Bitácora de Aurora Pimentel Igea. Crónicas de la vida diaria, lecturas y cine, campo y lo que pasa. Relatos y cuentos de vez en cuando.
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jueves, 15 de julio de 2010

El yelmo del señor conde (de la libertad y otras rarezas)



Sigamos con el burka o con otras cuestiones referentes a la tolerancia y la convivencia.

Yo tengo un tío que es conde que se empeña en ir con su yelmo a todas partes. Era de su bisabuelo y antes de quien llevó el título, así hasta el siglo XIII.
No sé, es tradición familiar quizá, o es lo que ha visto hacer a su abuelo, o también él se ha hecho a eso y le mola ir así.

No, no ha sido impuesto, menudo es mi tío. Todas las mañanas él se pone su yelmo con celada e intenta salir. Se organiza la marimorena, naturalmente.

Mi tío intenta argumentar que es algo de familia de rango abolengo, que los condes iban así de toda la vida de Dios, que es una tradición que no podemos quitarle, que está cómodo y que además lo han hecho desde nuestro común antepasado, Felipe Pimentel, Conde de Benavente, hasta su padre y ahora él, que sigue empeñado y lo hace muy libremente. Es cultural, apela. O al revés, su elección.

Es más.

Hay otros nobles amigos suyos que van disfrazados con antifaz y prendas que les cubren totalmente no en Carnaval, sino durante todo el año, por razones muy diversas: están cómodos, les excita sexualmente, quieren provocar o quieren pasar desapercibidos precisamente.

Es igual.

Lo de menos, en mi opinión, es lo que aleguen o por qué lo hacen, si son nobles, simples excéntricos o están sometidos a una tradición. ME ES INDIFERENTE.

Lo más importante es que en España cuando uno trabaja en una oficina, compra el periódico, va al dentista, habla con el tutor de un hijo, o se monta en un taxi o en un autobús tiene que ir a cara descubierta. Y no porque desconfiemos de los nobles, por poner un ejemplo, o de mi tío el conde, o lo que sea. Tampoco porque pensemos que el casco no es bonito o puede ser “símbolo” de ser un noble venido a menos (o más) –y nos guste o no la nobleza, seamos partidarios o tengamos una opinión al respecto- o sea el yelmo un símbolo de guerra o hasta artístico de valor incalculable: TODO ESO NOS ES INDIFERENTE.

En su casa pueden ir vestidos, desnudos o de Versace, con antifaz o como quieran, pero en público vamos todos con la cara descubierta.

Me es igual lo que represente para unos, otros o quienes sean.

Es simplemente porque los ciudadanos de este país, independientemente de nuestro sexo y de nuestro origen (y de nuestra educación y de nuestra religión y de nuestro lo que sea) vamos todos en público de una manera que se puede reconocer nuestra identidad individual, una persona, una cara, eres quién eres: una persona en público con una identidad reconocible.

A mí no me interesan los derechos de las mujeres. Me interesan los derechos de todas las personas. No tenemos derechos diferentes, tenemos los mismos, hombres y mujeres. No tenemos unas libertades distintas, son las mismas. Y en un espacio común, público, occidental, que se basa –entre otras cosas- en el hecho de que cada persona, hombres y mujeres, tienen los mismos derechos y se presentan en público y tienen una voz, voto, derechos civiles, políticos, etc. no se puede consentir que se alegue que en uso la libertad (no pongas tus sucias manos sobre Mozart, por favor) tengamos que dejar que lleven burka. Como tampoco vamos a dejar, yo no desde luego, que una mujer sea golpeada por un animal aunque ella quiera (caso de Neira, increíble, así estamos…). No. Aunque ella diga, como le dijo una pobre mujer a mi padre cuando paraba al animal de su marido en plena calle en Madrid en los años 60 “Señor, no se meta, en lo suyo pega…”

Yo no creo que la libertad así entendida sea el bien supremo. Más bien es el modo de socavar y acabar con los derechos y las libertades que nos han costado, históricamente, muchos esfuerzos. Occidente es de una cobardía tremenda. Y esconde la cabeza cuando hay problemas. Ayudados también, bien es cierto, por la increíble labor de zapa educativa, cultural, de debilidad mental que hace que las personas crean que la libertad es tener veinte cadenas de televisión, veinte cornflakes diferentes o poder cepillarte a veinte mujeres (u hombres). En eso se ha convertido la libertad. O en hacer el botellón y cuando alguien protesta porque no duerme se le diga que no se enrolla lo suficiente. Lo he leído muy recientemente: no doy crédito.

Esa es la libertad que nos dejan ejercer, la que se vende, se propaga, y se defiende, en eso la hemos convertido. No la libertad de la persona que se posee, para empezar, y no se somete a nadie y tiene una identidad pública, y una dignidad, y no se le deja que renuncie legalmente a ella.

Hablamos mucho, nos quejamos continuamente, se nos va la fuerza por la boca, en tertulias, hasta escribiendo. Somos víctimas siempre de todo, de todos, del Estado, de la empresa, de las circunstancias. Este es un país que parece mentira que descendamos de gente valiente: a menudo somos cobardes, con todas las letras. No decimos “no” por miedo a veces.

“Vd. no puede firmar por su mujer aunque su mujer quiera, su mujer tiene que firmar su declaración de la renta” (En Hacienda hace unos días, un marroquí insistía en que él representaba a su mujer y ponía su firma donde fuera)

“Vd.será lo que sea y no querrá que le atienda una mujer. Pero yo soy doctora y funcionaria y a Vd. le atiendo yo o no le atiende nadie en este hospital, así se muera” (En un hospital público hace unos meses)

“Vd. tendrá su derecho de familia allá de donde viene, pero aquí Vd. acepta nuestras leyes, escolariza a sus hijos, todos, niños y niñas …”

“Vd. será chino, eslavo, latinoamericano, o lo que sea. Pero si quiere vivir aquí tiene que aceptar unas mínimas normas de convivencia que nos hemos dado los españoles”.

“Me parece fenomenal que Vd. rece mirando la Meca, o que sea en una iglesia, o en una sinagoga, o que se funda en el ser universal o crea en la reencarnación o en la nada, que sea agnóstico o ateo. Soy el Estado y ME ES INDIFERENTE qué religión profese Vd. o la que no profese. No estoy en contra, ni a favor, simplemente NO ES MI TEMA.”

Y por eso, cuando se legisla, cuando nos damos leyes, nos da igual que desde tiempo inmemorial los varones Pimentel que heredan el título lleven yelmo o que algunas mujeres musulmanas llevan burka. Pasamos de todo ello, sean unos u otras.

Si Vd. va por la calle tiene que ir con la cara descubierta y aceptar unas mínimas reglas de convivencia. Tampoco permiten al conde lleva una espada arrástrándola por el metro y bien que se empeña. Lo detienen. No, no se pueden portar armas en el metro, es otra imposición contra la libertad individual, ya lo siento.

Mañana, si me apetece, sigo con el mismo tema o con tía Marta, salvo lo que diga un hombre, que siempre merecen todo mi respeto (esto va de coña mariñera).

Estoy pensando en otros atavismos que no entiendo, medievales, por cierto, o anteriores, increíbles, pero ciertos, ¿se puede saber qué hace un rey en pleno siglo XXI? ¿se puede saber por qué un apellido garantiza un puesto en la jefatura del Estado, así, por herencia? Huy, Dios, qué diría mi tío de todo esto.

