Bitácora de Aurora Pimentel Igea. Crónicas de la vida diaria, lecturas y cine, campo y lo que pasa. Relatos y cuentos de vez en cuando.
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domingo, 5 de junio de 2011

El fantasma y la gata enferma

Stone Cottage, la casa de Andreas Liess que alquilé en el 2004 en Tir Na Hilan, en Beara (Castletownbere, Irlanda), tenía fantasma. Me enteré luego. Claire O’Sullivan me lo comentó al año siguiente.

En la primera noche en aquel cottage blanco con el techo de pizarra negra cayó una tormenta con lluvia incesante que golpeaba en las ventanas. Recuerdo sombras siniestras, ruidos desconocidos, algo de miedo. Si llego a saber lo del espíritu no me quedo. Hicieron bien en no decirme nada el verano ese. Dormí inquieta. Era una semana por mi cuenta, sola, a la espera de que llegaran mis sobrinos. En el jardín había un monumento megalítico propio de la zona –el ring fort en las tierras de Ruth y Sean O’Sullivan muy cerca-, una tumba seguramente, piedra gris donde crecía musgo verde. Quizás el fantasma o el espíritu de la casa tenía que ver con aquello.

A la mañana siguiente encontré a una gata blanca con algunas manchas negras debajo de un coche al lado de la librería pública. Maullaba el animalito allí desesperado. No recuerdo cómo lo hice, pero la pude sacar y meter en el maletero. Al llegar a Stone Cottage había devuelto. Parecía muy enferma. La observé mejor y vi que no tenía rabo. El ano parecía dañado. La llevé al veterinario. No podía controlar los esfínteres la gata aquella. Así que la adopté inmediatamente.

La gata dormía debajo de mi coche o, si hacía sol, encima de la tumba verdinegra. Así pasaba las horas del día tranquilamente. Luego, en cambio, la noche entera se paseaba en el piso de abajo de casa para espanto de todos los que vinieron. Y, naturalmente, se cagaba por todas partes, yo limpiando detrás de ella. No quería dejarla fuera en el jardín por si se escapaba y volvía más dañada. La alimentaba, pero la gata no ganaba peso. Seguía escuálida y durmiendo por el día, por la noche yendo y viniendo, maullando.

Cuando tocó volver a España en coche y ferry yo no sabía qué hacer con la gata. Apenas cabíamos los 3 chicos y yo con los equipajes (Alberto volvía por su cuenta), no teníamos espacio materialmente en el Xara para otro tripulante. La dejé con el veterinario. Luego fue adoptada por una pareja de la zona que la cuidaron con esmero. La vi al volver a Tir Na Hilan el año siguiente. Había engordado y estaba estupenda. Quise creer que me reconoció a pesar del tiempo.

Hoy en Urueña pensé en la gata aquella. Una joven y negra se erizó a mi paso y al de Olimpia, más al de mi perra que al mío. Por si acaso, porque siempre me encuentro con animales sin dueño, no la miré mucho, no vaya a ser que luego me diera pena. A veces es mejor no ir con los ojos muy abiertos.

PS: La casa de la foto es Stone Cottage con la tumba aquella. Así, con sol, no da mucho miedo, pero hay que imaginársela anocheciendo, con lluvia y con una gata maullando todo el tiempo.

miércoles, 17 de marzo de 2010

Claire O'Sullivan, sus gallinas y Pepa



Claire se apellidaba O'Sullivan. No podía llevar otro apellido siendo de Castletownbere. O ese, o McCarthy, como el famoso bar que estaba en el pueblo y que dio nombre al libro. Sean, el casero y cortejador, también se apellidaba como ella. También otras personas que tenían establecimientos en el pueblo y alrededores: una tienda azul con el apellido ese, otra amarilla, otra naranja, todas casas de colores diversos, pero con el O'Sullivan siempre de frente.

Claire se había impregnado algo de la privacy inglesa y costó el primer verano que me invitara a su casa. Al segundo año me presté a enseñar español a sus hijos, dos niños pelirrojos muy ricos de 6 y 9 años en la época. Así ella venía a traerles y recogerles a mi casa y se quedaba a comer o cenar alguna vez. Nosotros no parcheábamos con sandwiches ni similares, nos sentábamos con platos y cubiertos siempre. Teníamos un hambre espantosa todo el tiempo, quizás el clima o que no parábamos.

El caso es que ese año pasó el verano allí mi primera perra, Pepa, mitad collie mitad no sé qué, aunque realmente fuera una genuina pastora segoviana, raza poco conocida todavía. Un día me dijo Claire que fuera a su casa a tomar un té con algo dulce, era una excelente repostera. Ella tenía un collie de pura raza maloliente, permanentemente embarrado y tranquilo, que no pisaba la casa, lo normal en gente de campo, vamos, que los perros no entren jamás en la vivienda.

