Bitácora de Aurora Pimentel Igea. Crónicas de la vida diaria, lecturas y cine, campo y lo que pasa. Relatos y cuentos de vez en cuando.

sábado, 14 de junio de 2025

COMO CIUDAD AMURALLADA - UNA MIRADA SOBRE CECIL Y GILBERT KEITH CHESTERTON

 

COMO CIUDAD AMURALLADA

UNA MIRADA SOBRE CECIL Y GILBERT KEITH CHESTERTON


 

Hace unos meses se publicó en español por Ediciones More el libro que Cecil Chesterton escribió sobre su hermano mayor, Gilbert Keith (G.K. en adelante), una pequeña obra bajo el título de Mi hermano Gilbert (en original en inglés Chesterton, a Criticism).

El texto es interesante por mostrar, para empezar, una visión cercana, significativamente muy libre, sobre (sólo) una parte de la obra del más conocido de los Chesterton. El libro fue escrito en 1908, cuando G.K. estaba aún en la treintena (vivió hasta 1936) y, pese a sus ya impresionantes y prolíficos inicios, tenía aún por delante una trayectoria de abundante escritura de ficción y no ficción, así como de intenso debate público, lo que, lógicamente, queda fuera de Mi hermano Gilbert. El pequeño de los Chesterton falleció en 1918, esta versión española incluye un conmovedor texto de G.K., “Recordando a Cecil”.

Más allá de lo que Cecil pensaba sobre lo que su hermano había escrito hasta el momento, sobre sus posiciones literarias, políticas, y hasta vitales hasta el momento -todo se entremezcla-, estas páginas pueden leerse también bajo la clave de la relación fraternal que ambos tuvieron y que podría iluminarse con lo que G.K. escribió: “nunca nos peleábamos porque siempre discutíamos”.

Unos hermanos que se quisieron

Por resumirlo de algún modo: los Chesterton fueron dos hermanos que se quisieron mucho y que, precisamente por eso - aunque sea aventurar demasiado- pudieron discutir tan bien. Y tanto.

No, desde luego, y como relataron diversas fuentes, sin cierto agotamiento por parte de quienes les rodeaban, hay anécdotas divertidísimas al respecto. Súmese a Hilaire Belloc a los hermanos, como indicaba Emilio Domínguez recientemente, y se tendrá un cuadro aún más exacto del panorama de aquellos jóvenes y sus animadas discusiones que se prolongaban de modo interminable.

Cecil discute con su propio hermano en este mismo texto, disiente de él sin problema. Y todo ello en un tono y un estilo de tratarse -y de quererse, es patente- que puede resonar con fuerza en quien lee, aparte de provocar en la sonrisa y la risa: solemnidades o reverencias entre quienes son hermanos preferiblemente ninguna. Qué soplo de aire tan fresco y qué contraste con las florituras y bombos mutuos que pueden darse en otros lares.

Aprendiendo a discutir con los Chesterton

La propia autobiografía de G.K. Chesterton, la estupenda biografía de Nancy Carpentier sobre la mujer de Chesterton, Frances Blogg, The woman who was Chesterton, la biografía de Maisie Ward, Chesterton, o la de Joseph Pierce sobre G.K., Sabiduría e inocencia, así como Los Chesterton, que escribe Ada Jones (la mujer de Cecil, una vez ya fallecido su marido), dan fe, junto a otros textos y testimonios, de su relación como hermanos.

Los Chesterton fueron un buen ejemplo de ese discutir sin pelearse, de la fraternidad, supuesto valor tan querido por la Modernidad, y ésta desde su puesta en práctica con quien corresponde inicialmente:  tu propio hermano. Y, a partir de ahí, crecer y expandirse, como fue el caso.  ¿Cómo no enlazar todo esto con aquel G.K. polemista discutiendo de modo contundente, y entre otros, con H.G. Wells o Shaw, y capaz, a la vez, de una franca amistad con ellos?

Leer el retrato que G.K. Chesterton hace de Shaw en Herejes o en George Bernard Shaw es conmovedor: fiel a lo que ve e interpreta, ni una sola descalificación de tipo personal, ni un manotazo, pero tampoco otra cosa que lo que ve. Otro botón como muestra: cuenta Nancy Carpentier que a Frances le encantaba que vinieran los Wells a visitarles porque H.G. Wells andaba… y a G.K., su marido, le hacía falta moverse. Así que llegaba el matrimonio Wells a su casa y G.K., con espanto, veía como su amigo lo sacaba a pasear… a rastras. Chesterton miraba a su vez con horror que la Sra. Wells se atreviera a tocar los papeles de su marido sin contemplaciones para ordenarlos y musitaba… “Frances lo hace, pero lo hace con cuidado…”. ¿No resulta todo esto conmovedor si lo ponemos al lado de sus debates?

Cabe aventurar así que G.K. Chesterton iba ya “entrenado de casa” y que en su relación fraternal pudieran encontrarse pistas que expliquen al menos parcialmente por qué fue tan buen defensor de lo que él creía que era la verdad sin paños calientes mientras seguía viendo en «el otro» siempre a alguien. Quererse como hermanos como los Chesterton hicieron, aprender a discutir como ellos -y con ellos y otros en posiciones distantes- puede suponer un sugerente programa.

Fraternidad “en origen”

Dice un proverbio chino que «la sabiduría comienza perdonando al prójimo el ser diferente». Y aunque la máxima es aplicable a toda la familia y sus relaciones -los prójimos más próximos que tenemos-, es en la fraternidad donde adquiere un sentido más amplio, quizás porque es la relación más simétrica de la familia.  Cada hermano constituye ese «otro» de forma muy distinta al «otro» que suponen padre, madre, hijo o cónyuge: no es el otro de la diferencia sexual, no es el otro al que he dado la vida, no es el otro a quien se la debo. Es ese «otro» que simplemente existe frente a mí: tercamente semejante y tercamente diferente.

Siempre se trata de «el otro», y no del ensimismamiento propio o del foco sobre «la cosa» que está fuera de mí, por muy interesante que «la cosa» pueda llegar a ser en un momento determinado. Es fundamentalmente ese «otro» humano lo que más nos sorprende. Y lo hace desde el Génesis -el “he ahí carne de mi carne”, que no es unívocamente sexual-, hasta nuestros días.