Del burka y la tolerancia (La cara de las mujeres)



Es posible ser partidaria de las cuotas, de la paridad impuesta legalmente y mediante comisarios variados, y a la vez tolerar el burka como algo cultural que no nos incumbe. Esta es la incoherencia actual que comparten algunas mujeres socialistas seguidas de quien no dice esta boca es mía entre las feministas en España, así como quienes podemos ser acomplejados, no vaya a ser que se nos tache de intolerantes.

No puedo entender cómo es posible que se realicen campañas contra el maltrato bajo el lema “tolerancia cero” y luego se agache la cabeza, quizás para no pensar demasiado, apelando al tema de la tolerancia cultural con el burka, una vestimenta que tapa la identidad personal de quien la porta hasta anularla. Perdón, pero esto no es un tema de si te gusta llevar el pelo en rastas o al cero, ir con pañuelo en la cabeza o vestida de luto. Es un tema de visibilidad pública y negar totalmente la identidad personal de las mujeres que lo llevan, que pasan a ser una sombra, inidentificables, además de estar expuestas, como ya lo han explicado algunas, a problemas graves de salud como la ceguera. La cara de una mujer no se ha hecho para estar tapada, oculta, está hecha para que nos dé el aire y podamos ser vistas y ver con los ojos sin un tejido de por medio, sin asfixiarnos. La cara de las mujeres es la que nos hace que seamos públicamente, y no sólo en privado, Rosa Pérez o Rosaura Bravo. Cuando una mujer deja de ser identificable, y lo somos todas por la cara, pasamos a ser cualquier mujer, en genérico, esto es NADIE.

Luego también se alega que “nosotros también tenemos nuestros burkas”, es decir, nuestros modos de someter a las mujeres. Pues claro, y en eso estamos, en no permitir que un bárbaro golpeé a una mujer, en que ésta aguante sin denunciar, etc. Pero creo yo que no es comparable en líneas generales ni los derechos ni las libertades de los que gozamos en Occidente las mujeres a las que tienen en otros lugares de tradición, por ejemplo, musulmana. Ni en el papel ni en la realidad, en ninguna de los dos lados. No es lo mismo. Y yo no me atrevo a decir que somos mejores, pero sí que nuestro sistema lo es, con todas nuestras contradicciones, nuestros traspiés, nuestras incoherencias a todos los niveles. No es para estar orgullosos de nada, a la vista están los totalitarismos de Europa y otros muchos desastres actuales, pero, por Dios, eso no implica asumir que todo es igual o que todo vale lo mismo y agachar la cabeza con miedo o por falta de seguridad, por pereza o comodidad al fin y al cabo. No es una batalla menor, es una batalla cultural vital en la que nos jugamos algo muy importante: la igualdad de verdad, no las chorradas de las paridades.

Si alguien vive aquí tiene que aceptar unas mínimas reglas del juego que son las que permiten la convivencia y ser ciudadanos y ciudadanas, por muy mal que lo hagamos. Para empezar algo básico que ha costado a muchas mujeres y a muchos hombres mucho esfuerzo: una mujer no es algo que pertenece a nadie. Una mujer puede heredar, puede disponer de sus bienes sin consentimiento de nadie, así como ganarse un salario sin que se lo administre ni intervenga un hombre. Una mujer puede divorciarse, no casarse y desde luego no acepta un matrimonio convenido por sus padres. Un hombre no es el cabeza de familia y comparte la custodia sobre los hijos con la madre. Una mujer no se calla cuando habla un hombre. Una mujer tiene derecho a voto, también a tener voz en la arena pública y en la privada. Una mujer no puede someterse a una operación, -sea por un curandero o por un médico, no es cuestión de higiene-, por mucha tradición cultural que haya, que la deja sin clitoris. Así podríamos seguir. Es tan obvio, tan evidente, que a veces puede costar recordarlo. Cada vez que no prestamos batalla, que cedemos en temas de estos negamos todo lo anterior que no es “mi” derecho o el tuyo nada más, son los derechos de todas, de cada una y cada uno, individuos, personas: irrenunciables.
Por supuesto que hay variedades y que no todos los musulmanes son iguales, pero ¿dónde viven las mujeres con todos esos derechos?, ¿dónde están recortados? Curiosamente es en Occidente, de tradición judeo cristiana, donde hoy tenemos más derechos, ¿será una casualidad? A mí que no me vengan con alianza de civilizaciones en esta materia, no quiero ninguna alianza, quiero lo que se ha ganado a pulso, y no sin batalla, en esta parte de mundo. Y lo quiero para todas las mujeres que viven aquí en España.

Luego se puede escribir del harén en plan romántico, pero, por Dios, ¿dónde estamos? ¿Nadie va a decir que el rey está desnudo? ¿Es posible que asistamos a la parida de la paridad, de las cuotas, y ,de paso, callarse ante barbaridades que amenazan con instalarse en nuestro país? Ni el acuerdo de voluntades en esta materia, como en otras, es reconocimiento de la bondad de algo o fuente de la legalidad. El duelo a la puerta del cementerio era una costumbre y se prohibió, como el ser esclavo de alguien, por mucho que el esclavo aceptara, o, en su caso, el motín de Esquilache, la gente no podía ir embozada.

No se puede vivir sin tener una identidad pública, una cara. Eso, entre otras muchas cosas que no podemos permitir porque está en juego algo más que la tolerancia, son las libertades y derechos ganados a pulso. Parece mentira que no caigamos en algo tan elemental, tan básico.

viernes, 28 de mayo de 2010

Lelas (Como son mujeres... / Como somos mujeres...)


Creo que escribí sobre esto hace año y medio. Pero el lema, aún en crisis, sigue siendo “A la liberación por la Visa” o eso parece. Fui a la peluquería el martes y leí unas cuantas revistas femeninas. ¿Está España llena de snobs y cursis o son solo imaginaciones mías? No doy crédito. No puedo entender cómo las heroínas hoy son un cuarteto de mujeres muy limitadas de cabeza, corriendo detrás del primer par de pantalones que se les pone delante, derrochonas y con trabajos imposibles ¿Se puede ser columnista en un diario y vestirse cada día con un modelo carísimo diferente? Vamos, hombre. Me refiero a “Sexo en Nueva York” pero, por extensión, a la deriva de estupideces, al perfil de mujeres de las que hablan y salen en los medios –femeninos pero también “generalistas”- de modo casi preferente. Pero, además, no puedo entender el éxito de la serie, ni de la película, entre las propias mujeres. Y no es que piense mal por sistema del llamado chick lit (literatura para mujeres) tanto en libros como en películas. No es el género literario o cinematográfico lo que critico, es el contenido.

Personalmente no me parece mal escribir, por ejemplo, novelas de amor "para mujeres", se puede hacer bien, regular o fatal. Se puede hacer “literatura para mujeres” de modo consciente o inconsciente, por lo visto leemos más las mujeres. Me es igual la intención o el por qué, es el resultado lo que cuenta. Creo que se puede tocar un palo, uno solo, el que sea, muy bien, o incluso tocar ese palo –en literatura o en cine- con profundidades diferentes, desde el más ligero al más hondo, hay muchos ejemplos. No pienso que sea un desdoro para nadie escribir “para mujeres” o tener mujeres lectoras o como audiencia preferente, que les guste más a ellas. Lo que no puedo soportar son dos cosas que se dan mucho a veces, se mezclan, con esto del “género” y “géneros”.

