Bitácora de Aurora Pimentel Igea. Crónicas de la vida diaria, lecturas y cine, campo y lo que pasa. Relatos y cuentos de vez en cuando.
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jueves, 12 de enero de 2023

El cortavientos de Ignacio

Tengo un buen amigo. Lo somos desde hace casi treinta años. 

Hace unos veintialgo, vivía mi madre aún, me regaló un cortavientos que los Reyes le habían puesto. Por lo visto, él ya tenía uno y no le hacía falta. Es hombre de pocas cosas Ignacio. Debió de pensar que para mis paseos buscando pájaros me iba a venir bien su cortavientos. 

El cortavientos de Ignacio es verde por fuera, de tela impermeable, ligerísimo. 

Un cortavientos tiene que ser ligero, pesar poco. Se pasa mal en el campo si algo te pesa. Además, los plumas me acaban dando un calor insoportable cuando ando. Prefiero un buen polar y una camiseta debajo y encima, siempre, el cortavientos de Ignacio.

El caso es que el cortavientos me estaba, y me sigue estando, bastante grande. Pero no me importa nada.  Me recojo algo los puños, les doy la vuelta, y arreglado.  Y además así voy comodísima. Me gusta ir ancha, que me sobre la ropa. Así que llevo años con ese cortavientos que me viene a todas luces grande andando por el campo. 

Murió mi hermana. 

Murió mi madre. 

Hice diversas mudanzas en estas casi tres décadas. Muebles y libros. Trabajos. Me casé y me vine a vivir a Ávila. Alquilamos una casa en Carnota hace ya nueve años. 

Hizo también Ignacio varias mudanzas. Ligerísimas todas, como su cortavientos. 

Murió su madre. 

Se jubiló. 

Seguimos hablando y viéndonos. Somos amigos del alma. Una de nuestras grandes alegrías es tenerle a comer en casa. 

Con su cortavientos, que sigue impecable, he andado por Guadarrama, por Campoazálvaro, hasta la playa de Carrofeito o subido hasta Bico do Santo. Y con ese mismo cortavientos vi hace un par de años a una gineta subida en un árbol que se me quedó mirando de hito en hito, como diciéndome ¿y tú qué haces ahí, maja, con ese cortavientos que te sobra por todas partes? Los animales ven cosas que no vemos los humanos. 

El cortavientos de Ignacio y sus casi treinta años de ligereza y cálida compañía, cortando el viento en pleno campo. 

miércoles, 22 de abril de 2020

Capítulo 2: "Marta, y tú... ¿qué haces ahora?" Los trabajos de tía Marta (Aventuras y desventuras de tía Marta, 7))

Una de las cosas más diferentes que tiene mi tía es que nadie sabe bien qué hace, a qué se dedica.

Mi madre, por ejemplo, da clases en la universidad de lo que ella piensa que ya no le interesa a nadie. Tiene pocos alumnos, pero está todo el día de arriba y abajo. Sin embargo, yo creo que en el fondo le gusta mucho enseñar precisamente eso que  no sirve para nada, le hace más ilusión. A mi madre le va mucho nadar contra corriente. Es tan contreras como mi padre, pero de otro modo. Mi padre, ya lo he contado, es psiquiatra, no hace más que trabajar en el hospital y luego pasa consulta en otro sitio por la tarde. Siempre comenta que él en esta sociedad tiene mucho que hacer y que nunca le faltará trabajo.

Tía Marta actuó en una serie de televisión que tuvo mucha fama. Era de un supermercado. Hacía de una chica que trabajaba de cajera. Allí empezó y acabó su carrera de actriz. Luego trabajó en el cine, detrás de las cámaras. Después, como ayudante de un fotógrafo en Londres tras casarse. Cuando volvió a España estuvo en casa enferma, no salía casi. Al poco de ponerse buena de nuevo empezó en algo relacionado con el arte, en una galería. Luego quiso volver a estudiar y se matriculó en una escuela de teatro para hacer creo que dirección de arte, que es quien controla las cosas que salen, el decorado y eso, la dirección que no es de los actores, sino de lo que tú ves en la pantalla o en el escenario, según ella me ha explicado. Así ha estado una temporada, pero no lo ha llegado a terminar. Le quedan sólo dos asignaturas que mi padre le anima a que acabe.

"Y tú, Marta, … ¿qué haces ahora?” es la pregunta que más le molesta a mi tía cuando se la hacen en las celebraciones familiares, en alguna boda, en reuniones de amigos de mis padres.

“La hacen con retintín, parece que no hago nada solo porque no tengo un trabajo de 9 a 6 como el resto de los mortales… ” se queja ella.

“Eres muy susceptible, Marta, no es así. Es que es muy difícil seguirte con tanto salto. La mayoría de la gente está acostumbrada además a que uno sea una cosa toda la vida, médico, ingeniero, profesor, secretaria. No lo hacen a mala idea ¿sabes?... ” Mi madre intenta explicarle lo que pasa, la anima para que no se sienta dolida o rara.

En el fondo a mi tía Marta sí que le importa lo que piensan de ella, yo creo que al final no tiene tanta cara. A mí me parece que a ella le gusta sentirse algo diferente a los demás, pero no demasiado.

A mi abuela por lo visto no le hacía ninguna ilusión que mi tía fuera actriz, más bien nada. Opinaba que era una profesión muy inestable y que su hija ya lo era bastante. Por eso discutían, según me ha contado mi padre. Antes de morir, mi abuela le dejó una casa a mi tía para que no estuviera agobiada por si no ganaba suficiente dinero con eso del teatro. Además encargó a mi padre que cuidara siempre de su hermana, pasara lo que pasara.

Mi abuela me han dicho que murió de cáncer cuando yo tenía tres años. Fue todo muy rápido y tía Marta se quedó con el abuelo que estaba muy triste en la casa. Entonces en el verano siguiente el abuelo conoció mejor a Doris, que es inglesa, y se consoló bastante. Doris vivía en Mallorca, era de las vecinas de mi abuela, aunque más joven que ella, unos años mayor que mi padre. Al final del verano dijeron mi abuelo y ella que se casaban y que se quedaban los dos a vivir en Mallorca. Doris dijo que a Madrid no venía ni atada.

Tía Marta entonces decidió que ella también se casaba con un novio que tenía entonces, el que llamamos ahora “el innombrable”. Era actor también, y salían y eran novios un rato, pero luego no, lo dejaban y volvían otra vez. Y así estaban, cogiéndolo y dejándolo, según me han contado. Eso dice mi padre que es muy mala señal antes de casarse. Pero mi tía Marta estaba muy sola y muy necesitada. Se había quedado, como dice mi madre, “desangelada”, sin su madre con la que discutía tanto. Y sin su padre, que primero estuvo muy triste, pero luego ya no, porque encontró a Doris que le hizo caso y se enamoraron los dos. Eso pasó, se enamoraron.

Mi padre dice que entiende que su padre se casara. Opina que la soledad es muy dura tengas la edad que tengas, estés o no acostumbrado a vivir o estar solo, mucho peor si has estado acompañado toda tu vida como el abuelo, que se casó a los veintipocos años y se quedó viudo a los sesenta y tantos.
Doris es mi abuelastra y no es mala, solo que es muy distinta a como era mi abuela y ha costado algo en la familia acostumbrarnos a alguien tan diferente, se nos hace raro. Pero ella no nos cae mal ni nada.

En la boda de mi tía Marta yo llevé los anillos. Fue en la playa. Ella llevó un vestido de campesina con las zapatillas de esparto como si fuera pobre. Justo lo contrario que otras bodas en que yo he estado donde todos vamos de punta en blanco. Parecía que estábamos de picnic o de paseo, decía mi madre.

Ahora todas las fotos de la boda de mi tía Marta están cortadas por donde aparece el innombrable. Hace raro verlas así, con ese hueco donde él estaba.

martes, 21 de abril de 2020

Capítulo 1: Tía Marta en el jardín con el perro Pancho (Aventuras y desventuras de tía Marta, 6)



Yo todavía me acuerdo cuando era pequeña y vivía la madre de mi padre, la abuela Eulalia, que no es la abuelastra que tengo ahora.

Estaba entonces mi abuelo en Madrid con mi abuela y tía Marta vivía con ellos. Ese es el primer recuerdo que yo tengo de tía Marta, ella en el jardín ese tan grande de los abuelos con un perro que se llamaba Pancho y que no se le separaba, le tenía siempre pegado.

Pancho es bueno, mira, Elvira, mira qué bueno es el perrito…

Y así poco a poco yo me acercaba. El perrito para mí era perrazo porque yo era muy pequeña. Todavía veo en las fotos su tamaño frente al mío. Yo estaba empezando a andar y para que me hiciera caso el perro, como le hacía a mi tía Marta, que no se le separaba, yo le tiraba del rabo, le cogía las orejas, le metía la mano en la boca y tía Marta se reía y me decía “mira que eres mala, pobre Pancho...”

Tenía entonces mi tía Marta el pelo muy liso, no rizado como ahora, y su cuarto en casa de los abuelos estaba lleno de fotos de la serie de televisión donde actuaba, porque mi tía entonces era actriz y famosa, no paraba en casa de los abuelos, salía y entraba. Era muy guapa. Bueno, lo es todavía, pero es distinta a cómo era antes. “Ha pasado mucho tu tía” dice mi madre, “han sido muchas cosas, demasiadas, en tan pocos años”. Mamá se lleve bien con tía Marta aunque la considere un poco locatis.

