Bitácora de Aurora Pimentel Igea. Crónicas de la vida diaria, lecturas y cine, campo y lo que pasa. Relatos y cuentos de vez en cuando.

domingo, 8 de febrero de 2009

Cuidadoras, cuidadores 2)


Ser cuidador puede agotar. No es sólo el trabajo físico que conlleva ayudar alguien a ducharse o moverle en la cama, por ejemplo, es, sobre todo, el cansancio mental que puede implicar.

Algunos cuidadores no llegan a dormir bien, están en un duermevela pendientes de un anciano que se despierta continuamente o tiene que ir al cuarto de baño y solo se desorienta. Ellos pueden descansar luego durante el día, pero el cuidador a menudo no puede.

Ser cuidador implica a veces serlo 7 días de 7. En algunos casos no hay otros familiares que puedan echar una mano, no hay posibilidad tampoco de contratar una ayuda externa. Y otras sucede que el resto de la familia se desentiende un poco, o incluso mucho. Puede pasar.

Hay otros casos también. Cuidadores que no descansan ni se dejan ayudar, al menos unas horas o unos días, por un exceso de celo. Piensan que nadie como ellas cuidan de sus padres o de su hijo, no se fían de otros, o se sienten culpables si les dejan a cargo de otras personas, incluso de confianza.

Así algunas cuidadoras reconocen que estan agotadas y les encantaría descansar, evadirse por unas horas. Por otro, ellas mismas no se permiten hacerlo por exceso de responsabilidad. Y ocurre en alguna ocasión que la propia familia se aprovecha, a veces sin intención, de ese celo o culpa para no echar una mano y se forma un círculo vicioso.

El cuidado de mayores o discapacitados puede tener muchas recompensas. A veces tus padres o la persona que cuidas te dan mucho cariño, te lo agradecen de algún modo, eso basta. O simplemente recibes la sonrisa de alguien que parece que no se da cuenta y sólo te sonríe a ti así. O ves cosas que sólo el amor y muchas horas de convivencia te permiten captar. También sabes que haces lo que tienes que hacer. Les quieres, y notar que haces su vida más cálida, mejor, es suficiente recompensa.

Sucede también que te ves reflejada en sus propias limitaciones de anciano o de discapacitado, te recuerdan tu humanidad, siempre necesitada de otros.

Creo que esa es la gran enseñanza de la ancianidad y la discapacidad: nos ponen delante de nuestra propia fragilidad, no sólo la suya. Y puedes hacerte más sensible, más consciente, mejor, si aprendes de esto, si lo incorporas a tu vida.

Lo más habitual en los cuidadores es una mezcla de sentimientos que te pueden hacer crecer y de otros que cuestan mucho y te pueden minar.

Hay ancianos acaparadores que todo les parece poco, otros que no se dejan cuidar, tienen mal carácter o la edad se lo empeora y lo pagan con el cuidador. Por eso hay que entrenar el carácter, para no acabar siendo un anciano difícil. Siempre me acuerdo de lo que le dijeron a San Pedro "algún día otro te ceñirá y te llevará donde no quieres ir..." Pues eso, admitir que nos van a ceñir, y, eso, con suerte. Y acostumbrarse a pedir ayuda, hasta cariño, y a depender de los demás sin absorberles o ser celoso es buen entrenamiento para la vejez. Nos pillará acostumbrados.

Sucede en alguna ocasión que, quienes visitan de vez en cuando al anciano, no llegan a entender el cansancio, el nerviosismo quizás, del cuidador. No se ponen en su lugar o, peor, juzgan qué debe hacerse o qué no, pero a la hora de apechugar ya no son tan protagonistas. Y pasa también que el anciano puede poner una cara de vinagre a quien le cuida todos los días y se deshace con el visitante. Esto sucede con cierta frecuencia y hay que estar al quite.

Por todo esto, una de los temas que se plantean las organizaciones que trabajan con ancianos o con discapacitados severos es ese "cuidar al cuidador". No en vano éstos pueden acabar literalmente rotos. Se pueden sentir además atrapados y culpables cuando desean huir de algún modo de la situación, liberarse. No deseas la muerte de nadie, pero querrías no sentirte con ese eterno peso encima. Porque a veces es como se siente uno, con una losa que no te deja vivir.

Por eso, aunque los cuidadores y las cuidadoras son ese sol de invierno, que no sólo dan calor sino que también iluminan con su ejemplo, lo tienen muchas veces muy difícil.

Y una llamada, una salida, un café, un "vete unos días, que me quedo yo", hasta un simple blog propio o ajeno (¿a que sí, Maripaz?) y muchas otras cosas son tan importantes.

11 comentarios:

Maripaz dijo...

Master, parece que has hecho un "master" de cuidador de ancianos ...
Chiquilla!!! como dicen en Sevilla...sabes de todo ...

Es verdad lo que dices de los familiares...sin mala intencion, se evaden a veces y te dan leciones de como hay que hacerlo ...porque en la distancia , es muy facil aconsejar ...