Una, es esa queja que, por ejemplo, pudimos ver hace unas semanas en la reunión de un plantel de escritoras muy leídas, por cierto, en Mujer Hoy del ABC, donde flotaba algo que está omnipresente, que se saca en cualquier conversación a veces y no siempre con justicia: el sentimiento de discriminación. Pero ¿qué me están diciendo Vdes.? Pues no será por las editoriales ni por los lectores que tienen. Otra cosa será la posible y tan humana envidia de escritores hombres que quizá venden menos y no publican tanto y se meten por sistema con quienes venden (sean hombres o mujeres). Pero eso es otra cosa que pasa, como a los ricos, a los que tiene suerte en el amor, a los guapos, etc.: es por envidia, no por ser mujer, de Murcia o de Albacete por lo que algunas personas quieren hacer el vacío o minimizan el éxito ajeno, me parece.

El otro tema que me pone de mal humor es el elevar la más absoluta nada al rango de icono, de ídolo, o sea, la estupidez al cuadrado, que es lo que es “Sexo en Nueva York” donde, por cierto, si mal no recuerdo la serie, se dedicaban más tiempo al modelo o los zapatos que al sexo. Tras un par de capítulos te quedabas pensando ¿Pues ese es el sexo que hay en Nueva York? Perdóname, pero a mí me parece que tenéis un empacho del Vogue más que de sexo. Quizás sea sustitutivo, es una idea.

Creo, en definitiva, que se puede hacer comedia romántica o películas destinadas a la audiencia femenina –a propósito o porque da la casualidad- que no sean lelas y que, además, convendría no esgrimir la discriminación de género (sexo, vamos) por sistema cuando alguien tiene o no tiene éxito. Nancy Meyers y Nora Ephron, por poner dos ejemplos, tocan el palo de la película comedia para mujeres con inteligencia la mayoría de las veces. Yo no espero que la gente sea siempre un maestro, Ford o Cervantes, cuando voy a ver una película o leo. Sólo pido que no se sean bobos al escribir un guión o una novela y no nos tomen por tontos a quienes leemos o vamos al cine.

Y, por último, me parece que cuando no se tiene éxito en estas áreas, y lo tienen otros, otras, o sí se tiene, no es cuestión de parapetarse ni en “es que como somos mujeres”… ni tampoco en “es que como son mujeres”. Creo honradamente que hoy no ha lugar ni de un lado ni del otro habitualmente. Lo digo como lo pienso.

domingo, 29 de noviembre de 2009

Blanca acompañada


Murió esta semana Blanca Suances, una de las muchas viudas de esa casa que ya he descrito: casi todo mujeres solas. Blanca, además, era viuda sin hijos. Cuando su marido se le adelantó, ella se quedó muy triste. Estaban muy unidos Santiago y ella. Y siguieron así en la distancia, ella desconsolada, echándole mucho de menos .

Ha vivido todos estos años, creo que casi veinte, ya sin muchas ganas, animada por Machús, su hermana pequeña, que ha estado pendiente de ella. Salvador, Pilé, sacerdote, otro hermano de ambas, murió hace unos años. Creo que era el último de los chicos Suances. 

Blanca era especial y tan buena como su santo esposo, que era de los de altar. Machús la liaba un poco, como me ocurre a mí con mi madre: "que no te pongas ese traje del año pun", "que te cambies", "que te arregles".... No lo hacemos por molestar, sino por animar, aunque podemos llegar a ser muy pesadas.

Machús tiene uno de los secretos de estado mejor guardados: su edad. Y otro todavía mejor: no he visto mujer más alegre y mas divertida. Esa sí que da abrazos que te tumba y te deja sin aliento, ¿qué tendrá por dentro que es así, incombustible?

Blanca, lo siento, pero me he chivado todos estos años a Machús cuando te ponías el traje aquel de chaqueta de los años 60. He sido yo, te lo confieso, ahora que estás en el cielo y que no puedes enfadarte. Si te veía con él, y luego a tu hermana, se lo decía:  "Machús, tu hermana Blanca se puso otra vez ese traje, que lo sepas". Y luego ella iba y te reñía. Ay, qué mal, qué remordimientos.

Blanca no quería salir mucho, no se animaba, quería estar en su casa. Venían sobrinos a verla, la sacaban también. Ha tenido muchos, habían sido 11 hermanos creo. Y ella se resistía levemente, suave, como era  Blanca, delgadita, pero firme.

Un día de calor horroroso hace un par de veranos me dijo que ella donde estaba bien era en su casa, que les agradecía mucho a todos todo, pero que no, que no quería tanto lío, que se aturdía. Carmen y otras vecinas han estado pendientes de ella, acompañándola a misa cuando ya era un suspiro. Blanca se ha ido quedando transparente, todavía más blanca.Una Blanca cada vez más blanca. 

Cuando mi madre me dijo que había fallecido pensé que por fin estará acompañada.

Nunca más sola, Blanca, nunca más. Con Santiago por fin, ¿eh?, tú siempre con tu marido al lado has estado y estás, pero ahora más. Un abrazo, Blanca,  y no me tengas en cuenta lo de chivarme, por favor te lo pido.

domingo, 23 de noviembre de 2008

"La mujer", ese tema. 3) No es sólo machismo


Manipuladoras, manipuladores. No es cuestión de sexo, sino de personas que hacen palanca por donde pueden, que les gusta que el mundo gire a su alrededor y se aprovechan de las fortalezas o debilidades propias o las de los demás. De ambas.

Creo por eso que más que "violencia machista" hay que diferenciar entre un tío que es machista de cabeza y/o acción, de un hombre que es un maltratador, sea machista o no. Puede ser que detrás de un maltratador no haya un machista siempre.

No es lo mismo ser machista que ser un maltratador. No todo hombre es machista. No todo machista es un maltratador. No todo maltratador lo es por ser machista. Recordar estas simples ecuaciones no está de más: hay tal psicosis con el tema que acabamos confundiendo las churras con las merinas.

Pienso que no se atina con la prevención ni con la solución al grave problema de los malos tratos entre otras razones por un tema de enfoque y del discurso que subyace en muchos casos a todo esto.

El machista por convicción suele ser un hombre limitado en inteligencia: inteligencia práctica, emocional, social, las importantes. Hace falta ser muy tonto para pensar que los hombres son mejores (también para pensar que las mujeres lo son, otra estupidez más).

Creo sin embargo que habitualmente por convicción hay menos hombres machistas de lo que parece. No es machismo, es otra cosa.

A nivel doméstico lo que pasa es que es más cómodo en la vida diaria dejar que otros hagan determinados trabajos: o sea, hay mucho supuesto machista que simplemente es un vago y tiene morro, prefiere no saber ni aprender de logística doméstica, o le ha pillado mayor, también pasa.

Creo que en el ámbito público mucho falso machista es un trepa y quiere subir en la empresa y si puedes pisar a una tía la pisa, pero también pisaría un tío, no es cuestión de sexo. O un cara: si puede no subirte el sueldo, no lo hará.

O sea, creo que más que machistas fetén, lo que hay es listillos, caraduras.

