Bitácora de Aurora Pimentel Igea. Crónicas de la vida diaria, lecturas y cine, campo y lo que pasa. Relatos y cuentos de vez en cuando.

miércoles, 30 de marzo de 2011

"Niña mimada" (y 7. El postre esperando)

“Tú no querrás ser una niña mimada, ¿verdad?”


Cada mañana me miro en el espejo y me vuelvo a hacer la misma pregunta. Suena también aquel “Caprichos no” exigente de mi infancia.

Como mi abuela, soy capaz de saber antes que otros qué pasa y me atrevo a nombrarlo, aunque a veces me cueste y tiemble algo. Una mujer abre los ojos con sueño, también con curiosidad y esperanza. Soy yo, no hay nada más ni nadie a esas horas en la casa. Está la que soy, Laura, Laura sola y de frente, mirando.

La vida está ahí para no darnos aquello que queremos, lo que en secreto tanto deseamos. A veces puede ser una ilusión pasajera, otras es algo constante que late con fuerza al compás del corazón, cuando la soledad es un hueco que crece y se hace más amplio. Entonces te sorbes los mocos y caen todavía unas lágrimas. Sin rabia y con calma sé bien que ahora ya puedo decir "No, abuela, yo no soy una niña mimada" mientras me siento en la mesa de los mayores y como con apetito lo que cada día hay en el plato. Quizás en lo alto de la alacena aún me aguarda el postre con la tapa aquella de cristal sin que yo pueda todavía alcanzarlo.


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(Final de "Niña mimada", el relato completo está en Trabalibros. Gracias por la lectura y por los comentarios).


13 comentarios:

Olga Bernad dijo...

¿Por qué sin poder alcanzarlo? ¿Qué tenemos en contra de los finales felices? Cogería a la prota y la pondría a escalar alacenas, que es tan emocionante como escalar montañas... y si se la pega uno, pues ya llamaremos a algún amigo que nos consuele;-)

Máster en nubes dijo...

Pues porque este relato es así, Olga... Porque Laura se siente (y sabe) sola y quisiera el postre, alguien, pero de momento no está a su alcance. Pero tiene esperanza, si no, no vería la alacena ni la fuente allí en lo alto.

Y ya come con ganas lo que cada dia la vida le pone en el plato, sea o no de su agrado, esto es ya un final muy feliz... ¿no? Como me decía un anciano el otro día, "doy gracias a Dios porque rodavía como con ganas". Las ganas, para lo que sea, son muy importantes, tenerlas, no solo satisfacerlas... creo. Reconocer el hambre es importante, no negarla.

polita dijo...

¿Y por qué hablar de finales? Quizás a Laura todavía le quede dar mucha guerra ¿no?

Estupenda, también, la selección musical.

Besotes y gracias, de nuevo!!!

Anónimo dijo...

Pregunta: ¿Cómo se puede escribir un relato en el que no pasa nada? Se supone que si se relata es porque pasa algo. Demasiado femenino. Demasiado análisis.

Máster en nubes dijo...

Respuesta: sí que pasa, no es un relato de aventuras, claro, pero me parece que pasan cosas (cuenta, entre otras, una relación amorosa: incio, crisis y desenlace; cuenta, además, cosas que pasan en el trabajo, en la infancia, etc). Me parece que esto quizás es subjetivo, claro, y tu opinión como lector cuenta, pero no estoy de acuerdo en este caso para nada.

De acuerdo en cambio en lo de análisis, es una tendencia horrorosa que tengo, a ver si lo puedo limpiar.

Y lo más importante casi: gracias por leer 12 páginas y comentar además tal y como tú lo haces. Por el contenido, por tu tono y por tu anonimato, no sabes lo que suponen de ánimo comentarios asi: sirven para que yo tenga más ganas de blog, de escritura y no dejarlo. Esa es la realidad: animan, y siempre me pasa cuando cuelgo algo de ficción, es curioso lo que ayuda esto a seguir... ¡Mil gracias!

Miguel Baquero dijo...

A veces parece eso, es verdad, que la vida nos ha dejado sin postre y no sabemos muy bien en castigo de qué, como cuando éramos niños

Anónimo dijo...

Leerte es un placer. No dejes de escribir. Aunque no venga a cuento: que tipo tan ingenioso Miguel Baquero es capaz de rizar el rizo de todo lo que tú escribas.

Las hojas del roble dijo...

No sé, he encontrado un aire esquiveliano...aunque de mucha más calidad. Sabes que no opino porque sí.
Un beso, Aurora

lolo dijo...

Pues yo opino que no esperaba este postre o que si estaba cuando lo colgaste hace tiempo se me olvidó. Y que para esta lectora, en su particular análisis, la alacena y la tapa de cristal están donde tiene que estar. Laura tenía que sorberse los mocos primero, porque no quiere ser una niña mimada. Y ya está.

Máster en nubes dijo...

Miguel, gracias, un abrazo.

Anónimo, Miguel, al que ya le he visto la cara, es muy majo.

Julio, gracias, vamos a ver el resto de escrituras cómo marcha, lo bien que me lo paso no me lo quita nadie, así que algo me llevo.

Lolo, gracias, un abrazo, guapa.

Juan Carlos Garrido dijo...

A mí, personalmente, me gustan más los finales agridulces. Los finales felices me provocan subidas de azúcar.

Un abrazo.

Retablo de la Vida Antigua dijo...

He esperado a la última entrada para escribir estas líneas. Tiene usted un estilo muy severo, romano, casi conceptista. Es espléndido.

El ambiente de los ochenta está perfectamente plasmado. Recuerda a, aunque quizás pecando yo de ingenuo, "Armas de mujer o de la primera "Wall Street". Fue una época interesantísima la de Reagan.

Qué bien la comparación entre el universitario norteamericano y el universitario español, éste todavía con querencia de ociosidad galdosiana en aquellos ochenta. (otra vez los ochenta).

Y no estaría mal poder ser como la citadas señoras: beber jerez, llevar bastón con estilo y verlas venir. Buen proyecto vital. No es necesario leer ni a Maquiavelo ni a Sun Tzu con tales avíos.

En fin, que me ha parecido de primera. De verdad.

Saludos.

Máster en nubes dijo...

JC, depende de qué tipo de felicidad, a mí algunas felicidades me las creo y otras no (digo en literatura). Un abrazo, buen libro de cuentos, lo voy a sacar en cuanto pueda, me ha gustado mucho...

Retablo, mi abuela murió hace tiempo así que no sabe Vd. lo que le agradezco su cariñoso comentario. Bueno, de verdad, que muchas gracias, voy a seguir escribiendo porque me divierte y creo que es una razón lo suficientemente buena. Los 80 fueron un tiempo curioso... y somos herederos de algunos excesos. Bueno, a ver si nos conocemos...