Tía Marta viste raro de siempre. No es como mamá, que se pone una falda y una blusa o unos pantalones o un vestido normales. Por ejemplo, un día la ves con lo que tú crees que es una falda larga y distinta, nueva, que no se había puesto antes, y de repente te empieza a recordar a algo que viste en su casa. Y es así, se ha colocado como falda una colcha grande que ha tenido encima del sofá durante años, se pone luego un broche de lado y así sale a la calle. No le da vergüenza ir con una falda que no es una falda. A ella en general no le da vergüenza nada, tiene mucha cara.

Tía Marta tiene los ojos verdes, la piel muy blanca y el pelo rojo, es de alta un poco menos que mi padre, y de flaca ahora más. Dice él que se parece mucho a la abuela, que es su vivo retrato.

La veo a ella y estoy viendo a mi madre.

Papá se la queda mirando a veces cuando está en casa. Como es su hermana pequeña, y le lleva siete años, yo creo que se siente responsable como yo con Jaime, aunque con él yo me llevo menos años, y además Jaime, de momento, no se deja cuidar nada, es como papá, independiente, va a su aire.

Se queda tía Marta dormida en el sofá un rato y va mi padre y le echa la manta. Riñe luego con ella bastante. Bueno, mi padre parece que riñe con todo el mundo, para empezar, con mi madre, pero es porque él cree que sabe lo que tienen que hacer las personas y ellas a veces no lo hacen y él ve cómo sufren mucho o se hacen todavía más desgraciados. Mi padre es psiquiatra y en cambio en la consulta no riñe a nadie, ahí es que no puede hacerlo, pero luego en la vida diaria "se desquita", en opinión de mi madre, y nos dice a todos cómo debemos comportarnos y qué nos pasa.

Marta, estás muy guapa hoy…

Mi padre sabe también decir a veces cosas agradables que a mi tía le encantan. Otras veces tiene poco tacto en familia y se le escapan “inconveniencias”, según dice mi madre, cosas que podrían decirse de un modo más suave o que no hay que decir según mi madre.

Marta, el tipo ese del que me hablas es un imbécil integral, no hay más que verlo, tienes una atracción especial por los hombres que no te convienen nada…

Así le suelta a la cara mi padre delante de todos a mi tía cuando está más entusiasmada. Ella le llama "aguafiestas", "cenizo" y se va a veces dando un portazo.

Mi tía Marta siempre está alegre salvo cuando está llorando. La verdad es que yo la he visto llorar bastante. Para animarse siempre se repite en alto cosas del tipo “Marta, tú puedes…”, “Esto pasará por algo…”, “Lo que no te mata, te hace más fuerte…”, “Será que tengo que aprender”, “ya vendrán tiempos mejores”… A veces hasta escribe estos mensajes en papeles de colores y se los pone por toda la casa para no olvidarse.

Mi madre, que es creyente y cristiana, no como mi padre, que dice que no cree porque no le da la real gana (esto lo dice él así para hacer rabiar a mi madre), dice que tía Marta es la encarnación de la esperanza.

De Julialaprofesora@hotmail.com a lareinadelosmares@hotmail.com (Aventuras y desventuras de la tía Marta, 5)


De: julialaprofesora@hotmail.com
A: lareinadelosmares@hotmail.com
Asunto: Re: Guión sobre tía Marta y dudas
Fecha: 6 de julio 2010, 8.30 pm.

Querida Elvira:

He recibido tu correo con el guión o índice que propones sobre los apuntes de tu tía Marta y algunas dudas que me planteas de contenidos y términos. El guión y los capítulos me parecen bien. Respecto a tus preocupaciones, yo que tú escribía según me fuera saliendo aunque cuidando la gramática (laismos especialmente, que ya sabes que los tienes a mares) y la puntuación y las comas, porque te embalas.

La ortografía también hay que mirarla, aunque en esto último fallas menos. Luego ya tendrás tiempo de corregir y cambiar si se da el caso. Es cierto que siempre te digo que debes pensar antes porque eres por carácter algo precipitada. Pero en esta ocasión te aconsejo que te sueltes. Escribe “tetas” si quieres poner “tetas” y sobre ellas, aunque la verdad es que no entiendo mucho la relación de tu tía Marta con las tetas de la que tú llamas “abuelastra”. Estoy francamente extrañada. ¿No te estarás yendo por las ramas, Elvira? Ya sabes que tu tendencia natural es a la dispersión y el escritor tiene que hacer foco, iluminar sólo lo que él quiere y la historia pide, no contar todo lo que le pasa por su cabeza a cada rato. Toda historia es un iceberg y el lector sólo ve lo que está en la superficie, que es sólo una pequeña parte.

Por otro lado preocúpate de momento poco de "la elegancia", aunque le hayas oído a tu madre lo contrario. Estate tranquila con esto. Ella se referirá a otra cosa casi con seguridad, ya te lo explicaré cuando nos veamos. Escribe sobre la vida amorosa de tu tía si crees que es importante o dice algo. No vayas pensando en qué opinará tal o cual cuando lo lean, ni siquiera la interesada. Es bueno que no quieras hacer daño a nadie, dice mucho de tu parte. Pero hay algo que los escritores deben evitar a toda costa. Una es intentar caer bien o mal, hacerse los buenos, los sensibles o los delicados, una tentación muy femenina ésta última, ten muchísimo cuidado, Elvira. Otra es ir de malos, de terribles con lo que escriben o relatan, pretender ser azote o adoptar la pose de provocar, otro extremo que también atrae mucho hoy a jóvenes y no tanto. La última, la peor casi, es autocensurarse. La libertad es muy importante, Elvira. Acuérdate todo lo que hemos hablado en el colegio, en las clases: la verdad nos hará libres, pero sin libertad no hay verdad que valga. Y la interior, libre hasta de una mismo, es clave para un escritor y se gana a pulso, no sin batalla.

Hay más cosas que deben evitarse, aunque creo que no es tu caso, porque quieres muchísimo a tu tía Marta y se ve que el tema ya te puede, el personaje. Son cosas que podrían meterse en lo que escribes, sostenerlo por debajo, y perdería en calidad la escritura, quedaría contaminada y falsa. Por ejemplo, querer ajustar cuentas con alguien o algo por venganza o afán de justicia, a veces hasta loable; o pretender ser moralizante o catártico (mira "catártico" en el diccionario), lanzar un discursito de cada vez en vez de contar algo que pasa o le pasa a alguien.

Después de escribirte esto me he quedado pensando que, a pesar de todo, hay escrituras que son de ajuste de cuentas, con pretensiones moralizantes o catárticas, hasta con discursitos velados, que pueden ser buenas y tienen su valor. En fin, Elvira, es más complicado de lo que parece, o más sencillo si cabe. Mejor dejamos todo eso de lado. Borra todo lo que te he dicho. A ti todo esto de momento te queda lejos por ahora, tienes solo once años. Así que tú sólo escribe y disfruta. El resto que te acabo de decir, y mucho de lo que os cuento en clase, olvídalo. Casi es mejor que te centres en pasarlo todo lo bien que puedas con la historia de tu tía Marta. Yo ya estoy esperando el primer capítulo como agua en mayo.

No tengo más tiempo. Confío en que seguirás tu instinto como a menudo haces. Como en el balonmano, no es por técnica ni experiencia cuando aciertas, es por la intuición, por tus ganas. Pues ahora es igual: échale lo que puedas y escucha tu corazón, las tripas, al escribir. Si metes la pata ya la sacarás más adelante. No tengas miedo a equivocarte ni con la escritura ni con nada aunque sea delante de todos.

Por último, te pido por favor que no estés pendiente de si te contesto o no comentándote lo que me vas mandando. Ahora estoy en Tegucigalpa y el acceso a internet es fácil, pero en unos días nos marchamos y no estoy segura de si podré entrar en mi cuenta ni cuándo. No tiene nada de especial la ciudad en la que estamos, es bastante feíta. Hace calor, pero, eso sí, los compañeros son muy majos. Estoy aprendiendo a enseñar de otro modo y otras cosas que no enseño en el colegio y deseando que entremos en faena, irnos al pueblo que nos ha tocado. Me gusta mucho daros clases, Elvira, pero aquí es otro desafío, otras personas, otro mundo casi. Aprender a enseñar de nuevo, comenzar desde cero en lo que sea, es siempre interesante.

Un beso y ponte buena. Escribir es la mejor cura a veces para la neumonía y otros males. Con cariño, tu profesora que te quiere muchísimo, pero tú eso ya lo sabes

Julia Lázaro

PS: Se me olvidaba: no dejes de leer ni un solo día, Elvira. Sin leer no se puede escribir nada que valga. Lee y cuéntame lo que lees de paso.

Un índice o guión aproximado (Aventuras y desventuras de la tía Marta, 4)



“Orden, orden, orden”, me repito todo el rato. El personaje está claro, mi tía Marta, la hermana pequeña de mi padre a la que lleva siete años. Es sobre la que voy a escribir no una biografía, sino apuntes, como dijo Julia, que es más sensato. Y menos "pretencioso", dijo además.