Luego, el cuidador, llega a tener una dependencia tremenda a nivel afectivo ...se siente culpable de no estar alli .Un celo mal entendido como muy bien dices tu, te lleva a no saber delegar en los otros ...
Es un cumulo de sensaciones, de vivencias, que te hacen adentrarte en un circulo vicioso, que a veces llega hasta la extenuacion

De todo ello, me quedo con el descubrimiento de la riqueza interior en el mundo de los afectos ...Es algo incomparable ...te hace interiormente mas rica ...se disfruta de una plenitud de la vida , como nunca antes, has experimentado ...
No se,a lo mejor, estoy diciendo tonterias ...
De todas las maneras, gracias por tu segundo capitulo dedicado a los cuidadores ...
Te mando un beso muy especial

Máster en nubes dijo...

Un máster no he hecho, pero algún curso, y no a distancia, si me ha tocado en esta vida ;-) además de que tengo muchas amigas cuidadoras y algún amigo cuidador.

Un saludo Maripaz, y si a ti te gustó y has sentido que he sabido explicarlo, es el mejor cumplido.

A ver si hablamos ¿eh? Hoy amaneció ¡con sol!

Suso dijo...

Por mi trabajo me toca ver mucho cuidadora/or.
Los admiro.Yo, que soy bastante tiquismiquis en eso de limpiar lo ajeno (por decirlo finamemte) siento un respeto casi sagrado por esas personas.Creo que tienen un plus -porque a nadie le gusta limpiar cacas y mocos- que nunca será reconocido como se merece.

Cuando echo gasolina en una estación no le pido al de la manguera que me sonría, ni que me dé los buenos días, ¡eso da igual!,lo importante es que me llene el depósito...pero hay servicios donde la sonrisa, la paciencia, el aguante y la profesionalidad merecen por nuestra parte el máximo respeto.

¡Buena semana,amiga!

Anónimo dijo...

Hola desde Iran

Anónimo dijo...

Aparte de haber captado perfectamente la mayoría de matices que tiene esta tarea de cuidar a los demás, en este segunda entrega mencionas algo que la mayoría ni se plantea. Bien es cierto que para apreciarlo hay que estar en el ajo o vivir la experiencia de ser cuidador.

Me refiero a cuando dices que hay que entrenar el carácter, para no acabar siendo un anciano difícil (o un mal enfermo que diría mi madre en su larga experiencia). Que nos van a ceñir algún día es incuestionable, y que vamos a depender de otros también. Lo mejor, sin duda, es entrenarnos, hacernos a la idea de que llegará ese momento y tener claro cómo hemos de ser entonces (si la cabeza sigue en su sitio, si no.... igual dará)..

Evidentemente es difícil plantearse esto desde la "ignorancia" del que nunca ha cuidado, o desde la perspectiva de la edad, pero hemos de hacerlo. Hay que pensar a largo plazo y ser conscientes de ello.

Un último apunte anejo a esto de cuidadores/as y el entrenamiento. Las residencias de la 3ª edad, o de ancianos, o de discapacitados, que de todo hay. Un amigo, padre de cuatro hijos, me dijo hace tiempo que lo que yo había hecho con mi tía (llevarla a una residencia por no poder dedicarme a ella a tiempo completo) era lo que me iba a pasar a mí cuando llegara el momento. Sin duda lo será, pero a diferencia de él yo iré por mi propio deseo y si es posible a pié o deseo, a él lo llevaran sus hijos. Cuanta diferencia no?

sunsi dijo...

Tercer intento, Máster. He hecho ya dos comentarios, el primero extensísimo y se borran solos. A ver si hay suerte ahora.

Completísimo, un post redondo que cualquier cuidadora te agradecerá.

Las cuidadoras... renuncian a mucho de forma libérrima... porque quieren y porque los quieren.

Me ha gustado mucho el final... los afectos. Has atinado, de verdad.

Y te lo envío antes de que se esfume.
Besos, guapa

Máster en nubes dijo...

Bienvenido, Fateme, pero no puedo "devolverte el comentario" porque no hablo árabe ¿Es árabe no?

Perdona mi ignorancia y recibe un saludo.

Máster en nubes dijo...

Manolo, gracias por pasarte, sé que sabes mucho del tema y no por libros ;-). En fin, en cualquier caso habrá que pensar que quizás tengamos la suerte de poder pasar nuestra ancianidad en nuestras propias casas. Si Dios quiere. A lo mejor no tenemos que ir a una residencia. Nunca se sabe. Yo pienso bastante en la muerte y poco en mi ancianidad, quizás hago mal ;-) Tendría que ser más pragmática...

Máster en nubes dijo...

Lo mismo, Sunsi, ya sabes tú de qué hablo... Dios y mi canto saben a quien nombro tanto ¿o no?

Besos hoy más cálidos, subió la temperatura y nos hizo hasta sol.

sunsi dijo...

Gracias, Máster. Ha sido una inmensa suerte haberte conocido.

Besos... ¡qué bueno que salió el sol!

sunsi dijo...
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