Bitácora de Aurora Pimentel Igea. Crónicas de la vida diaria, lecturas y cine, campo y lo que pasa. Relatos y cuentos de vez en cuando.
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jueves, 13 de octubre de 2011

War Horse (El alma de un caballo en el West End londinense)

Animal viene de ánima, espíritu de vida, ánimo que mantiene vivo a quien respira y siente.

A mí me parece que uno de los animales que mejor reflejan ese ánima que todos tienen es el caballo. No es que el perro no lo sea, pero su alma es más, ¿cómo lo diría?, dependiente de la nuestra.

El alma de un caballo es claramente suya. Es independiente. A poco que trates a un caballo sabes que es otro ser vivo con su voluntad propia que puede no coincidir con la tuya necesariamente. No te lo camelas con tanta facilidad como a un perro o a la mayoría de los perros. Ves cómo te mira un caballo cuando te acercas, esos ojos como piedras brillantes y alargadas donde te reflejas, sus orejas que se mueven continuamente, todo el cuerpo, grande e imponente, sus dientes, cuando echan la pata adelante, cuando relinchan inquietos o levantan la cola. La sensación de montar un caballo o de que haga algo que tú deseas es de pacto, de alianza a veces. Aunque hay personas que los doblegan. Con un perro el pacto que tenemos está casi garantizado. Con un caballo es diferente.

Pues bien, todo eso que es el cuerpo y el alma de un caballo, unido hasta su muerte como ocurre con nosotros, puede ser representado por un artefacto humano en un escenario. Y ese pacto o ese enfrentamiento, la independencia vital de un caballo, también puede ser reflejado en una historia donde el animal real, vivo, no aparezca.

Fuimos a ver War Horse, la obra de teatro en Londres basada en la novela de Morpurgo, un texto precioso y una puesta en escena emocionante donde los caballos son grandes marionetas accionados por personas. Se mueven, relinchan como ellos, levantan la cola, se encabritan, corren y se pelean, huyen, se enfrentan, etc…. Son definitivamente ellos. Todo está perfecto, hecho con tal arte y excelencia técnica que llegas a olvidarte de que hay personas que los operan.

War Horse trata sobre la historia de un caballo, Joey, nacido en la paz rural de Devon en la segunda década del pasado siglo, al que acaban mandando a la guerra ,y de su dueño, Albert, un joven granjero que le adora y que saldrá en su busca. Joey cruza el frente, pasa al lado alemán, estará en la tierra de nadie, sufrirá.

En la primera guerra mundial se enviaron al frente desde Inglaterra 1 millón de caballos,volvieron 65.000 solamente. Fue la última guerra con caballería, el tanque apareció en escena, pero los animales sirvieron de montura a veces, de tiro para llevar enseres o empujar carros. Y hasta de alimento, se los comieron. “They had no choice”, dice un monumento en Londres dedicado a ellos. War Horse trata sobre la guerra y sus horrores a través de los ojos de un caballo, de lo que siente.

El cuento, escrito para niños, fue un éxito en los ochenta. Se llevó a escena en 2007 en Londres y este año la obra se estrenó en Broadway, el que viene en Toronto. Lo que vimos en Londres es un texto muy bien adaptado al teatro, no era nada fácil, con unos actores excelentes, el apoyo de una compañía de marionetas increíble (la Handspring Puppet Company) y una dirección de arte y una coreografía perfectas. Contamos casi 40 personas en escena. Preciosos los dibujos que hacen de marco a la historia, la música evocadora, muy divertida una oca que es otra marioneta y unos pájaros, alondras en la paz y cuervos en la guerra, también marionetas, volando por el patio de butacas.

War Horse ha sido llevada al cine por Spielberg y será estrenada en diciembre en EEUU y en enero en Reino Unido. El trailer parece indicar una buena película. Será esta vez con caballos reales. Eso que se gana... y eso, también, que se pierde. Con que fuera la mitad de la mitad de la mitad de la obra de teatro que vimos Gonzalo, sus hijos y yo en el West End ya sería buena. Si alguien se acerca a Londres debe verla. De verdad, vale la pena.




sábado, 27 de marzo de 2010

"La novia" de Chéjov (Pedazo de actriz en un teatro maravilloso y casi doméstico)




Fuimos al teatro, uno que no conocía, el Teatro de Cámara de Chéjov allá por la calle San Cosme y San Damián, detrás de Santa Isabel. Llegamos un poco pronto. Hay una puerta muy chica, un pequeño cartel y solo dos parejas fuera. “¿Es aquí el teatro?”, pregunto para asegurarme. Nos dicen que sí. “Pues parece una casa normal, qué curioso…” comento.

Abren la puerta y entramos a un recibidor con sofás, sillones y otros muebles. El que hace de portero nos da las entradas, las hemos comprado casi todos por internet. Esperamos un rato, viene más gente. Seremos al final unos treinta o cuarenta. Visto el sitio, con ese barro cocido en el suelo, sus jarrones con flores, las fotografías en las paredes, de muy buen gusto todo, pero como de casa de abuela, dice mi amigo “Esto es un teatro doméstico”. Me río. Suso es siempre muy ocurrente y da en diana. Me encanta este ambiente. Hablamos con una pareja de las tempraneras como nosotros, él tiene pinta de profesor y ella un aspecto estupendo, de esas señoras rubias que se hacen mayores sin aspavientos y son guapas de caerse. Nos cuentan que el director, Ángel Gutiérrez, es especialista en Chéjov, que este teatro solo está abierto viernes, sábado y domingo, y que los actores y toda la compañía tienen otros trabajos. A las 8.30 nos abren una puerta y, a través de un pequeño patio y subiendo unas escaleras, llegamos al teatro propiamente dicho, pequeño también. El escenario está decorado como una casa de campo rusa de las de antes, árboles altos con corteza blanca y gris, una especie de mirador, flores, una ventana a la izquierda con vegetación por fuera y a la derecha una puerta, un pequeña mesa.