El collie aquel, macho por más señas, convivía en pacífica armonía con una docena de gallinas sueltas por el jardín, por eso de que libres las gallinas dan mejores huevos y así las tenía Claire, iban y venían a su aire a menudo. A mí no se me ocurrió cosa mejor que dejar a Pepa también en el jardín aquella tarde de autos que todavía recuerdo. Estaríamos hablando Claire y yo como dos cotorras y no nos enteramos del ruido. Al salir aquello era la debacle, plumas por todas partes y algún hilillo de sangre, de las gallinas ni rastro. Pepa estaba muy contenta, el otro perro parecía algo confundido pero satisfecho. Mi perra había enseñado al collie que con esos bichos con plumas se podía jugar y pasárselo francamente bien, cosa que él ignoraba hasta el momento. No llegaron a comerse ninguna, es cierto, y pasado el tiempo salieron las gallinas de sus escondites, pero estuvieron en recuperación física y psiquiátrica unos días. De hecho, no pusieron huevos una temporada. Claire no me retiró el saludo pero sí, más allá de la interrupción biológica aquella, dejo de darme los huevos que me regalaba. No hubo más huevos en todo el verano . Le sentó como un tiro.

Moraleja: nunca dejes sola una perra española con gallinas irlandesas (aunque la nacionalidad perruna o gallinácea es lo de menos), ni mucho menos corrompiendo a un pacífico collie y enseñándole lo que no debe.

Pepa era una buena perra, pero con los seres alados y terrenales (o sea, ángeles y pájaros que vuelen no cuentan), no se llevaba bien precisamente. Otro día que fuimos de excursión tuvo un encuentro con una pareja de ocas que se saldó a favor de las última, ella salió escaldada. Las ocas son unas guardianas excelentes y como haya 2 pueden a un perro mediano sin problemas.

PS: Hoy es San Patricio, 17 de marzo, un día grande para todos los irlandeses, fuera y dentro del país. ¡Viva Irlanda!

martes, 16 de marzo de 2010

La funeraria y la sociabilidad (España e Irlanda forever)

Al llegar a Castletownbere solo llevaba el nombre de una persona que, por circunstancias diversas, me habían dado desde Madrid. Era la dueña de la funeraria, algo singular, totalmente irlandés. El caso es que al llegar descubrí que no solo tenía ese negocio, imprescindible e importante en cualquier comunidad que se precie, sino que era dueña de la ferretería, un comercio también fundamental en un pueblo.

"Estoy muy ocupada esta semana y la que viene, me vas a disculpar que no te atienda". Sí, hubo varios muertos en una semana. Nada grave, solo vejez afortunadamente, y, claro, se le amontonaba el trabajo a ella y a la parroquia. Así que me presentó a su hija por si tenía yo algún problema, Ella se llamaba. Había trabajado en España en unas bodegas y hablaba español estupendamente, era encantadora. Ella tenía además un hermano, el pequeño, con el que intenté que hicieran migas mis sobrinas el segundo año que fui, eran de la edad. Pero las dejó tiradas un día con la bici en mitad del campo a las pobres.

Claire fue mi mejor amiga irlandesa. Vivía a unos 10 minutos andando en el mismo Tir Na Hilan.Trabajaba en la fábrica conservera del pueblo unas horas, le permitía dedicarse a sus hijos. Tenía Claire una casa preciosa que construyó su marido porque sabía hacerlo. El matrimonio, como hacen muchos irlandeses, se había marchado a Inglaterra al casarse. Él había trabajado mucho de albañil cualificado, habían ahorrado lo suficiente -o sea, mucho-, y se habían vuelto a Irlanda a tener los niños y criarlos allí. Los dos tenían familia en Estados Unidos que venían con frecuencia, ellos también les visitaban.

Claire no bebía nada, era abstemia, algo relativamente común allí, en esa zona. Asumo que porque vio cómo otros de cerca el efecto del alcoholismo ajeno, familiar seguramente, o porque quizá tuvo problemas en el pasado. La gente que no lo prueba suele pertenecer en el caso de Irlanda a esas dos categorías. También los había que se subían Hungry Hill sin pestañear y luego bebían a espuertas. O que bebían primer y luego subían, que también los había.

Recuerdo un par de fiestas en mi primera casa, la encantada, con mis sobrinos el primer año, en la otra que Sean y Ruth me alquilaron el segundo año, con mis sobrinas. La gente no hacía más que entrar y salir continuamente de nuestra casa a veces. Y no solo es que fuéramos sociales, que lo somos, es que también dábamos de comer gratis y francamente bien a quien llegaba. Y eso hace muchos amigos en cualquier parte, pero en Irlanda, que comen de aquella manera, pues más.

Hoy víspera de San Patricio, patrón de Irlanda, tengo a la península de Beara donde siempre, en el corazón, bien dentro. God bless Ireland.