Pretencioso es una palabra que utiliza mucho mi padre. Y en inglés suena genial "pretentious", me hace gracia.

Para contar todo lo que sé voy a seguir un guión, un índice que estoy pensando. Notas que he tomado en el cuaderno rojo de espirales azules esta mañana nada más despertarme:

-Contar cómo es físicamente tía Marta, cómo viste, cómo habla. Esto es un capítulo claro. Mi tía tiene mucho estilo, dice mi madre, y no se parece a nadie. A mí me parece muy guapa.

-Contar que fue actriz y las cosas que ha hecho luego. ¿Un capítulo podría titularse “Los trabajos de tía Marta”? No, quizás “Lo que hace tía Marta”. O “Marta, tú ... ¿qué haces?” suena casi mejor y más aproximado a lo que pasa, que le pone muy nerviosa que le pregunten que qué hace.

-Contar su vida amorosa actual y pasada. Ser discreta con esto, “elegante”, que diría mamá. Que no parezca un programa de televisión o una revista de esas de corazón que papá odia tanto. Pedir consejo a Julia sobre si le dedico un capítulo o lo voy metiendo en otros para darle menos importancia. Al final como nunca acaba en nada quizás es mejor no tener un capítulo entero sobre el amor y la tía Marta. No sé, estoy dudando.

-Contar la relación de la tía Marta con la abuela, con el abuelo Fernando y con Doris, la abuelastra, la de las tetas de plástico. Y con papá y con mamá, y con nosotros. Creo que da para un capítulo o dos. Duda que me viene a la cabeza: ¿hay temas que no debería contar? No estoy segura. Consultar a mamá cuando venga por si acaso, no vaya a ser que meta la pata. También palabras, por ejemplo “tetas” creo que no queda nada elegante, pero es que no voy a decir "pechos" ni "mamas" escribiendo, ni tampoco voy a mentir sobre algo.

-Tía Julia y el día que fuimos a ver “Chicago” (y a mamá le dieron los siete males porque no es para niños), o el que me llevó a la exposición de Barceló, un pintor mallorquín que a ella le encanta, o al Museo del Traje y me vestí como una señora del Renacimiento. Esto es importante, mi tía me lleva a muchas partes y todas me gustan aunque a veces no sean para niños. Capítulo seguro, o dos a lo mejor. Mi tía no para.

-El cuarto de baño de tía Marta en su casa. Esto merece un capítulo entero, no sé incluso si me va a salir más largo. Luego puedo seguir por toda la casa, que no tiene nada que ver con la nuestra, es como un bazar oriental, dice mi madre. Debería hablar de Chesire, su gato, y del cabecero de su cama. Y del desorden que a veces hay. De esto último casi hago otro capítulo aparte.

-La enfermedad que pasó. Creo que esto es un capítulo importante. Y tengo el título ya, “Ella venció el cáncer”. O mejor no, en primera persona, como en esa foto que está calva y abajo pone escrito “Yo he vencido el cáncer” para recordárselo todas las mañanas y darle ánimos.

-El divorcio de tía Marta y el bebé que estaba esperando ¿debería contarlo? Yo creo que es importante, pero no estoy segura de si es mejor callarlo porque en casa nunca hablamos de esto y menos con ella ¿Puedo nombrar al "innombrable" o no? Consultar a mamá cuando venga, no hablar con Julia de esto, es secreto de familia. Yo callada, aunque me cueste. Duda de nuevo: no escribir de esto NADA hasta no estar segura de que no voy a hacer daño a nadie. Preguntar a Julia sin decir por qué cómo hacer para no hacer daño al escribir sobre alguien.

Vale, me salen unos siete capítulos claros y dos dudosos, y dos más por si me enrollo y no pueden ser tan largos. Los títulos ya los iré pensando con más calma. Las ideas ya las tengo en la cabeza y en el papel por si me olvido. Y el título del libro, que no puede ser “Tía Marta” que suena soso, tengo todavía que decidirlo. Ya se me ocurrirá algo. Luego he pasado las notas al ordenador, salvo lo que no sé si se puede contar fuera de la familia, y se lo he mandado a Julia como un documento adjunto al correo que le he mandado ¿Estará ya en Tegucigalpa?, ¿cuándo me contestará? Lo malo de los correos electrónicos es que todo parece que tarda mucho más de lo que tarda. Nada más enviarlo, casi me pilla, ha entrado tía Marta en la habitación con el desayuno y la medicina, se ha sentado en la cama y me ha dicho “Te encuentro más contenta, será que estás poniéndote mejor…”


Yo he sonreído "misteriosamente", como pone en las novelas que sonríen las mujeres que tienen algo entre manos o que son interesantes, y me he callado. No sabe tía Marta que la voy a hacer famosa porque esto lo voy a publicar con toda seguridad casi. No me voy a dedicar a escribir un cuaderno entero de casi 100 páginas para que solo lo lea mi familia, que ya nos sabemos todos la historia de tía Marta de cabo a rabo. Esto es para que el mundo conozca a mi tía, que es fantástica. Y además a lo mejor así se la sale un novio, que falta le hace. Pero tiene que ser de los “decentes”, que dice mi madre.

lunes, 20 de abril de 2020

Tengo al personaje (Aventuras y desventuras de la tía Marta, 3)

—Ya sé sobre quién voy a escribir. Voy a escribir sobre mi tía Marta, que creo que es una persona sobre la que sé bastante y no hay nada escrito, que yo sepa. Y mira que es interesante mi tía Marta.

Estaba y estoy emocionada. 

La verdad es que he pensado que en algo a lo mejor me puedo llegar a parecer a mi tía Marta, y me he sentido menos sola. Y no sólo por eso de parecerme por fin a alguien de la familia, sino porque gracias a ella no estoy aquí abandonada. Que es como me sentía cuando oía hablar a mis padres sobre si yo no puedo quedarme, pues yo tengo mucho trabajo, en fin, el rollo de siempre.

Tu tía Marta como personaje me parece perfecto, no me podría parecer mejor, la verdad.

La señorita Julia conoce a mi tía Marta porque fueron compañeras de colegio. Han ido al mismo que mi padre, al que vamos mi hermano y yo porque mi padre se empeñó y se puso muy pesado por lo visto. Aunque mi madre prefería que fuéramos a otro, a uno religioso, porque éste es laico, aunque hay un cura, pero no pinta nada, según dice mi padre "afortunadamente". Así que vamos a un cole con cura, pero de los que no mandan. 

— El título todavía no lo tengo claro, Julia… en casa ya le puedo llamar Julia sin el señorita, hay confianza—.

No pasa nada, ya se te ocurrirá. Lo más importante, y perdona que te lo recuerde, que te veo lanzada, es que tengas una idea de lo que quieres contar, aunque luego lo cambies. O sea,  hazte un índice, un guión, con lo que vas a relatar en cada capítulo. Cada uno debería medir más o menos lo mismo de extensión con pequeñas excepciones. También es importante que vayas al grano, porque tienes tendencia a enrollarte a menudo, Elvira. 

Pero yo ya no oía casi a la señorita Julia o Julia a secas, estaba totalmente entusiasmada. Recuerdo, eso sí, que me dijo que leyera todo lo que escribiera luego en voz alta, que es la prueba de oro lo de leer en voz alta lo que uno ha escrito. Que así se ven muchas faltas. Que después, si está bien, lo pase al ordenador, y que se lo vaya mandando, que aunque esté ella en Honduras, lo irá viendo cuando pueda y me lo mandará corregido de vuelta.

Es estupenda Julia, es la mejor profe. Y no sólo lo digo porque me haya venido a ver cuando estoy mala con la neumonía, es que de verdad es la profesora que mejor me cae. Mañana voy a ponerme con el índice. Estas páginas son sólo el prólogo o introducción que tienen muchos libros. Casi me estoy alegrando de estar enferma, de tener que quedarme en la cama y solo poder leer y escribir "sin fatigarme", como dijo el doctor a mamá antes de marcharse de viaje. 


Lo de "fatigarme" lo digo mucho. Ya me he dado cuenta que lo he escrito dos veces en este cuaderno rojo, ya me he dado cuenta y lo corregiré más adelante. Es que suena a novela, según me ha dicho Julia cuando se lo he contado que se lo dijo el médico a mamá así: "no puede fatigarse". Me ha dicho Julia que algunos escritores empezaron a escribir precisamente porque estaban enfermos y leían y escribían mucho al no poder salir de casa. Que aprovecharon, como yo, una enfermedad para hacerlo. 

A Julia le entró la risa luego cuando seguimos con lo de "fatigarse", siempre acaba riéndose con algo. Me dijo que lo de la neumonía es un catarro mal curado, que no pasa nada y que ni me preocupase, que ni que tuviera una tuberculosis, que es una enfermedad que se tenía antes y la gente se moría, y se contagiaba mucho y era un espanto. 

Luego me contó otra cosa sobre la ópera y una señora que se moría de tuberculosis, pero me he olvidado porque a mí la ópera no me interesa nada y siempre pienso en la Castafiore cantando, que es un personaje de Tintín que a mi padre le encanta. Y a mí también, dicho sea de paso.  