Se trata de esa radical extrañeza que provoca «el otro», como contaba el profesor Juan Bautista Fuentes Ortega en el podcast La Taberna de Platón hace unos años, y que nos produce encanto y sorpresa. Y también roce, por supuesto, somos humanos. El roce con «el otro» lo conoce, lo advierte, lo sufre, lo provoca, cualquiera que conviva con una mujer, con un hombre, de veinte, de treinta o de ochenta años. Sin convivir estrechamente también se experimenta: no estamos aislados. Pero quien convive se suele entrenar bien en el roce y nos prepara para vivir en comunidades más amplias.

Amor, conocimiento y libertad

G.K. era cinco años mayor que Cecil, quizás (aventuro) lo suficiente para no haberse pegado entre ellos, esas frecuentes trifulcas físicas de la infancia entre chicos (sin la menor importancia) si las edades no son muy distantes, lo que provoca esa habitual reconvención paterna o materna: “¡dónde se ha visto hermanos que se peguen! Absolutamente falsa, por cierto, sólo hay que acudir al Génesis de nuevo. Las niñas hablan entre ellas, los niños se van dando collejas o variaciones (capones, etc.), una realidad accesible a cualquiera que observe a niños y niñas entre los cinco y los doce años aproximadamente (con puntuales excepciones, es cierto) sean o no hermanos, unas hablan y los otros se cascan.

El amor y el conocimiento se retroalimentan. Gilbert conocía muy bien y quería a Cecil, como ocurría también a la inversa. Porque hay un conocimiento, el más certero, que sólo lo proporciona el quererse. Y pocas personas pueden llegar a conocerte tan bien como los hermanos lo hacen, un marido quizás, un padre, una madre. Pero un hermano te ha visto desde la infancia, en la infancia, y desde la “igualdad” de la fraternidad. Los padres tienen otra mirada, como la tienen los hijos sobre los padres. La mirada de los hermanos es singular siempre sin ser la más acertada o completa (sólo Dios nos ve al completo al amarnos de modo perfecto). Nuestra infancia, nuestra juventud, especialmente si hay una estrecha convivencia, construye fraternidad, nos la enseña desde la base.

Y si leer a G.K. Chesterton es notar siempre la gran libertad con la que escribe -no pretende “quedar bien” con nadie, no engola la voz ni el tono, puede equivocarse, pero es libre siempre-, leer a Cecil aquí es también notar ese aire de libertad: sólo un hermano que quiere a otro puede decirle en público y por escrito “tú no tienes ni idea de esto” o “lo que pasa es que no has leído a Ibsen” – se lo dice literalmente- sin que pase a mayores, una auténtica gozada.

Discutir hasta solo

Ambos hermanos discutían mucho, constantemente. ¿Quién no conoce a hermanos que se quieren con locura y que por razones diversas -no siendo, ¡oh, cielos!, la política siempre “el tema”, sino a veces más una cuestión de diferente carácter o temperamento- se pasan discutiendo media vida?

Esto lo cuenta Maisie Ward. Se van a pasar unos días a la playa Cecil, G.K. y Frances Blogg (la que fue luego la mujer de G.K) en 1899.  Y cogen varias habitaciones en una casa al lado de la playa. Gilbert se va al cuarto de Cecil y se ponen a discutir. Frances estaba en la habitación de al lado. Y los dos hermanos siguen discutiendo. Frances, oyéndolos al otro lado de la pared, pasa horas. Llega un momento en que Frances da unos golpes en la pared y le dice a Cecil a través de ella: “A ver, Cecil, que mandes a la cama a Gilbert.” Se hace el silencio y se oye la voz de Cecil: “No hay nadie aquí.”  Cecil estaba solo en la habitación discutiendo, G.K. se había ido hacía tiempo.

¿Cómo extrañarse de que en un libro sobre la obra de su hermano dedique Cecil varios párrafos a discutir con él cuando no puede contestarle en directo? Se puede interpretar como una sutil, encantadora (e inocente) y fraternal venganza ese tener la última palabra.

Discutir sin egos, engolamientos ni personajes

Tanto este libro, como otros testimonios diferentes, muestran que las discusiones de ambos hermanos Chesterton eran vitales, vitalmente intelectuales o viceversa, pero no de eruditos, por así llamarlos, “a la violeta”. Porque no se trataba de discusiones entre egos narcisistas, para un patio real o imaginario de partidarios o no partidarios, en definitiva, para el yo. Importaba la discusión en sí, no la audiencia que pudiera tenerse en su caso.

Si uno revisa las principales polémicas del G.K. no verá en ellas ni rastro de sermoneo, ni el famoso y tan contemporáneo virtue signaling, ni tampoco ese intento denodado de construirse un “personaje”, algo relativamente frecuente en el ámbito de debates o intercambios de opiniones cuando éstos tienen un carácter público. Si se leen sus rotundos intercambios con quienes defendían posiciones diferentes, no hay rastro de, por así decirlo, postureo por parte de G.K. El sentido del humor está habitualmente presente, como lo está la humanidad sin plegarse al buenismo, que ya había en la época, pero tampoco al juego sucio, al barro.

G.K., como pasaba con Belloch – y con el mismo Cecil- podían ser unos auténticos carneros o leones discutiendo en el sentido de firmes, tenaces, arrolladores o feroces, pero nunca unos cursis al servicio de ellos mismos, al juego de florituras verbales o de supuesto ingenio, ese tener que mostrar qué culto o que listo soy. Su actitud era “mira esta verdad” -no a mí- “mira por qué creo en ella, mira su belleza, mira cómo se nos muestra…”

El temor a la pelea y el silencio que se instala

Es bastante habitual que el temor a caer en la pelea pueda llevarnos a menudo al silencio, a pasar sigilosamente sobre determinados temas. Por la pretendida paz se hacen muchas cosas, buenas y malas. Y esto ocurre en el ámbito fraternal, en el social y políticamente. Es como ese paradigma del elefante en la habitación que nos hace ser -así lo creemos a veces- elegantes, discretos, prudentes… ¿o quizás cobardes?

Porque lo que puede suceder es que no sabemos discutir, no hemos aprendido o lo hemos olvidado. El zasca y el mandoble han sustituido a los argumentos que exigen pensar, razonar y expresarse correctamente. X podría ser un buen ejemplo, como lo son algunos debates y tertulias o el intercambio de artículos periodísticos donde a veces parece que se trata de machacar literalmente a alguien o del lucimiento personal.

En este panorama puede resultar significativo de qué modo el hecho de no tener hermanos podría influir en esto, en ese no saber discutir, por no llevar, precisamente, un buen entrenamiento de casa, con deportividad y hábito.

 Evidentemente el equilibrio no es fácil para no caer ni en la espiral del silencio o la actitud del avestruz, ese conformismo ralo, ni en el encontronazo que puede abrir heridas graves. El buen discutidor, el buen defensor de algo, es siempre un buen asceta, no sólo un profesional de las ideas o de las palabras.