Y luego creo que hay otro tipo, que puede o no creer en la inferioridad de la mujer, pero en lo que sí cree en su superioridad como individuo.

Como mujeres: en lo que creen es en su superioridad como personas.

Estos individuos (ellos y ellas) se suelen cebar en quienes pueden. Fuera o dentro de su casa. Y como ocurre que fuera a veces es más complicado, pues es dentro de casa, donde por razones diversas tenemos otros pactos, costumbres, otra manera de relacionarnos: estamos menos protegidos todos, mas desvalidos.

Estos individuos -hombres y mujeres- buscan a personas que, por lo que sea, tienen un perfil determinado, el adecuado para que ellos puedan ejercer su poder, su manipulación.

Un maltratador hombre así busca a una mujer que no tenga autoestima (o sea fácil de minar), a veces que le vea a él como un salvador (es posible que económico, pero sobre todo emocional), un rescatador, que le sea dependiente de algún modo.

Algunas mujeres son el caldo ideal de este tipo de hombres por razones diversas: por educación o trayectoria creen que sin un hombre no eres nadie; es posible que quieran salir de casa de sus padres o de una relación anterior o de la soledad; y hasta puede ser que, siendo una tía supuestamente independiente, que se gana la vida, tiene amigos y tal, se quede fascinada con el tipo, se enganche. Pasa. Los canallas tienen buena prensa, parecen más divertidos, etc.

El tipo la puede zurrar, pero antes ha desarrollado todo un maltrato psicológico para dejarla sin agarraderas. A veces sólo se queda en eso: una mujer atemorizada de algún modo, sometida, no la han pegado pero le aguanta al sujeto carros y carretas.

En el caso de las mujeres manipuladoras, no maltratadoras físicas, porque nos es difícil darle a un tío una bofetada -en general, habrá excepciones-, la cosa corre por otro lado.

Hay mujeres que han sido educadas en que la manipulación es "el modo" de relacionarse con los tíos. Otras lo han aprendido: con leer el "Hola" basta, las revistas femeninas también aleccionan al respecto.

Algunos hombres a veces son más inocentes que un cubo. No tontos, inocentes. No hay nada como una dama en apuros, hacerse la víctima. Porque quedan caballeros que van, tachan tachán, donde piensa que se les necesita: es humano, pero es un truco elemental. O caen en la trampa de la adulación "Qué listo, qué guapo, qué divertido, qué simpatíco eres", otra cosa de libro, de manual de infantil. Hay otras manipulaciones tan básicas y antiguas que no hace falta ni mencionarlas.

Hay mujeres que despluman a un tipo por etapas o de una vez, económicamente pero también emocionalmente, se quedan con la casa y los niños, y encima van de pobres. Hay tipas de 4 horas de gimnasio y estética diarias que se permiten criticar en público a quien las mantiene en ese tren de vida. Hay mujeres eternamente quejosas, nunca están contentas, dan mandobles a diestro y siniestro: señal de su profunda insatisfacción interior vital. Hacen la vida imposible a quien tienen más cerca, practican la ley del embudo y alegan ser víctimas para salirse con la suya siempre.

En fin, hay muchas manipuladoras, muchos manipuladores, cada uno hace palanca por dónde puede.

Pero detrás de ellos algunas veces no hay machismo, hay un simple ególatra, a veces con algunas patologías o problemas adicionales (alcholismo, que hay mucho).

Y detrás de las manipuladoras hay también mucha pobre de verdad: no tienen ni idea de lo que es querer y que te quieran con y en libertad, posiblemente no han conocido otra cosa que la manipulación.
Mientras tanto las víctimas de malos tratos, las reales, están desprotegidas en muchos casos.

sábado, 22 de noviembre de 2008

"La mujer", ese tema. 2) Mínima inteligencia y mujeres normales


Lo cierto es que hay mucho machismo todavía. Lo hay. ¿Y cuál puede ser el mejor antídoto para esto? Una parte, no toda, es cuestión de dos condiciones: mínima inteligencia por parte del hombre y haberse rodeado de mujeres normales.
No suelen ser machistas los hombres que tienen dos dedos de frente y que han contado con: a)una madre, b)hermanas, c) amigas, o, todavía mucho mejor, c)una mujer a su lado, que simplemente sean mujeres normales, ni impresionantes ni malonas 100%.

Con ser una mujer normal, y que el tipo sea un poquito listo, tampoco un lumbreras, ya se dará cuenta él de que ser machista es una estupidez. Lo podrá ser por comodidad, pero no por convicción, y ese es otro tema.

Sabrá que la mujer que tuvo o tiene al lado es una persona. En general como él: grande y pequeña según le dé, limitada, de vez en cuando con aciertos, otras con fallos.

Como además, da la casualidad de que es persona-mujer, verá ese hombre que la tía en cuestión tiene algunas capacidades y limitaciones propias de su sexo, pocas en ambos casos.
Y será consciente también de otras capacidades y limitaciones de esa mujer que le vienen no por el hecho de ser mujer, sino por el tipo educación que tuvo, qué le pasó en la vida, lo que ha aprendido u olvidado, dónde se ha movido, en fin, un largo etcétera debido a la trayectoria vital. Es decir, como él, exactamente igual, aunque sean distintas esas capacidades y limitaciones.

Verá ese hombre que sea capaz de pensar un poquito, la igualdad esa radical entre hombre y mujer. Notará -esto sin pensar- también la diferencia. No solo de sexos, porque cada uno viene de su padre y de su madre. A nivel privado le hará una gracia enorme esa diferencia a veces, otras le desesperará, como a ella.
Y resolverán ambos esto de modo doméstico como mejor puedan. De modo público, habitualmente con chistes, conversación, algo de literatura y cine -porque se presta - y cachondeo, bastante más sano que un ministerio, de verdad. Sin dejar que nadie nos mangonée: ni los poderes públicos, ni tampoco un jefe o un colega, sea hombre o mujer.
Ahora bien, como el tipo sea tonto de remate y/o haya tenido la desgracia de no haber caído con una mujer a) b) c) o d) del tipo normal -que ya es mala suerte-, y haya dado siempre con tontas, regañonas, materialistas, frescas, canallas, Antoñita la Fantástica, insoportables, princesitas, o machistas ellas mismas -que las hay- eso desemboca fijo en un machista.

Tenemos unas expectativas y valores asentados en lo que hemos vivido, fundamentalmente en nuestra familia. También, y especialmente, por dónde pusimos el corazón tempranito. Cuesta desmontar a un machista si no tuvo alguna mujer normal en su vida. Y si la tuvo, pero el tipo es un idiota integral, entonces es un machista irrecuperable y un ministerio no hará nada por él.

Se puede decir: oye, pues con todos los machistas que hay, o hay pocas mujeres normales, o hay tipos que no dan el dos, o han tenido muy mala suerte. Pues sí, un poco de las tres cosas puede haber a veces, aunque creo también que comportamientos que identificamos como machistas no son cuestión de machismo, sino de otra cosa.
Precisamente porque las mujeres no somos mejores en sí, podemos ser malas todo el tiempo, ya es mala suerte para el que le toque, lo sé. Como los hombres.
El poder que ejercen esas malas o malos permanentes es fascinante. Y más el que ejercen a veces especialmente en el sexo contrario.