PS: Las fotos son con mi hermano J., mis sobrinos C. y J. y mi perra Pepa, su último verano viva. La oveja también se metía en casa, eso desde luego. Nublado y sol, porque hay sol en Irlanda, lo prometo.

martes, 17 de marzo de 2009

El jardinero inglés



Acompañé a Ruth al rastrillo en la rectoría y no me defraudó. Fue un día de sol y calor, apenas nubes, envolvimos pasteles y bizcochos, los metimos en la camioneta azul y allá que nos fuimos. En Castletownbere Ruth acudía al servicio dominical protestante en la residencia de ancianos mientras Sean, católico, venía a misa, al parecer la paz religiosa era posible. Pero en cambio le sentó fatal que acompañase a Ruth a la rectoría.

Tenderetes y señoras con sombrerito, el señor obispo en persona con su esposa, actividades para los niños, comida -dentro del limitado ámbito que este término tienen en estos lares- y moneditas que se iban juntando, ambiente igual que en una novela de Agatha Christie.

Y allá en el fondo sentado con su sobrina caballuna, él, el jardinero inglés.

Algunos británicos, descendientes de los señores impuestos por Gran Bretaña ancestralmente, siguen viviendo en esa zona de Cork. Tal era el caso del jardinero inglés, un noble venido a menos, ochenta y tantos años. Me senté tras pedir permiso y comenzamos a hablar. Oh sorpresa, le entendía todo lo que decía, quizás por eso confraternicé.

Botánico y encantador me invitó a conocer su jardín y fui a los pocos días. En un recodo antes de llegar a Glengarriff se encontraba el desvío que daba al terreno del jardinero inglés. Me esperaba encontrar con una mansión al estilo de Bantry House, quizás otra belleza escondida como el castillo de Castletownbere, Puxley Mansion, en aquel entonces derruido y hoy desgraciadamente transformado en un hotel de campanillas.

Y no, entre la maleza y tras perderme 3 o 4 veces fui a dar con el lugar. El jardinero inglés vivía en una caravana, una casa móvil de esas como las de los pobres de EEUU. Rodeado de un desorden espeluznante el antiguo explotador me acogió amablemente. Me enseñó el jardín, lo último que quedaba del viejo esplendor inglés, cartelitos como de niño, una caligrafía preciosa, los nombres de cada planta puestos a los pies de las distintas especies. Me conmovió.

"Nosotros nos portamos mal, pero ellos nunca olvidaron". El jardinero inglés con una taza de té, la sobrina parecida a un caballo, yo sentada observándolo todo.

Al dejar el jardín, tan bonito y triste en su soledad y humildad, me pasé por Mossies, otra inglesa afincada en la zona con un Bed & Breakfast y un restaurante preciosos en Adrigole, jardín cuidado, vistas espléndidas. Luego volví a Tir-Na-Hilan, bordeando la costa y Hungry Hill , de nuevo territorio agreste y católico.

Dios bendiga Irlanda hoy, día de San Patricio, especialmente a Beara.

Por cierto, San Patricio nació en Escocia y fue raptado por piratas irlandeses.

miércoles, 25 de febrero de 2009

Hungry Hill


Hungry Hill es el título de una novela de Daphne du Murier, la misma autora de "Rebeca", que tanto me gusta, y de "La posada de Jamaica". Está inspirada creo que en la montaña -de colina, nada de nada- del mismo nombre que se sitúa antes de llegar a Castletowbere en plena península de Beara.

El doctor John Lyne, médico retirado, subía Hungry Hill todos los días desde que le dijeron que le convenía hacer ejercicio, sin faltar uno, a menudo varias veces en el mismo día. Por eso, con setenta y tantos que tenía, parecía un hombre de apenas cincuenta años. En ese verano de 2005 hizo su subida número 1000 e invitó a que le acompañármos vecinos y visitantes. Allá que fuimos.

Siempre que miro a una montaña siento lo mismo: me gustaría subirla. Puedo tardar algo, pero suelo acabar por hacerlo de una manera u otra. No me gustan los valles, sin horizontes respiro mal, pero en lo alto de una montaña soy feliz. Como el físico no me acompaña, el entusiasmo, la voluntad y, más que nada los amigos, suplen la falta de fondo o entrenamiento. Hungry Hill no fue una excepción.

Subimos aquel día cerca de 100 personas, niños, ancianos, mujeres de toda edad, adolescentes. Beara es un lugar estupendo para los aficionados a las montañas, a andar, a travesías más o menos largas o duras por ese granito y verde pasto sin árboles que compone las montañas de Caha y el anillo que circunda a toda la península.

John Lyne a la cabeza, pelo blanco y piernas de acero, sus hijos, sus nietos, familia, todos le seguíamos. Los irlandeses del lugar, habituados a andar, subir y bajar, iban todos como cabras, como si fuera un paseo.