El rastro del niño único que ha sido objeto de una atención desmesurada, sin hermanos que le puedan llevar la contraria, parece evidente en algunas biografías. El narcisismo social que vivimos, el narcisismo intelectual también, podría tener que ver con una sociedad de hijos únicos: se quiere una audiencia, el apoyo o sentirse parte de una “grupete”, no el tonificante aire de un auténtico debate, no la verdad.

Pero, como cualquier persona que convive con alguien sabe, lo peor no son las peleas, por malas que sean éstas. Hay algo igualmente terrible: cuando el silencio se instala, cuando ya no hay nada que decirse entre hermanos, cónyuges o amigos, cuando ya ni nos hablamos.

Como ciudad amurallada

Hay mucho que contar de la infancia y juventud y de la casa donde los Chesterton se criaron. Hay mil anécdotas divertidísimas que explican en parte por qué fue G.K. luego como fue y por qué también Cecil lo fue, un ambiente familiar que recuerda a aquel “Vive como quieras” de Capra. Pero será en otra ocasión.

Tras leer este pequeño librito de Cecil, y tratando de reconstruir con otros textos esa relación entre hermanos, me venía a la cabeza una cita: “el hermano que ayuda a su hermano es como una ciudad amurallada”. Busqué su origen y me encontré con versiones diferentes de Proverbios 18-19. Y todas sirven para el caso.

La primera decía que un hermano ofendido es más irreductible que una plaza fuerte, y los litigios son como cerrojo de ciudadela. Me contaba un sacerdote buen amigo el peso que las peleas entre hermanos suponen, el daño a veces irreparable que dejan, esos también terribles silencios, el no hablarse en temporadas o durante años.  La segunda versión aludía a que los hermanos que se ayudan son como una fortaleza, y los amigos como los cerrojos de una torre. Una nota supuestamente aclaratoria decía “Texto dudoso, el griego es muy diferente: «Un hermano ayudado por su hermano es una plaza fuerte y alta, es fuerte como un muro real». Qué gran imagen de lo que lo que Cecil y G.K. fueron en vida e incluso tras la muerte de Cecil, esa memoria que intentó honrar de muy diversas maneras el mayor de los Chesterton: como una muralla.

Hace años paseando por un cementerio vi una lápida en la que se leía “In God´s own time we shall meet again” (en libérrima traducción “En el tiempo de Dios, -en la Eternidad- nos encontraremos”).

Es un gran deseo el poder encontrarnos en la Eternidad con nuestros hermanos, con nuestros padres y nuestros queridísimos amigos que están ya del otro lado.

Pero mientras tanto, mientras la muerte no sea la que nos separe temporalmente, cabe otro posible lema al hilo de los que los Chesterton nos enseñaron: que en una “buena discusión” (y no en una pelea) como hermanos sepamos encontrarnos.

 (Este artículo salió publicado en El debate -gracias, Jorge Soley-., pero yo lo debí de mandar con muchas comas cambiadas, y eliminadas, un desastre- así que he preferido ponerlo aquí hoy, aniversario de la muerte de GK. El texto realmente fue lo que conté en la presentación del libro de Cecil sobre su hermano que Ediciones More publicó el año pasado, gracias a Pablo Velasco por contar conmigo en esa presentación) 

(Estos días he pensado mucho en esto por la muerte de un hermano de una amiga muy querida y amigo además de uno de mis hermanos. Quererse es importante. Realmente es lo único importante). 

jueves, 1 de mayo de 2025

Nadie enfrente


Lo peor del apagón fue el apagón, desde luego: personas que no pudieron volver a su casa, subir a ella, ancianos en centros de día o residencias con escasa movilidad y otros muchos, muchísimos problemas. Muertes también. Pérdidas económicas personales, de empresas, etc. 

Sí, hubo personas ayudando a otras, calmando a otras, y, en medio del caos, serenidad en la medida en que se podía. Es una buena noticia, desde luego. 

***

Pero otra cosa muy diferente es no caer en la gravedad de un apagón nacional, algo inédito y muy, muy serio. 

Si esto no sirve para que reaccionemos del desastre que tenemos, mal vamos. Bueno, es que vamos mal, a qué decir otra cosa.

Y el hecho, comprobable estos días, como han dicho ya muchos, el problema, es que "no hay nadie enfrente". En diversos sentidos, desde luego, nadie enfrente. 

***

El caldito "buenista" no es que provenga de la, llamémosla, izquierda woke o lo que sea, no. Es que ha permeado en toda la sociedad. Y en las más altas cabezas. 

La tentación de hacer poesía del apagón es evidente. Que no digo yo que la poesía no sea "buena", que me encanta, pero es que es una trampa saducea. Y lo que necesitamos es épica. Y ni siquiera: simple sentido común.

Que un país se quede en completo negro es algo grave, gravísimo. 

Tú historia, personal o poética, importa poco. El que importa es el de enfrente. 

Lamento enormemente que alguien no tenga 5 minutos para leer tranquilamente o escribir versos o mirar a su marido, a su mujer o al vecino. 

Un apagón nacional no es una oportunidad, es un desastre, no cabe vender su "poética", salvo que seas un egoísta, un lelo o estés en un mundo aparte por encima del resto. 

Un poquito de cabeza. La misma que tiene un tipo de a pie que sufrió las consecuencias: desde vacas sin ordeñar hasta gente durmiendo en la calle. 

No pido mucho a los medios, a los intelectuales, pido algo que se supone que deberían tener en vez de mirarse el ombligo, ya sé que cuesta.




martes, 15 de abril de 2025

Quitar de en medio

 


"Quitar de en medio" es el lema en nuestra casa cuando tras una buena comilona con invitados los táper (o fiambreras en español) se acumulan en la nevera. Es difícil calcular y suele sobrar siempre algo que no podemos congelar.

"Quitar de en medio" suena también a cosa de la mafia, lo que nos hace muchísima gracia a Gonzalo y a mí. 

Cada vez que acabamos con una tarta, los restos de carne de un asado o esa ensalada antes de que se ponga mala nos sentimos un poco como un par de gánsteres echando un cadáver al río Hudson. 

 "Nadie volverá a saber más de Freddy MacNamara / lomo de cerdo, hoy acabamos definitivamente con él"... 

"Se nos resistió un poco Anthony el largo / flan de bollo, ha durado en la nevera un par de días"... 

