Bitácora de Aurora Pimentel Igea. Crónicas de la vida diaria, lecturas y cine, campo y lo que pasa. Relatos y cuentos de vez en cuando.

domingo, 16 de agosto de 2009

El biólogo heterodoxo


Estuve el martes en casa de Jesús Dorda y de Feli, su mujer. Necesito documentarme sobre el trabajo que hacen los biólogos y algunos temas relacionados con la naturaleza. Y acudí al biólogo bloguero más cercano que tengo porque los Dorda y yo vivimos a un tiro de piedra, podría ir andando a su casa, una casualidad.

Como ya era de prever me encantaron. Amabilísimos los dos, con una casa preciosa, dos perras estupendas y ese jardín que me tienen que enseñar con mucho más detenimiento. Encima me dieron de cenar porque llegaba de viaje hambrienta. Se les ocurrió ponerme un estupendo aperitivo y Feli tuvo que volver a sacar queso y demás porque yo arrasaba con lo que había como una termita. El hambre es muy mala y el queso estaba estupendo, como lo estaban los mejillones, el salchichón, el jamón y el melón, las aceitunas y la cerveza esa extraña que tomé. Por favor, la marca otra vez, que me encantó. Feli es genial.

El caso es que Jesús me contó los distintos tipo de trabajo que pueden hacer los biólogos que a mí me interesaban para la novela, los que “necesitan” -y les apasiona-salir al campo, hacer observación, los que tienen que tener paciencia y tienen una relación casi física con la tierra, con la naturaleza. Qué estupidez, todos tenemos una relación física con ella: estamos sobre ella, en ella.

Me dejó Jesús documentación sobre el Museo de Ciencias Naturales donde trabaja y luego, hablando del trabajo de campo de tantos, me mencionó a José Antonio Valverde, un biólogo, por cierto de Valladolid, que murió hace algunos años y que era un sabio impresionante. Realmente hay gente apasionante en este mundo y conviene tenerla cerca si se puede y, cuando no se puede, al menos sus libros. Éste es el caso.

Valverde era uno de esos tipos que quizás sólo dan determinadas generaciones, o contextos, no sé bien. Tiene 7 tomos de sus Memorias que son una delicia de leer, que es realmente de lo que se supone que va esta entrada, anda que no doy vueltas.

Fue fundador de la Estación Biológica de Doñana y del Parque del mismo nombre, investigó zonas y especies poco exploradas de España y el norte de África. Avanzó y formuló el paradigma de la ciencia sobre el origen granívoro del hombre y estudió un amplísimo número de temas: mamíferos, aves, reptiles, anfibios, peces, pesca, barcos, historia medieval. Esa es la presentación formal, pero es que fue mucho más.

Curioso, como todas las personas interesantes, dibujaba además de muerte, creo recordar que le ofrecieron irse a Francia a pintar, cosa que rechazó para dedicarse a la naturaleza, pero dotes tenía y de sobra. Pero además explica todo con una sencillez y un estilo que te enamoran. Hizo muchas cosas, muchas, y todas las narra como el que va a la compra y vuelve, un tono a veces de cierta elegante ironía, erudito y a la vez divulgador que hace fácil todo a quienes somos legos.

Sus Memorias que editó el Consejo Superior de Investigaciones Científicas hace años son estupendas, una joya para leer y pasárselo bomba: tienen un castellano espléndido, cuentan unas cosas divertidísimas, aunque no seas biólogo ni naturalista ni nada, sólo por cómo están escritas –me recuerdan mucho en cierto modo a Delibes- valen la pena.

Pero es que, además, Valverde va contando, tomo a tomo, desde sus orígenes castellanos –niño enfermo al que le traen bichos a la cama- hasta su trabajo en el CSIC, en el Sahara, luego en Doñana, sus estudios buscando nuestras raíces.

Yo había regalado estos libros hasta el tomo quinto a un tío mío y resulta que me quedé sin ver –ni leer- el sexto que es el que me prestó Dorda y que me tiene embelesada esta semana. Estos días de agosto escribo algo con mucho esfuerzo y luego vuelvo al tomo sexto de las Memorias del sabio para morirme de risa y pasármelo genial entre los montes de León y Doñana, para ver si algo de esa escritura limpia se pega, para aprender del cortejo de las espátulas o de viejas tradiciones ligadas a esos lobos y osos que tan entretenidos tuvieron a nuestros pueblos, para averiguar qué demonios comen los camaleones.