En tres horas y media habíamos subido y bajado Hungry Hill, a toda mecha. Posamos arriba para la posteridad y, sobre todo, para el periódico local. Estuvo bien porque pude morir desnucada, a la bajada, claro está, cuando las piernas te flojean por el esfuerzo hecho y el cansancio acumulado. La dueña del bar McCarthy's de Castletwonbere me dejó un bastón viendo mis grandes esfuerzos por seguir el ritmo, no me quitaba ojo. Pero yo ya figuraba en la foto, podía morir tranquila.

Al día siguiente me trajo Sean O'Sullivan, mi patrón, el periódico, furioso. "No sales, no hay mención de una española que también subió". Estaba en la foto final, claro, pero no en el texto, no me ocupé de hablar con el periodista, la verdad. "Tranquilo, no pasa nada, John". "De ninguna manera, voy a llamar al periódico para protestar, hablan de alemanes, de holandeses, de australianos... ¡y de una española no dicen nada". Creo que John en parte tenía razón: merecía figurar en el cuadro de honores local al menos por las ganas que le puse.

Cada vez que veo una montaña querría subirla.

Tardaré más o menos.

No lo hago jamás sola.

Pero sabe Dios que suelo acabar arriba. Porque siempre lo puedo intentar con una pequeña (o gran) ayuda de mis amigos, como cantaban los Beatles. Y con ellos casi seguro que puedo.

viernes, 30 de enero de 2009

Ruth en la lluvia


Ruth, la mujer de Sean, era más joven que él. Ambos eran objeto de ese tipo de comentarios tan frecuentes en estos casos, tan inmisericordes a veces.

El pasaba de los 6o y ella no llegaba a los 40 cuando se casaron. No sé cómo se conocieron, creo que fue por internet o un match maker profesional. Nunca pregunté ni tampoco me interesó, la verdad.

Un día estando en casa, cuando ya habían llegado mis sobrinos, apareció Ruth con su impermeable azul y las botas de agua, como si fuera un cartero.
Llovía intensamente como ocurría algunas tardes en Beara, en Tir Na Hilan. Nos habíamos cruzado ya en el supermercado, ocasión que aprovechó Sean para presentarnos brevemente. Pero fue esa tarde en la que Ruth vino a Stone Cottage cuando comenzamos a conocernos de verdad. Ella y yo.

Así la recordaré siempre, Ruth en mi zaguán y la lluvia fuera. Traía unos bizcochos para los chicos.

Hay personas a las que tratas en pareja. Amigas que vienen a verte siempre con su marido, o amigos con su mujer, o novia o lo que sea.

Y hay relaciones en las que la amistad no es por parejas, sino individual. Tal fue el caso de Ruth. Y de Sean. Fui amiga de cada uno, no de los dos juntos.

Ruth cambió la ciudad de Belfast, donde vivía antes de casarse, por un campo duro, ovejas y vacas que dan mucho trabajo, un invierno largo, húmedo y con mucho viento, y un hombre mayor.

El día que entré en su casa no podía creer semejante desorden. Era un batiburrillo todo de ropa, comida, revistas y papeles. Pero te encontrabas acogida por Ruth, a pesar de no saber dónde sentarte, tal era el desastre.

Al año siguiente, cuando cambié Stone Cottage por una casita que Ruth y Sean me alquilaban al lado de la suya, nos hicimos más amigas. Y me invitó a una fiesta en la rectoría, un mercadillo de esos para conseguir fondos.

Porque Ruth era protestante, mientras Sean era católico. Le sentó fatal a Sean que fuera a la rectoría, me lo dijo. Pero yo aquel día del mercadillo descubrí un mundo genial, como de Agatha Christie, mujeres vestidas en tonos pasteles y con sombrerito, el señor obispo con su mujer, esa Irlanda protestante del sur, y un par de personas interesantes, entre otras, el jardinero inglés.

Nota: La foto es de Stone Cottage, mi primera casa en Irlanda. Con su tumba y todo. Un día de sol.

sábado, 13 de diciembre de 2008

Sean O'Sullivan. Irishman & courtship.

Alquilé la primera casa en Beara a un alemán, Andreas Liess, por internet. Tras un día de viaje recorriendo Francia, pasé la noche en Roscoff y luego cogí el ferry para volver a conducir 6 horas -malas carreteras en el sur de Irlanda-. Llegé agotada a Castletownbere. En media hora Andreas me explicó el funcionamiento de la casa y me dejó sóla en ella.

El cottage estaba a 4 km del pueblo y a diez minutos andando de cualquier otra casa, rodeado de brezo y con un aire de misterio. A veces la soledad que se busca puede pesar un poco y mezclarse con algo que se llama miedo.

Fue uno de esos momentos en que una no se arrepiente, pero sí duda así como unos segundos, 2 o 3, no más, sobre la decisión tomada. Había viajado sin perra y tenía una semana sola por delante antes de que llegaran mis sobrinos.