En fin, da para una novela negra con toques culinarios, no es mala idea, no. 



lunes, 7 de abril de 2025

De la emoción al desencanto


Me emociono porque veo que ha salido una novela sobre la Parabere, la marquesa que no era tal, yo, que tan fan que soy de los libros de recetas y de cocina, y de ella también, todo un personaje. 

Sus libros los vi en casa de mis padres y, como el de la sección femenina, o el famoso 1080 de Simone Ortega, y más tarde aquellas fichas de Telva, son el origen de mi pequeña biblioteca de "cocinera".

"La cocina nos une", lema de Canal Cocina, es también el mío. Hasta que nos separa, ay. 

***

Es infumable. 

Mal escrito, pretencioso, diálogos (y situaciones) imposibles, modos de hablar tanto de la "alta sociedad" como de los que no eran "alta sociedad" que no hay quien se los crea a poco que hayas leído a otros. Tópicos, lugares comunes, "mirada" desde el hoy a un mundo que no es que no comprendan, es que ni huelen ni saben describirlo o contarlo, todo pasado por la denominada memoria histórica -faltaría menos-, un auténtico petardo. 

El libro es tan malo que parece escrito por un personaje de televisión (quiero decir, por los negros que se los escriben): la clásica novela mala como de pegar a un padre "dirigida" -siento decir esto, pero es que es así- a un público mayoritariamente femenino que devora bodrios... Sí, es todo un segmento de mercado al parecer muy rentable. 

No doy crédito: ¿cómo es posible que fuera finalista de un conocido premio?, ¿cómo es posible que una editorial que yo consideraba buena, prestigiosa, haya publicado semejante texto?

No voy a escribir la reseña para el sitio donde pedí escribirla emocionada (y sin conocimiento de causa). Pero aquí sí que lo cuento, por si acaso. 

Eliminé mi tuit del inicial descubrimiento entusiasta del libro para que la gente no cayera (como yo). 

Todo esto me pasa por emocionarme. 

***

"Va por la segunda edición" me dice un buen amigo... Lo creo. 

lunes, 17 de marzo de 2025

El afecto


El afecto, que se sienta y que se note, sin miedo. No hace falta conmociones sentimentales, desde luego, pero el modo de mirar o de escuchar a los demás, el propio tono de voz, a veces dicen más que lo que uno dice o escribe.  

Hay personas que quizás pasan por momentos muy duros y se entumecen. O es un entumecimiento producto de años, de fríos diversos superpuestos. O de una enfermedad. Y como a menudo no conocemos las circunstancias  personales, más vale pensar que puede ser eso. Pero es devastador verlo en quien esperas calor, acogimiento, ánimo, aliento. 

No sé qué hacer. ¿Sirve decirlo con calma... y, precisamente, cariño? ¿Y a quién? 

***

Podría escribir sobre lo que me gusta de Chesterton, que es mucho. Pero me río sola pensando que a veces sería más rápido la vía "negativa": eso que Chesterton no tiene y que yo agradezco tanto.

Pomposidad.

Solemnidad. 

Cursilería. 

Ego. 

Macarrismo.

Se puede ser contundente, debatir con fiereza, y mantener la elegancia y, sobre todo, la afabilidad. 

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Cultivar el afecto siempre. 



jueves, 6 de marzo de 2025

Me gusta cuando titubeas...




Tener algunas ideas claras está fenomenal, explicarlas, defenderlas con firmeza. La vida, por ejemplo. 

Pero en otros muchos casos a mí me da, curioso, confianza cuando escucho a alguien que titubea antes de decir algo. Que se para y trata de encontrar la palabra justa o matizar el argumento. 

Alguien que habla siempre de corrido, como si fuera (perdón por esto) un periodista o un tertuliano me da un yuyu que no puedo. Me fío cero. 

Mis mejores profesores han sido (y son) en cierto modo lentos. 

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X no es un lugar de debate salvo excepciones. Hay mucho aventado y mucho oe oe. Y también personas que necesitan siempre ser el constante centro. El ego muere unas horas después que nosotros. Y todos tenemos el nuestro (y no, no es peor el ego de un profesor universitario o "intelestual" que el de una ama de casa, pongo por caso). 

Los fans, los hooligans, el efecto "manada", los de "a mi señor con razón y sin ella" por un lado, y, por otro, ese "a ver quien lo tiene más grande" (al cerebro me refiero) juegan pésimas pasadas.

Los zascas y mandobles a mí me parece que no convencen ni persuaden a nadie de nada. Eso sí, alimentan el ego. 

A veces sólo hay que esperar un poco. 

Me gusta la gente que une, que trata de unir, y que no "gana" nada con ello. 

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Me gustan también esas amistades construidas lentamente -de nuevo tempo lento- cuando no hay interés -a quién me presentas, de quién eres amigo, a quién "conoces"- de por medio, ningún grupito, ningún "bando" al que pertenecer: personas con historias detrás que merecen ser escuchadas, afinidades diversas producidas por el entusiasmo compartido por un libro, una flor, una receta o por el campo de Soria, de Jaén o de donde sea. Por DM,  escuchando nuestras voces a veces, y, si se puede, presencialmente, estamos hechos para vernos. 

Me lo ha dicho hoy alguien sensato: "nos sonreímos... y luego intercambiamos opiniones". Tengo amigos buenos. 

jueves, 27 de febrero de 2025

Lo necesario e imprescindible, los caminos y el adanismo


Me puede. Puede conmigo todo el panorama que tenemos. Y no puede ser ni por mi alma ni por mi cuerpo. Habrá que acudir al Espíritu Santo, aquí oraciones, algunas las desconocía, vendrá la ayuda a raudales. 

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En la misma línea, aunque diferente. Discuto con una persona encantadora que me insiste sin conocerme. Y le tengo que decir que, por favor, no me insista más

A mí todo me parece estupendo. Lo digo de corazón. Son riquezas de la Iglesia, carismas, dones como los de profecía o lenguas, como los que sean, todos importantes. 

Pero lo imprescindible y necesario creo yo que son los sacramentos -confesión y Eucaristía-, oración, intentar cumplir los diez mandamientos y practicar las obras de misericordia corporales (7) y espirituales (7), todas las que se puedan, caridad ardiente. Y el amor a la Virgen, confiar en María, intercesora siempre.

