Bitácora de Aurora Pimentel Igea. Crónicas de la vida diaria, lecturas y cine, campo y lo que pasa. Relatos y cuentos de vez en cuando.
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domingo, 17 de enero de 2021

Lectura furtiva de "Feria"

Todo el mundo es importante y cada uno es de su padre y de su madre, aparte de las diferencias de, por ejemplo, edad, educación, experiencia vital, gustos, manías, intereses, etc. Como creo en esto de verdad, me parece que es maravilloso que existan tonos diferentes al escribir. Porque más que lo que se cuenta, del argumento o argumentos -sea ficción y desde luego no ficción- el tono es la clave para llegar con lo que se cuenta. 

El tono lo es todo escribiendo. 

Bendito sea Dios por el mandoble de una o la amabilidad de otro. Todo es bueno. 

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Hago una lectura furtiva de Feria de Ana Iris Simón. Llamo lecturas furtivas -que tengo algunas- a aquellas en las que no es un libro comprado, sino que lo leo en la biblioteca a trozos (sin sacar el ejemplar, lo hacía hace tiempo porque me gusta estar en la biblioteca, voy, cojo un libro y leo allí). También esas otras en las que es un libro que regalo luego (y leo yo antes rápidamente) como éste. 

Lo siento, he comprado dos ejemplares y ninguno era para mí. No me daba el presupuesto, así que lectura furtiva de Feria (a toda mecha, tuve un día solo, pero también un viaje y aproveché el tiempo).

Me encanta el libro, me apasiona, es muy verdad, es auténtico. Y lo es -creo- porque no "pretende" nada, y menos embelesarse con qué bien escribo, cuánto sé de esto, o ir de víctima, o decir mira qué escena erótica estoy escribiendo, o hacer un ajuste de cuentas, cosas últimamente muy petardas (y comunes) de la literatura digamos que contemporánea o del momento. 

Ya, cierto. Con todo eso habrá veces que se llegan a escribir cosas buenas, pero yo creo que pocas, francamente. 

Ana Iris Simón ha escrito desde una sencillez que hoy diría que es rara para el panorama de pretenciosos y postureos que es la literatura (la literatura es un reflejo de lo que somos, o sea). 

Resuena lo que leo en mí, nacida en 1961, podría ser su madre. Y no es que resuene: me emociona. Me río también. Me río mucho. Y pienso en mi infancia totalmente diferente, pero tan igual en cierta manera. En mis padres. En mis abuelos. En mis hermanos. En las casas en las que hemos vivido y en los barrios donde estaban. También en los veranos. 

Parece que esto que escribo sobre Feria contradice el primer párrafo y ese "hay tonos diferentes para personas diferentes", etc. Pero no lo hace. Porque quizás la sencillez es el tono que llega siempre. A todos. O a muchos al menos. A una gran mayoría de personas. 

Así que, aunque no lo hice intencionadamente (compré el libro para regalos porque me lo recomendó EGM, pero no lo había leído yo antes, hay personas de las que me fío a muerte), esto supone un experimento "de rebote": un ejemplar va a un familiar de menos de 30 que trabaja en marketing digital -una moderna, vamos a llamarla así a la pobre, se va a reír cuando se lo cuente-  y el otro a la persona que viene a casa a limpiar, de mi edad, lleva trabajando desde los 12 años, la persona más buena que yo conozco, muy lectora, por cierto. Ya contaré qué les ha parecido. Estoy segura de que les va a entusiasmar a ambas. Que va a resonar también en ellas. Una ya me ha llamado emocionada (la otra tiene el regalo pendiente). 

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Me compro -porque una fuga de agua y 5 viajes a Valladolid y sus respectivos fontaneros, administrador, vecinos, geófonos, etc, lo merecen y no he tenido Reyes por no vernos, snif- el libro de Julia Child sobre cocina francesa y el de Nestor Lujan sobre gastronomía. 

A veces pienso que soy muy feliz. Pero tengo mucho trabajo pendiente, así que lo soy menos. 

Pereza y agobio se entremezclan. 





martes, 21 de enero de 2014

En blanco

Superar el miedo y la vergüenza no es fácil. Están metidos tan dentro, se tienen tan arraigados, que ni siquiera sabes identificarlos. Crees que es pereza o falta de tiempo. O  peor, echas la culpa a las circunstancias. Y no.  Es simple y llano miedo entreverado de vergüenza. Una vez que sabes poner el nombre exacto es un poco más fácil.

Lo que se empieza como un juego suele dar buen resultado. Sólo cuando uno se toma en serio las cosas no marchan.

Este maldito caballero de la mano en el pecho me machaca. Así, vestido de negro, con la mano extendida, siempre tan serio, tan trascendente, tan castellano. Es verdad: es elegante y honrado. Pero es un saboteador al que hay que mandarle un ratito a una taberna. O mejor, hacerle niño.  Así, con su espadita, con el caballo de madera y su pequeña gola blanca, incluso vestido de negro -porque siempre se nos ha muerto alguien-,  impone menos.

Alguien me dice que lea a Clarice Lispector. Saco tres libros de la biblioteca porque en formato electrónico en español no hay nada. Clarice Lispector me recuerda mucho a alguien. Pero me cuesta tanto leer, que devuelvo dos de los libros tras el fin de semana. Ya habrá un momento mejor. No hay que obligarse a nada, y menos a leer.

Empiezo "Las señoras" de Jiménez Lozano. Qué alegría. Me encanta. Esas dos hermanas ancianas, Clemencia y Constancia, son geniales.

-¿Y usted nos detendría, comisario?
-Lo que dijera la ley. Ya saben que es igual para todos.
A Constancia le entró la risa, y todavía entró riéndose en el cuarto de estar.
-¿Has oído, Clemencia? -dijo.
-He oído; he oído lo de la ley, lo he oído.
-¿Y no crees que es demasiado mayorcito el comisario para creerse esas cosas? Tendríamos que hacer algo para desengañarle.
-Sí, pero los hombres no son como las mujeres. No quieren desengañarse nunca. Y, si un día se desengañan, montan unas tragedias impresionantes.







miércoles, 10 de julio de 2013

Los niños enfermos

Sigo leyendo –poco-  y trabajando –es lo que toca-. Pasan los días y no doy abasto. La enfermedad como tema literario.

“Ebrio de enfermedad” de Anatole Broyard, desolador relato que publica La uña rota, esa editorial segoviana que me hace tanta gracia. Empiezo por el final, “Lo que dijo la cistoscopia”: el autor, su padre y lo que dijo la citoscopia, lógicamente. Me gusta a pesar de la tristeza y de la nada.

