Los ojos de los perros tienen algo de canica oscura, de vidrio redondo y tenebroso donde te reflejas. Te mira tu perro y entiendes un poco más lo que es la tristeza. Es extraña esa devoción que sienten por ti. Casi mejor a veces no hacer contacto visual con ellos. Te sabes indigna de su ¿amor?, de su lealtad más bien.
Tuve una cachorra de bóxer fruto de un impulso estúpido. Ya tenía perra, Olimpia, adoptada tras la muerte de Pepa, otra perra igualmente sacada de la protectora. Siempre me llevo a la que más lo necesite. Ya lo saben y me escogen siempre a la perra que nadie quiere, demasiado vieja, demasiado negra, siempre son demasiado algo... Pero Tana fue la ilusión de pensar que yo podía educar a alguna perra que no viniera con el bachillerato ya hecho, como vienen todas las de la protectora de Segovia, allí donde yo voy a buscar a mis perras, al lado de la destilerías Dyc. También me dijeron que no encontraban dueña, dueño ,para una boxer de pura raza, preciosa es y era. Como hago siempre, di un paso hacia delante que nadie me pedía realmente, sobrevaloré mi capacidad y mis fuerzas.
Llegó Tana un día de febrero de hace un año y se montó la de san quintín en mi casa y en la de mi madre. Dos meses tenía, inquieta, meona, cagona, divertídisma, indisciplinada y muy inteligente. Me cogió el aire, los bajos, nada más verme. Soy fácil hasta para un perro. No pude con ella y en este blog dejé constancia, hay varias entradas al respecto. Vivía entonces en el campo pero ni con esas, no había manera. Busqué una entrenadora en Madrid. Luego Alejandro, con quien me tope un día frío por la Maliciosa y quien se quedó prendado de la perra, volvió a encontrarme al cabo de 5 meses y se ofreció a entrenarla y, si no podía yo al final con ella, a llevársela él, tenía ya cuatro perras. Al final se la di en agosto con gran dolor de mi corazón. La sensación de que la abandonaba era de horror, que había sido toda una inconsciente. Lo último era cierto, no lo primero.
Alejandro tiene a Tana a raya, la manda con la mirada solo, qué suerte. De hecho la utiliza para entrenar a otros perros, él sigue el sistema ese del de la tele. Mejor dicho, Alejandro ya lo hacía antes de conocer el programa, sabe bien que los perros se educan mejor en manada y con un líder firme al frente que es él (yo no soy líder ni puedo serlo, sniff). Me envía fotos de Tana, me la trae ahora a mi casa a Madrid, me informa de cómo va. Ella me mira en directo o a través de la cámara de Alejandro con ojos que quiero pensar que son de agradecimiento.
Al final quisiera creer que cuando uno renuncia a algo, a un perro, pero también a alguien, es por amor y no por simple comodidad del que tira la toalla o simplemente no puede. Es reconocer incluso con dolor que la otra persona que acoge a ese ser vivo no es ni mejor ni peor que nosotros, pero sí mejor para él, para ella. Que así ella será más feliz, que es de lo que se trata ¿no? Cuesta mucho decírselo una a sí mismo sin sentirse de pena. Pero da tranquilidad el verse de nuevo reflejada en los ojos de vidrio de Tana, en esa oscuridad y tristeza de una perra que te mira, el rastro quizá en ellos de que ha entendido de alguna manera lo que has hecho y está... maldición, ¡está tan campante y tan contenta! ¡ay!
... Me podría echar algo de menos la muy... Pues no señor, ahí está la Tanita, feliz de la vida, la muy sinvergüenza... Lo dicho: a veces una desearía la felicidad del amado al que renuncia más o menos voluntariamente... Pero tampoco que se pase, vamos, una cosa discreta de felicidad, tampoco una felicidad a lo grande... Somos humanos ¿no?, los perros son definitivamente más simples, ni se enteran.
PS: Las fotos, naturalmente, son de Alejandro Schifferstein, la de la piscina de agosto de 2009, la de la cara de Tana hace 4 días, recién despierta.