Lo siento mucho, hija, ya sabes que no puedo dejar a los alumnos tirados, pero vas a estar genial con tu padre y tía Marta. 

Mamá se despidió así tras darme un achuchón fuerte bien temprano antes de ayer. Yo hice como si siguiera dormida para que se sintiera peor por marcharse. Lleva dos días mandando mensajitos, la muy pesada. Pero yo ahora estoy muy animada con esto de escribir sobre tía Marta. 

La visita de Julia (Aventuras y desventuras de la tía Marta, 2)



Mamá me había dejado su portátil porque es mejor que el mío y ella se llevó el mío, aunque es una caca. Yo ya estaba enganchada horas y horas pesar de las advertencias de papá  antes de irse al trabajo y las de tía Marta para que no pierda tanto el tiempo con bobadas.

Pero a la señorita Julia no hay quien le oculte nada. Y además hay que hacerle caso. Te mira con sus ojos negros así fijamente y es como si te viera por dentro, no puedes engañarla. 

¿Y de qué escribo? —le he preguntado no muy convencida mirando el cuaderno rojo y grande, tan lleno de páginas.

—No me digas que no tienes temas tú, que te salen veinte historias sin pensar casi, será por imaginación, melona.

La señorita Julia nos llama melones de vez en cuando. Pero es cariñoso, no es para hacer daño. 

— Ya, pero es que ahora no es así, estoy muy cansada.

Pues no te voy a decir yo sobre lo que tienes o no qué escribir, faltaría más a una chica de casi doce años…

Ya está… le he dicho muy rápido mirando todos los póster que tengo en el cuarto voy a escribir la biografía de alguien. Por ejemplo, podría escribir sobre Robert Pattinson, el de la saga Crepúsculo…

No me ha dejado acabar la señorita Julia.

— No es por desanimarte, pero creo que no es una buena idea, ¿sabes? Es un actor sobre el que habrá doscientas biografías en internet, y además no es para que hagas corta y pega, que nos conocemos, sino para que escribas tú lo que a ti te salga. A lo mejor una biografía no, pero sí algo así como unos apuntes de la vida de alguien que tú conozcas bien, algo más cerca, más a tu alcance...

Apuntes cuando se escribe es como si en vez de pintar un cuadro completo voy primero con el lápiz haciendo pequeños dibujos, tomando notas, como hace papá con su cuaderno de campo, ¿no?, que también los llama apuntes.

Mi padre tiene un cuaderno pequeño lleno de cosas así, a mí me encanta: una ramita, un pájaro, una roca de una montaña que sube con mamá, cosas que él ve, no que imagina, y que llaman su atención y las dibuja en el papel con un lápiz que lleva siempre guardado. Luego a veces las utiliza para algo que pinta aparte, en su estudio de abajo, cuando tiene tiempo y ganas. 

Exactamente, y mejor de alguien cercano, y no por nada, es porque te va a ser más fácil… y así no lo vas a dejar a la primera de cambio.

Uf. La señorita Julia sí que me conoce bien y siempre da en el clavo. Llevo con ella ya muchos años y sabe que comienzo cosas con las que luego no puedo, me canso, y las dejo a la mitad o colgando. Es mi gran problema, la constancia. Y no lo entiendo, porque mi padre y mi madre son los dos súper machacas. Pero yo no he salido a ellos. Y en cambio Jaime sí se parece a mi padre, hasta anda como él. Yo no sé a quién he salido en esta familia, la verdad. 

Me quedé pensando sobre quién escribir. 

Sobre mi padre prefiero no hacerlo, no vaya a ser que no le guste. Tiene mucho genio y ningún sentido del humor, según opina mi madre. Con mi madre ahora estoy enfadada por dejarme aquí e irse a Grecia con sus estudiantes, así que no voy a escribir sobre ella por lo menos hasta que vuelva de viaje. De Tesa, la cuidadora, que es ecuatoriana, ya escribí mucho en el colegio este año porque su vida es apasionante. Hasta tiros daban en su pueblo y había bandas. 

Y entonces se me ha encendido de repente la lucecita esa que se enciende cuando a alguien se le ocurre algo al aparecer la tía Marta con la merienda para Julia y para mí y al pensar a quién he podido yo salir de la familia, que no soy para nada como mis padres. Pero he sido por una vez prudente y me he callado. Sí, además de inconstante soy, encima, una bocazas, pero hoy me he contenido. Mejor que no lo sepa la interesada. Cuando se ha ido y mientras estaba merendando se lo he dicho a la señorita Julia.

Ni campamento ni nada (Aventuras y desventuras de la tía Marta, 1)



Esta niña tiene una neumonía, no está ni para campamento ni nada.

Así ha empezado este verano de 2010, con la peor noticia que una puede imaginarse casi después de que se mueran tus padres.

Había acabado el colegio el jueves y yo seguía tosiendo, acatarrada y muy cansada. Las notas bien, como todos los años, aunque mi padre siempre pone peros y dice que soy un poco vaga. Como este curso estaba jugando en el equipo de balonmano y hemos quedado subcampeonas, por eso pensó mamá que lo que me pasaba era que se me habían juntado los estudios con el deporte, que había tenido demasiado. Pero no era eso, tenía algo diferente a un catarro mal curado y cansancio.

Me llamo Elvira y tengo casi doce años. Estoy escribiendo porque ahora solo puedo hacer eso y leer, tengo que quedarme en la cama. No me he ido a Estados Unidos al final. Es posible que no vayamos a Mallorca como todos los veranos si no me pongo bien antes. No puedo bañarme en la piscina de abajo, no puedo salir, solo descansar, comer mucho y leer o escribir “sin fatigarse” dijo el doctor Ramón, que es amigo de papá y el que nos ve a mí y a mi hermano.

— Esta niña además está demasiado flaca ¿cómo no me la habéis traído antes?...

Mamá miró al doctor con esa cara de culpabilidad que tan bien le sale.

Ramón, la niña ya sabes que es delgada como su padre, no sé, no le dimos más importancia, ha comido como una lima hasta hace bien poco. Sólo está desganada desde hace unas semanas, eso es lo que más nos ha preocupado…

Placas, análisis y no sé qué más. Nos pasamos toda la mañana en el hospital donde papá trabaja, aunque él sólo apareció al final y habló con su amigo aparte.

Mamá desesperada, con un viaje a Grecia que tenía con la universidad, papá dijo que él desde luego no podía quedarse todo el día en casa, que tenía la consulta tanto la de la mañana como la de la tarde hasta los topes. Tesa, nuestra cuidadora, se iba de vacaciones a ver a su familia a Ecuador porque en teoría Jaime y yo no íbamos a estar. Yo me iba a Hartforden (Connecticut) cinco semanas, y él a un campamento en Soria catorce días, que es donde se ha ido tan contento. Sólo quedaba tía Marta en Madrid a mano. Así que papá llamó a su hermana y le explicó todo, y luego le pidió el favor, le oí como puso la voz esa de pedir que le sale genial.

Marta, te necesitamos, ¿podrías tú quedarte al menos con Elvira las dos semanas que Ana va a estar fuera?

Así que vino tía Marta a casa. Se instaló en el cuarto de los invitados donde estuvo hace años y aquí estamos ahora las dos, ella, que es mi madrina, y yo, su ahijada y su sobrina favorita por otra parte, lo cual no es mucho, porque sólo estamos mi hermano, pero algo es algo. Apareció sin su gato, afortunadamente, Chesire se quedó en su casa seguramente protestando.

— Lo que nos falta es un gato en esta casa.

Papá se lo puso claro, no le gustan nada los animales. A mí sí me gustan los perros, pero nada los gatos, me dan mucho asco. Así que vino tía Marta un día antes de que mamá se marchara. Llegó con un traje de esos de flores que le gustan tanto, el pelo recogido por el calor que hace en Madrid con un pasador de cobre muy moderno, las sandalias de colores y las uñas de los pies pintadas, señal de que está enamorada, según dice mi padre. Y debe de tener razón, porque desde que llegó mira el móvil a cada rato, o sea, que seguro que está pendiente de alguien.

Yo estaba empezando a aburrirme el segundo día en la cama a pesar de que tía Marta me hace mucho caso y me cocina cosas que me gustan, cuando hoy por sorpresa ha venido la señorita Julia, que es la mejor profesora del colegio, o al menos la que a mí me gusta más. Se enteró por tía Marta de que estaba mala y antes de irse de vacaciones me hizo una visita y me trajo un cuaderno grande, nuevo, hojas crema y tapas rojas.

La señorita Julia nos lee en voz alta en el colegio, dice que es muy bueno y no sólo para los niños pequeños. Así nos ha leído a Ana María Matute, a Sánchez Ferlosio y a otros muchos autores españoles de cuentos y relatos. Después de leer ella en voz alta se hace un silencio en la clase que nadie nos atrevemos a romper, tan metidos estamos en lo que ella ha contado. Bueno, lo que ella nos ha contado que cuenta el que escribe, claro. No sólo es que son buenas historias, es la entonación que pone y lo que disfruta la señorita Julia con cada frase y con cada palabra.