La enfermedad es el tema más literario porque es el más humano. Tras el amor. O el desamor. O la muerte. O la  casa. La familia. La envidia. La mentira. Los secretos. La vergüenza y el horror de saberse malvados, mezquinos o simplemente pequeños, nada. El miedo.

Todo es literario. Por eso me parece  raro que la enfermedad, que es de lo más humano que tenemos,  sea hoy minimizada, olvidada, que sea un tema más de ensayo que de novela, cuento o relato.  

Los niños enfermos. Cuántos niños enfermos. Antes y ahora.  Cuántos escritores que comenzaron precisamente siendo niños enfermos, encamados, que no pudieron ir al colegio o que faltaron durante meses o años, que devoraron libros o historias de quienes les cuidaban o simplemente tuvieron más tiempo para observar. 

En la enfermedad, con ella, nacieron muchos escritores o con ella también se desarrollaron. De ella proviene la reflexión o simplemente el dolor, la angustia, la soledad o el tiempo que dejas pasar y piensas, o la desesperación de sentir que el ritmo de los demás y el del enfermo están desacompasados. Al final escribir es tener un tiempo que no encaja en el resto de la casa. Un tiempo aparte.  

Propósito: saber algo más sobre qué escritores tuvieron enfermedades serias, crónicas o largas, o quizás más esporádicas, cuáles estuvieron mucho tiempo en cama, cuáles fueron niños enfermos, aislados, lectores tras las sábanas. 


Ay esas buenas gripes escolares que tanto han hecho por la lectura. 

Leer más y mejor para escribir un poco, a veces nada. Pues eso.



Notas: 
El primer cuadro de la niña convaleciente jugando es de Albert Anker, pintor suizo. 
El del niño palido, que también juega en la cama, es "Niño enfermo", de Ricard  Canals.

lunes, 17 de junio de 2013

Fantasmas románticos y otros fantasmas

Acabo “Casa de muñecas”, de Patricia Esteban Erlés, sus relatos son siniestros e inquietantes. Empiezo otro de cuentos, “Paseando con fantasmas”.  Pero no es justo lo que ando buscando. 

Quiero  historias de fantasmas románticos, dije en Páginas de Espuma. Y me enseñaron lo que tenían, una antología del cuento gótico. No doy con ello. Y no sé cómo explicarlo. Les mencioné “Otra vuelta a la tuerca”, de Henry James, que a mi padre le gustaba tanto. Debería volver a leerla, aunque tampoco es ni el tono ni la aproximación, pero es interesante. Cómo contar lo que no se puede ni contar de tan terrible y malo. Para eso también existen los fantasmas.  

El género del que intento leer algo es hoy raro. No se trata de vampiros o zombies, ni de cuentos góticos. Es “El fantasma y la Señora Muir”, aquella película inolvidable de Mankiewicz. O “El fantasma de Canterville”, de Oscar Wilde, una historia que me encanta, fina y elegante, con sentido del humor. Tienen y conservan lo que busco en los fantasmas: misterio y alma. Y el juego de las dos realidades, lo natural y lo sobrenatural, en convivencia y rozándose. Así vivimos y escribimos. Todo sucede a veces en un mismo plano. No sabes dónde empieza qué ni tampoco dónde acaba. 

Encuentro entre mis libros una vieja edición de los años 80 de Planeta, “Relatos de fantasmas”, de mujeres escritoras, alguna conocida, como Wharton, desconocidas la mayoría, otra recién rescatada en España como Stella Gibbons. Mencioné a Ediciones Funanmbulista a Daphne du Maurier, autora de “Rebecca” y de “Los pájaros”, y de aquella otra historia romántica y preciosa, “La posada de Jamaica”, que debería volver a publicar alguien.

No es el terror o lo siniestro, es el espíritu que permanece y que cuida en la distancia. Las casas son espacios sagrados. Baja la temperatura en la habitación. Sientes la presencia de alguien, una sombra, ruidos suaves en el piso de arriba y no es la gata. La luz se va con frecuencia cuando estás sola. Entonces abres un armario. Y pides permiso y también perdón por haberte instalado, el siempre difícil equilibrio entre dos realidades. 

Los fantasmas son la memoria. Por eso me interesan tanto.

miércoles, 12 de junio de 2013

Tábula rasa I)

Adelanto la visita a la Feria por temas de trabajo. Lo hago con JM el domingo, un día inglés encapotado, bueno para andar pero malo por la afluencia de público. En menos de hora y media, agobiados,  decidimos irnos y dejamos sin visitar editoriales que nos interesan a ambos. Casi mejor, la visa mía temblando, no tengo remedio.

En el camino de vuelta, porque el tren tiene esa, entre otras de sus muchas ventajas, leo con calma. En Páginas de Espuma, en la que el año pasado compré los dos libros de Edith Warton sobre escribir ficción y criticarla, compro "Fenómenos de circo" de Ana María Shua y "Casa de Muñecas" de Patricia Estaban Erlés con ilustraciones de Sara Morante.  Me gustan ambas, finas y siniestras, maestras en la distancia corta, sprinters de músculo alargado. Pienso en sobrinas y en la hija de mi marido que tienen ese sentido del humor ligeramente negro o el espíritu de lo fantástico más arraigado que el mío, en la línea de Tim Burton. Se los guardo. Leo a veces con el run run constante de amigos y familiares, esto le gustaría a mi prima, esto le encantaría a mi amigo… A veces leer es una cuestión de afecto, te sientes más cerca de las personas que quieres.

Ayer tuve insomnio y comencé a leer el libro que me regaló JM, "La España que te cuento", un conjunto de textos cortos de autores muy variados que reflejan la España contemporánea, aunque la selección se hizo en 2007 y ya ha quedado algo desactualizada, la crisis empuja otra literatura. Me quedo desolada y más insomne si cabe. Ya conocía el cuento de Fernando Aramburu, “La colcha”, un estupendo retrato de la mezquindad con la que se puede vivir en el País Vasco, el miedo y el egoísmo dando la espalda a las víctimas. Me gusta mucho el de José María Merino, “El apagón”, el origen de la crisis I podría llamarse. Y el de Rosa Montero, "Tarde en la noche". Y otros muy buenos. Leo el epílogo de José Ovejero y entiendo mejor la tristeza y la desazón que me provoca el libro en su conjunto. No hay un solo autor con esperanza, no hay ninguno donde se pueda ver esa otra España, personas, momentos, vidas, algo, un atisbo o un hueco para Dios o para la confianza en el ser humano. Tabula rasa, al final no hay nada más que un solo paisaje, muy bien narrado, pero uno solo sin agua.