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A eso anterior -lo imprescindible, lo necesario-  uno, personalmente, "añade" lo que buenamente ve y puede. Que la confesión sea frecuente. Tener dirección espiritual, que siempre ayuda, esa persona que te orienta y que puede o no ser el mismo confesor. Que la misa sea diaria, porque sin Eucaristía no podemos. Y, por lo mismo, Adoración, toda la que se pueda. La oración de Alabanza, que es algo "nuevo" y que puede ayudar a algunas personas, a mí desde luego. "Demuestra que eres madre", Rosario diario. Estudiar lo que amas, esos tesoros inmensos, porque con la cabeza también se puede servir al prójimo y a Dios. 

Para otros es (además a veces) la coronilla de la Misericordia, la comunidad Z, irse todos juntos en verano, un curso de Sagrada Biblia, etc. 

Afortunadamente hay mucho y variado. Todo está bien. Todo es respetable. Todo... mientras lo imprescindible y necesario esté...

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Un retiro de Emaús (que mira que habré escrito encantada yo esas cartas que te piden para amigos que los hacen) no es un imprescindible para un católico. Y, vaya por delante, que me parece de muerte que los haya. Muchos amigos y no amigos se han acercado a Dios a través de ellos. Ole, gracias, Espíritu Santo, siempre. Eres Tú quien lo haces, Tú. 

Pero uno, una, lo piensa, lo medita, y no te cuento si se trata, como era el caso, de "insistir" a un tercero. La conciencia propia y ajena es un lugar sagrado, a ver si lo entendemos: sa gra do. "De momento no lo veo" creo yo que es una respuesta razonable.

***

Cuando una es ya de por sí ¨"sentimental", cuando las emociones las tiene a flor de piel, una puede creer que a ella no le hace falta añadir de momento más sentimiento. Y al contrario igual: si el sujeto es un ser masculino que no "cuenta" ni media, si ya la Alabanza no le "llega", no le conmueve, si todo lo que sea "contar en público" le repele, quizás puede no ser lo más apropiado. Sin cerrarse, simplemente un "Mira, esto no lo veo de momento". 

Por la misa dominical -imprescindible, necesaria- uno "se empeña", también por recibir a Cristo en gracia,  por la confesión, por las obras de misericordia, por la devoción a la Virgen. Pero no por caminos concretos, por modos específicos, que pueden ayudar a unos y a otros no, salir rebotados, lo que sea. Siendo buenos, útiles herramientas, hay caminos que no son para todo el mundo. Y  no pasa nada. 

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Viva Hakuna. Viva el Opus Dei, los Neocatecumenales, la Acpd, RC, CyL, me es igual. Tengo amigos, familiares, gente a la que quiero muchísimo y gente que me puede caer mal, así somos (yo, no ellos), no pasa nada.  

No seré yo quien ponga el más mínimo pero a ninguna institución cuando veo milagros diarios y personas que me han acercado y me acercan a Cristo continuamente con su ejemplo, personas de todos los anteriores "whatever" (movimientos, iniciativas, llámalo zeta). 

Cada uno tiene su camino, también su tempo y tiempos, por favor, respetémoslo, respetémonos.

Y hay católicos "marca blanca" que hacen lo que pueden. Son dignos de respeto también. 

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Y no pensemos, algo que puede colársenos a veces, que hasta que "Z" (rellene Vd. con lo que quiera) llegó a la Iglesia, los católicos no eran tan auténticos como ahora somos. 

Que aquel era un catolicismo "peor" que el "nuestro"...  Que tu padre, tu madre, tu abuela, tu prima la del pueblo, no rezaban "de verdad", no creían "verdaderamente", no tuvieron un encuentro con Cristo como el que hoy "tenemos" en... Que hoy somos "mejores" que antaño... 

No es decirlo abiertamente, claro, hay aun cierta consciencia o vergüenza torera al menos. Pero se puede llegar a pensar. 

Un poquito menos de adanismo entre los propios católicos nos vendría estupendamente. Ser un poco menos bobitos, vaya. Ni pelearnos entre nosotros -que vaya espectáculo damos a veces- ni pensar que somos mejores que quienes nos precedieron.  


miércoles, 26 de febrero de 2025

Sin "cuentos" no nos queda nada

Vienen unos amigos con sus hijos a comer a casa. Me quedo bastante impresionada de que un niño de 7 años conozca palabras que considero extrañas. 

Lo tengo comprobado: a los niños a los que se les cuentan historias, a los que se les lee en voz alta, los niños "criados" rodeados de mundos simbólicos de calados diversos, miran y escuchan... y hablan de un modo diferente. Posiblemente piensan también de modo diferente. 

***

Hace más de doce años seguía yo a una bloguera madre de trillizos que leía cada noche un rato a sus hijos en voz alta. Esa hora, decía ella, era absolutamente sagrada. Ya podía caerse Roma, la casa, tener ella que hacer lo que fuera, daba igual: leer cada noche unos minutos en voz alta era innegociable. 

***

Lo hablamos entre varias personas. Una, no la única, pero sí de las más más importantes, dificultades en catequesis infantil...  es esa ausencia previa y paralela de narración, de cuentos, de padres que hayan perdido 5 minutos contando a los niños una historia, leyéndola en voz alta o armándola ellos solos en el instante. Una historia que puede ser inventada donde ellos (lo niños) pueden ser los protagonistas velados o incluso no velados, eso les encanta. Una historia donde permitir(se) el juego de narrar y narrar-se. Contar también la historia de tus abuelos, de tus propios padres -cómo conocí a vuestra madre-, de inventar también: los niños saben distinguir los diferentes planos que te mueres, no son idiotas. 

Sin haber "recibido" universos simbólicos, sin estar "entrenado" en ellos, los niños no tienen nada o muy poco. Bueno, sí, tienen un móvil y, perdón, el puñetero instante. Y una grandísima ansiedad. Y déficit de atención a manta. Y no ser capaces de escuchar ni de ver ni de mirar 2 minutos algo ni de estarse quietos. Y un mundo pobrísimo por dentro, una sed muy grande.  Y esto es una injusticia para ellos. Sin historias somos nada. 



lunes, 24 de febrero de 2025

De Manuel Halcón y Fernando Villalón a las santas de Zurbarán

Ya se intuye la primavera, es el piar del verdecillo y esa barbita de hierba que le crece al campo o a los cultivos de la Moraña. Pero nos queda aún algo de frío en Ávila. Vamos atrasados cinco o seis semanas, seis si es Badajoz -veo en X las fotos del campo pacense, esa finca tan bonita y tan cuidada, la Escribana- o cuatro si miramos a Madrid. 