Llegará un momento, ama, en el que no habrá más pises ni cacas a destiempo ni en el lugar equivocado, tampoco esa alegría mañanera sin razón alguna, ese entusiasmo que me hace correr calle arriba, doblar la esquina de Búcaro y perderme sin hacer caso a tu llamada de mujer adormilada todavía. Me haré mayor, ama, como te dijo el dueño de Bas ayer, de repente y entonces tú echarás de menos la locura del cachorro, ese no vivir, la desesperación del "no tires de la correa", "no tires o me paro", ese cabreo que te entra cuando paso de ti y no te obedezco a la primera ni a la segunda, ni a la tercera, ni a la cuarta.
Estás mucho más divertida cuando te enfadas, me provocas más, es un juego y tú, boba, no lo entiendes.
Cumplí seis meses ayer ¿qué quieres, mangas verdes? ¿qué me porte como el bachiller de perros? ¿qué te mire arrobada como te mira Olimpia, fiel, tranquila, obediente aunque, como yo, perra basurera?
Qué obsesión con los restos, con lo que nadie quiere, con el residuo tenemos las dos.
Da que pensar ese indagar olores putrefactos, ese comer sobras aunque hayamos comido el pienso de primera calidad Hills, que hay que ver lo que cuestan estas perras.
De repente me haré mayor, ama.
Será una mañana de junio como la de hoy, dentro de un año, no te pongas optimista, más bien de dos.
Los boxer, como algunas personas, maduramos tarde, muy tarde, es una cruz, o una gloria.
Entrarás en tu casa y no habrá una novedad. Todos los zapatos en su sitio, tus calcetines, tu ropa interior también, y mira que me gusta. El sofa isabelino dormirá tranquilo, la terraza mostrará sus flores intactas, no habrá ningún desastre doméstico. Josianne no te contará ninguna maldad mía, tu madre no esperará para mostrarte una vez más lo que soy capaz de hacer con un solo rollo de papel higiénico, me tendrían que contratar en una galería de arte pero muy moderno tal es el mi creatividad con la celulosa.
Ese día me habré hecho mayor y tú, conmigo, serás no ya madura serás vieja, no sé si has caido en la cuenta.
Cada sesión de entrenamiento con Tana a solas, luego con Tana y con Rocío ("Rocío, ay mi Rocío" me gustaría cantar), veo que avanzamos y digo "Yes, we can" como Obama. Por poder y por can, de perro. Llevo casi una semana de entrenamiento intensivo por inmersión, es como la academia Berlitz pero más barato. Necesitaré casi un mes y luego recordatorios.
Tengo un pantalón y botas como de militar, me destrocé los pies con una sandalias planas, cómodas, pero totalmente inapropiadas para estos menesteres. Con Tana hay que vestir como Rambo, ir como igourney Weaver en Alien, un horror. Qué ganas de ponerme los tacones y un vestido, por Dios.
Salgo todos los días una hora por la mañana y otra por la noche con Tana. Y para que Olimpiano se quede triste, no se sienta ignorada, la dedico a ella más tiempo que nunca, media hora al menos de paseo ella y yo, también solas. Con Oli da gusto, salvo lo de comer basuras, el resto como la seda. Qué verdad es el refrán de "otros vendrán que bueno me harán".
Y en medio de todo esto preparación de clases, un plan de igualdad que me trae loca, y muchas otras cosas: cuanto menos tiempo tienes, mejor lo aprovechas.
Yo me desperezaba habitualmente por las mañanas al ritmo que me imponía ... nada, nadie. No trabajo con un horario definido y, salvo los días de clases o viajes por trabajo -unos seis al mes, más o menos- que me levanto antes de las 6 con despertador, lo de levantarse "a lo católico" (o sea, cuando Dios quiere, que acaba siendo cuando te pete) era una verdadera tentación. Como lo era tomarse tranquilamente el té en la cama, Olimpia aguantaba tranquila.
Ya admiraba a los padres y madres de niños pequeños antes. Ahora los entiendo. Joé.
Lo primero del día es que Tana haga el primer pis del día fuera, se mea en cuanto se pone en pie. En el Boalo basta con abrir la puerta, aquí hay que vestirse a toda prisa sobre las 7 y salir con las dos una media hora, festivos incluidos, da igual. Con lo que me gustaba a mí quedame entre las sábanas y hacer las cosas con calma. El cielo debe de ser algo así, un ángel que te diga "todavía tienes media hora más", y a la media hora, otro ángel que te lo vuelva a decir, así hasta el infinito. Ahora será en el cielo, espero, porque lo que es aquí se me acabó por una buena temporada.