Tengo que reorganizar la biblioteca. Guardo los libros de ficción ordenados por orden alfabético de autor, así que cada vez que compro algo tengo que mover el resto en los estantes, tengo poco espacio. Trabajo intenso hasta el próximo fin de semana, el blog de nuevo descuidado. Leo a Amos Oz y su "Historia de amor y oscuridad" sacado de la biblioteca para darme ánimos. 

viernes, 31 de mayo de 2013

La respiración vigilada ("El estupor y la maravilla" o Pablo D'Ors revisitado)

Descubrí a Pablo D'Ors el pasado invierno. Es de una gran solidez, delicado y profundo, de muchos matices y detalles. Entras en otra dimensión cuando lees algo suyo, en otro ritmo más pausado.  Me gusta lo que cuenta y cómo lo hace.

Aquí abajo hay un texto que vuelvo a leer de vez en cuando. Pertenece al primer capítulo de "El estupor y la maravilla" sobre la vida de un vigilante de un museo, una auténtica joya publicada por Pretextos en 2007.

"La noche en que Gabriele volvió a aproximar su rostro al mío (todavía no tan cerca como antaño, pero mucho más, ciertamente, que las semanas anteriores) supe que me quería como nadie me había querido antes. Esa noche tan dulce (y las siguientes lo fueron más, pues ella fue aproximándose poco a poco hasta llegar a la cercanía deseada) supe que la vida era justa conmigo al brindarme lo mismo que yo le había dado: durante veinticinco años había vigilado a los demás; ahora, al fin, era a mí a quien vigilaban. Con ese celo que da el amor al propio oficio, durante veinticinco años había vigilado los cuadros en un museo; ahora, cuando ya casi era un viejo, era yo el vigilado con esa incomprensible entrega y abnegación que sólo puede brindarse al ser amado.

Y fue entonces, con los ojos cerrados, con la respiración de Gabriele todavía caliente en mi piel, cuando decidí escribir este libro: las memorias de un vigilante de museo. Pocos días antes, en unos de los bancos de Schwarzenberg -el jardín romántico de mi ciudad natal, desde donde se distingue con toda nitidez una de las fachadas del museo-, ella me había dicho "Todo esto tienes que contarlo", comentario al que yo había sonreído con indulgencia, como quien tiene la sabiduría demasiado domestica, acaso incomunicable. Había sonreído vanidoso, pues con aquellas pocas palabras me decía por primera vez que mi vida podía aspirar a cierta posteridad. "Todo esto tienes que contarlo", había dicho Gabriele tras escuchar el relato de mis historias, tan insignificantes. Y así empecé a ver grande lo que hasta entonces había visto pequeño.

Ella me vigilaba por las noches para saber que no me había muerto; yo escribiría durante el día para que el mundo supiera que había vivido. Ahora sé que sólo escribimos para que en algún lugar de la Tierra alguien abra nuestros libros por las noches y sienta nuestra respiración cerca, como una brisa tibia en la piel".

Me conmovió la primera vez que lo leí y vuelvo otra vez a emocionarme mientras lo copio. Es así la escritura de Pablo D'Ors. Puedes volver a ella siempre porque siempre encuentras un lugar donde sentarte.

Pablo D'Ors estará en la Feria del Libro de Madrid estas semanas.

Sábado 1 de junio, de 18.00 a 20.00 y en la caseta 206 de la editorial Pre-textos firmando EL OLVIDO DE SÍ y el resto de su obra.
Domingo 2 de junio, de 11.30 a 13.30 y en la caseta 144 de la editorial Siruela firmando BIOGRAFÍA DEL SILENCIO y el resto de su obra.
Sábado 8 de junio, de 19.30 a 21.30 y en la caseta 255 de la editorial Impedimenta firmando la nueva edición de ANDANZAS DEL IMPRESOR ZOLLINGER y el resto de su obra.
Viernes 14 de junio, de 18.00 a 20.00 y en la caseta 146 de la librería Alberti firmando todos sus libros.

miércoles, 29 de mayo de 2013

Life is beautiful

No vuelvo, simplemente me quedo donde estaba.

En la mesilla el cuaderno forrado en piel con el título "Life is beautiful" y mis iniciales en dorado. Me lo regaló M. para que escribiera todo lo bueno que me pasa. Escribo por la noche bobadas que son importantes: pude trabajar 3 horas sin interrupciones, hice judías verdes, di un paseo hasta Vicolozano con una amiga.

Es una primavera extraña en esta ciudad donde ya de por sí el buen tiempo entra tarde. Miro a los geranios que plantó Gonzalo. Resisten. También resisten las pequeñas flores de rocalla en esa murete que construyó bajo el árbol del paraíso a la entrada. ¿Aguantarán más heladas?

Hoy toca devolver "Memento mori" de Muriel Spark, desoladora visión de la vejez, novela interesante y un tanto extraña. Tras "Las señoritas de escasos medios", que parece intrascendente y luego dice tanto, quise leer más de esta autora conversa y amiga de Graham Greene. Bien Amos Oz y su fábula "De repente en lo profundo del bosque". ¿Qué pasaría si desapareciesen todos los animales? Tiene el aire de parábola judía, el ritmo.

Pedí por Iberlibros varios libros de Bobin, tan recomendado por JAS. Me están esperando en francés. Dos pájaros de un tiro, leo y complemento las clases.

¿Qué me pasa?

Miedo a las palabras. A hablar demasiado. A la superficialidad. A la frivolidad. A hacer más ruido. En definitiva: a contribuir a la nada.

Se lo conté a S. "Es como cuando entro en una librería y me agobio, ¿sabes? Hay tanto. Y tanto tan prescindible..." Me recomendó que leyera "La tristeza del mundo" de Enrique Andrés Ruiz. Dio en diana. No soy rara.

Los buenos amigos están siempre a mano.

miércoles, 30 de mayo de 2012

Monte salpicado de blanco con Jimenez Lozano al fondo según se sale

Tren va y tren viene, hora y media de viaje de ida y otro tanto de vuelta. Pero es primavera y no importa nada. Después de las amapolas y de que brotaran los árboles que G. y yo creíamos muertos, ahora es el blanco de la jara que salpica la sierra. Y algunas retamas, amarillas ellas, más puntuales. El cantueso o la lavanda, que brotó en el sur hace ya muchas semanas, rompió hace unos días. Todo pasa dos meses más tarde aquí, en Ávila, una primavera perezosa y rápida como una exhalación, ya comienzan a secarse algunos prados. Hace falta agua.

