Duermo a saltos. Me despierto a menudo a las 3 y a las 5, es siempre a esas dos horas puntuales. No son malos sueños, es simplemente despertarme.
Extiendo la pierna y noto la pierna del vasco, su calorcito. Me calma que esté en la cama conmigo. Me duermo al poco.
Recuerdo a uno de mis hermanos a eso de los 5 años que se despertaba con pesadillas. Pedía mi hermano irse a la cama de mis padres. Lo metían allí y luego, ya dormido, lo volvía a sacar mi padre para llevarlo a su cuarto. Nada de "colecho", que dirían los modernos. Nos enseñaron a dormir solos. Un poquito sí si tienes miedo, quizás un poquito en una mañana de fin de semana. Pero luego ya no. Tú a tu cama.
Hay algo de animalillo en ese compartir la cama, en necesitar sentir al dormir el calor de alguien. Hay algo primario, animal y muy humano, que pasa desapercibido.
Lo he pensado estos años pasados. Para mí ha sido muy importante notar esa pierna en la madrugada. Sólo es una pierna en la madrugada. Compatible con el te tiraría por la ventana y otros momentos que por pudor no se cuentan a nadie. Caminito.
Una pierna no parece merecer grandes palabras ni provoca espasmos. No se escribe sobre esa pierna en la cama. Se esperan cosas muy grandes del "amor", cosas impresionantes que se expresan con elocuentes palabras, la caraba. Yo sólo doy gracias por esa pierna que estirando la mía noto en mi cama a las 3 y 5 de la mañana.
Vuelvo a oír la canción de Joni Mitchell, From both sides now.
Me explicaron ayer lo que era ser boomer. Pensaba que era un insulto o, por lo menos, así me lo tomaba. Porque siempre que lo leía notaba desprecio.
Es igual, no hay que hacer caso. Como canta Mitchell, I really do not know... Que es verdad. Y no pasa nada.
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