Y es que ese tomo que devolveré a Dorda y que yo no había leído está dedicado a “Reyes, osos, lobos, espátulas y otros bichos” y trata de todo ello, del trabajo del sabio desde 1976 al 1982, años en los que, como escriben en la contraportada "se le vio subido a un alcornoque de las pajareras de Doñana observando espátulas, con el Libro de la Montería de Alfonso XI bajo el brazo, analizando la regresión del oso y del lobo en los más de mil montes descritos por el rey medieval en el siglo XIV; o capturando insectos para dar de comer a sus camaleones”.

A quiénes pienso que pueden encantar estas Memorias: primero, a los del gremio, pero esos estoy segura que las conocen de sobra. Segundo, a personas mayores. Lo explico: Valverde escribe (seguramente hablaba) como mi madre, como mis tíos, como la gente que todavía habla bien en este país, una generación también de lectores impenitentes, exigentes también, a quienes no se les puede dar gato por liebre y a quienes las reflexiones de Valverde, dichas con tanta gracia, esa guasa del que sabe realmente y no se jacta jamás de ello, les van a encantar. A jóvenes y niños para que tomen nota: es un libro estupendo para leer trozos a niños y ponerles en contacto con ese “mundo que agoniza” que diría Delibes, el mundo de la naturaleza pero también el del buen castellano, ambos agonizan. A bicheros en general como yo, amantes de la naturaleza en particular, y buscadores de un tesorito, quedan pocos, de verdad. Bueno, quedan tesoros, pero cuesta a veces encontrarlos entre tanta novedad editorial. Si alguien lee esto y piensa que algo se puede fiar de mí, que no lo dude: los 7 tomos de las Memorias de Jose Antonio Valverde. Se lo van a pasar de cine.

4 comentarios:

Montse Viver dijo...

Eres un todoterreno, Aurora, ya hace tiempo que lo noto, te interesa todo: la historia, las costumbres, la psicologia, las ciencias sociales y también las otras, la literatura, los animales, las plantas, el cielo , la tierra, el universo.... y no paras quieta un momento.
Lo mejor de todo este conjunto es que te expresas con una vivacidad fuera de lo común, divertidísima la frase dices que: "arrasabas como una termita" el aperitivo o merienda,ja ja!
Me ha encantado que mentaras el Parque de Doñana, estuve hace un par de años por allí y me sorprendió mucho, intentaré hacerme con esa información sobre José Antonio Valverde y sus trabajos sobre aquella zona descritos en sus Memorias. Gracias `por escribir tanto y tan bien, y más en verano en que los "profes" están de campo y playa y no nos ilustran con sus poemas y filosofias tan interesantes.

Un abrazo.

Máster en nubes dijo...

Gracias, Montse, pero duermo la siesta todos los días también ;-) y ya sabes que la cultura es como la mantequilla, cuanto más la extiendes, menos sabes... Lo mismo lo de escribir: si lo hiciera menos quizás la haría mejor.

Doñana era una maravilla, no sé ahora, hace la friolera de 30 años que no voy por ahí. Nuestro país tiene sitios de llorar de bonitos, acaban de estar unos amigos que han ido al norte de Palencia que es una preciosidad (Guardo, Riaño,etc.). A mi me falta casi toda Cataluña (Aigues Tortes, Delta del Ebro, Gerona que me han dicho que es una maravilla....)

Se echa de menos a muchas bitácoras ¿verdad? pero como piensas que la gente está descansando y pasándoselo fenomenal pues te importa menos ;-)

María dijo...

Pues yo es que soy poco bichera, por no decir nada de nada...

Jesús Dorda dijo...

En un vuelo como de abeja que pasa por la colmena y vuelve a salir te leo y respondo a la cuestión: la cerveza era Alhambra, que hace unos años solo se encontraba en Granada y alrededores pero que afortunadamente nos llega a esta zona de la sierra, en el súper Hiber, de Moralzarzal. Fue un placer conocerte en persona y una lástima no agasajarte más y mejor, pero estábamos preparando maletas y dejando muchas cosas listas para que la casa funcionase en nuestra ausencia.

Lo de Valverde es como para dedicarle horas de charla. Yo le admiré cuando leí sus trabajos, luego que tomé gran afecto, al conocerle y ahora hasta le quiero después de haber leído sus memorias con tanto cariño transcritas por Benigno Varillas.
Tres veces le comunicaron que iba a vivir poco: por polio, por tuberculosis y por los sucesivos ataques al corazón. Pero vivió larga y plenamente produciendo como tres o cuatro vidas de otros más sanos.
Espero que pronto os pueda dar unas buenas noticias sobre él relacionadas con el museo.