Leo y leo, aunque me dijo JMJ que no hay que leer mucho, sino leer bien. La bibliotecaria de la Jiménez Lozano me comenta que poca gente saca los libros del autor que da nombre a la biblioteca. Amablemente me escribe a mano la lista con las signaturas.

Leo "Los compañeros"  y me estremezco: triunfo o lo que se dice que es triunfar, o sea, tener dinero, reconocimiento, éxito en plan yanqui, frente al pasar inadvertido o ser olvidado, tener una vida desgraciada, con dificultades económicas o sentimentales, ser, de nuevo como dicen los yanquis, "un fracasado", a loser. Y esa figura del cura que deja la sotana y acaba desquiciado, el horror por las barbaridades que vio, la complicidad por el miedo, siempre tan humano. Hay otro espanto: saberse uno capaz de la crueldad, ser víctima y a la vez poder ser verdugo, reconocerse verdugo de algún modo. O de la mezquindad, que el ego acabe sacado de madre. El escritor, ese "autor" que el mismo Lozano tanto teme ser, descrito al detalle, quizás se le vaya la mano con el personaje.

Al leer "Los cuadernos rojos" del mismo Lozano, sus diarios, o más bien notas, escritas del 73 al 83, se entiende por qué escribe esa novela, como algunos de sus cuentos, que también acabo y que están reunidos en  "Los objetos olvidados". "El grano de maíz rojo", "El escopetazo", personajes como Obdulia, Rosalía, todo un mundo efectivamente olvidado. Es religioso en el sentido profundo de la palabra. Y castellano. La muerte no forma parte de los más vendidos o de los más prestados de esta temporada, no me extraña nada.

"Nada, nada, nada, nada...", la retahila de San Juan de la Cruz que Jimenez Lozano reproduce en "El mudejarillo", esas palabras en mitad del monte, el dibujo, su letra apretada.

Anécdota que cuenta en sus diarios: al inaugurarse el monumento, al parecer muy feo, en Fontiveros a San Juan, hubo un menú para las autoridades presentado como "Menú que los ricos comían en época de San Juan de la Cruz".

Para desengrasar, Cunqueiro y "Merlín y familia", prodigio de cuentos, uno dentro de otro, y otro dentro de otro. Es inagotable. Galicia en vena, Miranda, Velbis, un mundo fantástico de sirenas, encantamientos, objetos mágicos, doncellas, pedos del diablo. No recuerdo quién me lo recomendó. Tengo que parar de vez en cuando y buscar en el diccionario, estoy como con la Señorita Amelia cuando tenía 10 años, que nos animaba a señalar cada palabra que no entendíamos y luego a copiarla con su significado.

jueves, 26 de abril de 2012

Del trabajo forzado al de forzarse (Con el yo y contra él)

Leo el último libro de ficción de un conocido sociólogo. Me apetece el tema y él me parece un hombre con fundamento, que diría Arquiñano. Y quiero leer a mis contemporáneos, no sólo a muertos. Encargo la novela a Gema de la librería Letras de Ávila. Cuenta cosas interesantes, desde luego. Muchas, quizás. Es posible que tantas pidieran más un ensayo que esta novela, que me parece muy forzada.

Aprendo algo importante: escribir una novela es dificilísimo, incluso para personas con experiencia, con muchas lecturas y costumbre de escribir, como es éste el caso.

Una novela se va de las manos fácilmente. Es mucho el tiempo y el trabajo que demanda, y no solo de técnica o mental, también de otra clase. Lo digo como lectora aficionada y en relación a lo que a mí me gusta en literatura, con lo que disfruto más. No soy ni filóloga ni crítica profesional.

Tengo la sensación de que la novela es un trabajo interior de titanes, desde el yo y contra el yo a la vez.

Un yo que permita escribir. Da igual la voz del narrador desde la que que se haga. Interior fuerte y rico, recursos, trabajo mental, técnica y diálogo con uno mismo -sí, no, fuera esto, mal esta trama, quítalo todo, así no hablaría, buscar un adjetivo en toda una tarde, etc.-.Es un yo esforzado por hacerlo mejor, una vez, y otra, y otra.

Y un yo que se quede fuera de combate, ko ahí mismo, en la mesa, acabado. No por agotamiento del trabajo, que también, sino porque lo que se cuenta no es el autor, es otra cosa, aunque le haya utilizado.

Como lectora de novelas no veo ese trabajo del yo esforzado y del otro yo que se ha forzado para difuminarse. Cuando están ambos son subterraneos, ocultos, no se notan. Sé que están detrás por el resultado: me gusta o no me gusta lo que estoy leyendo.

Mea culpa siempre. Lo ves y caes. Y no es solo un tema de principiante. Le pasa a gente muy avezada. Consuela un poquito.

domingo, 15 de abril de 2012

Lluvia amorosa

Es uno de los términos que explica María Ángeles Sastre en el cultural "La sombra del ciprés" del Norte de Castilla este sábado. La leo como también escucho a Sagrario Fernández Prieto en Esradio. La primera con "Uso y normas del castellano" y la segunda con sus "Palabras al aire" enseñan cómo hablar y escribir mejor, los errores que cometemos, qué opciones -que hay muchas- para expresar algo en un buen castellano. Para una laista, entre otros muchos defectos gramaticales que tengo, es bueno escucharlas.

Duración e intensidad de la lluvia son dos de los factores para tanto término y expresión como utilizamos. La lluvia amorosa, que yo no conocía, es un chirimiri o sirimiri, constante y suave, como un calabobos, que también la llaman. Frente al chaparrón, a ese caen chuzos de punta, al está jarreando, it's raining dogs and cats, que dicen los británicos, la lluvia amorosa, también mojina en otros lares, humedece el campo. Deja tiempo para que penetre el agua, no como esas lluvias torrenciales que tanto se dan en algunos lugares de España.

Ayer nos cayó un breve granizo con furia. Salía con la perra e intentamos cobijarnos bajo una encina muy grande. Corrimos luego, nos calamos hasta los huesos. Eran además pequeñas agujas, cuchillitos de agua que se clavaban. Llegamos a casa y tuve que cambiarme y secarme el pelo. Cuando fui a la cocina lucía ya el sol. Luego llovió otro rato. Todo muy de abril. Y así estuvimos la tarde. Eché esa siesta que no lo es metida en la cama leyendo. Me quedé escuchando las ráfagas de aire y la lluvia golpeando mientras yo estaba en casa, a salvo. Entró Gonzalo en el cuarto.

-¿Qué haces?
-Oyendo la lluvia y pensando.
-¿Y en qué piensas?
-En tu amparo.
-Tú también me amparas...
-Vale.