Hay mucha manipuladora, tantas como manipuladores. Y de esto va la siguiente y última entrada: de manipuladores y manipuladoras y otro par de cosas que me he dejado en el tintero. Y dije que "la mujer" no era un tema (¿?!!), joer si lo llega a ser.

"La mujer", ese tema. 1) Casi mejor que no


Hace 13 años estuve en una conferencia de Pekín convocada por Naciones Unidas. Sobre "la mujer" era. Así, en general y sin aditivos: "la mujer", un tema por sí mismo, a lo bestia. El cachondeo de mi familia fue monumental, lo sé.

Aprendí que las conferencias internacionales no sirven para casi nada y que las entidades no gubernamentales y sus foros paralelos en su mayoría son unos guirigays impresionantes. Todo una pérdida de tiempo en el mejor de los casos, la verdad.

Pero además, desde entonces recelo de todo lo que tenga que ver con estudios de género, con "la mujer", o "las mujeres", venga de donde venga.

Al final tanto desde el punto de vista llamémosle "progre", como desde la reacción conservadora o no conservadora, me suele espantar cualquier tipo de "posición". No creo que haga falta una "posición" sobre este "tema", que tampoco es un tema, creo que con sentido común basta.

Y sé que por h o por b, al final se ha hecho un discurso cursi en el que converge gente diversa por cuestión de corrección política. Un discurso que sirve para perder tiempo y habitualmente dinero del contribuyente, de las empresas también.

Para mí la mujer o las mujeres no somos un tema de conversación internacional, ni nacional. Prefiero mil veces ser un tema de conversación en el bar: creo que nos sale más barato, pero creo sobre todo que es más sano y desde luego más honrado.

No somos "alguien" para que nos hagan un ministerio. Ni cuotas. No creo en nada de esto. Y lo peor es que tampoco creo en lo contrario: en la defensa o reacción por algunas personas muy bien intencionadas que tachan a todo el feminismo de perverso y buscan esencialismos que no me acaban de convencer.

No creo en que en esencia seamos mejores ni peores. Sé que tenemos cierto cableado distinto, físico y de cabeza. Esto, que es de 1º de básica, se olvida o niega hoy con resultados sorprendentes: a la igualdad por la tontería. Si ellos van a un streptease, vayamos nosotras a un boys. Eso entre otras estupideces a las que me niego por simple sentido común y del ridículo también.

A la vez sé que hay personas, mujeres y hombres, que pueden o no ser sensibles, listos, capaces o no de poner un enchufe, hacerte una marmitako, estar con niños o entretenerlos, resolver una ecuación o lidiar con el fontanero, dirigir una empresa o acoger a los demás. No va por sexos esto.

miércoles, 15 de octubre de 2008

Palin me mola / Palin is cool







Ayer, en mitad de una conversación en el trabajo, se extrañan mis compañeras de que me guste la Palin y, para rematar, me dicen "¿Cómo es posible que a ti, tan culta, te guste la Palin?

Agradezco la primera aseveración, pero la niego rotundamente. Sé que la cultura es como la mantequilla, cuanto menos tienes, más la extiendes. Y das el pego, claro.

Paso sin embargo a explicar por qué me gusta tanto Palin, mejor dicho por qué me mola.

Vaya por delante que a mí Palin no me cae bien sólo por ser mujer. Soy bastante más exigente en mis apreciaciones, que no van en función del género, sino de otra cuestión que yo llamaría perfil y principios, ambas cosas, y que superan afortunadamente la ideología .

Increíble, ¿verdad? A diferencia de algunas personas, yo sí pienso que podemos encontrar principios, y no solo conveniencia, a un lado y otro del arco político. A diferencia de otros que consideran, por poner un ejemplo, que una persona que ellos consideran "culta" no puede votar "conservador" o ser católica practicante, por poner un ejemplo tonto que se me ocurre, vamos.

Desde hace años parte de cierta izquierda -no toda, desde luego- viene predicando respecto a las mujeres algo así como "a mi señora con razón o sin ella": una loa permanente a ser tía como si serlo ya nos situara en un estado de superioridad, magnanimidad, buen hacer y mejor pensar. Superado cierto machismo –solo cierto, de fondo hay tela todavía- nos queda ahora a muchas mujeres y hombres soportar la "ideología del género" que nos coloca a veces a las mujeres como si fuéramos las mejores, lo seamos o no, también en un extraño aparte. No doy ejemplos en el caso español porque los conocemos de sobra y son sangrantes. Tengo que decir que los hay también en los dos lados del arco parlamentario: algunas tonterías se aceptan muy rápido, cuánto más simples sean, mejor se asumen y propagan. 

Naturalmente este paradigma de "y si somos las mejores bueno ¿y qué?" esa cierta izquierda se lo salta a la torera cuando le conviene, esto es, cuando no son “sus chicas”. Tal es el caso de la Palin. Por eso la tienen tantísima manía, aparte de ser tontos: si creen que los de Obama o Hillary son de "izquierdas" es que no saben nada de los EEUU, no los conocen ni por el forro.

Palin me mola.

Palin no es una pijo-progre educada en la Ivy League, no es tampoco una neoyorkina sofisticada, pongo por caso, es justo todo lo contrario. Palin no se pondrá unos manolos y hablará luego de la igualdad o la pobreza del tercer o cuarto mundo -esto se da mucho hoy, leed las revistas femeninas o seguid a Ana Rosa Quintana y a tantas-. Tampoco será del tipo de mujer liberada que persigue pantalones como "Sexo en Nueva York" y dirá luego -hace falta tener cara dura-, que los hombres son un asco y solo quieren lo que quieren. Apuesto a que tampoco lee Cosmpolitan ni acude a cócteles, está demasiado ocupada trabajando.

Palin es una mujer de pueblo, educada en una universidad bastante mediocre, casada con un tipo muy normal. Por cierto, se fugó con él para casarse a los 24 años, un dato que le aporta un romanticismo encantador y señala otra cosa admirable para mí: valor. Ha parido cinco hijos, tiene uno con Síndrome de Down, otro en el ejército y una que se ha quedado embarazada adolescente y sin estar casada.

Con todo eso, y sin cuotas, ha llegado a gobernar un estado bastante complejo como es Alaska. Sin el glamour de una familia política, sin los contactos poderosos que el dinero puede dar o sin ser parte del establishment político o económico, ahí está.

Una, que es muy ingenua, podría pensar que un historial así podría tener su gustito y atractivo para los que creen en la democracia y en los méritos. Pero es justo al revés simple y llanamente porque ella no es "de los suyos", nada más. Y porque demuestra, como le pasa a Condolezza Rice, otra que tal, que algunas mujeres no quieren ser redimidas por la izquierda o la ideología de género: nadan solitas. Este tipo de mujeres son como una bofetada a la corrección política reinante llena de tópicos, lugares comunes y las más flagrantes injusticias a la hora de valorar a las personas por lo que son, por ellas mismas.

Palin me mola.

Dejé caer la palabra coherencia y os reísteis. Me comentasteis que la coherencia "si las ideas son malas, no valen de mucho". Mencionasteis, por ejemplo, que claro una mujer que no cree en la educación sexual pues eso, tiene una hija que luego se queda embarazada y ...

