Los abejarucos suelen estar vigilando en los tendidos telefónicos y vuelan cerca de los cortados de tierra. Al salir o llegar a Peñaflor de Hornija siempre los veo. Se reconocen fácilmente por el azul, amarillo, verde y negro, y por la forma del pico y del cuerpo. A veces los oigo antes.
Varias perdices me han salido ya al encuentro. Nunca había visto perdices en el campo, libres y corriendo, sólo un reclamo que tenía Carlos y otras de amigos, presas siempre en jaulas. Vi una perdiz muy chula en un tejado de Urueña, luego una madre con los pollos que corrían en la carretera “venga, venga, niños, que no hay tiempo”.
Pero la alegría más grande en cuestión de pájaros de los últimos días me la dieron unas avutardas el pasado jueves. Inauguraba en Urueña tienda Olga, muebles y antigüedades preciosas. Volví por eso a casa más tarde, cuando anochecía, nueve y algo. Y allí estaban las dos, a lo lejos, como pavos, grandotas, entre las pacas cuadradas de paja, pasada la Espina.
“Perdona, Pilar, tengo que colgarte, creo que estoy viendo dos avutardas.” “Nada, párate y ya hablaremos luego”.
Dude si eran alcaravanes. Sé que hay por aquí y quizás se parecen, pero no sé bien el tamaño que tienen estos, y lo que estaba viendo se encontraba a cierta distancia. El domingo por la mañana me sacó de dudas una compañera librera. “No, no, los alcaravanes son mucho más pequeños. Si eran como pavos de tamaño son seguro avutardas”. Eran avutaradas fijo. El próximo día me acerco a ver qué pasa.