Domingo de misericordia hoy, el siguiente domingo tras la pascua. Y abril hace lo que tiene que hacer. Que caiga más agua.

miércoles, 11 de abril de 2012

Leyendo a salto de mata

La melancolía tiene que ver con el clima. En nublado y con frío cuesta un poco más ser alegre. Pienso en Doctor en Alaska donde es posible vivir bajo cero y tener guasa. En todo caso hago un hueco para leer entre memoria corporativa, cocina, orden, desorden y viajes. Leer, como cocinar, me cambia el ánimo.

El mejor escribano hace un borrón. Nunca pensé que algo de Zweig podía no gustarme, pues ya lo he encontrado. En el libro de cuentos "Sueños olvidados" de Alba hay uno que me ha parecido no malo, horroroso. Lo escribió con 19 años. Anima leerlo, la verdad. Caes en la cuenta de que se mejora a base de práctica, de muchos años, de acertar y equivocarse. Hasta los más grandes han metido la pata. En cambio el mismo volumen contiene "Mendel el de los libros" que ya leí hace un par de años en Acantilado y me encantó. Más recientemente he leído "Ardiente secreto", una novelita corta que publicó también El acantilado, una maravilla. Es el texto para la próxima sesión del club de lectura del que espero formar parte en Ávila.

Hago otro hueco entre contrato de arras y follones varios. Tengo muchas ganas de hincarle el diente a Jimenez Lozano y "Las gallinas del licenciado" viajaban conmigo sin que pudiera abrir una página con los Cuentos de Unamuno que Páginas de Espuma ha sacado recientemente.

Me pongo a leer a Jimenez Lozano y acabo descuidando los temas laborales, me engancho. Creo que lo acabaré esta noche, es entretenidísimo y tan bien escrito que da envidia. Me acuerdo de Retablo de Vida Antigua a quien le gustaría tanto, quizás ya lo conoce, de amigos y conocidos, Raquel, entre otros, con eso de las gallinas griegas disfrutaría un montón.

Más. Viajes. Llovió y nevó, el campo ha mejorado. Me animo con el verde del campo y viendo que en Ávila hay iniciativas tan interesantes como CuentaCuarenta, ya llegué tarde, pero lo importante es que siempre hay personas que tienen ganas de hacer cosas, que se mueven, que son interesantes.

martes, 10 de abril de 2012

Libreros con encanto (Los últimos románticos)

Intento hacerme a la nueva ciudad. Visito un par de librerías, la de Senen en la plaza y otra en en el Paseo de San Roque a la que he vuelto varias veces. Gemma trabaja en el museo provincial, canta en un conjunto de rock y es librera por las tardes. Por la mañana es su hermana Belén quien está en "Letras", una librería activa donde las haya: talleres para niños, clubs de lectura, lecturas en voz alta y muchas, muchísimas ganas.

Utilizo el término "libreros" que incluye a las libreras, ellas, sin necesidad de tener que decir "os" y "as" a cada paso, así me lo enseñaron.

Rafa y Mercedes del Rincón Escrito en Urueña encabezarían esa lista de libreros con encanto, una guía posible y deseable. Quizás  sean los libreros los últimos románticos.

Hago una lista rápida de las que conozco y frecuento en Madrid y Valladolid y otras más puntuales en ciudades que visito. ¿Y si me pusiera a escribir sobre ellas?

Se llevaron la biblioteca de nuestros padres y la casa quedó huérfana y desnuda, con huecos por todas partes. La guía debería tener una subsección de libreros de segunda mano. Jesús Ortiz de Mil Razones va dejando en su facebook notas sobre liberías visitadas interesantes. Hay bitácoras dedicadas solo a librerías de niños, las hay fantásticas.

Otra alegría más de la Pascua y en general de la vida son todas esas librerías y libreros con encanto, Definitivamente, ya sin dudas, son los últimos románticos.

sábado, 17 de septiembre de 2011

Márai y septiembre


Acabo el diario de Márai esta mañana antes del riego y de irme a Urueña. Empecé por el último, el correspondiente a 1984-1989. La edición de Salamandra reproduce la última anotación a mano, antes de suicidarse.

Lucidez, emoción  y una tristeza profunda, desconsuelo. La feroz vejez, la fragilidad y la consciencia. También la conciencia. Su mujer, L., casi ciega y muy enferma, los cuidados que requiere, luego su muerte. Y más muerte.

Todo es muerte y una cabeza espléndida. También amor. Al final solo se alimenta de la lectura de los diarios de su mujer. Y de esos sueños o no sueños donde ella le habla y le cuenta desde el otro lado. Mucha soledad y una desesperanza completa. 

Acaba el verano y empieza el otoño. La Virgen de la Merced el próximo sábado. En éste luce el sol y hace bueno. Se fueron mis tíos y les echo de menos. Tengo un pulgón que amenaza las adelfas. Disciplina en el jardín, fijar y seguir una rutina de tareas. Lo mismo al escribir. Siempre el doble de lectura que de escritura, propósito para siempre.

Hay una familia de lo que creo que son currucas viviendo entre la casa de mis tíos, la de mi prima y la nuestra. Pero las moscas se ponen insoportables en septiembre. Se pegan a la pantalla del ordenador en cuanto pueden. 

martes, 13 de septiembre de 2011

Un matrimonio feliz (La gracia)

Desde hace unos años sé que la editorial Libros del Asteroide no me defrauda. Me la aconsejó Adolfo Torrecilla, uno de mis críticos de referencia en cuestiones literarias. Es una editorial joven con autores que yo no conocía de nada, como Nancy Mitford o Wallace Stagner, que ahora me encantan, me he hecho fan, y otros que ya me gustaban, como Steinbeck. Aunque la mayoría me son todavía totalmente desconocidos, así que me relamo pensando en lo que seguramente me espera.

Acabo de leer en dicha editorial a Rafael Yglesias y su libro “Un matrimonio feliz” que me ha parecido una novela emocionante. La he leído en apenas un día porque realmente no podía dejarla. Creo que es el mejor elogio que puedo hacerle, junto al de saber que será algo que volveré a leer pasado un tiempo.

Esta parece ser una novela autobiográfica: el protagonista fue novelista precoz, hijo de escritores, convertido en guionista para sacar adelante a su familia, padre de dos hijos y marido de Margaret, que murió de un cáncer, todo lo cual comparte con el autor, Rafael Yglesias. Todo lo cual, perdón por la repetición, no importa nada, porque lo que esta novela cuenta es casi igual que esté o no basado en hechos reales, que diría un telefilm americano. Lo verdaderamente importante es el modo en que está contado, como también lo que cuenta, por supuesto.