Así estaba yo, cuando de repente oí que alguien llamaba a la puerta. Pegué un salto del susto, la verdad.

Era Sean.

Un tipo de unos ojos azules claros, calvo, sesentón, vestido como un auténtico pordiosero, llevaba una cuerda por cinturón, cara rojiza, manos de trabajar en el campo, sonrisa irónica: me soltó una parrafada como presentación de la que no entendí absolutamente nada. Cura de humildad para quien pensaba que podía trabajar, escribir, leer y vivir en inglés: qué ingenuidad la mía.

Debí de quedarme como un pasmarote en esa especie de zaguán que tienen en sus casas la gente del norte, así que Sean sin más preámbulos entró directamente como Pedro por su casa y se sentó en la cocina.

No suele fallarme el instinto en estas cosas. Aunque no le había visto en mi vida ni sabía quién era, me pareció todo de lo más normal. Viajar tiene estas cosas, aprendes a vivir con la sorpresa. Le ofrecí un té y hablé algo yo, más que nada porque así podía llevar la conversación y saber de qué iba la cosa. Estaba soltando una parrafada sobre cualquier tontería, como suelo hacer, cuando me interrumpe y me dice:

"Re'you married? Boyfriend?" Creo que fue lo primero que le entendí.

"No, no, no hay nadie". Sonreí un poquito.

Me soltó otra parrafada como si me riñera. De nuevo como si hablase tagalo, no inglés. Pero sí que comprendí la conclusión.

"Bueno, pues si no hay nadie, y no te parece mal, te vendré a cortejar 3 veces por semana a eso de las 3".

Por favor, si es John Ford hace una película con esto. ¡Y yo la estaba viviendo!

Acepté encantada la invitación de Sean que, por cierto, estaba casado. Me lo dijo también, las cosas importantes las suelo entender rápido.

Mandé un sms a mi hermano, me contesta mi tío Paco: cuidadín con los de 65. Mi familia siempre hace risas con estas cosas.

Era todo muy irlandés.

Sean me venía a dar conversación de vez en cuando a casa, era culto, divertido y, también, especial.

Me reñía por algo que había hecho o no había hecho, si me había juntado con las personas no adecuadas o lo que fuera. Me informaba de lo que era" The real Beara (and irish) experience" que incluía que la gente fuera a Misa el domingo aunque no fuera practicante o católica.

Conmigo no tenía problema, pero sí que tuvo alguno con ciertos inquilinos -él alquilaba también dos cottages al lado de su casa- que se negaban a ir a Misa el domingo. Otro día lo cuento.

Sean ejercía, aparte de mi cortejador oficial, de ángel protector. Y al segundo día, no después, me presentó a Ruth, su mujer. Encajamos fenomenal las dos, casi mejor que con él. Y esto él lo llevó un poquito mal.

Ruth, que tenía unos 37 años, era encantadora y fantástica. Sean también lo era, pero a su estilo. Como cortejador no estaba mal, pero como marido no sé muy bien, y además no me gusta valorar maridos ajenos, ni para bien ni para mal.

Católico él, protestante de Belfast ella, las cosas no marcharon bien. Me enteré recientemente, este año, tras 3 de no ir a Castletownbere, a Tir Na Hilan. Me dio mucha pena. Mucha.

Seguiré con Sean y Ruth otro día. Una mina, literaria y vital, como es esa parte de Irlanda. Beara siempre en el corazón.

domingo, 26 de octubre de 2008

Los chicos con las chicas


El primer verano que estuve en Beara invité a cuatro sobrinos: José, Javier y Silvia, los tres tenían entre los 14 y los 16 en aquella época; Alberto vino, como siempre que le llamo, en mi ayuda, no llegaría a los 30 todavía.

Mi sobrino Alberto merece un post aparte, ha sido "tutor" de Olimpia, me ha descubierto a Chesterton entre otros autores, es pintor y, gracias a un par de cuadros que tengo suyos, sé que algún día seré muy rica, aunque más bien no, porque nunca los venderé. Pero vayamos al tema, otro día hablo de Alberto.

Llegaron una semana después. Tuve una semana de agradable soledad en la casa aquella, la primera, que luego me dijeron que estaba embrujada. Ya notaba yo algo raro, muy raro. Teníamos restos megalíticos en el jardín, de hecho había una tumba donde descubrí que dormía todas las mañanas al sol (es un decir, hablo de Irlanda) una gata blanca y sin rabo que adopté inmediatamente para horror de mis sobrinos y amigos visitantes: la gata no controlaba esfínteres y no podía evitar cagarse por todas partes, la pobre.