Las alegrías del campo, las que contaba (aquellas "cosas del campo") Muñoz Rojas y tantos, ahora las vuelvo a leer de la mano de Manuel Halcón y sus "Recuerdos de Fernando Villalón" que compro de segunda mano. No me extraña que Editorial Renacimiento lo volviera a publicar, es una maravilla de texto, Halcón escribía como los ángeles. Y yo he tenido que "reabrir" mi cuaderno de vocabulario, ese donde apunto nuevas palabras antiguas

No hay persona que sepa de campo que no te enseñe palabras. Lo sabía Delibes y lo saben muchos otros, si perdemos el campo, perdemos palabras. Y pasaremos hambre, hambres, en todos los sentidos. 

***


Qué tipo Fernando Villalón y otros que retrata Halcón, el bandido Pernales, madre mía, es como si lo viera. Y la madre de Fernando. Y tantos. Y ese campo andaluz:  "Los árabes deducían por el sabor y el olor de la tierra la calidad de ella" (pp. 68-69)

"El hombre de campo era tan cruel como el de hoy con los animales, desde niño. Las personas apacibles salían a cazar la perdiz con el reclamo, alegando que era un pretexto para disfrutar del campo y tomar un poco el aire. ¡Como si para salir al campo se necesitase pretexto! ¡Como si no fuese magnífico caminar sencillamente por los senderos acariciando las ramas, sin troncharlas, registrándole las faldas al olivo o a la cepa para curiosearles el fruto! Alzar la vista y seguir el curso de las aves conociéndolas por el vuelo. Distinguir el trigo de la cebada. Pisar la blanda hierba, que no muere a nuestro paso. ¡Pasar, en fin, sin hacer daño!! (p. 71)

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Investigo sobre la elegancia. Sobre cursilería. Sobre cosas que me interesan, que me llaman la atención. Doy la lata a varios amigos porque siempre pienso mejor con alguien al lado aunque estén a distancia.

Sin duda hay, había -es una intuición sólo-, una elegancia innata española, sí, española, hoy barrida por... ¿la televisión -la televisión cursiliza todo lo que toca, a todo aquel que toca casi...-,  horteradas, dinero, mejor dicho, dinero que hay que gastar y enseñar? Lo estoy investigando.

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Que la palabra cursi nazca en un determinado momento, que sea netamente española, significa algo. No es ser snob, que es anglo, ni lo kitch

Lo cursi surge como reacción en el XIX. Pero desde los años 70 del siglo pasado a nuestros días es una auténtica invasión, tengo la sensación de que todo acaba siendo cursi, hasta lo más sagrado... ¿Y por qué es así? 

Esto es lo que llevo preguntándome ya hace años. Aquí mismo lo resolví con tontadas que se me ocurren de vez en cuando. 

Pero ahora, señores, he estudiado un Máster en Humanidades, estoy muy crecida y "pretendo" a mis 63 años encontrar "una explicación", que, ¡horror!, también "pretendo" dar (estoy como el alcalde de "Bienvenido Mr. Marshall").

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Lo que uno es, lo que uno está llamado a ser, ese nombre verdadero como el tercer nombre de los gatos de Eliot, ese que Dios sólo conoce y sabe, ajeno a modas, a apariencias, a "reputaciones" (petardos, la reputación es una bobada y una trampa saducea), yo creo que tiene que ver con la elegancia...  Por ahí debe de andar(le). 

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Ese otro libro tan bonito y tan sencillo, "Alta costura", de Florence Delay, explicando los cuadros de las Santas de Zurbarán. Martirios espantosos, sufrimientos, sangre, violencia, pero ellas como vestidas por Balenciaga: preparadas para entrar al Cielo con sus mejores galas. Es la Gracia.  


domingo, 9 de febrero de 2025

Todo el mundo quiere ser nosotros

Hace unos años, cuando escuché al profesor Ángel Barahona explicar a René Girard (gracias a la generosidad del profesor Clemente López González, que le cedió una de sus clases de Historia cultural de Occidente en el Máster), tuve uno de esos momentos que podemos llamar "eureka". 

Lo he escrito ya antes, me repito, pero es que aquella explicación del deseo mimético es verse uno y entenderse mejor. 

Es una conversión diaria esto. No es que lo veas y ya. Es algo que hay que hacer cada día y a cada momento. Porque a veces está muy metido por dentro. 

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A mí los deseos me parecen fundamentales. Por eso, todo lo zen o la cosa budista me parecen un poco de camelo. Creo que las personas tenemos deseos, pasiones, y que jugar a la cosa de vamos a hacernos como el agua me parece una trampa saducea. Me fío cero. 

La pobreza de San Francisco no una cosa de negación budista, es otra cosa muy diferente. Por amor al Maestro, por parecerse a él, renuncia a los bienes materiales y abraza a la hermana pobreza. No por falta de pasión, sino por una pasión mucho más fuerte. 

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¿Tú qué quieres? 

¿Qué es lo que realmente deseas de verdad si te miras por dentro? 

No lo que te dicen que "tienes" que querer... una carrera, dinero, reputación, estar en la pomada, en fin, lo que sea —.

Esto en lo grande... y en lo diario, en lo pequeño, a cada momento. 

Y, de repente, te das cuenta que lo que tú quieres realmente, yo qué sé, es compartir conversación y mesa. Intentar que te salgan las migas como le salían a tu abuela.  Ir andando a Brieva con una amiga. Ser útil. Tener tiempo, ese lujo impresionante porque es el más escaso de todos. Irte al cielo y poder estar para siempre con Dios y con quienes quieres y te han querido. 

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Creo que vivimos una de las mayores uniformizaciones de la historia, un modo evidente de violencia. No se permite la menor disidencia. Es que ni por dentro se puede admitir lo que uno quiere de verdad. Lo veo con amigas jóvenes y mayores. 

Resulta que todos no te cuento el "todas", el deseo mimético es clave en el feminismo y en parte de sus consecuencias tenemos que querer lo mismo, ser ese o esa, ser como ese o como esa. No ya tener eso o aquello que tal o cual tienen, no, acaba siendo desear ser otro. 

Es aquella frase lapidaria de Miranda en la película ""El diablo viste de Prada", "Todo el mundo quiere esto, todo el mundo quiere ser como nosotros". 

O aquel despacho como otros 200 despachitos iguales al final de "Armas de mujer". 

Hay muchos ejemplos.

Desde que descubrí a Girard y vi el rastro del deseo mimético en mi vida creo que soy más consciente. Y lucho para que no me pueda.  

 




sábado, 1 de febrero de 2025

Gatos, pensiones y caldo


Disney es estupendo mientras no creas que el mundo es Disney. 