La materia de esta novela es la vida matrimonial de una pareja como muchas, nada excepcional. Y ahí está lo interesante.

El encuentro y el adiós son los dos tempos fundamentales en los que Rafael se detiene en esta historia. Y lo hace con el detalle de una cámara de cine por la riqueza visual de lo que describe, utilizando además otra segunda cámara, la de los sentimientos y pensamientos desde la voz del que narra. Yglesias utiliza ambas en el relato.

Primer tiempo: cómo el protagonista conoce a esa mujer que le deslumbra cuando él no es nada más que un joven prodigio literato, huraño y confuso, y ella es una recién licenciada alegre, decidida y sociable. Cómo se enamora él, como un ternero, y qué pasa en esos primeros encuentros, las dudas, la decisión, la soledad, el necesitar a otra persona a tu lado y no estar seguro de nada.

El segundo tiempo, el del adios: cómo ella, tras un cáncer devastador, decide despedirse y morir en su casa con ayuda de él, dedicando un tiempo a cada persona que ama, sin prolongar tratamientos, con la muerte de frente, impresionante.

Y en medio de estos dos tiempos toda una vida de muchos años en común, de los altos y bajos de un matrimonio, de momentos realmente malos y luego buenos, de problemas de dinero, de adaptación del uno al otro y a las dos familias, de sueños y realidades, de Nueva York, de amigos, de una infidelidad que casi acaba con un matrimonio cuando apenas había empezado, de volver a comenzar y volver a encontrarse, de silencios y palabras, de secretos y verdades.

¿Cuál es la trama de esta novela? La trama, el nudo y el desenlace, es cómo el amor se hace y se deshace y vuelve a nacer entre un hombre y una mujer ambos limitados. Ella ciertamente controladora, él taciturno y egoísta. Y a la vez ella generosa y encantadora y buena madre y él también capaz de entregarse y entender algo y buen padre e hijo y… Ambos personajes son muchos rasgos a la vez, capaces e incapaces, complejos y simples, humanos en definitiva. A mí me parece que si una novela no capta la complejidad humana es mala, y creo que esta es muy buena.

“Un matrimonio feliz” cuenta la historia de Enrique y Margaret que es única y a la vez común. Que él sea escritor no dice nada realmente importante. Ser escritor no es importante para la vida, es totalmente secundario. Y a ella, a Margaret, como le cuenta un día a él, a Enrique, le basta con vivir, no le hace falta el arte, en su caso la pintura, que deja de lado, no porque no sirva, no tenga la voluntad necesaria, no pueda soportar los noes o no reciba el apoyo necesario de su cónyuge. Es más simple: no le hace falta.

Vivir es también todos esos cuidados finales de Enrique estando al lado de Margaret, ella sufriendo, muriéndose a chorros: cambiar suero y medicación, vigilar catéter, buscar sábanas y colchas en un armario, y, sobre todo, ver que se te va quien amas y no quieres que sufra más, tener el tiempo para decirle lo que no has podido decirle y que es tan importante. Todo está narrado sin melodramas, como es, ya es suficiente como para cargar las tintas ni literariamente hablando. La realidad y la ficción bastan.

Leo pocas novelas contemporáneas que me cuenten algo interesante de la vida matrimonial, algo que a mí me diga algo. Me pasa igual con el cine con excepciones muy puntuales. Supongo que es sintomático de lo que se escribe hoy, de lo que se vive quizás, de nuestra mirada. Creo sin embargo que el matrimonio es buena materia prima para una novela o el cine, como lo es la muerte, el dolor, el engaño, la infancia y todo lo humano que merece contarse, que nos contemos, que nos cuenten.

“Un matrimonio feliz” narra con tono y estilo propio ese temblor suave, la gracia, que planea entre dos seres que prometieron amarse hasta que la muerte los separase. En este caso entre un judío de origen hispano y una judía de origen askenazi, Enrique Sabas y Margaret Cohen. Bien pudieron ser en parte Rafael Yglesias y su mujer Margaret, aunque insisto que me parece lo de menos que esté o no basado en hechos reales. A mi me ha gustado muchísimo y me parece una novela muy recomendable, distinta y realmente chocante hoy por excepcional. No me extraña que fuera premio Los Angeles Time a la mejor novela de 2009. Además, está excelentemente traducida por Damià Alou.

jueves, 7 de julio de 2011

Albino trigo segado. Los colores del verano (1)

No es amarillo ni ocre. Tampoco es solo blanco. Es el color del trigo recién segado distinto del color que tiene cuando está alto. No se parece a ningún color. Es ese y nada más que ese: color de trigo albino, casi blanco, pero sin ser blanco a secas, color de rubio trigo cortado.

Tampoco el gris de las nubes cargadas de agua es un color fácil. Gris plomo quizás, pero menos oscuro, más claro, pero no perla. Ni tampoco plomo. No, no se parece a nada. Es color gris de nube castellana cargada de agua en verano a punto de estallar la tormenta, un gris que merecería un nombre propio. A veces, cuando deja pasar el sol ya muy tarde, ese gris se convierte en uno violáceo si las nubes se dispersan y abren.

El blanco de los montes Torozos y sus estribaciones es un blanco calcáreo y manchado, casi tiza de antes. El blanco se hace ceniza de cigarro, o de leña quemada, depende de la hora en que pases.

Y las casas de adobe no son naranjas. Vienen de ser pardas en la noche, se hacen rosas por la mañana y luego se cargan de luz hasta hacerse casi blancas para volver a tomar color por la tarde.

A mediodía casi todo son blancos distintos, pero blancos. Y hay que meterse en casa para no estar deslumbrada, ciega de tanto blanco, transparente el aire, todo volumen y todo blanco.

Terminé de leer "Mi abuelo, el premio Nobel" de José Julio Perlado el fin de semana pasado, escribí sobre ella. Me ha hecho muy feliz, me lo he pasado bomba con ella. La pena es que se acaba rápido.


domingo, 3 de julio de 2011

Thoreau y el olor a hierbabuena

Cayó una tormenta breve e intensa. Llovió sobre lo ya había regado.

Por la mañana temprano vuelvo a darle a la manguera y descubro un olor nuevo. Es una pequeña mata de hierbabuena que nace tras las piedras y que yo creía desaparecida. Carlos limpió de hiedra parte del jardín y ahora se ve también un laurel tímido y verde.

Empiezo “Escribir” de Thoreau. Contiene pequeños fragmentos de su diario, pensamientos como la hierbabuena de un aroma delicado.

viernes, 1 de julio de 2011

Desdolida

Ha hecho demasiado calor. Aunque pusimos el riego automático hay que estar encima de los árboles y arbustos a los que éste no les alcanza. Tenían hongos o bichos algunas plantas, pero ahora me encuentro con varios arbustos machacados tras la calorina del pasado fin de semana. Al insecto o lo que sea le gusta la falta de agua y se crece así.

