Bitácora de Aurora Pimentel Igea. Crónicas de la vida diaria, lecturas y cine, campo y lo que pasa. Relatos y cuentos de vez en cuando.

domingo, 5 de diciembre de 2010

El chopo desnudo (amarillo, ¿dónde estás?)

En Padre Damián, en la finca que ocupaba el chalet de los Paz y donde se construyó luego un edificio de más de diez pisos, siguen en pie varios de los árboles del antiguo jardín de antes, entre ellos un gran chopo que monta guardia. Detrás de ese solar está el Olivar del Castillejo que aloja a la Fundación del mismo nombre y que da a la calle Menéndez Pidal. Damaso Alonso vivió por allí. Le recuerdo a él y a su mujer, Eulalia Galvarriato, ella siempre de gris, con su diadema de terciopelo negro, menudita, con su ir y venir a la parroquia de San Fernando hasta que murió.

El chopo está ya totalmente desnudo, pero nos ha dado un otoño precioso de verdes que se vuelven amarillos que cambian en su intensidad y permanecen todo lo que pueden y más, alegrándonos de la lluvia otoñal, en contraste con esas nubes grises y tristonas que a veces hay. Mirarle cada mañana te ponía de buen humor. Hasta la semana pasada mantuvo el chopo algunas hojas, aguantando como podía. Hace ya cinco días el viento acabó por dejar sus ramas largas y delgadas como venas hasta principios de abril, calculo yo.

Antes que el chopo, la hiedra que cae sobre el muro del garaje también nos dio sus mejores colores, de verde a rojo encendido, granate y un rojo amoratado al final. Ella trabajó desde septiembre a octubre. Entonces es cuando tomó el relevo el chopo, depende del calor, pero hiedra y chopo nos acompañan hasta que el frío acaba por entrar.

Los plataneros que se plantaron mucho más tarde, en los sesenta o así, cuando esto que era campo pasó a ser ciudad con el Estadio Bernabeú, son los últimos en dejar caer sus hojas, todavía están. Los barrenderos tienen mucho que hacer con ellos, sacan esas máquinas aspiradoras y no hay quien pare del ruido.

Yo sé que en febrero, si hay suerte, por la calle Juan Ramón Jimenez brotará una impresionante mimosa. En esa esquina, que al doblar sopla un viento que te echa para atrás porque da a norte, es un milagro invernal su amarillo descarado y juvenil. Antes, en enero, las primeras flores en abrir eran las camelias de la tienda Búcaro que, el año pasado, con la crisis, cerró y nos dejo sin esos arbustos de su entrada de hojas lustrosas y flores delicadas. Así que habrá que esperar a febrero a que haya algo amarillo por aquí. O no. Acabo de decidir que voy a decorar toda la casa esta Navidad en amarillos, con limones, membrillos o peras, todo lo que encuentre o me invente de ese color, el color del sol.

Hoy es el segundo domingo de Adviento y seguimos cada día con menos luz. Lluvia, como canta Melody Gardot, rubia por cierto.

PS: Sobre los amarillos de otoño Javier Barbadillo ya escribió aquí en su día. Gracias, Javier, te iba a pedir prestada una foto, no sé cuál me gusta más.


3 comentarios:

Retablo de la Vida Antigua dijo...

Qué entrada tan bien escrita la suya.

Saludos.

Gómez de Lesaca.

(Lo del "Retablo" es que ahora tengo blog de cosas tan viejas como el amarillo de los membrillos de diciembre en el campo).

Máster en nubes dijo...

Gracias, Gómez de Lesaca, es un honor que Vd. me diga eso, me hace mucha ilusión.

Ne ha gustado mucho su blog, lo antiguo me va.

Saludos cordiales

Aurora Pimentel

Fcº Javier Barbadillo Salgado dijo...

Un hermoso paseo por la otoñada madrileña, cada año más tardía.
Lo de los barrenderos sopla-hojas es que no tiene nombre...ni utilidad alguna.

Gracias y saludos.

PS. Si quieres usar alguna foto mia, me la pides y ya está.