Hace unos años leí  "God is not nice", un buen libro de Ulrich Lehner que tradujeron al español como "Dios no mola" en Homo Legens.  Lo he regalado y recomendado con frecuencia (aquí para los que no son sucriptores). Lehner se hace entender estupendamente.Para mí fue un acicate porque una es hija de Dios, pero también de su tiempo. Es un libro de divulgación teológica y un excelente diagnóstico cultural. Hasta se puede leer en clave ascética. 

Que vivimos una época sentimental con poco seso lo ve cualquiera. Queremos anestesiar nuestra conciencia, nuestra razón también, con lo goloso a veces. 

Si el Imagine o el We are the world son retratos de una época también lo es aquel Lanza perfumes de Rita Irasema (encantadora ella, por cierto). Es un modo de estar en Babia, del pensamiento Alicia, en fin, un largo etcétera.  

Todo eso nos impregna. Hay un caldo global, cultural, en el que nadamos y que afecta es trazo gordo esto y lo sé, pero es que si no escribiría una tesis tanto a esa izquierda que ha derivado en lo woke como a ese otro campo del campo, valga la redundancia, conocida como derecha, sea lo que sea eso. 

Nadamos todos en el mismo caldo con algunos ingredientes diferentes, sí, pero el mismo. 

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En el ámbito religioso es  evidente. Una anécdota tuitera al respecto... 

Independientemente de cómo sucediera, hay matices en todo (cómo se lo dijo el interfecto profesor de religión en un colegio católico, en qué tono, cómo lo contó el niño luego a la madre... y cómo lo cuenta la madre luego en X),vi con gran sorpresa hace unos días cómo constituía una gran piedra de escándalo decirle a un niño en clase de religión católica que su gato no está en el cielo...

¡Sea reo el profesor por decir a un niño que su gato no está en al cielo! ¡Qué falta de delicadeza! ¡Qué malísima persona! ¡Pobre niño! Etcétera, etcétera, etcétera. 

Pero es que, si uno es católico, y cree lo que la Iglesia, madre y maestra, custodia (conserva y transmite, enseña), no puede decir otra cosa salvo que el ánima, ese hálito de vida, de un animal no es igual al alma de un ser humano, creado a imagen y semejanza de Dios. Como tampoco lo es su cuerpo. 

Y si uno es profesor de religión o catequista cumple sencillamente con su deber cuando no se inventa nada y dice sólo lo que la Iglesia enseña aunque sea políticamente incorrecto. Ok, otra cosa es el tono, cómo se diga, etc. Pero la verdad siempre. Los niños "pueden" con ella, los adultos también. 

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De acuerdo a lo que la Iglesia enseña no sabemos si en ese cielo nuevo y esta tierra nueva habrá animalitos, plantas, etc.  No lo sabemos. Sólo sabemos que ni ojo vio ni oído oyó lo que tiene preparado Dios para aquellos que le aman, la visión beatífica y eso...

Lo que sí sabemos es que aquí y ahora  no podemos afirmar con la Iglesia que los gatos o los perros van al cielo, están en el cielo, y quedarnos tan panchos. Sencillamente: no se puede. 

Y no podemos confundir un deseo personal, nuestras "ideas" al respecto, nuestra imaginación o elucubraciones, con la doctrina católica. Cada uno personalmente puede decir lo que le pete; un profesor de religión, un catequista, alguien que educa en la fe católica a otros no está para decir sus opiniones ni deseos: está para exponer lo que la Iglesia dice. 

Vaya por delante que personalmente me gustaría mucho que en la que espero sea mi casa definitiva, mi patria también, haya ríos, mar, montañas, una dehesa y "encontrarme" con las tres perras que he tenido y los diversos gatos. Pero es mi deseo, no lo que la Iglesia enseña. Intuyo además últimamente que con la visión beatífica el resto me va a importar un soberano bledo, pero bueno, son cábalas que me hago cuando tengo tiempo...

De hecho, y aún diría más, como Hernández y Fernández en Tintín: salvo cuando la Iglesia declara santo a alguien no podemos ni siquiera afirmar cosas como "mi abuelo está en el Cielo", que ya sé que es lo frecuente en funerales y como consuelo, pero es que no lo sabemos. Por eso rezamos por la almas de los difuntos, por las que estén en el purgatorio aún, y ofrecemos misas, funerales, etc. Y, en su caso, esperamos que si están ya en el Cielo intercedan por nosotros... 

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Y, curiosa asociación de ideas, oyendo el otro día a Jano en  el podcast "En Libertad" y leyendo a otros diversos caigo en la cuenta de la necesidad que tenemos de abordar el tema de las pensiones. 

No caerá esa breva, porque la política es el arte de que te voten, no el de liderar (que implica explicarle a la gente ese "sangre, sudor y lágrimas" entre otros temas, la vida es eso).

Sin necesidad de ser economista cualquiera entiende que con la pirámide de población que tenemos el gran problema, el fundamental casi, es el demográfico— es imposible sostener esto. Que sí, que hay mucho gasto inútil, desde luego. Que se ha cargado al Estado con gastos que no podemos. Que hay que eliminar mil chiringuitos lo primero. Que roban (mucho e impunemente). Todo eso es verdad, pero incluso sin todo eso, corregido todo, no es sostenible el sistema (la pirámide de nuevo).

No lo dirá el PP. Tampoco hará nada. No tengo ninguna duda al respecto. Porque el tema viene de lejos y son los dos grandes partidos, incluso cuanto tienen mayoría y podrían hacerlo, los que no quieren perder esos votos de ninguna manera. A ese toro no lo torean. 

Tampoco creo que Vox se atreva a poner este tema en la palestra, aunque ha puesto otros y ha sido muy valiente. Así que pueden darnos una sorpresa, veremos. 

Yo sólo sé que es verdad, aunque me duela y me perjudique personalmente a estas alturas de la vida (63). Es una verdad que tengo delante, cercana ya mi jubilación, aparte de la gran verdad de la muerte también más cercana por simple cuestión biológica. Puedo hacer como que no las veo, pero seré idiota. Como ven, empiezo febrero con fuerza. 

Ya sé que no se ganan elecciones si se abre este melón, que será muy difícil por razones diversas no ya cómo acometerlo (conjugar justicia y prudencia, tela), sino también explicárselo a la ciudadanía. Porque como lo del gato "que está en el cielo" vivimos de Disney, es el caldo en el que nos cocemos todos, progres y no progres. Pero cuanto más tarde se aborde, como otros temas, será peor, mucho peor. 

jueves, 30 de enero de 2025

Frío


Lo suyo es que haga frío en enero. Y lo está haciendo. Si hay sol, se soporta bien, sin él, y con viento, se pone uno muy mustio y triste, como el tiempo.