Hombre, narices, digo yo que la educación sexual es algo más que prevenir embarazos y que algunas personas, que pienso que pueden no estar tan equivocadas, consideran que el tema no es solo "ponte el condón y no te quedes embarazada" o explicarle a alguien qué se mete y por dónde. Vamos, que lo que está en juego no es únicamente que no se quede tu hija menor de edad embarazada o que tu hijo deje embarazada a alguien. Algo más digo que profilaxis y fontanerías varias puede ser eso de la educación sexual. Es sólo una idea un poco menos simple de lo habitual, con perdón. Es gente muy rara, que piensa que cuando un hombre y una mujer comparten una cama no es como cuando comparten una mesa. Esta gente, con todo, puede meter la pata, ellos y sus hijos. No se llama incoherencia, se llama debilidad humana y forma parte de la vida, de una manera o de otra, de la de todos, faltaría más. Pero una debilidad de este tipo, esto es, insisto, humana, no se debe tapar con una cosa realmente atroz y ahí sí, inhumana y brutal para las propias mujeres para empezar.

En cualquier caso, no es eso lo que me preocupa -la educación sexual de Palin o de su hija-, la verdad. Lo que me rebela es que cierta izquierda, tan sensible para otras cosas, no reconozca que Palin, como el padre en la película de "Café Irlandés" o el padre y la madrastra de "Juno", como otros padres y madres en la vida real, ha acogido a su hija con cariño, le ha dicho que pa'lante. Palin ha pasado veinte pueblos de qué pueden decir o comentar no los "decentes de derechas" (que comentan mucho menos de lo que cabría pensar, a las pruebas me remito) sino, sobre todo, algunas puritanas voces de la izquierda que son las que se escandalizan de verdad: ellos son los hipócritas, no la Palin, que ha sido coherente con el respeto a la vida y su amor por su hija, ambas cosas.

Palin me mola.

Cierta izquierda, no toda, ya lo sé, canta el "We're the world, we're the children" de Michael Jackson y vende un mundo feliz donde las cosas que importan no cuestan. No cuesta la libertad personal y colectiva. No cuesta el desarrollo económico (sea o no sostenible). No cuesta la familia. No cuestan el amor o la vejez. Todo es gratis et amore, indoloro y como un anuncio de fraternidad universal pasado por Ariel.

Es un mundo donde desaparece el esfuerzo y el dolor y donde el magnánimo Estado reparte sus bondades entre sus agradecidos súbditos, ya nunca ciudadanos, soma para todos, que no falte (léase televisión estúpida, botellón, tío, tú folla y olvídate del resto, consumismo, etc.); donde se promete a la gente duros a cuatro pesetas, se nos trata como niños y no se nos quiere dar malas noticias (crisis ¿quién dijo crisis y cuándo?) que no podremos (¿?) soportar; donde somos considerados tontos y se nos cuenta una milonga sobre si van o no a inyectar una masa de dinero que no nos va a costar un duro. Por lo visto el dinero del Estado no es nuestro, es de Zapatero que es magnánimo y de los bancos que lo son mucho más, ¡ja!

A alguien le suena esto ¿verdad?

Si cuesta algo, es que ese algo no funciona bien. Si cuesta algo, se quita del mapa con mejor o peor fortuna, o se dibuja de otro modo para que no nos recuerde que en esta vida muchas cosas cuestan mucho todos los días. Y que un país que se precie debe saber esto y ponerse a ello y no vivir en Babia que, por cierto, está precisamnete en León, una casualidad. 

El mundo feliz éste es el mismo donde el ejército es una ONG, los papis son ya como colegas y la seguridad nacional es un tema tan feo de tratar que casi como que no. Es ese mundo donde es mucho mejor decirle a la gente que le das 400 euros o a los jóvenes (o a las mujeres, tanto da) que son guays,  la energía no cuesta y si nos morimos es porque hemos fumado y lo hemos hecho fatal, etc., etc., etc.

Hay gente sin embargo que no nos creemos esta historia. Y no solo no nos lo creemos, nos repugna esa manera de pensar. Hay gente de derechas, pero también mucha de izquierdas, no tiene nada que ver, que abomina de esa manera de pensar por eso: porque nos parece que eso no es pensar. Es una milonga para menores de edad, impropia de adultos, de ciudadanos libres y responsables. 

E incluso hay gente que no es que piense que las cosas cuesten, es que ella misma paga personalmente un precio que no es sólo monetario, y lo paga todo los días y trabaja por lo que algunos llaman el interés general y otros bien común, sin aspavientos y dando ejemplo. Esto cierta izquierda lo lleva fatal y suelen buscarle tres pies al gato para minimizar a ese tipo de gente que podríamos llamar ¿heroica?

A cierta izquierda le acaba gustando mucho más el propio interés de los bancos, que acaba siendo el suyo, que el altruismo o la coherencia de otros. Esto último es lo que le parece realmente insoportable. Así, de manera a menudo rastrera, buscan esa debilidad, que siempre la hay, claro, para eliminar la peligrosa idea de que hay personas que son heroicas o que, en alguna ocasión, oh cielos, se llegan a comportar así, de modo honrado, que se equivocarán seguro mil veces, pero que demuestran en algo, alguna vez, una categoría humana eso, heroica. No son héroes a tiempo completo, eso seguro, porque nadie lo es, pero algo en su comportamiento puede serlo quizá.

Palin, por ejemplo, tiene a su hijo -no el de la vecina, no el de otra- en el ejército. O sea, puede morir cualquier día. Cuando ella habla de la guerra, no sé, ... ¿puede tener otras connotaciones que cuando hablo yo, sentada aquí en un despachito?

A cierta izquierda le da al final reparos lo del ejército y la policía y otras muchas cosas "incómodas· de la vida. Claro, si os ponéis muy pesados, pues habrá que tenerlos: pero como el carnicero, abomino de quien corta la carne, no me cuentes que tienes que matar un animal para comérmelo. La policía, bien, pero da repelús que tengan que utilizar un arma, ¿no? Así que mejor siempre lejos, en un aparte, como si fueran de segunda clase todos estos tipos que velan por nuestra libertad. Porque es la libertad, no es la seguridad al final.

Cada vez que abrimos la tierra para plantar algo le hacemos un tajo. Cada vez que comemos un pescado ha muerto antes. Cada vez que enciendo la luz se emite C02. La vida mancha, hace sangre, tiene sabor. Y porque lo tiene, a veces puede ser amargo, muy amargo. Creo que no revelo nada nuevo.

Palin se ha sentado en el banquete de la vida y ahí están esa sonrisa, ese marido y cinco hijos que lo demuestran. Pero ha aceptado beber también el vino amargo que supone tener un niño que una sabe que es una dulce carga (dulce, pero carga también); de una hija que no se comporta como tú esperabas y aquí está tu madre que para eso es tu madre; de un hijo que sirve a su país y no da lecciones de patriotismo desde un cómodo sillón en Washington.

Palin no pertenece al club de las chicas. Esto es casi lo que más me gusta, me apasiona. Las mujeres de verdad tienen curvas. Las mujeres de verdad cazan alces. Las mujeres de verdad no necesitan de ese tipo de hermandad para sentirse bien: o sea, de las cuotas, del jabón oficial, de asociaciones solo para chicas, me da igual. A las mujeres de verdad no les gusta ningún gueto de ninguna clase: les gusta trabajar, vivir, estar con hombres y mujeres, con niños y ancianos. Su mejor amigo -oh, sorpresa- puede no ser gay.

