Hay muchas órdenes religiosas, todas interesantes. Me he regalado un libro al respecto para poder entender mejor cómo se forman, el origen, el carisma, en fin, todo.
Pero lo que yo ahora veo es que hay una orden de momento "secreta". No llevan hábito ni tienen estatutos aprobados por el Vaticano, pero son una orden muy activa (por lo que yo veo) y con un carisma concreto: la orden "de los escuchadores".
Se trata de personas que escuchan, a veces hasta más de media hora de seguido al teléfono sin meter baza (nota: el otro está contando lo que sea y necesita no un ratito, no, necesita tiempo sin interrupciones).
Otros son escuchadores presenciales: se sientan a tomar un café con una sola misión, escuchar al de enfrente con el mismo ánimo que el anterior.
A otros les agarra una señora a la salida del súper y les cuenta toda su vida, por ejemplo.
A menudo el que habla no busca consejo ni mucho menos que le cuentes tú lo que opinas o piensas. Es ventilar o sentir que alguien te escucha.
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El tema tiene muchas facetas. Cuando dices en alto algo le pones nombre a veces. Cuando lo escribes también lo identificas mejor. Hasta es posible que contando algo a alguien te agobie menos o sientas que no eres una mónada flotando en el universo. A veces es fundamentalmente eso: no sentirse (tan) solo, (tan) sola. Otras no, es sólo que uno necesita expresarse más. O hasta en algún caso se puede sufrir incontinencia verbal temporal o permanentemente.
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La sagrada orden de los escuchadores está también, y por supuesto, formada por madres y padres que justo en el momento menos conveniente —tengo prisa, estoy agotado, ya ni puedo— escuchan a un hijo (que "cuentan" cuando ellos quieren, no cuando se les pregunta precisamente...).
La sagrada orden de los escuchadores atiende así a otra orden pre-existente, también sagrada de otra manera, que es muy amplia: la de los que necesitan alguien que les escuche, toda una legión, más bien legiones de personas muy diferentes.
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