He pensado que podías escribir algo mientras estás en la cama en vez de tanto estar pendiente de esas bobadas de las redes sociales… Y a mano, que es otra cosa, nada de ordenador, escribir como se escribía antes, a mano, luego ya lo pasas al ordenador.

lunes, 7 de mayo de 2012

El establo (Los tres Eladios) (2 de 3)

¿Te ríes?, ¿te hacen gracia las ches como las pronuncia tu padre? Chhhhh, chhhhhh, chimenea, chacina, chaparrón, chaqueta...

Qué pena, Karen, no entiendes nada de lo que te estoy diciendo... Tu madre siempre en inglés y yo ni te hablo casi. Una lástima, porque eres muy guapa, pero no ibas a tenerlo todo, y el español no lo comprendes.... Ojos en cambio te sobran, y piel blanca, ni rastro de la piel cetrina de los Rabanal, de esa no te queda. Por eso tengo que contarte esto..., ¿sabes?, por el establo, es por el establo aquel. Es importante que lo oigas, aunque no lo comprendas...

A los catorce años, diez más que tú apenas, por hambre y por el ejemplo de un vecino que se había marchado, el primer Eladio dejó establo, ganado y pueblo, llegó a la capital y se colocó en una fábrica. Tuvo un único hijo, que fue mi padre, el segundo Eladio. Este Eladio sí fue al colegio y pudo a duras penas hacer el bachillerato, pero no más, comenzó de albañil cuando tenía trece.

Nunca volvió al pueblo mi abuelo. Al morir él, mi padre, el segundo Eladio, el que es tu abuelo y al que no ves nunca, se hizo cargo de aquel establo. O, más bien, del lugar que había ocupado éste y de las cuatro piedras que tiró, porque lo echó abajo todo sin miramientos y con rabia. Compró luego los terrenos de al lado y construyó esta casa que luego yo he mandado reformar a mi gusto, con espacios más abiertos, aunque a tu madre le espanta. Dice que todo parece viejo y pobre, que esta casa es siniestra...

Mi padre, tu abuelo, el segundo Eladio, me mandó a la universidad. Quería que el tercer Eladio fuera alguien con estudios, además de con posibles... Porque el segundo Eladio, Karen, de albañil pasó a jefe de obra tras mucho trabajo. Y luego a contratista. Y después a empresario... Todo en apenas veinte años, hija. ¿Lo ves por qué tengo que contártelo? En cuatro lustros se hace una fortuna. En otros cuatro se agranda como yo he hecho. Y en muchos menos, en nada, puede acabarse, pasar de manos, el dinero no es para siempre... Y es bueno que vayas estando al tanto. Por eso te hablo, aunque no me entiendas, Karen.

No sólo me dio carrera el segundo Eladio, también me mandó fuera. Decía que el tercer Eladio debía hablar como hablaban los que mandaban en aquella época, hacer negocios en su lengua y como ellos. Mi padre lo vio claro, un hombre de intuición,  inteligente. Aunque dicen que para listo tu abuelo materno, el americano. Pero no es listo, sino rico de varias generaciones y se ha acostumbrado a eso. Y tuvo oportunidades, como mi hijo. Como tú las tendrás si esto no se tuerce. Es malo a veces eso, muy malo tener tantas oportunidades, tanto siempre. Para listo, mi padre, que lo sacó todo con su esfuerzo. Los ricos que heredan no tienen necesidad de demostrar nada, y se acomodan a lo que tienen, lo dan por sentado, take it for granted, que dicen en América... Yo mismo soy mucho menos listo de lo que era mi padre. Y tú lo serás menos, como tu hermano, que es ya un tonto de remate y sin remedio, demasiadas facilidades siempre...

Mi padre, el segundo Eladio, conocía la esencia de las cosas, lo que importaba, aunque se equivocara en algunos detalles concretos, que era lo de menos. Era la lengua y el modo de hacer negocios, no la nacionalidad, que es una bobada... Sí, claro, yo estudie en América, pero las empresas ya no son de ellos, ¿sabes? Son de nadie, Karen: de los indios, de los chinos, de hombres y mujeres sin cara, no les conocemos... El dinero hablaba en inglés hace años, pero ya no es yanqui, pese a que tu abuelo, el Walters, se le lleven los demonios, se enrabie y no quiera... Esto lo aprenderás rápido, y hablarás chino como lo están haciendo muchos hijos de los ricos ingleses y americanos, con niñeras chinas, con chino en los mejores colegios. Lo tienen meridiano, saben lo que les espera y porque lo saben les están preparando... como yo haré contigo si tu madre me deja y no te echa a perder como a tu hermano, Dios no lo quiera.

viernes, 4 de mayo de 2012

El establo (Los tres Eladios) (1)

Eladio Rabanal fue mi abuelo, ¿sabes?... Y ésta es su foto de pastor en el pueblo. Te la enseño, pero la vuelves a dejar en la mesilla, donde tiene que estar siempre.

Mírala bien, Karen. Es él, un hombre pasando frío en Castilla, como se pasaba antes, casi a pelo.  Sin impermeable, sin botas, sin guantes, solo cubierto por una manta a rayas. Lo que había entonces, con lo que se abrigaban. Ni zamarra tenía, solo la manta aquella.

Eladio fue el nombre de mi padre, como yo también me llamo Eladio y como se llamó antes mi abuelo, el primer Eladio de los tres.

Cuando seas mayor te reirás por el nombre, y te sonará muy raro, y te dará vergüenza, y creerás siempre que me llamo Eli, como me llama tu madre, que me dice Eli o darling. Y cuando quiere algo Elidarling, todo seguido, sin pausa apenas. "Elidarling, would you mind if I...." "Wouldn't be nice if you, Elidarling..." Todo siempre muy educado, pero exigiendo, como es ella...

Me bautizaron Eladio, que era difícil de decir y por eso lo cambié por Eli, que suena hasta americano. Pero soy Eladio Rabanal, como antes lo fue mi abuelo y como lo es mi padre. Y tú, tan rubia y tan delicada, eres una Rabanal completa, aunque no quieras, y luego Walters  ya si quieres... Por eso te estoy contando esto, porque lo olvidarás rápido. Y yo te lo volveré a recordar, a contártelo una y otra vez, las que haga falta, las que quieras.

Bueno, venga, te dejo que la cojas, pero la vuelves a dejar donde está, aquí, en la mesilla, ¿ves?, venga, vale, déjala. Esa foto tiene que estar aquí siempre, esperándome. Buena chica, Karen, muy bien, así se hace, eres muy buena y obedeces a papá siempre, así da gusto, no como tu hermano.

Somos tres Eladios en la familia desde los años veinte, cuando nació mi abuelo, hasta los sesenta, que nací yo. Conmigo se acabó la saga. Con tres Eladios pensé que era suficiente, que no hacía falta que nadie más se llamara Eladio... Y casi mejor, tu hermano no se merece el nombre mío, ni el de mi padre ni el de mi abuelo.  Claro que tú ni le conoces, ni  yo, bien pensado. Tampoco yo conozco a tu hermano, es mi hijo y ni sé cómo es realmente.

No vuelvas a coger la foto, Karen, que la vas a romper, pesada, déjala. Te digo que no la cojas. ¡Que no la cojas te estoy diciendo! Venga, brazos, no llores, que van a pensar que ni cinco minutos puedo estar contigo, que me canso.

Mi abuelo, ¿sabes?, el primer Eladio, apenas aprendió las cuatro reglas, que se decía antes. De escribir poco, y de leer casi nada. A los nueve años le mandaron a guardar el ganado. “Ya puedes tener cuidado” le dijo su padre. Y lo tuvo, vaya si lo tuvo.

A ver, sigo... Muy bien, te seco las lágrimas. Ya está... ea, se ha pasado. A tu bisabuelo, al primer Eladio, le iba la vida que el amo estuviera contento para no ser más una carga para sus padres. Hijo que se iba a servir, hijo que no había que alimentar. Por eso había que ponerlos a trabajar rápido, para que comieran y dejaran paso a otros hermanos, para dejar libres a los padres de tenerlos a su cuidado. Sí hija, sí. No era entre algodones como se criaron. El primer Eladio dormía encima del establo, y no precisamente como el que tiene tu abuelo en América, ese establo donde tu madre se pasa la vida. Caballos, caballos, hay que ver qué entretenimiento de mujer rica que no tiene que hacer nada, solo quejarse, gastar y montar a caballo.

No me pongas esa cara tan rara, era la costumbre en algunos lugares, el modo de calentarse, ¿sabes? El calor de los animales subía hasta el piso de arriba. Piso por llamarle algo, unas tablas mal colocadas. No había chimeneas en los chozos de antes. Chimeneas, chozos, chamizos, chuzos.....ch, ch, ch...

PS: La foto es de Ramón Massat. Sobre ella he escrito este cuento en 3 partes. No es de la época del primer Eladio, sino más tarde, pero bueno.

martes, 28 de febrero de 2012

9. Las fuerzas de la competencia (Mandy, Bienestar y Belleza. 11)

Al final el esquema era el siguiente: la estética, como la moda y la cosmética, arrasan hoy porque hay mujeres con mucho dinero. Suyo a veces, en otros casos de sus padres, sus maridos o quienes sean. Y hay mujeres que se  gastan lo que ganan o lo que tienen casi todo en ellas, se lo ponen todo encima literalmente. ¿Y por qué se lo gastan así y tanto?  A mí me gusta llegar al fondo de las cosas, sea cual sea éste.