Palin me mola.

Y sin embargo, precisamente porque me mola muchísimo, pero creo que no soy de piñón fijo, puedo dudar sobre su capacidad para ser la segunda en una tarea tan complicada como regir el destino de una de las naciones que, desde luego yo, más admiro. No dudo menos con Obama, la verdad, cosa que no, la izquierda, hale, dale, que como es "el nuestro oficial" pues ahí que vamos. Lo cortés no quita lo valiente. Y de igual manera que pienso que, como persona, Hillary Clinton no me atraía ni el 20% de lo que me atrae como persona Palin, pienso también que ella quizá podría haber sido una mejor candidata demócrata, mejor que Obama, y más aún: una mejor presidenta para los Estados Unidos y en general.

Sí, yo creo que Hillary, que me cae como una patada en el estómago en lo personal, podría ser una buena presidenta, porque el atractivo de alguien no te puede hacer nublar la cabeza: una cosa es la simpatía que alguien puede despertar, y otra, distinta, ser presidenta o vicepresidenta de un país. De hecho, yo no necesito que me caiga de muerte mi presidente, ni un ministro, ni siquiera que sean de “mi partido” o “de los míos”. Necesito que sean los mejores para el puesto, para lo que el país en ese momento necesita, mi país, si hablamos de nuestras elecciones, otro y el mundo – dados quienes son los EEUU y su influencia- en el caso de los yanquis.

Busqué sin parar esta mañana música apropiada para Palin. De Copland hay poquísimo en goear, menos de ciertas películas de vaqueros que son las que a mí me gustan. Busqué con Clint Eastwood, tan real como Palin, un tipo, en cierta medida, similar, que también me mola: sabe que la vida mancha. Me quedé al final con una música dulce y profunda de Ennio Morricone de “Érase una vez en América”, el tema de Deborah, pues se puede ser una mujer fuerte y precisamente por eso dulce. Añado el cachondeo de “Doctor en Alaska”, que me encanta. Palin está entre los dos. Porque es fuerte, dulce y hace cosquillas donde las tiene que hacer: a esa izquierda bien pensante. Mejor dicho, a la izquierda que ya no piensa, desgraciadamente para todos.

viernes, 10 de octubre de 2008

A la liberación por la Visa 2) El tamaño del pedrusco


Dice Modestino (blog Cajón de Sastre) en su entrada de hoy que la crisis puede servir para frenar cierto consumismo.

Es cierto, estoy de acuerdo, la afluencia ha traído cosas buenas para todos: para unos, más; y para otros muchos más, menos. La crisis quizás pueda servir para poner un poco de simple y llano sentido común. Y sencillez. Los españoles todos antes éramos más sencillos, no eramos nuevos ricos ¿qué nos ha pasado? Ahora somos más cursis y a la vez horteras, hemos perdido elegancia y señorío en mi opinión.

Me escribe mi sobrina desde Jersey que es un sitio donde hay gente de mucha pasta. Mi sobrina alucina porque tiene una conocida que va a casarse y uno de los temas de conversación (topic) -o uno de los principales- es lo que podríamos llamar como "el tamaño del pedrusco".Es decir ¿qué calidad, peso, apariencia y demás tendrá el anillo de compromiso? Por lo visto el tema da para mucho.

Gracias a la increíble acción de De Boers y todas las campañas publicitarias y de relaciones públicas de quien gestiona el comercio de diamantes hoy estos triunfan a todos los niveles sociales y de parné gracias a que, precisamente, no hay boda anglo si no hay previamente un pedazo de pedrusco de por medio que deja al novio temblando: debe regalar el máximo a su nivel y en esto no cabe zafarse, las anglos calculan perfectamente el esfuerzo del susodicho, las entrenan a algunas muy bien para ello. El pedrusco es para lo que llaman los anglos el engagement. Algo así como la pedida para nosotros, que es cuando los yankees se consideran "comprometidos" (engaged) y fijan fecha de boda.

Aquí la simbología pre nupcial y nupcial es más amplia que el anillo pero las bodas en España, por cierto, son todavía más a lo grande que las yankees o british que en muchos casos son bastante más sencillas. Ya le he dicho a mi sobrina que lo habitual allí -aunque hay excepciones, especialmente si eres dama de honor, Dios te libre porque irás como te digan- es ir como de domingo pero mejor, pero no como para recibir el Oscar, que es como vamos ahora aquí a muchas bodas.

El momento boda en España se ha convertido en muchos casos en un increíble ejercicio de pretenciosidad. Para empezar, se invita a más gente de la que se podría invitar si uno atiende a lo que ganan los novios o sus padres, muchas más desde luego que a la que los novios les apetece y conocen. Para seguir, los caterings, hoteles y otros establecimientos de restauración tienen unos cubiertos cuyo precio son un asalto a mano armada. Estoy convencida que si no se dijera que era una boda sino una reunión de antiguos alumnos a lo grande no cobrarían tanto. Para acabar, la parafernalia que rodea el evento haría palidecer a la dirección de escena del Centro Dramático Nacional: luces, sonido, cámaras, acción, flores, la biblia en verso.

Yo, con todos mis respetos, tengo la sensación de que todo este show acaba siendo cuestión más de las mujeres que de los hombres, que suelen quedarse en un prudente segundo plano en lo que respecta a organización o siguen con cierta filosofía o resignación a la novia en lo que ella decida, aunque habrá excepciones, claro.

Ya no vale con el cocktail y la cena, ahora tienes un resopón post boda, zapatillas para bailar a las 4, chocolatada a las 6, conjunto específico, disc jockey, estrella invitada, no sé, podría contar muchas anécdotas al respecto. Hay agencias de bodas, hay gente endeudada hasta las cejas y hay otra, yo alucino, que no se casa porque dice que no puede pagar la boda. Va a tener razón mi padre que decía que él era partidario del rapto "consentido" y que luego un cura los casara en Miraflores, en plan Shakespeare o novelita de amor de las de antes.

Poca gente tiene el sentido común hoy de hacer algo normal, simpático, sencillo, pequeño o más grande pero a medida de lo que uno y sus circustancias son, sin que por ello vayan a ser tachados de roñas. Comparas cómo se casaron nuestros padres, nuestros abuelos y cómo se casan hoy las nuevas generaciones y la diferencia es impresionante. Pero no es un tema de simple y evidente progreso económico, yo creo que hay algo más, somos más pretenciosos todos.

Yo asistí hace unas semanas a un "love party" -lo llamaron así- como celebración de la boda civil de una compañera de trabajo y me lo pasé fenomenal: casa rural grandota, todo el mundo vestido de campo, niños por doquier y por supuesto bienvenidos, la gente se bañó en la piscina, comimos paella, bebimos lo normal (o sea mucho), hubo payasos que eran parientes de los contrayentes o amigos, pero todo en plan "así somos y así nos queréis". Sandra y David, lo pasamos genial: muchas gracias, me encantó.

Como en otras celebraciones -desde comuniones hasta las mismas Navidades- se ha perdido alegría de verdad y sencillez en pos de un supuesto glamour que además es carísimo y suena a impostura, a un quiero y no puedo en muchos casos, a simple y llana ostentación y demostración de poderío económico de los contrayentes o de sus padres que a veces ni se tiene, pero es que aunque se tenga, es un horror. A lo mejor con la crisis volvemos al sentido común, a la naturalidad. Lo otro es aparte de caro muy cansado, pienso yo.