Miramos preocupados las manchas blanquecinas que avanzan. Hay demasiadas hojas amarillas. Es muy raro. De camino vi varios chopos amarillentos en la autovía de los pinares, y otros ya coritos y totalmente desecados, parecían muertos, en la carretera de Simancas. No sé qué pasa, es demasiado temprano. Debe de ser una enfermedad muy mala.

Vamos a quitar la enredadera del suelo y a poner, quizás, uña de gato, que es fuerte y se extiende rápido. Pediré consejo, no vaya a ser que como su predecesora nos invada y levante el empedrado. También me gustan las adelfas porque son duras. Las que tenemos están crecidas y bastante sanas a pesar de las heladas que soportan en invierno. Se lo comento a Carlos.

-Desdolida, la adelfa es muy desdolida...

Ya se lo había oído decir varias veces, pero me quedé pensando.

En Urueña pregunté si alguien había oído la palabra. No está en el diccionario, pero es evidente que significa “que se duele poco”, resistente, con aguante.

El lunes 4 empezamos la actividad “La literatura está en la calle” en Boecillo con Carlos como primer invitado. El libro será “El bosque animado” de Fernández Florez. El lunes 11 pondremos la película del mismo nombre dirigida por José Luis Cuerda. Estoy muy ilusionada.

sábado, 19 de marzo de 2011

Intriga y literatura





Vuelvo a la residencia y leemos. Toca Soria, aunque "El santero de San Saturio" de Gaya Nuño está descatalogado según me dicen los libreros de Lé. Gonzalo me recuerda que dejé a la mitad a la Mayorazga de Bouzas de la Pardo Bazán, está intrigado. ¿Qué pasará con ella, tan imponente, esa mujer de genio y carácter montando a caballo por montes y pueblos? Tendrá que ser el próximo jueves, olvidé ese libro de cuentos, esta vez no lo traje.

La intriga, qué importante. Bien me lo aconsejaba José Julio Perlado, fundamental mantener al lector interesado en la historia, con ganas de más, de leer la siguiente página y otra, y otra, y otra. ¿Qué pasa ahora?, ¿qué va a pasar? No poder dejar la lectura y dan las 2 de la mañana. Claro está que a veces, bien lo vimos en la tertulia los mercuriales hace ya un mes con Azorín, algunos autores son descriptivos y gustan.

Llevo a O’Henry, también recomendado por Jose Julio en su día, el cuento del regalo de los Reyes Magos. Les parece bonito, pero Gonzalo me dice que ya sabía lo que iba a pasar desde las primeras páginas. A mí me ocurre lo mismo con las series de televisión y muchas películas, sé por dónde van a ir y eso me hace interesarme menos o nada.

Angelina cuenta sobre Machado y su estancia en Soria. Hoy han bajado 10 personas, parece que va interesando esto de la lectura vinculada. Lee Angelina y también otra señora, Julia creo que se llama. Resulta que es de Soria y pariente lejana de Leonor. Hablamos.

Leemos “La Chucha”, uno de los cuentos de intriga -así los han editado- de Emilia Pardo Bazán, amor entre un preso y quien de modo invisible le cuida, otra reclusa del presidio de al lado, final impresionante. También algo de mi amado Stevenson, fabulas y pensamientos, original, vividor, alegre hasta en las sombras.

Metí entre las lecturas a Zink, medievalista francés y sus cuentos del Juglar de Nuestra Señora, el que da título al libro y el de Miserere tui. Creo que les han gustado.

El próximo jueves toca Toledo, traeré algo de Marañón, una leyenda de Becquer, buscaré más en casa. Y “Diario de Adán y Eva” de Twain, lo tenía prestado y no me acordaba, pero ya lo he recuperado.

Me quedo pensando en la intriga al escribir. ¿Cómo lograrla?, ¿cómo mantenerla y dosificarla? ¿Qué enseñar y cuándo, qué ocultar y hasta dónde? El iceberg del que me hablaba Perlado, el que escribe sabe pero no muestra todo lo que sabe. Escribir no es solo descubrir, describir y contar, sino ocultar, velar, insinuar. Bendita elipsis y silencio, entreabierta la puerta, los visillos echados. Como esa pausa en un buen blues, una gozada. Chill out siempre, destensar y callar un rato. Creo que en música hay un paralelismo, una cosa es lo descriptivo y otra las repeticiones cansinas que ya no aportan nada. Gran parte de la música actual es así, dos por dos, sabes ya lo que van a contar y cantar.

Cierta dosis de intriga es necesaria. Hace todo más interesante el no saber qué va a pasar, desear ver qué hay en la siguiente página.

PS: Llevé la guía de aves de Peterson. Vimos el abejaruco del que escribía Muñoz Rojas en "Las cosas del campo". Creemos que hay un picapinos en el jardín de Ecoplar en Aravaca. Vamos a intentar verlo, no es tan fácil. Algunos pájaros no se dejan ver así como así ... Es parte de su encanto.

domingo, 13 de marzo de 2011

El fin del mundo (todo vuelve, tipos de antes) ("Si hay Dios, todo está bien. Si no hay Dios, todo está mal")

Hablo con mi hermano J. y tenemos la misma sensación al ver las imágenes de Japón, la lengua de agua tragándose tierra, personas, casas. Entre el fin del mundo y la biblia, esas proporciones o dimensiones inabarcables, el Armagedón, el desastre.

Acabo los cuentos de Clarín y me pongo a buscar nuevos textos para las siguientes semanas al hilo de dónde son los residentes y qué les puede interesar. Quizás sea algo de humor lo que necesitamos, Jardiel Poncela, Tono, Mihura, hay una selección en la biblioteca de la residencia que podíamos utilizar. De la de mi padre saco una segunda edición de las obras completas de los hermanos Machado encuadernada en piel roja, páginas de papel biblia, ejemplar 1258 de 3000, año 1951. Me dijo Angelina que para Soria, que es “el tema” de la lectura del próximo jueves (hemos programado para 2 meses aproximadamente), leyéramos naturalmente a Antonio Machado. Coloco los libros que vamos a ir leyendo estas semanas por separado: Soria, Toledo, la Alcarria, Galicia… Desde Gerardo Diego a Machado, "El santero de San Saturio" de Gaya Nuño, Marañón, Cela, Cunqueiro… ¿se puede disfrutar tanto? Al releer te das cuenta: todo vuelve, o quizás nunca se marchó, estaba.

