor verdadero.
La mirada de Joan Fontaine es una de las miradas más hermosas. Ternura y solidez de quien ama a una mujer ratón o es amado por ella.
¿Quiénes son las mujeres ratón? Como los ratoncitos de campo tiene un color parduzco, marrón o gris. El pelito sedoso. Ojos bonitos o alegres a veces. También muy posiblemente ojeras. Se pueden mover rápido o lento, pero son silenciosas. Se cuelan por un hueco cuando pensabas que la casa estaba cerrada a cal y canto. En cuanto te descuidas ahí han anidado: debajo de la cama, en un rincón de la cocina, se han hecho fuerte y no se irán. Siempre contigo, ahí. Listas también como los ratones coloraos.
Piden realmente muy poco. A veces despeinadas. Prisas y poco tiempo para mirarse al espejo. Hay que meterse en la caja de cornflakes silenciosamente y ver qué puedes sacar. Roedoras de vida, construyen nidos para los suyos, prole propia y ajena, también otro tipo de nidos.
Asun es una perfecta ejemplar de mujer ratón. Paciencia infinita. Generosidad de madre ratona.
Frente a tantas mujeres tan completas, tan perfectas, tan que lo tienen todo, y todo muy claro siempre, ("Sé lo que quiero en la vida y cómo llegar a ello" declaración que leo de no sé quién en no sé qué revista), las mujeres ratón se asoman con una mirada tímida o a veces burlona, pegan de vez en cuando un brinco y defienden su territorio, interior o exterior, con firmeza y pequeñas armas de mujer ratón. La constancia o el silencio, aunque sean charlatanas.
Construyen, reconstruyen una y otra vez, roen el corazón hasta llegar adentro. Una y otra vez.
Cogen un hilito de aquí, un algodón por allá, ese trocito de queso o de chorizo que olvidamos, restos mínimos que sólo ellas ven, saben evitar bien el veneno o el cepo. Ellas a lo suyo. Que es lo nuestro. Espero que los ratones de campo, las ratonas de campo, aniden en mi nueva casa.
(Lo publiqué ya en noviembre de 2008, hoy vuelvo a hacerlo porque ayer conocí a otra mujer ratona, Sunsi, y porque no he escrito nada. Estoy tumbada al sol en una playa, literalmente: qué sitio tan bonito es Altafulla y qué amigos tan generosos tengo -gracias Pepa, Capitán, Carmina, José, Luis, abuela Carmina, también a los perros que me han despertado esta mañana con un lametón)