Desayuno a eso de las 8 o antes, ellas también, sigo con 2-3 horas de curro, salgo con Olimpia de nuevo a solas un ratito y con Tana también a solas. Cuando vuelvo puedo trabajar otras 2 horas antes de comer porque ellas, las dos, están muertas y yo, increíble, me encuentro en plena forma mental. A eso de las 6 de la tarde de nuevo paseo, con ambas ya juntas, más relajado, hay otros perros y Tana tiene que socializar. Le encanta jugar, es incansable. Olimpia en cambio pasa de perros, es como una actriz ya mayor, consagrada, que puede elegir muy bien sus papeles y con quien quiere estar. Es la Lola Herrera de las perras, piensa esta perra, tiene corazón, estoy segura.
Ceno rápido, a las 11 o así otra vez clase con Tana y Rocío, la entrenadora. Caemos rendidas pasada la medianoche. Estoy con un suplemento vitamínico, otro para abrir el apetito y doble ración de comida porque realmente lo necesito. El miércoles me comí un pollo entero, el jueves filetes para parar a un regimiento, pasta en abundancia, devoro. Y ahora mismo estoy pensando en un bocadillo de jamón ibérico, o de lo que sea.
"Yes, we can", esto del adiestramieno "en positivo" es un esfuerzo continuo. Tengo que imponer mi deseo con mi cuerpo y mi actitud porque soy el líder de esta peculiar manada y lo mejor para los perros no es ni el enfado ni el cariño tal y como lo entendemos los humanos -y en especial algunas humanas entre las que me encuentro-, es la disciplina constante, el orden.
Pasear a buen ritmo, hacerles andar, jugar con ellos también, ignorarles totalmente cuando hacen algo mal, en casa o fuera, no pasarse demostrando alegría por sus logros tampoco, anticiparse a lo que van a hacer. Tú eres más listo, tú eres mujer u hombre y debes de saber que ese niño que se acerca va a ser un atractivo enorme para Tana y hay que prevenir qué puede pasar. Es fundamental canalizar el entusiasmo y la fuerza de una cachorra boxer. No hace falta hablarles tanto. En casa ni caso, en la calle pendientes de ellos, y siempre mucha autoexigencia personal para mantener esa disciplina. Si tú no te valoras, no entiendes tu propio poder, ellas tampoco.
"Yes, we can", una perra, una cachorra, no siente tu cariño "a lo humano", por supuesto que necesita contacto físico, mucho, y darle palmaditas, pero el abrazo y otras cosas no significan nada para ella. Es otro contacto físico el que aprecia. Es un animal de manada, necesita que haya orden, jerarquía, disciplina o está perdida. Por supuesto que nota tu voz, pero da igual que la recites "Veinte poemas de amor y una canción desesperada" de Neruda que la guía de teléfonos, es el tono lo que cuenta, no lo que digas. Y con una vez que le digas "Tana, buena perra" basta, más allá de tres o cuatro palabras tuyas y el tono en que lo digas ella pasa de todo, la lías.
¿Qué valora? Fundamentalmente el premio alimenticio: un trocitín de salchicha, continuo, de cada vez que hace algo bien, al principio de cada vez que la nombras y te mira. El contacto visual es vital siempre entre perra y amo. Y que digas su nombre: nombre y premio cuando te responde mirándote, así muchas veces. Más adelante su nombre, la orden que quieras que siga, y, seguido, cuando obedece, el premio alimenticio para que lo asocie al acto que quieres que haga. Actuará por premio, no por nada más, y por hábito de hacerlo, algo por tu tono. Salvo su nombre y 6 órdenes claras y reconocibles -ven, aquí, lado o junto (para que ande a tu lado)- poco más va a entender. No hay más, es todo mucho más simple, mucho más fácil.
"Yes, we can", tengo que dominar mi enfado y desesperación cuando no se porta bien -casi siempre- para que me tome en serio, no entiende un cabreo salvo que yo la mordiera, y tampoco es plan, quedaría raro una tipa mordiendo a una cachorrita, seguro que me denunciarían.
La autoridad no pide palabras, es un tema de simple y llana presencia, nada más, en el ámbito animal, no sé si en otros, me temo que también. Una vez que se ha meado Tana en casa no hay nada que hacer, ya no. En la calle tengo que sentir la correa suelta y en cuanto ella tire me paro, no debe de haber lucha, tensión, ni que ella se acostumbre a andar tirando. El líder se supone que manda de modo fluido, que se comunica de modo constante y sin tirar ni tú ni el perro.
