Bitácora de Aurora Pimentel Igea. Crónicas de la vida diaria, lecturas y cine, campo y lo que pasa. Relatos y cuentos de vez en cuando.
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miércoles, 21 de octubre de 2009

Kir Royale



Dos mujeres jóvenes subidas a esas piernas de las interminables y largas, más bien dos mujeres a unas piernas pegadas.

Rubias a la española, es decir, falsas.

Manicura perfecta, cejas muy perfiladas, ropa cara y estudiadamente descuidada.

"Me dijo, le dije, hizo, no hizo, entonces yo, entonces él..." Conclusión clara: no hizo lo que debiera, no dijo lo que yo esperaba.

Y otra vez vuelta a la noria.

"Me dijo, le dije, hizo, no hizo, entonces yo, entonces él ..." De nuevo la misma conclusión cada vez más clara: no hizo lo que debiera, no dijo lo que yo esperaba.

Una retahila larga, un narración imposible de seguir sin brújula ni mapa. Luego un brevísimo silencio y una pregunta concreta y clara.

-Y entonces ... ¿qué vas hacer?

-No pienso hacer nada, que no vuelva, no me importa nada.

Un breve silencio de punto y aparte roto por una pregunta extraña, y otra todavía aún más rara.

-Oye, perdona, esto que hemos pedido ¿cómo se llama?, no engordará ¿verdad?" Dice la rubia abandonada.

-Se llama Kir Royale y es champagne con cassis, lo tomé en Francia este verano en la boda de Laura. Por supuesto que no engorda nada. Por cierto, Cati, ¿no te he contado todavía lo de la boda de Laura? Ay, no sabes cómo fue, como para olvidarla...

Y otra vez una retahila prolijamente detallada.

El chateaux de los suegros de Laura, siglo XVIII, más de dieciséis habitaciones amplias, grandes ventanas verdes, cortinones, alfombras, muebles, candelabros, espejos, escalinata, balaustrada y jardín y, por supuesto, caballos en las cuadras. La campagne a la luz de agosto con viñedos casi dorados, el toque de chic rural francés. La despedida de solteros justo el día de luna llena (la luna también estaba encargada). Los tres días en total de fiesta larga, había que tirar la casa por la ventana. El cóctel de la boda seguido de cena: tres platos y sorbete en medio, postre final, pero, por Dios, no tarta, no se lleva nada. El vestido de la novia: color específico con nombre compuesto, nada de un simple blanco, beige o hueso; escote concreto, largo y ancho de las mangas, tipo de tela, largura y espesor del velo, forma de la tiara y valor aproximado de ésta, tipo también de la falda y amplitud de su vuelo, clase de botones del corpiño y tejido y corte de las enaguas, ropa interior que llevaba la novia, sin olvidar el bonito detalle de la sobrefalda.

Y las alianzas, también las alianzas: específicamente diseñadas y encargadas a un joyero de la Place Vendôme de París y llevadas en la ceremonia cosidas por una cinta rosa a un almohadón de seda verde portado por un paje rubio de seis años hijo de la hija del dueño de... algo.

Por supuesto, también todos los vestidos de cada una de las damás, mas el de la madrina, los de las las tías, las amigas y la familia política. Todos sin falta.

Total: más de dos mil palabras pronunciadas a ritmo de vértigo.

Y otros dos Kir Royale para dos bodas, la inolvidable y la ya olvidada.

Kir Royale

-Champán 8/10

- Crema de cassis 2/10

Vertir el cassis en la copa y rellenar con champán o cava.

En honor a Félix Kir, heroico alcalde de la ciudad de Dijon en tiempos de la 2ª Guerra Mundial y político de tendencia izquierdista, ya te vale.