Me agarro un considerable trancazo de nuevo, la capilla de las Nieves no tiene calefacción y me quedo helada. Como no soy del mismo Ávila, tiro a floja y débil, no resisto, me vence el frío. Pienso en las carmelitas descalzas, sin calefacción voluntariamente, pero también en tanta casa donde no ponen la calefacción apenas porque no pueden pagar la factura, casas a menudo muy mal aisladas, con cerramientos antiguos por donde se cuela el aire continuamente.

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Vinieron unas amigas a comer el otro día, amigas del colegio, de esas que te han visto mordiendo el boli en un examen a ver si la inspiración llegaba. Lo pasamos genial, aunque no me lució la comida que hice, pero me da igual, es estar juntas lo que importa, que el pudding no acabe de estar en su punto justo el día que viene gente es lo de menos. 

Les conté mi espanto si tuviera que vivir sola, yo, que he vivido bastante tiempo sola precisamente. Que sí, que mejor solo que mal acompañado, pero si la compañía es buena es mejor que la mejor soledad, o yo así lo creo.

Tener a alguien que te cuida, que te mira cuando estás pachucha y te dice pobrecita y te trae la bandeja es un regalo del cielo, notar esa pierna en la madrugada en enero, saber que no vas a comer sola. Comer sola me da mucha pena. Hay que intentar comer siempre con alguien. Lo tengo pensado, si me falta Gonzalo le digo a una prima o a una amiga que se venga, yo sola, si puedo, no pienso vivir de ninguna manera (Gonzalo ante estos planes me dice que le estoy matando continuamente, y no es que le mate, es que ellos en general viven menos...). 

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Es mucho mejor ser la que llama y da la lata que decir esa estupidez que se dice (o piensa) a veces "no llamo por si molesto". A ver, lela, que si no puede coger el teléfono en ese momento no te contesta.

Y no es llamar sólo, es estar aunque no estés presencialmente. 

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Hay mucha soledad, muchas soledades diferentes. A veces se puede uno curvar sobre uno mismo por no molestar, por creer, más bien, que molesta. La soledad, aparte de un estado transitorio, puede acabar siendo una enfermedad que duele, cronificarse. Hay niños muy solitos, también jóvenes y no jóvenes, y por supuesto ancianos. No podemos dar nada por supuesto en cuestión de soledades y compañías. 

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Dios es nuestro gran compañero, claro, pero somos todos de carne y hueso. El "no es bueno que el hombre esté solo" tiene significados diversos, no sólo el de la dualidad sexual y el matrimonio, no. No estamos hechos para estar solos. Y Dios mismo es trino, un impresionante misterio.

viernes, 17 de enero de 2025

La sagrada orden de los escuchadores


Hay muchas órdenes religiosas, todas interesantes. Me he regalado un libro al respecto para poder entender mejor cómo se forman, el origen, el carisma, en fin, todo. 

Pero lo que yo ahora veo es que hay una orden de momento "secreta". No llevan hábito ni tienen estatutos aprobados por el Vaticano, pero son una orden muy activa (por lo que yo veo) y con un carisma concreto: la orden "de los escuchadores". 

Se trata de personas que escuchan, a veces hasta más de media hora de seguido al teléfono sin meter baza (nota: el otro está contando lo que sea y necesita no un ratito, no, necesita tiempo sin interrupciones).

Otros son escuchadores presenciales: se sientan a tomar un café con una sola misión, escuchar al de enfrente con el mismo ánimo que el anterior. 

A otros les agarra una señora a la salida del súper y les cuenta toda su vida, por ejemplo.

A menudo el que habla no busca consejo ni mucho menos que le cuentes tú lo que opinas o piensas. Es ventilar o sentir que alguien te escucha. 

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El tema tiene muchas facetas. Cuando dices en alto algo le pones nombre a veces. Cuando lo escribes también lo identificas mejor. Hasta es posible que contando algo a alguien te agobie menos o sientas que no eres una mónada flotando en el universo. A veces es fundamentalmente eso: no sentirse (tan) solo, (tan) sola. Otras no, es sólo que uno necesita expresarse más. O hasta en algún caso se puede sufrir incontinencia verbal temporal o permanentemente. 

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La sagrada orden de los escuchadores está también, y por supuesto, formada por madres y padres que justo en el momento menos conveniente tengo prisa, estoy agotado, ya ni puedo escuchan a un hijo (que "cuentan" cuando ellos quieren, no cuando se les pregunta precisamente...). 

La sagrada orden de los escuchadores atiende así a otra orden pre-existente, también sagrada de otra manera, que es muy amplia: la de los que necesitan alguien que les escuche, toda una legión, más bien  legiones de personas muy diferentes. 

miércoles, 15 de enero de 2025

Había que buscar estrellas (De las piedras)


30 de noviembre, convivencia en la parroquia con los niños de primero de catequesis, ginkana final con "pruebas" relacionadas con lo que llevamos visto del Antiguo Testamento. 

Había que buscar estrellas al hilo de lo que Dios le dijo a Abraham "Mira el cielo y cuenta si puedes las estrellas; así de numerosa será tu descendencia". 

La verdad es que me emocioné con la prueba. Yo, que no he tenido hijos propios, sé que Dios cumple siempre sus promesas con Abraham y con quien sea. 

Así que corrí entusiasmada detrás de los niños a buscar las estrellas. Me olvido (a veces) de que ya no tengo veinte años, por cierto.  

Resultado: monumental caída y ver esas "otras" estrellas; rotura del quinto metacarpio de la mano, ay, derecha; ojo a la funeraria porque me clavé las gafas; moratones diversos. 

Pero todo, como me dijo E., fue providencial: cuando ya había entregado las galeradas. 

Los cardenales desaparecieron en dos semanas, la escayola la tuve un mes, la mano recuperándola en estos momentos. 

Hoy es el primer día que puedo escribir un texto de corrido en el ordenador sin que me duela. Qué cosa son los huesos (también muy bíblicos, tela). 

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"Riose Sara para sus adentros"... 

Que no te rías, Sara, ¿hay algo imposible para Yaveh?... 

"Que no me he reído", "Sí lo has hecho" (esto se lo cuento a los niños y les encanta, y, por cierto, Jiménez Lozano lo cuenta maravillosamente de otra manera en "Sara de Ur"). 

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Dios puede sacar también hijos de Abraham hasta de las piedras.... A esta parte del Nuevo Testamento donde les dice Jesús a algunos esto no hemos llegado aun, pero lo cuenta Mateo.