Bitácora de Aurora Pimentel Igea. Crónicas de la vida diaria, lecturas y cine, campo y lo que pasa. Relatos y cuentos de vez en cuando.

viernes, 3 de octubre de 2008

Descalza




Sin botas, sin zapatos, sin zapatillas ni chancletas. Descalza.

Como mucho, unos calcetines de lana calentitos. A veces hay corriente y enseguida me resfrío.

Media humanidad anda descalza y otros muchos en todo el mundo se descalzan al entrar en el hogar, en casa propia o ajena.

Así lo aprendí cuando viví en Canadá, así me lo han contado otros amigos viajeros.

Descalza por la mañana. A tientas todavía en la habitación, puede suceder que sin querer no recuerde dónde estaba cada cosa y me parta un dedo del pie, como le sucedió a Isabel una semana antes de su boda.

No se notó nada en el gran día, son gajes del oficio por no querer hacer ruido ni encender la luz.

Cada vez que, desde el umbral o por una ventana, veo cómo se manejan en la cocina o en el zaguan, oigo las voces en el cuarto de estar o una conversación privada -que dirían los british (it's a private conversation!)... yo sé no sólo que tengo que llamar a ver si me abren, sino que debo entrar descalza.

En la amistad. En el amor. Cuando alguien se asoma, aunque ni siquiera entre, en la intimidad, en la conciencia o en alma. En el espacio virtual donde volcamos retazos de vida, en el cara a cara, donde sea.

Es suelo sagrado. No hay que traer el polvo de la calle.

Es tu casa, es mi casa, y aquí solo se invita a los amigos de mucha confianza, por eso siempre hay que ir descalzos.

Sin intentar poner orden ni imponer un foco de luz con la pretensión de iluminar una estancia que no es tuya. No hace falta, hay que dejar que la gente encienda su luz cuando quiere, a veces en penumbra se está mejor.

Silenciosamente. Con respeto. Pasitos cortos y sin ruido.

Es bonito ver cómo tienen el cuarto de estar los González. Cada casa es un espacio propio, recogido, distinto, cada una tiene sus propios rincones que sólo sus habitantes conocen.

Descalza, yo siempre descalza.

Me encanta andar descalza y que entren en mi casa descalzos.

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