Lo hablé ayer con Angelina y Gonzalo. Quizás vuelva esa España pobre y miserable. Quizás algunos tipos de antes –el poeta o el maestro al que no le alcanza, el cesante- nos vuelvan a visitar remozados. Es posible que nunca se fueran del todo, un velo ligero de progreso que no era tal, solo dinero, nada más que euros inflados, debajo la nada. Poco peso, muy poco, superficial el baño. Pero si fue superficial ¿no éramos también en muchas cosas grandes?

Por un lado Internet y google, el ipad y el móvil, el mundo al alcance de la mano y, de otro, la pobreza que se palpa a poco que una se fije, que repare. Los comedores de Madrid, Martínez Campos y otros, a rebosar, hombres vestidos con una teba ahora pobres vergonzantes, no son ya emigrantes recién llegados. El otro día en Huelva estuve con unos ecuatorianos que quieren volver a su patria, todo problemas, ¿cómo se ganaran la vida? Solo trabajaron en la fresa, y con ese bagaje ¿qué harán? Sus hijos ya jóvenes y también sin trabajo, dos generaciones en paro.

“Es el fin del mundo como lo conocimos” me dice Gonzalo. Ese pequeño mundo de afluencia, de riqueza, de opulencia en muchos casos, se desmorona al menos en España. Nada volverá a ser como antes o pasaran muchos años. No hay trabajo y el fondo todavía no lo hemos tocado, corrupción a mansalva e ineptos gobernando. Simple odio: unos bárbaros, unas bárbaras, entran en una capilla católica en la universidad.

Todo está ya escrito, dicho y desde luego que consumado. El cuento de Clarín “Cambio de luz”, “Si hay Dios, todo está bien. Si no hay Dios, todo está mal” repetía Jorge Arial (¿el propio Clarín quizás? Creo ver al autor en el personaje). Me acuerdo de amigos esta mañana de domingo. No quiero perder la esperanza. No puedo perderla. Y mucho menos estando en contacto con personas jóvenes o mayores: no puedo transmitirles desgana, hastío, negrura de alma.

Cultura, fe y amor. Siempre hay milagros. Lo dice también Antonio Machado. Llega G. a casa.

viernes, 11 de marzo de 2011

"'¡Adios, Cordera!" en lectura vinculada


Ayer comenzamos a leer en voz alta en la residencia Ecoplar de Aravaca. Hablo en plural porque espero que seamos más lectoras en breve. Gonzalo C., amigo de mis padres, y su mujer, Angelina, viven allí. Al ir a visitarles un día pensé que podía ser un buen lugar para iniciar lo que venía pensando. Me hicieron el favor de comentárselo a Marta, la que lleva las actividades de la tarde, y ella, junto a la dirección, me dijeron que adelante. Iremos todos los jueves de 5 a 8, lectura general y por habitaciones, vamos a ver cómo sale.

Gonzalo es una de las personas más cultas que conozco. Trabajó con mi padre muchos años, se querían a rabiar, los dos lectores impenitentes e interesados por todo. Es asturiano y sugirió que empezásemos por Clarín. Busqué en casa y no encontré cuentos suyos. En principio vamos a leer textos cortos, que se puedan iniciar y acabar en la tarde. Así que ayer mismo me fui a la librería de mi barrio, la que han montado antiguos empleados de Crisol, "Lé" se llama. Siempre saben qué aconsejarte, da gusto. Compré por 5,95 euros los Cuentos de Clarín en Debolsillo (edición de José María Martínez Cachero, estupenda introducción, por cierto).

Tengo que reconocer que no había leído “Adios, Cordera” y que ayer, tras dejar el coche que se me estropeó en mitad de la Ciudad Universitaria (lo dejé allí tirado, no podía llegar tarde), solo pude dar un vistazo rápido al cuento en el taxi. Luego realmente lo leí por primera vez en voz alta en la residencia. Mal hecho, casi me echo a llorar con Cordera en mitad de la lectura, me emocionaba a medida que avanzaba. Veía a la vaca, a Pinín, a Rosa, al tren, al poste del telégrafo con sus casi tazas de porcelana (jícaras), a todo el cuadro que pinta Clarín, qué tristeza y, a la vez, qué gozada. Luego por la noche lo volví a leer en casa, acogedor regazo maternal el de la vaca, unidos luego animal y hombre en el destino por la carne que reclaman pudientes y patria.

Tras la lectura Gonzalo explicó lo que era el cucho y otras palabras en bable, el modo en que una casa asturiana de las de antes acogía a personas y animales. Da gusto escucharle, siempre sabe algo que tú no sabes. Leímos después a la Pardo Bazán, un par de cuentos, uno triste y otro alegre que acaba en boda ("El décimo" creo que se llamaba). Dejamos a la mitad el de la Mayorazga de Bouzas, la ves a caballo, otra escritora Dña. Emilia como la copa de un pino. Se sumaron a la lectura más personas, una señora de Cuenca, otra de Toledo y una jerezana. Seguimos con Muñoz Rojas y "Las cosas del campo" (hablamos de los abejarucos, voy a llevarles una guía de pájaros). Luego Victor de la Serna y su "Nuevo viaje por España", segunda parte (la ruta del calatraveño que empieza por Quintanar y Puerto Lápice). Por último, algo de Eugenio D’Ors sobre Marzo (está en unos cuentos filosóficos que compré suyos el pasado otoño).

Vine feliz a pesar de que no sé qué le pasa al coche, me vendría de pena una avería de las caras. La próxima semana vamos a leer sobre Soria. Angelina es de allí y así luego nos cuenta sobre la provincia, la ciudad y su historia. Ella me sugirió que leyera a Becquer, tengo que buscar en la librería de mi padre.

En cualquier caso quedé con Marta, y esta mañana con Gonzalo, que vamos a hacer un programa de lecturas para que así sea más “vinculada”, no sólo como dice Antonio Rodríguez en su blog y en su escuela (lectura proponiendo el texto, "respirando" a las personas, mirándolas, etc…) sino, también, para que haya luego conversación, participación, palabras que el texto promueve y que unen, de eso se trata.

De todo esto seguiré informando en esta bitácora. Por cierto, agradecería mucho las sugerencias sobre lecturas, mejor cortas, cuentos, relatos y poesía para leer en Ecoplar Aravaca. Si he descubierto "Adios, Cordera" a mis años estoy segura que me quedan otras sorpresas muy agradables. La vida se abre. Gracias, Ecoplar, y gracias a Antonio Rodríguez del que espero seguir aprendiendo sobre lectura vinculada.