Bitácora de Aurora Pimentel Igea. Crónicas de la vida diaria, lecturas y cine, campo y lo que pasa. Relatos y cuentos de vez en cuando.

sábado, 29 de noviembre de 2008

Tolerancia a la frustración


Jo, qué titulo. En román paladín: aguantar que las cosas no salgan como uno espera. Y seguir adelante. Sin traumas y sin ingenuidades. Aceptando el fracaso, reconociéndolo. Si fuera posible, con sentido del humor.

Me dio Pepa el tema. Sí. Los finales felices son estupendos, pero la vida es más complicada que un "boy meets girl, kills the bad and gets the girl".

Hace años hice la crítica de "Inteligencia Emocional" de Daniel Goleman. Me pareció interesante, pero muy simplista. Es cierto que hay que aprender a canalizar las emociones y que gente "muy lista" fracasa en la vida por un tema emocional.

Pero los consejos de Goleman servían lo mismo para un manipulador que para un santo, la verdad. Puro utilitarismo, interesante sí, pero se le escapan tantas cosas. No es todo cuestión de voluntad, por Dios bendito. Ni olvidar la voluntad ni sacralizarla.

Los yankees están muy proecoupados por el fracaso. Les descoloca. Lo he discutido hasta la saciedad con amigos al otro lado del Atlántico. "Haz el bien, se bueno, y entonces Dios te premiará." Joer tíos, que no. Leed a Santa Teresa "Dios mío, no me extraña que tengas tantos enemigos si a los amigos los tratas tan mal".

Hombre, tampoco hay que ser tan irónica, aunque en el fondo sí, pero la vida nos demuestra que hay gente que hace todo el bien que puede y todo lo bien que puede y las cosas le salen fatal. Y que los lerdos como los globos suben y suben, como los malos. ¿Y qué?

No hace falta ser católico, ni cristiano, para ver esto, sólo abrir los ojos. Hace falta ser poeta o católico para sobrellevarlo con elegancia y sin que se te lleven los demonios de cada vez.

A ver si vamos a ser idiotas y pensar que el que vale y se esfuerza es recompensado en esta tierra: hace falta ser simple. Para no estar todo el santo día cabreao con este tema sí conviene cierta dosis de poesía o fe. O sentido del humor, ambas lo dan.

Admiro a los yankees en un montón de cosas, me encanta su modo de trabajar sin jerarquias, ese "we can make it" sin tanta ceremonia, su movilidad social que en comparación con el clasismo español es una delicia. Para trabajar en empresa prefiero a los yankees por goleada. Siempre.

Pero me fallan en cuanto hablamos del éxito. Lo tienen grabado a fuego. Y eso que para ellos el fracaso es una escuela de aprendizaje y pueden montar 3 empresas y que las 3 se hundan y aquí no ha pasado nada, algo que en España es impensable, desde los 17 tenemos que tener claro ya todo: un horror.

Pero claro, en EEUU no pasa nada si al final "triunfas". Su mundo se divide a veces entre "populares" y "exitosos" y "fracasados" o "perdedores" (loosers), el peor adjetivo que pueden utilizar. Y lo manejan de continuo: en la escuela, en el mundo laboral, es el gran estigma ser un "looser". Es una sociedad que no tiene lugar para lo que ellos consideran "perdedores", y elabora miles de teorías para explicar por qué existen.

Tolerancia a la frustración. Puse todo de mi parte para algo y salió mal. Fracasé. Reconozco que fracasé. No pasa nada. Santa paz.

No hay un error, el fracaso a veces ocurre: nos morimos no porque hayamos fumado o comido cerdo, un novio nos deja en la estacada y no sólo porque hayamos hecho algo mal, hijos de padres amantísmos caen en la droga.

Perdón, la libertad existe. El mal no es cuestión simepre de algo que hicimos "mal".

No hace falta ser popular, tampoco es importante si los demás ven o no tu fracaso, ni siquiera tu éxito, sea lo que sea éste. Las cruces se llevan en silencio muchas veces, están tan ocultas que ni se lo imaginan. Y los éxitos también, ni importan, no los tomas como tales.

Mala cosa que las jóvenes generaciones no puedan tener un suspenso no vaya a ser que se traumen. Que no puedan tener un no de lo que sea, que echen balones fuera todo el santo día ante un fracaso: el profe me tiene manía, tengo problemas y no pude estudiar, lo que nos enseñan no sirven. Demasiada autoestima a veces: nos hemos pasado.

A los adultos nos suspenden muchos días, sabemos que no damos el 2, y aquí seguimos. Erre que erre. Reconociendo nuestro fracaso y volviendo a intentarlo. Nos dicen no muchas personas. Y seguimos.

Aceptar un no como respuesta ayuda a madurar. No pasa nada.

No es el otro un tonto o no nos entiende: simplemente nos dijo que no. La gente es libre. Y puede decir que no. Decirnos que no.

