Bitácora de Aurora Pimentel Igea. Crónicas de la vida diaria, lecturas y cine, campo y lo que pasa. Relatos y cuentos de vez en cuando.

viernes, 3 de junio de 2011

"Hacia rutas salvajes" (La carne y las larvas)

He vuelto al videoclub de mi barrio. En el curso de guión hay que ver películas todas las semanas y no puedo ir al pase que hacen en la Factoria los viernes porque me voy al campo a escribir y leer.

Vi con retraso “Mediterraneo” y no me gustó nada. Pero, en cambio –2 vídeos por el precio de 1- saqué “Hacia rutas salvajes” que me ha hipnotizado. Son dos horas y media casi de metraje y una historia apasionante. La verdad es que “Mediterráneo” me pareció una chorradita, un cobarde retrato berlusconiano (es decir: histriónico, débil, casposo y tramposo) que deja al mare nostrum, cuna de grandes relatos y héroes (de una civilización, vaya) como un simple lugar de eterno veraneo y retiro temprano. Que Hollywood la premiara es preocupante: así nos pueden ver algunos yanquis a Europa. En eso quizás nos hemos quedado.

Me encantan las películas, las narraciones y las vidas con una apuesta fuerte y grande,
todo o nada. Lo que se cuenta en “Hacia rutas salvajes” es un caso real, la vida de Christopher McCandless que, tras graduarse, decide no entrar en la vida estabulada que le esperaba. Ser libre cuesta, es más cómodo ser esclavo. Como en “The hut locker” , si la alternativa es un supermercado con 200 tipos de cornflakes, se entiende que alguien prefiera desactivar bombas para saberse vivo, como resulta admirable y respetable aquí que alguien de veintipocos años tenga el valor de regalar a Oxfam los 24.000 dólares de su fondo de estudios y lanzarse a la aventura sin red ni nada. No es un gap year éste, ese año que los anglos dedican a ver mundo entre high school y universidad o entre ésta y el trabajo. Tampoco es una excedencia o un año sabático para volver a donde nos andábamos. Esta película relata una apuesta vital y por eso radical que acaba de un modo desolador y a la vez feliz como no cabía casi esperar de otra forma.

La película comienza en Alaska y desde ahí se cuenta la historia hacia atrás y hacia delante, desde la graduación y la historia familiar (vale, hay una huida, pero ésta no me parece que sea cobarde) hasta las personas singulares con quien se encuentra y los lugares. Todo es auténtico y no idealizado, sudor y cansancio, calor y frío, hambre y sed, y por supuesto personajes y paisajes, naturaleza en ambos casos. La soledad tiene su papel, y el miedo, todo lo humano sin anestesía, a lo bruto, a lo grande, como alguna vez fue. Fantásticos por reales la pareja de hippys, los trabajadores del campo, el anciano que trabaja el cuero, ese “Dios te ama” del constructor del Monte Santuario (
tan parecido a nuestro Justo Gallego y su catedral en Mejorada del Campo), y el retrato de los padres y la hermana.

Alaska fue la etapa final del viaje. La carne recién cazada tarda muy poco en atraer moscas, especialmente en verano (eficaz
planting, como Pedro Loeb nos ha enseñado, por cierto). Hace falta actuar muy rápido si no quieres que se llene de larvas que la echan a perder. A veces el tiempo vuela y has sacrificado en vano a un animal grande y precioso como un alce para que los lobos lo acaben devorando, ya está podrida y no sirve para el consumo humano. Y tú sigues hambriento, agotado, pero al menos lo has intentado. En la foto que acompaña esta entrada se muestra al Christopher real sonriendo a pesar de las calamidades. Lo repito: admirable.



Viendo la película sentí un zarpazo. La verdad para Christopher es más importante que el amor. ¿Hay que sacrificar el amor por ésta?, ¿o, más bien, no hay que engañarse? Me acordé también mucho de mi amiga Natalia Ramos mientras disfrutaba del relato, de esa idea que tantas veces le ronda. “¿Te das cuenta, Aurora, de que realmente no sabemos hacer nada?, ¿que no podemos plantar, hacer crecer algo, arreglar nada?, ¿que en el campo tú y yo nos moriríamos de hambre, inútiles totales?” Le mandé un sms, me contestó contándome que naturalmente conocía "Hacia rutas salvajes" y que le había encantado. Me habló del libro original, de la música (fantástica). Luego comenté a Pedro, compañero de la Factoría, que me parecía una película de huida pero muy valiente, a diferencia de “Mediterráneo”. Él me dijo que no, que trataba sobre una búsqueda. Creo que Pedro dio en el clavo. Y que es una película en definitiva muy recomendable. Da mucha envidia Sean Penn, director y guionista. Es una gran suerte y mucho trabajo poder contar así de bien algo. No tanto como vivirlo, pero casi.

6 comentarios:

Suso dijo...

A mi también me gustó, mucho, y me sorprendió: no esperaba un peliculón.

Jesús dijo...

Pues a este segundo Suso también le gustó mucho, y tanto o más la presentación que tú haces de ella, Aurora, magnífica.
Un beso, Osezna.

andandos dijo...

Con el entusiasmo con que lo cuentas habrá que verla, sin duda.

Saludos

Máster en nubes dijo...

¿Verdad que es un peliculón, Suso? A ratos -porque no tenía nada que ver, aunque es de naturaleza "salvaje" también- me acordé de otra, "Las aventuras de Jeremias Johnson", creo que te he leído algo alguna vez sobre esa peli ¿o lo he soñado?

Suso el Gallego ;-), bienvenido, muy amable, majo... Osezno tú también, pero para osos el que sale, qué miedo. En Galicia había osos antes, ya no sé si os quedan, creo que no... ¿en los Ancares quizás?

José Luis, bienvenido, vaya fotos las de tus bitácoras ¡y sitio donde vives! ¡Qué bonito! No sé, a lo mejor me he pasado, pero me gustó, a ver qué te parece a ti. Como ves, a otros también les ha gustado. Saludos y vuelve, por favor.

polita dijo...

Recuerdo cuando vimos Mediterráneo, que nos encantó, igual por que éramos jóvenes y despreocupados...

Me apunto "Hacia rutas salvajes", ahora que soy un poco más adulta.

Besotes!!!

Máster en nubes dijo...

Polita, no sé, a mí me suele gustar "casi todo" el cine italiano que veo, y ni te cuento el de "antes", el neorealismo, etc (con reclinatorio Milagro en Milán, por ejemplo). Soy "partidaria" del Mediterráneo, pero ésta peli me pareció una trampa infantiloide y flojita. Visualmente, además, tenía una factura extraña, como malilla, casposa, no sé qué pasaba. Pero hay gustos para todos y el mío solo es uno, nada más...