Bitácora de Aurora Pimentel Igea. Crónicas de la vida diaria, lecturas y cine, campo y lo que pasa. Relatos y cuentos de vez en cuando.

lunes, 24 de febrero de 2025

De Manuel Halcón y Fernando Villalón a las santas de Zurbarán

Ya se intuye la primavera, es el piar del verdecillo y esa barbita de hierba que le crece al campo o a los cultivos de la Moraña. Pero nos queda aún algo de frío en Ávila. Vamos atrasados cinco o seis semanas, seis si es Badajoz -veo en X las fotos del campo pacense, esa finca tan bonita y tan cuidada, la Escribana- o cuatro si miramos a Madrid. 

Las alegrías del campo, las que contaba (aquellas "cosas del campo") Muñoz Rojas y tantos, ahora las vuelvo a leer de la mano de Manuel Halcón y sus "Recuerdos de Fernando Villalón" que compro de segunda mano. No me extraña que Editorial Renacimiento lo volviera a publicar, es una maravilla de texto, Halcón escribía como los ángeles. Y yo he tenido que "reabrir" mi cuaderno de vocabulario, ese donde apunto nuevas palabras antiguas

No hay persona que sepa de campo que no te enseñe palabras. Lo sabía Delibes y lo saben muchos otros, si perdemos el campo, perdemos palabras. Y pasaremos hambre, hambres, en todos los sentidos. 

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Qué tipo Fernando Villalón y otros que retrata Halcón, el bandido Pernales, madre mía, es como si lo viera. Y la madre de Fernando. Y tantos. Y ese campo andaluz:  "Los árabes deducían por el sabor y el olor de la tierra la calidad de ella" (pp. 68-69)

"El hombre de campo era tan cruel como el de hoy con los animales, desde niño. Las personas apacibles salían a cazar la perdiz con el reclamo, alegando que era un pretexto para disfrutar del campo y tomar un poco el aire. ¡Como si para salir al campo se necesitase pretexto! ¡Como si no fuese magnífico caminar sencillamente por los senderos acariciando las ramas, sin troncharlas, registrándole las faldas al olivo o a la cepa para curiosearles el fruto! Alzar la vista y seguir el curso de las aves conociéndolas por el vuelo. Distinguir el trigo de la cebada. Pisar la blanda hierba, que no muere a nuestro paso. ¡Pasar, en fin, sin hacer daño!! (p. 71)

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Investigo sobre la elegancia. Sobre cursilería. Sobre cosas que me interesan, que me llaman la atención. Doy la lata a varios amigos porque siempre pienso mejor con alguien al lado aunque estén a distancia.

Sin duda hay, había -es una intuición sólo-, una elegancia innata española, sí, española, hoy barrida por... ¿la televisión -la televisión cursiliza todo lo que toca, a todo aquel que toca casi...-,  horteradas, dinero, mejor dicho, dinero que hay que gastar y enseñar? Lo estoy investigando.

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Que la palabra cursi nazca en un determinado momento, que sea netamente española, significa algo. No es ser snob, que es anglo, ni lo kitch

Lo cursi surge como reacción en el XIX. Pero desde los años 70 del siglo pasado a nuestros días es una auténtica invasión, tengo la sensación de que todo acaba siendo cursi, hasta lo más sagrado... ¿Y por qué es así? 

Esto es lo que llevo preguntándome ya hace años. Aquí mismo lo resolví con tontadas que se me ocurren de vez en cuando. 

Pero ahora, señores, he estudiado un Máster en Humanidades, estoy muy crecida y "pretendo" a mis 63 años encontrar "una explicación", que, ¡horror!, también "pretendo" dar (estoy como el alcalde de "Bienvenido Mr. Marshall").

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Lo que uno es, lo que uno está llamado a ser, ese nombre verdadero como el tercer nombre de los gatos de Eliot, ese que Dios sólo conoce y sabe, ajeno a modas, a apariencias, a "reputaciones" (petardos, la reputación es una bobada y una trampa saducea), yo creo que tiene que ver con la elegancia...  Por ahí debe de andar(le). 

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Ese otro libro tan bonito y tan sencillo, "Alta costura", de Florence Delay, explicando los cuadros de las Santas de Zurbarán. Martirios espantosos, sufrimientos, sangre, violencia, pero ellas como vestidas por Balenciaga: preparadas para entrar al Cielo con sus mejores galas. Es la Gracia.  


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