Primero, así se lo expliqué a Juanjo, porque hoy hay mucha competencia. A los hombres les gustan las faldas más que nada, no es novedad, es lo de siempre. Pero ahora es todo más abierto, y, encima, hay una mayor lucha entre las mujeres.  


Antes, estaba la guapa del lugar, la de tu ciudad o tu pueblo,  y se acababa ahí: no había revistas, películas, televisión, casi ni espejos. Como mucho las mujeres podían compararse con otras a menudo igualmente envejecidas o machacadas como ellas por el trabajo, los embarazos o por el simple paso del tiempo.
Claro que siempre han existido mujeres guapas, pero menos. Antes se aceptaba más la decadencia, la enfermedad, la fealdad y la pobreza, como todo lo malo que sucede a veces. Hoy todo lo malo se acepta menos, hay más resistencia.  Había entonces también menos medios para todo, también para detener la vejez o acrecentar la belleza, eso también pasaba. Ahora hay más oferta de mujeres en todos los lados, y ésta, además, es permanente. Y, tal y como se viste hoy, al aire siempre y todas, bien sé yo que no hay diferencia, que no se nota por el vestir a veces quien se dedica a cada cosa, quién es puta y quién princesa. El caso es que hasta en la sopa los hombres tienen hoy a las mujeres, continuamente en sus narices, tendrían que estar ciegos.

En definitiva, todas esas “industrias”, -me encanta emplear esa palabra que Juanjo dice, ay qué ver cómo suena-, son rentables por las razones que le expliqué y que tengo que tener en cuenta para mi centro, para enfocar bien el negocio, tal y como me enseñó Rosa a hacerlo, pero ahora con la estética.
La primera es la evidente: las mujeres en principio quieren ponerse guapas para atraer a un hombre o para retenerlo luego. Eso bien asentado en que las mujeres creen y les hacen creer que necesitan a un sujeto a su lado, que sin él no son nadie o que son menos... Juanjo se quedó sorprendido cuando le conté esto. Por eso, le dije, se gastan tanto en estética, en moda, en fin, en todo ello... Es igual que hace mil años, solo ha cambiado en apariencia y en medios, porque hoy el matrimonio o la pareja no garantizan nada, el mercado sigue abierto y con mucha, muchísima oferta. 

Sin embargo, lo de la estética no funciona del todo o siempre en lo de atraer o retener a quien sea. Para empezar, porque hoy hay una competencia que se renueva rápidamente, y siempre habrá unas mejores tetas, una piel más firme o unas piernas más largas, te pongas como te pongas, te arregles como te arregles, te hagas lo que sea.  Sé de esto porque soy una usuaria de estética de las más fieles, y, con todo, también sé que hay un punto en que ya no se puede. Conmigo, que pagan por estar, habrá un momento en que ya ni quieran sin pagar por mucho que yo me cuide y haga al respecto. Bien lo sé y por eso estoy haciendo este cambio de carrera...
Pero en esto la mayoría de las mujeres no caen o no les interesa reconocerlo. Es como si les divirtiera el juego, la competición, la carrera contrarreloj esa... Así que siguen pegadas al anterior punto o, en su caso, caen ya en el tercero, que es el que nos dio la idea a Juanjo y a mí del eslogan de “Mandy, Bienestar y Belleza”, poner la palabra “bienestar” y hacerlo antes que la palabra “belleza”. Porque es más importante el sentirse bien que lo que sea.

martes, 21 de febrero de 2012

8. Poemas (Mandy, Bienestar y Belleza, 10)


Sí, a veces con escuchar a los que saben basta. También leyendo se aprende.  El negocio en el que ya llevo quince años lo conozco bien y lo quiero ir dejando. Me ha dado lo que podía darme y ahora toca el cierre. 

Las mujeres, mi nuevo mercado, que decía Juanjo… ¿Cómo hacerme con esa parte que deja buen dinero y que da poca guerra, como Pablo, como Sancho, Mateo, Agustín, el propio Juanjo, Enrique, Arsenio, Andrés y Fernando, los mejores clientes que he cuidado todos estos años con esmero? ¿Qué buscan ellas? Ese era mi reto. Así que me dediqué a preguntar y a tomar notas como me había sugerido Juanjo que hiciera, el plan de trabajo que me puso como si yo fuera una alumna en prácticas de las que tiene en su empresa.

-Primero un estudio de mercado, Mandy. Quiero que averigües qué buscan las mujeres en los centros de estética, en la estética en general, todos esos tratamientos cada vez más sofisticados que tenéis…

Me puse manos a la obra y le pregunté a mi peluquera para empezar, ella fue la primera.

-Pili … ¿qué crees tú que busca una mujer cuando viene aquí con frecuencia?

-Pues hija, qué te voy a decir, tiempo para ella y que las escuches, eso casi más que el corte de pelo, el teñido o lo que sea, que la pongas guapa, mejor de lo que viene… Aunque la verdad es que hay algunas muy exigentes que no quieren ni que les hables, les molesta. Pero suelen ser las jóvenes cuando tienen una vida estupenda y todo el mundo les hace caso, salvo que sean poco agraciadas… entonces hay que hablarles más. A las feas hay que darles más conversación siempre…

Seguí tirando del hilo mientras Pili me secaba el pelo.

-… Y a partir de los treinta, y no te digo de los cuarenta o cincuenta, creo que vienen por el rato de tranquilidad que pasan… o para que les digamos que, para la edad que tienen, están muy bien… Aunque yo  también soy de la idea de que muchas vienen para que las comprendamos en sus penas… ¿Sabes, Mandy? hoy no hay mujer que no tenga queja de la vida, y de los hombres ya ni te cuento, no hay mujer que no se queje… Salvo tú, hija, que se ve que sabes muy bien lo que quieres …

Mi peluquera sabe a qué me dedico pero es discreta.  Ay, Dios, mira que los negocios pueden ser parecidos a veces. Seguí con la investigación. Hice otras ocho entrevistas, como me dijo Juanjo, en plan informal y sin que supieran para qué era: a mi masajista, a quien me suele hacer las manos y los pies, en un par de perfumerías que frecuento, y en el gimnasio,  a las instructoras y a un par de profesores, un marica y otro normal, de los que les gustan las mujeres. Descubrí cosas similares y otras sorprendentes. Se las iba comentando a Juanjo que se reía por cómo lo contaba yo, entusiasmada siempre.

-Mandy, eres una mujer de negocios nata, ahora te toca lo que llamamos en investigación de marketing “fuentes documentales”… Quiero que devores todo lo que las revistas femeninas dicen al respecto y saques tus propias conclusiones para tu centro.

Así que me compré todas las revistas durante meses. Yo ya era aficionada, me entretienen, aunque a veces patinan, se les va la cabeza… No tengo nada en contra de los maricas, gays, que dicen los modernos, pero es curioso el caso que prestan a tipos tan extraños como el Galliano ese, vestido de pirata permanentemente, o el otro tan flaco y raro, el que parece Drácula, el Lagerfeld, que está visto que no les gustan las chicas ni en pintura… Quiero decir las mujeres no como maniquís, o sea, como perchas, sino como mujeres, para desvestirlas y no vestirlas... Vamos, justo lo contrario que los diseñadores que tanto salen en las revistas, ellos y sus modelos, con lo que hay o no hay  que ponerse…  A mi entender y experiencia los tíos en general van a bulto, a un buen escote y a unas buenas piernas, todo esto con pequeñas variaciones sobre el mismo tema. Y lo demás son poemas. Eso sí, poemas que venden, me di pronto cuenta, algo que para mi nuevo negocio era muy bueno, esa fue la conclusión primera. En fin, que es cierto que, de estética, de lo que las mujeres buscan en ella, que no coincide siempre con lo que los hombres aprecian, sí que aprendí en las revistas, en el Elle, el Vogue, el Woman y el Telva. Y apunté lo siguiente:

Tiempo. A las mujeres les gusta el tiempo, y pagan por tiempo las que pueden, claro. Es el bien más escaso hoy. El que a veces las mujeres más quieren. Al principio yo pensé que era la tranquilidad de cuando te lavan la cabeza y no vas a la carrera. Luego ya me di cuenta que, más allá del tiempo propio, el de una, es el tiempo de otros por el que las mujeres están dispuestas a pagar todavía más dinero: tiempo para que las contemplen y las mimen, para que alguien las haga caso de alguna manera, para que las dediquen tiempo precisamente.   Eran curiosas las coincidencias. 

Milagros: las mujeres creen en los milagros de un modo distinto que los hombres, que también algunos creen en ellos a pies juntillas, son unos crédulos. Las revistas hablan mucho de milagros de todo tipo, el antes y el después de un maquillaje, también de los efectos de las cremas, de la alimentación, todo siempre con el misterio que los milagros tienen. Creer en Dios no se creerá en estos tiempos, ni en que exista ni en que sea omnipotente, pero en cambio se cree con mucha fe en todo lo de la estética.

De todo esto tomé buena nota y tuve más claro qué tenía que hacer para que “Mandy Bienestar  y Belleza” fuera un éxito, para poder captar clientas y que éstas fueran fieles. 