José, Javier y Silvia son primos entre sí. Hjos de primos y primas mías. Para mí son tan sobrinos como los míos propios. El caso es que, tras Tir-Na-Hilan, donde creo que se lo pasaron bien y algo de inglés aprendieron, quieren mucho más a sus madres.

No soy una madre.

Hay muchas diferencias obvias entre una tía y una madre. Pero entre las que no son tan obvias, se encuentran las siguientes: una tía se encarga de la compra, de la cocina y de poner la lavadora y planchar, pero una sola camisa o prenda por día y persona, no más. Lo que significa que el resto del personal tiene que poner la mesa, recoger y fregar los platos por turnos y si echa al cesto de la ropa más de 1 prenda por día no será su tía quien se la planche. Con lo que esto puede conllevar de "ayer lo hice yo", "que no, que hoy no es mi turno". Ambiente divertido siempre. Sana camaradería. Y su tía que, de vez en cuando, montaba la de San Quintín y decía "como discutáis no os vuelvo a traer".

Por referencias -que no por familia- sé que los adolescentes que te pueden tocar en esta vida pueden ser de espanto. Los míos eran de lujo, cinco estrellas: aceptaban tu autoridad sin rechistar, sonreían, se reían, hablaban, te hablaban y te miraban. Y cualquier roce a los cinco minutos estaba olvidado. Una gozada de sobrinos, la verdad. Y aguantaron, además de a una tía con bastante genio, a una gata que se cagaba en cuanto nos descuidábamos: lo dicho, el Sheraton de sobrinos.

Alberto estaba al quite cada dos por tres, es un hombre por encima de roces, que calma con su presencia a las peores fieras, todo siempre está bien, nunca hay problema para nada, tiene siempre la palabra oportuna y toma y se toma a sí mismo el pelo a discreción.

El plan de mis sobrinos era estar unas 5 semanas, el tiempo se pasa volando. Era como el segundo domingo que íbamos a Misa, ya las tenían fichadas. Tendría que estar ciega yo ante semejantes bellezones de niñas. Y no, siempre tengo el ojo bien abierto a cualquier tipo de belleza. Tres y la prima. Pelo largo, una, la más mayor, rubio, las otras más pelirrojas, la prima morenita y de pelo liso. Yo sé bien lo que es pasar necesidad.

Salimos de Misa, "The Lord be with you", "And also with you", "Go in peace", "Let´s thank to God" . Follón a la salida, están rodeadas de familia (allí son todos primos de todos, y todos se llaman O'Sullivan)

Y veo que allí no pasa nada. Nada. "Pues estaban las del otro día" "Sí, sí, ya las he visto" " ¡Qué monas! ¿eh?, Podiais quedar con ellas, ¿no?", no hay reacción, no hacen nada.

"Sí, pero mira ya se van en el coche de su padre". Ranchera de clase media-alta irlandesa, padres con pinta de majos y normalitos. Y de repente, ya en nuestro coche, pienso "o ahora o nunca, que nos plantamos en la tercera semana y aquí no pasa nada".

"Perdonadme, chicos, pero voy a por ellas, que si no me muevo yo, aquí no se mueve nadie". Pito desde mi Xara a la ranchera, le cierro el paso, el tipo debe de pensar que me pasa algo, bajo corriendo y el otro baja la ventanilla alucinado, su mujer al lado todavía más alucinada.

"Buenos días, mi nombre es Aurora, vengo de España, mire, perdone que le moleste, pero tengo tres sobrinos encantadores, buenos chicos, que estarían muy contentos de conocer a sus chicas, que son muy monas. Yo creo que para qué nos vamos a andar con rodeos. Que se intercambien los móviles ellos. ¿No le parece?"

Mi coche era un hervidero de "No, no, tía, no", "Qué vergüenza, qué horror, lo está haciendo, es que no puede callarse". Alberto, en cambio, se moría de risa.

Miro a Kate a los ojos, un segundito nada más. La mayor. Una mujer a los 16-17 años sabe ya muy bien qué quiere. "Papá, perdona, pero si te parece bien me bajo e intercambiamos los teléfonos". En tres minutos estaba todo arreglado no sin muchas risas y excitación.

Pasaron otras tres semanas conmigo. Y las pasaron mucho mejor. Pero mucho, mucho mejor. Hubo un poquito más de lío de subirles, bajarles, y ahora dónde están, y si hacemos o no hacemos plan, media hora al teléfono para que luego no sepamos qué hacer, etc. Pero fue mucho mejor para todos, para mí también. Los chicos con las chicas. Creo que luego han seguido en contacto a través del messenguer o esas cosas que yo no manejo.

Javier, tan serio y a la vez con tanto sentido del humor, tan buen lector, tan bueno en general y en particular.

José, esos ojos verdes, que luego ha vuelto a Irlanda para trabajar con la Madre Teresa.

Silvia, morena, lista y a veces tan silenciosa. La mayor, algo que marca.