"Sin ti no soy nada"



El miércoles pasado en el avión leí en La Razón la columna de Gabriel Albiac sobre Neira, el profesor que salió en defensa de una mujer a la que le estaba caneando su "amol". Neira lleva en el hospital en coma varios meses por enfrentarse con el cafre. La mujer en cuestión defiende a "su chico" y se pasea por televisión haciendo bolos. Este es el nivel de responsabilidad corporativa, de ética, de nuestras cadenas... y de las audiencias.

Llevo desde hace años pensando que en este tema de la violencia doméstica hay algo que se nos escapa, que no se dice, quizás porque es mucho más fácil cargar la mano sobre "el género" -los tíos como los malos- y obviar algunas cuestiones que en pleno siglo XXI no son fáciles de reconocer. No es, por supuesto, una explicación de todo maltrato, pero es una explicación de por qué se mantienen algunos.

Lo he hablado con algún amigo abogado con experiencia sobre el tema y me ha dicho que mi percepción es cierta, que algo así sucede.

Creo que hay mucho cafre, pero creo también que algunos cafres se crecen porque algunas mujeres se cuelgan de ellos y piensan que sin ellos no son nada. No sucede siempre de este modo, pero algunas veces si. Y de esto no se habla: es tabú.

El cuelgue del que hablo no es un tema de dependencia económica. Conozco decenas de mujeres "económicamente dependientes" de sus maridos y son los seres humanos más mentalmente independientes con que me he encontrado. Es posible que algo de dependencia económica en algunas mujeres con poca independencia suya "natural" pueda "facilitar" algún tipo caneo o, mejor dicho, su mantenimiento en el tiempo sin que la maltratada haga nada, pero no es el elemento determinante en mi opinión de algunos otros. Ni de broma.

Hay algo en algún caneo que sugiere que lo que hay además de un salvaje es dependencia mental y física, de encoñamiento, con perdón. A veces, ya digo, no siempre, pero a veces lo que hay es esto mezclado con otras cosas o por si solo.

Este cuelgue es un tema que, con todo lo que hemos andado en el siglo pasado y en éste las mujeres, se nutre de otro que sigue machacón: no eres nada sin un hombre al lado. Nótese que no digo sin un marido, sino sin un tío. Hay que tener un tío a cualquier precio, si no, no vales. Cualquier tío, al final es cualquiera... que suelen ser los peores.

Yo veo Sexo en Nueva York -que es un rollo enorme, por cierto- y lo que veo es tres tipas detrás de los pantalones como razón de sus vidas, con una argumentación muy en plan Cosmopolitan, muy Shera Hite, muy lo que Vd. quiera. Pero NO pueden vivir sin un tío. Y si el tío es gilipollas, mejor. Porque si el tío "está por ellas" y les trata bien, entonces ya no: es demasiado blandito, un tipo te tiene que dar guerra, en todos los sentidos.

Veo el patrón que se repite -sin Versace, con Zara o de Mango- con algunas amigas y conocidas.

No se puede generalizar, bien lo sé, pero hoy los tipos que triunfan son los que te hacen pasar las de Caín de una manera más o menos evidente. Ahora sí, y ahora no, y ahora te llamo, y ahora no te llamo, y ahora nos vamos de finde y no aparezco en tu vida en 10 días y nadie me pide cuentas. Encima no te puedes quejar, esto es la relación liberada, esto es lo que hay... Y las mujeres siguen con estos tipos... ¿por qué? Yo también me lo pregunto.

Perdón, pero yo creo que, aunque suene muy antiguo, muchas mujeres han perdido el sentido de su dignidad. Hay mucho discurso y poca realidad.

"Because I am worth it", "Porque yo lo valgo", repite mil veces la publicidad de LÓreal, jolín, ¡nos lo dicen tanto ... porque es que no nos lo creemos, es evidente!

Por diez minutitos de gloria hay mujeres que se rebajan a convivencias insoportables. A veces ni siquiera bajo un mismo techo, pero el resultado es igual.

Podemos ser así de gilipollas, no sólo los tíos lo pueden ser. Diez minutitos de cariñitos, tener a alguien a quien llamar o quien te llame, alguien, vamos, que sola ni hablar.

Sin tí sí soy algo, soy una mujer, habría que decirles a ellas, a ellos.

Y si crees en Dios,de verdad, si crees, ya sabes tú que vales un porrón, pero una bestiada. Supongo que sonará raro pero es un buen preventivo de algunos tipos de violencia machista: saber de verdad que tú eres hija de Dios y que no hay hijo de Dios -que también lo son- que te ponga una mano encima, te levante siquiera la voz, o te rebaje.

El argumento lo puedo hacer también desde los derechos humanos y la constitución española pero lo dejo para otro día, el que me sale ahora es de las tripas.

PD: Aclaro, el encoñamiento no justifica en modo alguno que la ley no caiga con todo su peso sobre un cafre que pega a una mujer. Ni que no haya una sanción social y nuestro desprecio por ese tipo de tíos. Explica simplemente que hay algo en algunas mujeres en algunos casos de algunos maltratos que hace que éste sea posible de manera reiterada, no puntual, sin que dichas mujeres, que por lo demás tienen muchos arrestos, hagan nada y aguanten años. A veces al salvaje se le junta una tonta: pobre, hay que ayudarla, pero hay que decirle que es tonta. Y evitar que haya otras.

miércoles, 1 de octubre de 2008

A la liberación por la Visa 1)


Cuando yo era joven en mi casa ya se compraban las llamadas revistas "femeninas" de moda, belleza, en fin, esas cosas.

No sé si me equivoco, pero la sensación que tengo desde hace unos años es que, o mi capacidad adquisitiva ha bajado mucho, o el contenido de estas revistas se ha situado en una especie de mundo feliz de altísimo consumo no sólo inasequible a la sufrida clase media, sino un pésimo ejemplo y reclamo.




El peso de la publicidad por un lado, y el poco seso quizás de quienes las hacen y de quienes las podemos comprar han empujado hacia unos contenidos redaccionales cada vez más... ¿snobs? ¿tontos? me atreveré a decirlo... ¿inmorales?

En mi opinión el lema parece ser "a la liberación por la Visa": los precios de moda, viajes, cosmética, todo el estilo de vida que promueven, son un verdadero derroche, una vergüenza en el mundo en que vivimos.

Sin embargo, el papel lo soporta todo. Y en estas revistas mucho más.

Con una incoherencia manifiesta convive el reportaje sobre operaciones de estética, el bolso de 3.000 euros, la entrevista "en profundidad" (¿?)con una modelo de 18 años, diez consejos sobre cómo ligar con tu jefe o cómo deshacerte de él (dependiendo del medio en un tono u otro), el viaje a Africa a un campo de refugiados (tienes suerte si no hacen un reportaje de moda allí mismo, capaces son) con la página de solidaridad o ecología con sabios consejos sobre las emisiones de C02 y el consumo responsable. O una página de espiritualidad new age, que también puede ser.

¡Hace falta cara dura!

Lo mismo puede decirse de los magazines de muchos dominicales que se suman al carro de lo lígero, caro y snob en una orientación que me hace temblar. ¿Somos todos más tontos?