“Intangibles” dijo Juanjo, “marketing experiencial” me explicó luego. Es lo mismo, yo lo sé ya sin toda esa jerga, al fin y al cabo también poemas. 

lunes, 20 de febrero de 2012

7. El tipo del garaje (Mandy, Bienestar y Belleza, 9)


Le vi y supe que podía ser un problema. En la treintena y curradito de la calle, de los que no ha salido de ella y no se dejan dorar la píldora aunque te empeñes. Es lo malo de tener unos añitos y, sobre todo, ojo: ves lo se te puede echar encima y te apartas a tiempo.

Trabaja en el garaje “Hermanos Álvarez”, un taller muy bueno de coches que hay en número 8 de la calle, mi local está en el 17. Como he querido invitar a los del barrio, por eso de que el boca oreja es una de las mejores formas de promoción y, además, hay que llevarse bien con la gente, pues me pasé por ahí como antes me había pasado por otros establecimientos.

“Es el encargado” me dijeron. Esperé un momento porque estaba con un Audi en plena faena. Salió de las tripas del coche limpiándose las manos. Con una sonrisa que intenté que fuera tímida y simpática le di el folletito de “Mandy, Bienestar y Belleza” con todos los servicios y precios y la invitación a la inauguración, un tarjetón precioso que me han hecho. No sé por qué se me ocurrió decirle “Seguro que tienes novia, amigas o mujer a la que le guste estar guapa, o clientes a quienes les interese...  inauguro este viernes…” Se me quedó mirando con detenimiento y me contestó en voz alta, para que le oyeran “No tengo a nadie para darle esto, pero…“ Hizo una pausa el muy sinvergüenza y siguió luego “…si me haces precio, me paso yo mismo y me haces el tratamiento que tú quieras…”. Se oyeron entonces las risas de sus compañeros. 

La verdad es que no tenía pinta ni de necesitar estética ni de pagar tampoco por ella. Yo no supe cómo reaccionar al principio con su fresca.“Perdona, tengo novio…”, se me ocurrió para zanjar el tema. Luego no pude contenerme porque seguían riéndole la gracia “… pero seguro que a alguna de mis empleadas le interesas para algún tratamiento, si te lavas las manos antes, claro, y te adecentas. Mi local es muy limpio en todo y no tratamos a cualquiera, ¿sabes?...” Se hizo un breve silencio. No pude menos que soltarle ese corte y mirarle con condescendencia, como miran algunas mujeres ricas o guapas cuando les molestan. Sé lo que fastidia eso y cómo suele callar a los bocazas. Pero me salió el tiro por la culata. El tío me aguanto el chaparrón y la mirada mientras sus compañeros volvían con la juerga esperando su respuesta. 

Me di entonces media vuelta haciéndome la digna, antes de que pudiera responderme con otra fresca. Noté entonces sus ojos clavados en mi culo y en las caderas, avanzando y deteniéndose más abajo, descendiéndome por los muslos, como si me metiera mano a distancia, el muy cerdo. Yo me iba diciendo por dentro “no te vuelvas, Mandy, por Dios, no te vuelvas...”. Pero no lo pude evitar, me dí la vuelta. Y ahí estaba el cabrón: apoyado en el coche que estaba arreglando, con mi folleto que se estaba metiendo ya en el bolsillo y magreándome a una distancia de casi seis metros sin ni siquiera tocarme, comiéndome viva con la vista únicamente. Y yo sintiendo el calor ese, mierda. 

Se nos cruzaron los ojos de nuevo y fue como si me dijera “te vas a enterar, guapa, de quién soy yo…” Como un resorte se me pusieron entonces las tetas duras como piedras y los pezones tiesos, la espalda y la nuca tensas, y sentí esa sensación en el estómago de mariposas dentro y de humedad entre las piernas, pero le pude mirar con total indiferencia. Yo no estoy para perder el tiempo, de ninguna manera. Así que doblé la esquina y me hice la promesa de no volver a pasar por allí. Lo último que necesito es un hombre que me pueda dar el menor problema, con todo lo que yo tengo que hacer justo ahora que abro “Mandy, Bienestar y Belleza”.

Lo malo es que le dejé la invitación a la inauguración... 

Bueno, no hay cuidado, no creo que venga. La mayoría de los hombres se ven intimidados por lo de la estética y prefieren mantenerse a distancia de saraos como éste. Especialmente si prevén que habrá mucha mujer, que aquello será un gallinero. Es además un chulito seguramente inofensivo, más labia que otra cosa, ni su nombre sé siquiera.  

No, no hay de qué preocuparme. No viene fijo, seguro que no viene, va a venir un tipo así, nada, no viene... 

Ea, yo a lo mío, al centro. 

Quedan sólo veinte minutos para que todos lleguen, qué nervios. 

Mira que ha quedado bonito todo, cuanto más lo miro, más me gusta. 

¿Vendrá gente? ¿Y si no viene nadie...? 

¿Y si viene el lerdo ese? Mierda. 

sábado, 18 de febrero de 2012

6. El nuevo mercado (Mandy, Bienestar y Belleza. 8)


Juanjo, el publicitario que me sugirió el nombre del centro de estética, es el que me ha hecho al final trabajar más, como siempre. Tengo debilidad por él porque es un buen amigo y cliente, y de un estilo que no tiene nada que ver con Pablo y Sancho, que son más tradicionales y previsibles, más corrientes. Con él nunca sé lo que va a pasar. Me parece menos fiable que los otros dos, si tengo que ser sincera. De hecho, me he llevado un par de sustos porque va muchas veces puesto y pretendía que yo lo fuera. Tuve que aclararle un día que yo esas mierdas no me las meto, que era jugar con fuego, que tengo solo un cuerpo del que vivo y no quiero arruinarlo de ninguna manera. Sin embargo, cuando está sereno Juanjo es muy majo, y con él he aprendido mucho para este negocio, porque mi principal punto débil, como me dijo, era el nuevo mercado, del que yo sabía poco o nada, francamente.

-Mandy, vas a tener que empezar a pensar en las mujeres y no en los hombres, no sé si eres consciente que sabes poco de las mujeres … y no es tan fácil como tú crees hacerse con una clientela femenina buena. A ver, ¿quiénes van a ser tus clientes, Mandy?...
-Pues las mujeres, ya te lo he dicho… todas las mujeres… un centro de estética va dirigido a las mujeres, vaya tontería que me dices…

-Mandy, eso no es así, ahora tú no te dedicas a “todos” los hombres, y mira que lo que tú ofreces es atractivo para cualquiera... Tú te diriges no sólo a aquellos hombres, para empezar, que pueden pagar tus servicios, que son pocos por una cuestión de precio, permíteme que te lo recuerde, y, de entre ellos, a los que te dejan un buen margen y son fiables, a los que repiten y plantean pocos problemas…  ¿o tú te crees que no me he dado cuenta? Eres lista y prudente. Y esto se va a parecer en algo, guapa, a eso.

Tenía razón Juanjo. Casi me echo a llorar cuando me lo dijo, porque, aunque es cierto que yo de estética sé como usuaria, era todavía más cierto que no sabía nada del nuevo mercado en cuanto a clientas. Tantos años con hombres siendo complaciente y sabiendo lo que quieren, trabajar para mujeres era todo un reto.

Sí, a las mujeres les gusta estar guapas, pero ... ¿cómo llegar a ellas?, ... ¿y cómo atraerlas y retenerlas?... ¿Cómo hacerme en definitiva con una clientela de las que me gustan a mí, de las que dejan mucho dinero y dan pocos quebraderos de cabeza? Se me empezaron a caer las lágrimas, pero esta vez, con Juanjo, no con Pablo, eran verdaderas: cuatro meses antes de abrir y yo a por uvas estaba…

-Tranquila, Mandy, lo vas a hacer bien porque tienes un instinto natural para la empresa,  las ideas claras y eres paciente, pero me vas a dejar que te ayude en esto…
Quizá porque es más joven que la mayoría de los que conozco, y ha cambiado ya de actividad unas cuatro veces con menos de 32 años, Juanjo es diferente. Me pasó unos cuantos libros, nos reunimos unas tres veces, y en apenas cuatro meses aprendí con todo el plan del negocio que hice, con el estudio de mercado previo, el plan de marketing y todo lo demás, lo que muchos, según él, no aprenden ni en años de profesión ni con un máster de esos en escuelas de negocio donde van los que pueden. No sé si me lo dijo para animarme, pero así lo admitió las Navidades pasadas cuando le acompañé a él y a unos amgios suyos con otra gente a esquiar a Baqueira.

-Te vienes, Mandy, seremos cuatro chicos y ocho chicas. Conoces a Reina y a Bárbara ya, las otras niñas son del trabajo mío, y a alguna novia que se ha apuntado al plan, piensan que es divertida la mezcla… Y tú y yo podremos seguir hablando de lo de tu centro…

Sancho y Pablo son estupendos y me han apoyado con favores siempre. Se lo agradezco mucho, me dan lo que ellos tienen.  Pero ha sido  Juanjo quien me ha ayudado a perder el miedo y  entender que yo, por intuición y hasta por experiencia, sabía ya muchas cosas y tenía que aprender otras importantes, por supuesto, pero que sólo me faltaba poner orden, método y estrategia. Huy, ya casi hablo como él, todo se pega.