Espero que siempre recéis por vuestra tía, que algún Ave María me caiga. Aunque os riñera de vez en cuando. Más bien de cuando en vez.

sábado, 25 de octubre de 2008

Católicos irlandeses




Una de las cosas que más me gustaron de Irlanda era el modo en que muchos irlandeses viven "en católico". Asumo que mi visión es parcial, anecdótica y limitada a una zona muy rural y remota, y no aborda aspectos delicados, y en mi opinión negativos, como la vinculación con el terrorismo. Ya habrá otra ocasión.

Decía John Houston en su biografía que cuando fue a vivir a Irlanda le trataron muy bien. Asumían que, como divorciado y hombre de vida bastante irregular, iba a irse al infierno derechito, luego ¿por qué no hacerle, mientras tanto, la vida agradable al amable vecino que tantas juergas se corría si total iba a acabar en el infierno?

Esta actitud comprensiva ante el pecador es muy irlandesa, creo yo que también bastante católica. Efectivamente uno espera y quiere que el pecador se convierta, empezando por uno mismo, siempre necesitado de conversión, pero también intenta no amargarle la vida al prójimo mientras Dios hacer caer su Gracia sobre uno o los demás y la aceptemos o la echamos por la borda.

La alegría irlandesa, tan parecida y también tan distinta a la nuestra mediterránea, tiene creo yo bastante de católica. Los irlandeses se toman muy poco en serio, se ríen hasta de su sombra, y reservan, como buenos católicos, sus principios para cosas realmente muy importantes de la vida, no nimiedades.

Es cierto que esa actitud de laxitud general, por ejemplo, hace que haya un problema de alcoholismo bestial. Yo conocí a muchos abstemios y asumí que lo eran porque antes o ellos o en sus casa habían tenido un problema serio de alcoholismo.

También es cierto que ese relajo tiene una parte espléndida: se dedican a cosas realmente importantes como la música, la literatura, la poesía o la conversación, que es el arte más asequible a todos. Descuidan en cambio otras también muy importantes; por ejemplo, traer dinero a fin de mes a casa, algo realmente vital si se tienen niños, por ejemplo.

Estoy hablando de los hombres, no de las mujeres, que como en Galicia son la espina dorsal. Es decir, a veces pueden ser en exceso irresponsables, muy encantadores, pero muy irresponsables. Esto puede ser quizás muy católico, pero para la vida diaria puede amargar la existencia bastante. A veces algunas mujeres preferirían alguien un poco protestante, ordenado, responsable y hasta aburrido. Lo sé porque me lo decían.

También resulta bastante católico, y en la misma línea del relajo, su absoluto desprecio por la autoridad de este mundo, digo la civil. Los irlandeses, como en gran medida nos pasa a muchos españoles, son unos ácratas de narices. Yo creo que el anarquismo, en cierta medida (lo tendría que matizar, lo sé) tiene muchas cosas en común con el catolicismo. No creemos mucho en la ciudad de los hombres aunque tengamos que vivir en ella.

Los irlandeses como individuos no tienen un alto concepto de sí mismos, pero tampoco del prójimo. Yo creo que ese "lower your expectations" propio y ajeno es, aparte de muy inteligente, también bastante católico. No porque no creamos en los santos y en que hay personas muy buenas y capaces de cosas muy heroicas, sino porque supone una mirada realista y de comprensión ante las debilidades humanas.

Creo que los católicos y los poetas tienen la mirada más realista sobre las cosas, pero este es tema de otro post.

Me quedé impresionada del cariño a la Virgen, algo también muy católico. Tengo que decir no obstante que sus imágenes comparadas con las nuestras -andaluzas mayormente- dejaban bastante que desear.

En ese aspecto, la estética católica irlandesa, en mi opinión, es un poco triste. Pero llega a gustarte. En mi casa tenía un Sagrado Corazón de esos que tienen una lamparita que al principio me parecía un espanto y luego le cogí un cariño que casi me lo llevo.

Donde estuve yo la gente se confesaba mucho. Bueno, no sé si mucho o poco, pero se confesaba. Estaban ahí los curas como muy ocupados confesando. Claro que un país de pecadores y creyentes da como más trabajo a poco que uno se ponga a pensar: pecan pero creen, ergo se confiesan. Creo que esto también da idea de que son bastante católicos de corazón.

La Misa dominical era como "the place to be on Sunday". Mi casero del segundo año, Sean O'Sullivan, pretendía que los huéspedes -protestantes incluidos- tuvieran "the real irish experience" y les obligaba casi literalmente a pasarse por la iglesia católica el domingo.

El cementerio y los funerales darían para otro post entero. La primera conocida que yo tuve en Castletownbere era la encargada de la funeraria, además de conyuge ferretera. "Me perdonarás que no te haga caso esta semana, en este pueblo no hace más que morirse gente y esta semana tengo mucho trabajo".