Mi cuerpo siempre recto, no irla a buscar jamás ni seguirla, tampoco pegarla, la correa siempre a la izquierda, sueltecita. ¿Tira ella, aún levemente? Me paro de modo suave pero inmediato, no me enfado, no digo no, me paro y no sigo, así 800 veces: la tendencia de Tana es a tirar de la correa. Tiene tanta fuerza que en menos de un mes me derribará si quiere, por eso tengo que dominarla y ya, frenar su impulso de saltar de alegría que le entra al ver a otro perro, a las personas..Mi pierna izquierda (o derecha, según lleve la correa) siempre delante de ella, ella siempre detrás de mi cuerpo, me tiene que seguir y estar ella pendiente de mi ritmo, no al revés. Así otras 700 veces, rectificando de modo continuo.
El otro día casi me echo a llorar, estaba agotada y no cogía el truquillo de llevar la correa sin tensarla y evitar a la vez que la perra no tirase, no se adelantase, me siguiera a mi ritmo. El miércoles ya pude.
Yes, I can. Tengo que poder.
La quiero, me está costando mucho, no por ella, es por mí, soy consciente que soy yo, no ella, el problema.
He aceptado a una perra, una boxer, que es todo un desafío de raza para alguien como yo, nerviosa, entusiasta, vital, activa y con mucha energía pero sin orden, caótica, impaciente e inconstante, nada disciplinada. Se ha juntado el hambre con las ganas de comer, pájaros de un mismo plumaje. En qué estaría pensando aceptando una cachorra boxer como regalo. Me doy cuenta, soy un ciego guiando a otro ciego, pero soy la responsable, la humana, y quiero intentarlo con todas mis fuerzas, una boxer tiene que obedecer y estár muy controlada o es un peligro público.
Quizás Dios me ha enviado a Tana para que aprenda algo y no sólo de perros, necesito ver esto más allá de mis narices y con sentido del humor o tiro la toalla. Creo que tengo cabeza suficiente para llegar a dominarme y para educarla, más bien para instruirla, pero a veces dudo, la verdad.
Tana es buenísima según me dice Cristina, otra amiga propietaria de una dálmata, Tara, a la que mantiene a raya. Habla Cristina, se mueve, y su perra la sigue a rajatabla. Cristina, yo quiero ser como tú, no por el dominio del perro, que me es igual, es por mi propio dominio.
En vista de todo lo cual me voy a tomar un día libre y me voy a Córdoba porque Manolo, que ya tengo ganas de conocerle, me ha invitado y necesito un día de descanso. Sé que me va a tratar de maravilla y que lo voy a pasar genial como me pasó con Toi en Sevilla. ¡Ay ese salmorejo que me estará esperando! Y Manolo, ese el primero, tengo muchas ganas de conocerle en persona.
Será sólo un día pero voy a disfrutar a tope, Josianne sacará a Tana, la ha entrenado conmigo y con Rocío. Y lo hará, por un día, veinte veces mejor que yo. Porque Josianne tiene mucho más autocontrol y corporalmente comunica mucho mejor también, no en vano es brasileña. Y eso lo respira la perra, lo nota.
No soy ni de broma la mejor dueña posible de Tana, hay muchas mejores, soy totalmente consciente. Pero intentaré hacerlo mejor cada día. Con estos bueyes hay que arar: mi familia lo sabe, mis amigos también, mis colegas otro tanto, y Rocío, la entrenadora de Tana, casi la que más. Hasta Tana lo sabe, esto es lo que hay, le podía haber tocado otro ama, pero ésta es la que el destino ha dispuesto, pobre. Tendrá que aguantarse.
Yes, we can.Yes, I can. Y sobre todo, yes, I hope.
Rocío es rubia, guapa, tranquila y su sola voz calma a los perros. Ella misma tiene dos perras, ambas labradoras, que la siguen a su lado sin correa ni nada, se paran en los cruces, se quedan quietas a distancia de su ama cuando ella así se lo pide.
Todo está en el lenguaje corporal y la presencia de Rocío, tranquila y serena, impone a los canes otro comportamiento de forma inmediata.
