Bitácora de Aurora Pimentel Igea. Crónicas de la vida diaria, lecturas y cine, campo y lo que pasa. Relatos y cuentos de vez en cuando.
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lunes, 29 de agosto de 2011

La luz en el aire y el zorro desgarbado (Los colores del verano, 6)

Una vez que el sol se oculta tras el horizonte, queda todavía luz en el aire.

Al volver de Urueña a Boecillo intento viajar justo entonces, en esos cuarenta minutos en los que se ve todavía, cuando los colores cambian y los animales salen.

Me acuerdo de algunas películas del oeste americano, de la fogata, los caballos y los vaqueros cansados acampando para dormir al raso.

La noche empieza ahí, en esa luz ambiental que pasa del violeta del atardecer, que describió Colinas y que da nombre a la editorial de Pilar, a un azul cada vez más amoratado. Un azul que acaba por ser oscuridad, noche cerrada. Cada día un minuto antes.

Un zorro me ha salido al encuentro a esa hora varias veces.

Vive entre la Santa Espina y Urueña. Es desgarbado y flaco. Se me queda mirando mientras paro el coche. Ahora sé que me está esperando. Es lo contrario a un zorro de Walt Disney.

Quiero quedarme con el zorro en esa luz que tiene el aire. El mirándome. Yo mirándole. Y el tiempo parado.

sábado, 23 de julio de 2011

Tierra, adobe (Los colores del verano, 5)


“El color tierra es muy elegante” decía mi madre. Yo me quedaba escuchando sin entender bien.

¿De qué tierra hablaba?

¿De qué color es el color tierra si tiene tantos?

¿Tierra rojiza, arcillosa, caldera o color terracota como algunos cacharros?

¿Tierra blanca, caliza, como la de los Torozos?

¿Tierra amarilla quizás? ¿Ese amarillo ocre que se hace gris cuando se seca para luego cuartearse?

Tierra blanca de arena de los pinares, no hay apenas humus debajo.

Tierra negra de los bosques, al lado del río, húmeda, vida muchos centímetros abajo.

Tierra abonada por Carlos, intentando aprovechar los excrementos de las ovejas.

En apenas unos metros la tierra cambia, su calidad, color, olor y textura, polvo o piedras, terrones apelmazados o que se deshacen. Con más agua o sin ella, dejando que entre el aire entre las grietas que hacen pequeños animales o el mismo agua, más ligera o compacta, pesada.

De suelos empobrecidos, polvorientos y agotados, que no pueden ni dejar pasar el agua, la escupen casi, hasta los suelos en barbecho, oreándose, cogiendo color de nuevo al darles un descanso.

Tierra del cementerio con los cipreses bien altos.

Adobe, paja mezclada con tierra, arcilla o arena, el color de muchas casas de antes que a veces quedaba oculto tras la cal blanca.

No sólo vivimos sobre la tierra, ésta nos acoge como una madre, la habitamos como hicimos en el útero, en su regazo. Su abrazo es el de un padre, su beso el de una hermana.

Tierra que se hace invisible de tan constante.

PS: In memoriam: José Joaquín Pimentel, (nacido a la tierra en 1926, vivo en ella y en el cielo desde el 21 de julio de 1988); Luis Pimentel Igea (nacida a la tierra en 1968, viva en ella y el cielo desde el 12 de abril de 2001); Concepción Igea (nacida a la tierra en 1924, viva en ella y el cielo desde el 22 de julio de 2010).

In God's own time we shall meet again.

lunes, 18 de julio de 2011

Amarillo sol portátil (Los colores del verano, 4)

Paro el coche en medio del campo. Traigo las tijeras recién afiladas. Los cojo de una esquina, a veces algunos solitarios que crecen despistados. Uno para mi tía, otro para mi prima, el resto para nuestra casa.

Pones flores amarillas y una habitación cambia. Pero ya girasoles , tan grandones, es una provocación, son de una alegría desaforada.

El girasol no es una flor, es un pequeño sol portátil, y eso que le da la espalda.

Amarillo limón, menos cálido. Un centro de limones y la cocina se da otro aire.

Espero invitados. Limonada encima de la mesa de la entrada con un poco de hierbabuena y hielo en abundancia. Y pan con nocilla. Y nesquick por si acaso.

Y, por supuesto, pipas, un verano sin pipas no es verano.

sábado, 16 de julio de 2011

Negro resucitado (Los colores del verano, 3)


-¿A qué no sabes de qué pájaro es esta pluma?