Son solo 3 personajes, Sacha, Nadya, que es la novia, y Nina, la madre de ella. Es una pequeña historia, un argumento que no parece teatro. Quizá, pensamos, sea un cuento originalmente. Al llegar a casa compruebo que es así. Vida campestre, familia burguesa y sin ocupación aparente, una chica que va a casarse, pero que no puede dormir noche tras noche, un familiar lejano, Sacha, que piensa que esa vida sin hacer nada no es aconsejable, partidario del trabajo, una madre viuda que no es feliz, una abuela que no llega a salir en escena, té en el jardín, el velo de la novia, flores en mayo, en fin, Chéjov: sentimientos hoy perdidos y rescatados del tiempo.

La actriz principal es estupenda, todo un descubrimiento. Físicamente, según Suso, es una mezcla entre Julianne Moore y Meryl Streep, pero en joven, creo yo, no creo que supere la treintena. Se hace con la obra, se la merienda entera, llena la sala, se mueve perfectamente, proyecta la voz como quiere, y es capaz de hacer de una chica más joven, casi una adolescente.Tiene además la obra una música muy bien puesta y una iluminación cuidada. Es todo tan delicado, tan fino, que salgo encantada, creo que a Suso también le gustó.

Voy a seguir de cerca a este pequeño teatro de cámara, casi doméstico, a este director tan bueno, Antonio Gutierrez, y, si puedo, a esta actriz que interpreta a Nadya: María Muñoz.

Madrid tiene a veces tesoritos como estos, también los tiene la vida. No se habla de ellos, no salen apenas en los medios, pero están tan bien hechos, con tanto mimo, que cuando se encuentran hay que decirlo a otros para que disfruten. Si podéis acercaros al Teatro de Cámara de Chéjov no dejéis de hacerlo.

PS: La foto es de La Razón, María Muñoz interpretando a Nadya y Chema Coloma interpretando a Sacha.

lunes, 1 de marzo de 2010

Kafka y la muñeca viajera

Jordi Fabra i Serra, escritor barcelonés con una extensa carrera y éxitos, ganó en 2007 el premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil con "Kafka y la muñeca viajera". El texto, publicado por Siruela, se basa en la historia que se cuenta del escritor, quien en el último año de su vida se encontró en el parque Steglitz de Berlín una niña que lloraba desconsoladamente porque se le había perdido su muñeca. Kafka le dijo a la niña que su muñeca se había ido de viaje y que él lo sabía porque era cartero de muñecas. Desde ese día y durante unas tres semanas el escritor fue entregando a la niña diversas cartas que venían desde lugares distintas donde la muñeca estaba. Nunca se encontraron dichas cartas y fue a través de Dora Aymant como nos ha llegado esta anécdota sobre la cual Fabra i Serra escribe una novela preciosa, delicada y emocionante, que ha servido de base para la representación teatral que Ayanta Barili ha dirigido en en teatro Lara de Madrid.

Quizá lo primero que cabe destacar de esta versión teatral es que se han reunido un conjunto de estupendas coincidencias: fantástica historia original, texto de Fabra i Serra espléndido, fino y elegante, adaptación inteligente y llena de magia de Ayanta Barili y una interpretación por parte de sus tres únicos actores estupenda. La obra es de una gran simplicidad y su fuerza me parece que reside en esa sencillez que suele tener lo bueno.

La niña, el escritor y una estatua están muy bien, medidos y contenidos, la niña es para recordar, una monada. Se han utilizado unos recursos escénicos mínimos pero muy eficaces, unas marionetas que sobre un fondo negro nos van pintando esos viajes a través de un globo que luego se hace barco dirigible, de una gaviota y de unos paisajes cambiantes desde París a Tanzania, flores, confeti, todo suave y alegre, simpático y sugerente.

Te emocionas y ríes con el texto y esa muñeca que se ha ido no porque estuviera harta de la niña, sino porque con ella aprende a ser libre, algo no siempre fácil pero sí deseable, con esas cartas desde París o Londres y el desenlace de la muñeca que encuentra el amor y se casa en África con los animales como invitados.

No sé si se va a llevar esta obra fuera de Madrid o si va a estar mucho tiempo en la ciudad, pero hay que verla. No es sólo para niños, creo. A mí como adulta me ha parecido preciosa. Es cierto que no tiene pretensiones y que quizá su sencillez choque con obras y cine que tienen a los niños hiperexcitados con un ritmo trepidante, mucha luz, mucho ruido, todo siempre demasiado. Esto es otra cosa: tranquila, poética, casi silenciosa, hablan poco y lo justo, tanto el texto como las imágenes, ese escenario tan bien discurrido. Yo creo que ahí, en su falta de artificio, está lo mejor de ella, su fuerza que te llega sin tanta alharaca, por dentro, y se queda un rato en tu interior, callada.