Rocío me está ayudando con Tana, que ya tiene cinco meses. Los boxer son perros muy entusiastas, con una energía desbordante y un alto nivel de actividad que hay que canalizar. Necesitan disciplina, ejercicio también, son muy cariñosos pero su fuerza y ritmo sin educar puede ser demoledora.
Empezamos el jueves pasado, llevamos unas tres sesiones, yo por mi cuenta debo de poner en práctica lo que con Rocío hacemos. El caso es que la puñetera de mi perra tira muchísimo de la correa y es algo que hay que controlar y enseñar ya porque en menos de dos semanas me tirará.
Tana en el Boalo es más cómoda, está en el jardín y caga y mea casi siempre allí, pero tiene que acostumbrarse a no mear ni cagar jamas dentro de una casa, cosa que todavía no tiene cogido.
Por otro lado a Tana le encantan los niños, los perros, las personas, los jardineros, las ancianitas, los que van en bicicleta, los que corren, los que comen, los que hablan, los que la chistan y los que no. Resumen: le encanta todo el mundo, es decir, muestra un entusiasmo que se desborda y que es un peligro porque salta sin parar, se lanza, quiere jugar y, sin ser peligrosa, lo puede ser.
Cuando digo que hay que educarla no es por mi, no es por un tema de que yo domine a la perra, sino por un tema de seguridad general. Con cinco meses ya asusta, no digamos con una año.
En fin, son cinco meses, estamos en el momento clave, vamos a ver si puedo.
El caso es que la puñetera en cuanto aparece Rocío la sigue, la obedece y hace lo que la dice y ni siquiera lo la dice, no hace falta ni que le de una orden. Es más: delante de Rocío la hija de su madre me obedece, desaparece Rocío y volvemos a las andadas.
Rocío es de las de educación positiva, no castiga jamás, sólo ignora a Tana si no hace lo que quiere, no alza ligeramente la voz, todo siempre con premio, continuo refuerzo en positivo.
Así ha educado no sólo a las suyas, a medio barrio perruno de modo informal o más formal.
Yo creo que Dios me ha enviado a Tana para que yo aprenda algo. Paciencia y constancia. No sé si a los 48 años puedo aprender ya esto. Me está costando Dios y ayuda, la de Rocío, que es impagable. Veremos si puedo.
Yo quiero, pero ¿puedo? Tengo serias dudas sobre mi capacidad. No es Tana, soy yo, que también necesito educación, entrenamiento. Mucho.
"Le has puesto un nombre de modelo estonia con medidas de infarto" me dice Nacho al contarle que tengo otra perra, cachorrita de boxer.
Me río con su correo donde confirma que él será fiel a Olimpia, que para eso fue su "cuidador" por unos días. Hay amores imposibles de olvidar, lo sé, y Oli deja huella. Es buena hasta decir basta.
El caso es que he pedido consejo de expertos porque las anteriores perras que he tenido venían ya educadas, eran de protectora y habían hecho el bachillerato. Esto de una cachorrita me ha pillado totalmente desentrenada. Parto desde cero, naturaleza totalmente bruta y ajena a la vida doméstica. Un lío, vamos.
Jesús Dorda me envío algunos buenos consejos. Rocío, mi particular "dog whisperer", y antigua vecina, me ayudará en unas semanas a enseñar a Tana a ir con correa y a mi paso. Todavía es muy pequeña y no la debo sacar a jardines o lugares públicos.
El pis cuesta muchísimo, sólo tiene 2 meses, así que aquí seguimos, inasequibles al desaliento. Es un decir, el aliento me falta a veces, la verdad.
El otro día, al filo de la medianoche, tras una nevada de espanto, un trabajo que no acabo de hilar y me tiene preocupada y a la sexta meada de Tana en casa, la volví a sacar al jardín y ponerla debajo del árbol del pis. O sea, en el que pretendo que haga sus necesidades. Todo centralizado, si es posible, en un árbol.
"Tana, pis, pis, haz pis aquí, aquí". La otra, naturalmente, sin entender nada. Tiritando ella y tiritando yo.
Yo estaba que ya no sabía qué hacer: cansada del tiempo, de la falta de sol, de una casa ideal pero donde todo se rompe, de la soledad y, sobre todo, de mi misma. Con ganas de irme a dormir y olvidarme de todo. Uno de esos momentos "ya lo pensaré mañana" que decía Escarlata O'Hara.
Y entonces, en mitad de la ventisca de nieve, porque seguía erre que erre nevando, se me ocurrió una idea, tengo que decirlo, brillantísima.