Dulce Irlanda, católica Irlanda, mirada burlona sobre la vida y nuestras muchas limitaciones y fe en el buen Dios y en su Madre. God bless Ireland.

Tir-Na-Hilan




Tengo el corazón irlandés. Conozco solo una pequeña parte del país, rural y recóndita, la península de Beara donde el condado de Cork y el de Kerry se funden en un abrazo de agua y granito.

Allí pasé dos veranos maravillosos. El primero en el 2004, seis semanas; el segundo en 2005, ocho semanas. Prefiero tiempo a dinero, trabajar como free lance me ha permitido esas vacaciones tan largas. También me gusta quedarme tiempo en un sitio hasta llegar a burrirme un poco, para mí es hasta una buena señal.

Caí en Beara por casualidad. Busqué la casa por internet. Parecía un lugar bonito y apartado. No quiero perder el inglés y, aunque lo utilizo mucho, siempre es bueno estar inmersa en un ambiente angloparlante, cuanto más tiempo mejor.

El primer año viajé cruzando Francia y cogiendo un ferry en Roscoff, Bretaña, otro sitio precioso. Llegué a la costa irlandesa pensando que en dos horitas estaría en Beara. Pero las carreteras irlandesas de esa zona eran malas, creo que siguen sin merjoar. Son causantes también de que Beara esté casi sin tocar, limpio, sin turistas, no hay autobús que pueda llegar casi. Siempre dije que pagaría impuestos para que algunas carreteras no mejorasen. Viajé sin perra ese primer año. El segundo me llevé a Pepa, mi primera perra, fue su último verano viva. Y en los dos, como siempre hago, invité a mucha gente a venir: familia y amigos. Creo que todos se llevaron un recuerdo estupendo, que nos lo pasamos fenomenal y que volveríamos a repetir.

Irlanda, y especialmente esa zona, es un lugar estupendo para familias con niños o adolescentes, para parejas y, también, para mujeres solas. Es el lugar ideal. No soy imparcial, lo sé. Pero como viajera solitaria -aunque a ratos- esa zona rural ofrece muchas ventajas: vas al pub sola y todo el mundo es encantador. A nadie le parece raro.

Los irlandeses tienen esa cualidad de mirar a las mujeres mucho, y que les gusten un rato largo, y, a la vez, ser totalmente inofensivos, unos caballeros. Estás hablando con un tipo una media hora y te presenta a su mujer acto seguido que está sentada un poco más allá. No hay mosqueos, no hay malos rollos, es como si estuvieras con tus primos y tus amigos. Hay un sano, inocente y muy divertido flirteo, que asumo que a algunas anglos o yankees les puede desconcertar totalmente, pero donde una española sabe el terreno que pisa.

Castletownbere es un pequeño pueblo pesquero. Irlanda atrae emigración desde hace poco, el tigre celta, como lo han llamado, ha tenido una economía muy boyante los últimos años, se vive muy bien. Mucho dinero de emigrantes que vuelven o lo mandan, una formación profesional que pone a trabajar a la gente enseguida, empresas como Apple que se han instalado allí. Por lo menos cuando yo estuve la sensación era de riqueza, algo chocante para esa visión de Irlanda pobretona y hambrienta de tantas novelas y películas.

A propósito de lecturas, hay un libro genial, muy divertido, todavía no traducido al castellano sobre la zona en la que yo estuve. Está en amazon seguro, McCarthy's bar , escrito con mucho humor por un medio inglés medio irlandés. El autor recorre el área parándose en el bar de McCarthy, apellido muy común en la zona, situado precisamente donde yo veraneé. Su mirada medio burlona, pero también admirada de las costumbres del lugar, es desternillante. Es un libro que una lee y vuelve a leer muerta de risa.

Pasado Castletownbere y camino a Allihies se encuentra Tir-Na-Hilan, una colina llena de brezo, aislada, melancólica, a cuatro kilómetros del pueblo pesquero. Allí tuve mi primera casa, alquilada a un alemán, y la segunda, a Sean O´Sullivan, un personaje como sacado de John Ford.

Realmente todas las personas que yo conocí en la zona creo que eran los originales de John Ford. Desde Sean, hasta Claire, el cura, la dueña de la funeraria, Frank y su mujer, el noble y jardinero inglés, el pastor protestante, la mujer de Sean, Ruth, la colonia gallega también era muy de Ford, hasta la estonia también. Yo me convertí un poco en otro personaje de John Ford, pienso a veces.

Llevo a Beara en el corazón, muy dentro. Creo que hay que tener un armario de recuerdos y otro de proyectos en esta vida e ir alimentándolos poco a poco. En el primer armario guardo en el primer cajón a Tir-Na-Hilan, tan alejada del ruido y a toda Beara, mitad agreste mitad acogedora. En cuanto a proyectos espero poder volver algún día. Si Dios quiere.