Carlos me muestra una pluma inconfundible. Parece negra, pero a la luz se tornasola en verde. Me atrevo.

-¿De una urraca...?

Carlos sentencia.

-Aquí les llamamos maricas y son muy malas, acaban con todo.

La carretera que decíamos "de las maricas" era la que cruzaba Boecillo desde Tudela a Simancas.

Este negro es parecido a otro negro aún más verde, el de las avefrías que andan por Castronuño en invierno. Y más a otro negro, el de sus parientes, los rabilargos, grises, azules y negros, que cruzan las encinas a un lado y otro de la carretera cuando voy por Torrelobatón hasta Urueña, un camino que me pone alegre.

Las plumas de algunos pájaros tienen ese negro que de tan negro ya no lo es, se hace azul o verde, incluso amarillento. Es un negro resucitado.

(Fundido a negro)

Noche de insomnio. No es ni el calor ni el ruido, pero me despierto. No enciendo la luz. Prefiero la penumbra y hundirme con paz en ella.

Salgo de casa. El olivo, los chopos, los pinos, los prunos y hasta las adelfas oscuras. Éste es un jardín negro. Me acerco a la piscina de tinta negra. Nado en tinieblas y en silencio. El muro está de luto, velo de iglesia. Negro ala de mosca, negro de hormiga negra, de las buenas (según Carlos, son las grandes), o de las malas (de nuevo, según Carlos, son las pequeñitas, que muerden rabiosas lo que encuentran). Negro cucaracha como un charol reluciente. Tengo que poner trampas para que se mueran. Olimpia es una masa peluda aún más negra que husmea buscando un gato que no aparece.

Me seco. Me meto en la cama. Me duermo.

Al salir a la superficie de la noche, cuando la luz choca con ellos, los negros vuelven a sacar los colores que tenían por dentro o por fuera: jardín verde, agua transparente que deja ver el verde de las teselas, muro blanco y perra negra, pero menos.

Dejo la pluma de la urraca sobre la mesa de la entrada: un día más y una noche menos.


sábado, 9 de julio de 2011

Verde corral o primavera de Castilla (Los colores del verano, 2)

Si pudiera escoger un color del verano, elegiría el verde de algunas puertas y algunas ventanas en los pueblos. Es un verde brillante, no el oscuro, más serio, el inglés ese elegante, sino el otro, verde campo de Castilla en primavera. Con él se pintan sobre todo los corrales.

Pintaba el otro día una vecina de Boecillo la puerta de su patio de ese verde. Nosotros tenemos la del palomar así, en negro en cambio el portón que da a la calle. Lo miré dos veces. Hay que pintarlo ya, el negro deja paso al óxido que avanza. Hace feo, dejado.


Consultaré a mis hermanos, pero me gustaría que fuera ese verde brillante y optimista que recuerda a la primavera.

jueves, 7 de julio de 2011

Albino trigo segado. Los colores del verano (1)

No es amarillo ni ocre. Tampoco es solo blanco. Es el color del trigo recién segado distinto del color que tiene cuando está alto. No se parece a ningún color. Es ese y nada más que ese: color de trigo albino, casi blanco, pero sin ser blanco a secas, color de rubio trigo cortado.

Tampoco el gris de las nubes cargadas de agua es un color fácil. Gris plomo quizás, pero menos oscuro, más claro, pero no perla. Ni tampoco plomo. No, no se parece a nada. Es color gris de nube castellana cargada de agua en verano a punto de estallar la tormenta, un gris que merecería un nombre propio. A veces, cuando deja pasar el sol ya muy tarde, ese gris se convierte en uno violáceo si las nubes se dispersan y abren.

El blanco de los montes Torozos y sus estribaciones es un blanco calcáreo y manchado, casi tiza de antes. El blanco se hace ceniza de cigarro, o de leña quemada, depende de la hora en que pases.

Y las casas de adobe no son naranjas. Vienen de ser pardas en la noche, se hacen rosas por la mañana y luego se cargan de luz hasta hacerse casi blancas para volver a tomar color por la tarde.

A mediodía casi todo son blancos distintos, pero blancos. Y hay que meterse en casa para no estar deslumbrada, ciega de tanto blanco, transparente el aire, todo volumen y todo blanco.

Terminé de leer "Mi abuelo, el premio Nobel" de José Julio Perlado el fin de semana pasado, escribí sobre ella. Me ha hecho muy feliz, me lo he pasado bomba con ella. La pena es que se acaba rápido.