Es muy raro, pero a veces me pasa, especialmente en los momentos de desesperación, que es cuando pienso mejor.
Me bajé los pantalones, los leotardos de lana de esos que no llevaba desde que dejé el colegio (hace un frío que pela y aquí son imprescindibles), y, como si fuera yo perra y madre, la enseñé a mear bajo el arbol. Fue como algo atávico, no sé.
Afortunadamente eran las 12 de la noche, no había luz y tengo un jardín con tapia bien alta, porque la escena era de no creer. Lo que hay que hacer por la educación de una perra, joé.
Fue mano de santo, quizás casualidad. A los dos minutos me imitaba Tana moviendo el rabito como diciendo "ajá...". Me puse tan contenta que se debieron oír los gritos en Matalpino. Nos metimos en casa y nos fuimos a dormir las 3, sin pises hasta el día siguiente, felices.
Qué poco hace falta para que un día negro se vuelva estupendo: el pis de una perra. Creo que no pido mucho ¿no?
Y ahí seguimos estos días. Ahora parece que sin necesidad de que yo repita la conducta a imitar, a Dios gracias. La saco y espero y espero hasta que lo hace, luego galletas de recompensa para ella, para Olimpia y para mí también. Yo también me merezco una recompensa, preferiría un vino pero no me gusta beber sola.
Tana todavía se mea en casa, pero creo que va entendiendo algo. Y la hago tales fiestas cuando lo hace donde debe, que yo creo que se mea en el árbol de puro gusto.
Vamos a ver si el premio puede más que el castigo en forma de grito "no, no" y con un cucurucho de periódico en el morrito, pena me da pegarla, no puedo.
¿Qué es lo que imitaba a qué?
¿La naturaleza al arte?
¿El mono al hombre?
En fin, no se me ocurría otra música mejor que la del Libro de la Selva.
Voy a acabar como el Rey Louie, totalmente majareta.
No me lo esperaba. La vida era clara. Pero ha aparecido alguien. Y hay que saber quién es quién y dónde estamos cada uno.
Tana, cachorra de 2 meses, boxer. Brinca y no para un momento, salvo cuando duerme. Me sigue a todas partes. Sigue a mi ama a todas partes. Y no acaba de entender que aquí la antigüedad es un grado.
Mi ama está preocupadísima, quiere que nos llevemos bien.
Pero no es eso, Ama. Y Jesús Dorda te lo ha vuelto a recordar, gracias.
Porque me da igual su tamaño, que sea cachorrita. Si no asume su posición de sumisión ante la perra más mayor, cuando crezca podremos tener un problema, enfrentarnos de verdad. Por eso me porto así. Es mejor ahora, Ama.
La ignoro la mayoría de las veces. La ladro cuando se acerca demasiado. La saco los dientes si se acerca a mi comida o me sigue.
No tengo celos, no es envidia. Y ella tampoco me guardará rencor por un ladrido o un bufido. El mundo de los perros es más simple, Ama. Estará ella más cómoda también si sabe dónde está y su lugar, si no hay dudas desde el principio. No hay afectos y no nos hacemos daño, tal y como tu entiendes ambas palabras, afectos y daño.
No hay nada personal. Sólo perruno.
Tenemos que saber simplemente quién manda más, quién un poco menos y quién es el último. El jefe de la manada y luego todos los demás, que siguen una jerarquía. Come mi ama, como yo y luego comerá Tana. Llega mi ama y debe saludarme a mí primero, aunque Tana se haya meado.
Si la das atención primero a ella, Ama, no es que me duela, es que me sacas de mi posición. Me lo haces más complicado, y a ella también.
Es una cuestión de poder, Ama, cambia el chip.
Nota de Aurora: Agradezco mucho a Jesús Dorda sus consejos. Y a cualquiera sobre cómo demonios hago para que la perrita aprenda a hacer sus necesidades fuera. Siempre he tenido perros adultos. Tengo jardín y Olimpia siempre me pide salir, además de que andamos fuera todos los días. Pero con un cachorrito ¿cómo se hace? ¡Y a no morder cables, se va a electrocutar! La foto es de mi sobrina, Marta, con Tana en sus brazos y Oli detrás. Ayer chuletón y compañía. Gracias prima, Agustín, Carlota, Katia y Marta, por supuesto.