No todos los hombres son iguales, ni como amigos ni como clientes. Algunos, como Juanjo, te piden que te superes. A veces te gusta y otras tienes miedo, prefieres lo conocido, pisar suelo. Pero a mí me encantan los desafíos, aunque también necesito cierta seguridad en lo que afronto, lo que me recuerda en este momento a una preocupación que me viene rondando estos últimos días, desde hace una semana, mierda, mierda, mierda.

jueves, 16 de febrero de 2012

5. Amigos en todas partes (Mandy, Bienestar y Belleza. 7)

Tanto le he hecho creer a Pablo estos meses que es una parte fundamental para poner en marcha este centro, que el pobre no sabía ayer cómo decírmelo.

-Mandy, amor, esto… tú sabes que, si pudiera, compartiría contigo ese día tan importante... Pero no hay mucha explicación en cómo nos hemos conocido y qué relación tenemos… Creo que no pinto nada en la inauguración,  no veo el modo de venir sin que parezca raro...
Cogió un par de folletos y el tarjetón de la invitación, pero no se los guardo muy convencido.

-Me acordaré toda la tarde, te llamaré luego y me cuentas, y, por supuesto, el próximo jueves por la noche estaré aquí, como siempre... ¿verdad, cielo?
Noté el miedo que tenía de que el nuevo negocio me tuviera demasiado ocupada, de que le acabara saliendo el tiro por la culata. Tuve que tranquilizarle. Me hice la disgustada primero, un mohín de pena y luego unas pocas lágrimas. Y entoné esa queja que a él le gusta tanto.

-Te voy a echar mucho de menos, mi amor, sin ti todo esto no iba a ser posible…
Luego seguí con lo que a él le gusta oír, ese reproche que no es demanda.

-¡Qué ganas tengo de tenerte para mí cuando yo quiera… y no cuando tú puedes! Compartirte me cuesta mucho, cielo…
Me besó para consolarme y yo le respondí como sé que debo. Acabamos prontito así, se durmió rápido y yo tuve tiempo de hacerme las uñas de los pies, que las tenía hechas un desastre y no me iba a dar tiempo hoy que inauguramos  “Mandy Bienestar y Belleza” y quiero que todo, incluida yo, esté perfecto, impecable. 

He escogido un buen local, un piso bajo que pude unir a dos sótanos. Ha sido un momento excelente para hacerlo, hay pocas obras y los precios están bajos, nada que ver con hace unos años. Para empezar está muy bien, y yo prefiero ir con calma, como en todo, y pagar siempre que puedo a tocateja y en metálico. Mi contable me pide que mueva lo que gano de esa forma, sin facturas y con billetes de por medio, nada de talones ni bancos.
 -Pablo, mira a ver, que yo no entiendo de esto… Me piden no sé qué en al ayuntamiento...
Al final la mayoría de los hombres son estupendos, les gusta hacerte favores, se sienten así importantes. Así que yo me aplico el cuento y pido siempre todo lo que puedo y ellos pueden darme.
-Sancho, verás, es que para la reforma del local me han dicho tal barbaridad que no doy crédito, y eso que estamos en crisis y me cuentan que el presupuesto está más que ajustado... Tú ¿no conocerás a unos paletas y un jefe de obras decentes? Estoy desesperada y no tengo además nadie para coordinarlo y que no me tomen el pelo… ¿podrías echarme una mano?
Aunque la cosa de la construcción ahora esté a la baja es bueno conservar a las amistades en el sector. Sancho es menos habitual que Pablo, pero ahí le tengo. Desde que se echó novia hace dos años se deja ver menos. Pero me llama de vez en cuando y recordamos los viejos tiempos, así que con él también he contado. Una reforma como la que yo quería planteaba muchos problemas, no tanto por lo que costaba, sino por lo que era. Realmente tengo mucha suerte con la mayoría de los hombres que conozco, conmigo son generosos hasta decir basta. Gracias a ellos en siete meses, un tiempo récord, he firmado un alquiler con opción a compra por una cantidad más que razonable, hemos hecho toda la obra, y he podido seleccionar a las tres chicas con las que empezar, además de pagar todos los aparatos de estética y los muebles, y contratado a los proveedores de cosmética, dos firmas de las mejores del mercado. Así que estoy encantada.
Qué despacio pasa el tiempo, ¡todavía cuarenta y cinco minutos para que lleguen! Estoy nerviosísima... ¿Vendrá gente al final? He invitado a bastantes, pero con estas cosas nunca se sabe...

“Mandy”, “Mandy”, “Mandy”… Me gusta mi nombre al frente de mi establecimiento. Amanda, que así me llamaron por mi abuela, era un poco antiguo, de pueblo, y me quedé con Mandy. Sonaba más corto y menos rancio, ligeramente extranjero. Ahora, ¿a qué cambiarlo? Prefiero seguir con el mismo que me ha dado suerte. 

lunes, 13 de febrero de 2012

4. Pablo, te necesito tanto...(Mandy, Bienestar y Belleza, 6)

Era mucho mejor dejar que pensara que, si yo lograba poner en marcha algo, iba a ser por él, porque él sabía y estaba detrás, y porque yo le quería como él quiere que le quieran. He aprendido todos estos años que la mayoría de los hombres que trato tienen una vanidad elemental: cuanto más les halagues, mejor; cuanto más necesitada de su protección te muestres, más obtendrás de ellos. Y desde luego que, cuanto más poder tengan, más fácil acaba siendo todo siempre. Los que triunfan, los de dinero, son a menudo los más cortos de entendederas y les acabas teniendo comiendo en tu mano con el halago más simple, con el que menos colaría con un hombre normal, de los corrientes, que se daría cuenta de que le estás tomando el pelo. Así que tuve reflejos, reculé rápidamente y le contesté a su objeción como hay que hacerlo. 


- … solo sé, mi amor, que a las mujeres les gusta cuidarse,  y yo intento estar guapa para ti siempre… Y tienes razón que de las cuentas ni me entero, me pierdo...


Lo dejé caer y cambié de conversación, como si no me interesase el tema, como si dudase de mis capacidades y no tuviera nada en la cabeza. Mejor siempre necesitada de su ayuda, débil, como él me quiere. Seguimos así como cualquier jueves.

-¿Cenamos antes, cielo…?

Cenamos primero. Se quedó dormido en el sofá como tantos días hace: antes o después, o antes y después a veces. Tiene su edad ya. Él dice que cuarenta y pocos, pero sé que pasa los cincuenta. Y suele estar agotado cuando viene. En lo suyo se hacen muchas horas, venga a entrar y salir y estar con unos y otros, un trajín continuo de comidas y cenas. Aunque sea fijo en lo de la política esa, lleva ya casi treinta años en ello, no deja de tener que echarle horas, tiene su mérito. Así que luego le desperté como sé hacerlo, suavemente, despacito, y con el ritual habitual que no es nada del otro jueves precisamente. Pablo es un hombre muy cómodo para mí. Y nunca se queda a dormir en mi casa, otra ventaja a tener muy en cuenta porque soy muy independiente. Él dice a su mujer que es su día de amigos y ella acepta que vuelva a las dos o tres de la madrugada sin pedir explicaciones. Para mí que prefiere tenerlo media noche fuera. Se lo mando relajadito, más descansado y siempre sobrio porque él conmigo no bebe.

Así que el día que empecé a contarle lo del centro de estética no le volví a sacar el tema, lo cerré en seco. Ni al siguiente jueves, ni tampoco al otro,  ni al otro. Esperé tranquila unos cuantos  meses, le eché paciencia. Pero, en cambio, le dije que no a un viaje de fin de semana que él había planeado con muchas ganas. 


-Al final tengo que trabajar, ¿sabes, cariño? No puedo ir esta vez, tengo muchos gastos y trabajo pendiente. Pero el jueves que viene nos vemos, ¿vale?


Una de cal y otra de arena. Luego, de nuevo, volví a decirle que no a otro viaje, al siguiente, y se tuvo que ir solo por segunda vez ya bastante molesto. Eso acabo por ponerle alerta. Así que él mismo terminó por recordármelo un jueves.

-Mandy…  ¿y aquel centro de estética que querías montar, del que me hablaste hace un tiempo…? He pesnado que podría ser una buena idea... 

-Pero Pablo, mi amor, ¡cómo eres! Si fuiste tú el que me lo sugeriste, ¿no te acuerdas?... Pero es que no lo veo claro, ¿sabes?, tengo miedo... No sé nada de llevar una empresa, un negocio me supera… Claro está que, si tú me ayudases, a lo mejor me atrevería... 

Así pude reconducir el tema a pesar de mi metedura de pata inicial, a base de no estar disponible siempre cuando él quiere. Cuando me lo mencionó tanteándome varios meses después de mi imprudencia, yo ya tenía todo buscado y apalabrado. Fue coser y cantar hacerle creer que había sido idea suya, que me ayudase a pagarlo, y, especialmente, con los líos de los permisos y las licencias, que mira que  son pesadas las cosas de los ayuntamientos. Ha sido una suerte tenerle echándome una mano, pensando en el fondo que es gracias a él que cambiaré de vida, tan contento creyendo que con el centro de estética le debo algo y le voy a poder dedicar tiempo.