10 comentarios:

Anónimo dijo...

La tolerancia al fracaso está íntimamente unida a la tolerancia al éxito.
Muchas de las cosas determinantes que te suceden en la vida, ocurren por casualidad.
¿Algún ejemplo?
Te sale un negocio bien, ganas una pasta gansa con tres llamadas telefónicas, te felicitan e insisten en proclamar tu éxito a nivel mundial.
Mentira, lo que pasa es que se te ha aparecido la Virgen, chavalín.

Tienes un apuro y vas al banco de toda la vida, donde nunca has tenido números rojos. El director te conoce.
¡¡pero hooooombre, Diego, cuanto me alegro!!
Expones tus problemas y sales con una patada en el trasero.
Fracaso de los dioses divinos.

Después de 47 años de sufrir vaivenes, concluyo que si no me alegro de lo primero, no debo entristecerme por lo segundo.

Al menos en teoría.
En la práctica hay que ser muy hábil.
Habilísimo.

sunsi dijo...

Bingo. Lo has escrito con las víceras, el higadillo... Y Bingo.

Cuando he leído el título del post, he recordado la escritura de los psiquiatras diagnosticando A, B e intolerancia a la frustración. A patadas. Te los encuentras a patadas.

Si no te importa, Máster, aporto algo desde mi prisma, como madre y docente. La tolerancia a la frustración se aprende ya desde la infancia. Para ello es necesario unos padres con los pies en el suelo y que quieran "de verdad" a sus hijos. Que dejen que se equivoquen. Que apoyen y los guíen para que ellos saquen sus propias conclusiones: ha sido mala suerte... no pasa nada... otra vez será; ha sido falta de esfuerzo...te has columpiado... ahora ya sabes las consecuencias... y ya sabes qué te toca. Pa lante.

Otro asunto. Del todo, ahora y ya se llenan las consultas de los psicólogos. Falta educar en la espera. Ahora no; no lo necesitas. Mejor lo pides a lo Reyes Magos... faltan dos meses... ¿Que lo tiene el vecino? ¿Y?

Daría para mucho tu post de hoy. El tema es tan importante que casi te diría que de su enfoque depende la felicidad verdadera del ser humano. Tal vez me he puesto demasiado drástica. Pero algo sé de eso.

Gracias, Máster. El tema da para un Máster. Un beso volando al Bolao

Máster en nubes dijo...

Gracias Driver y Sunsi.
Sí, el éxito muchas veces es cuestión de suerte, pura y llana suerte. Y aunque no lo sea, uf, hay que saber tomárselo muy poco en serio. Y lo contrario igual.

Sunsi, de acuerdo. A veces la mala suerte existe y hay que aceptarlo, y otras un suspenso es cuestión de no haber pegado chapa.
Educar en la espera, suena bien, muy bien.

Anónimo dijo...

A mí me educaron sobre la base de de que la vida es milicia, valiosa enseñanza que he tratado de transmitir a los míos.

Por otra parte, la medida del éxito o del fracaso, creo, nos la damos nosotros mismos.

Unos, ponen el acento en lo externo.

Otros, en lo interno, mucho más peligroso, pues interno no equivale a bueno.

Autoexigencias absurdas, ambiciones desmedidas y por ahí.

Por otra parte, cada uno de nosotros aprende de sus errores (con suerte) o de sus fracasos.

Así que, paradójicamente, la medida de nuestro éxitos la da, precisamente, la magnitud de nuestros fracasos.

Ergo, la cuestión no es la de si acierto o me equivoco, sino la de si aprendo o no de las equivocaciones cometidas.

Y, al fin, entender que el hacer las cosas bien no se traduce necesariamente en éxito.

El patrón del reflejo condicionado (obediencia/premio - desobediencia/castigo) cuando se aplica a las personas suele dar lugar a esa, creo, confusión entre el éxito y el trabajo bien hecho.

Máster en nubes dijo...

Lo has clavao, Pepa, gracias, me encanta que te pases por aquí.

El acento en lo externo es una debilidad de nuestra sociedad, quizás simplemente humana.

Creo que el hacer las cosas bien, el currarse las cosas, el tema de la voluntad y todo eso, está muy bien en unos tiempos como los que corren de mucho "blandito" y todo lo quiero y lo quiero ya.

Pero pienso también como tú que hay muchas autoexigencias que son peligrosas.

Yo creo que los poetas tienen la "solución", mejor dicho la "visión" de ese aceptar que las cosas no salen siempre como uno quiere e incluso ha trabajado por ello.

Y creer de verdad, tener fe en Dios, que no es cruzarse de brazos pero sí tomarse al final casi todo muy poco en serio, currar, sí, pero como si aquello al final no dependiera de uno, porque no depende. Bajo "nuestro control" no hay nada. Hay otras muchas libertades como para pensar que las cosas dependen de uno.

Anónimo dijo...

FECUNDACION IN VITRO


El inicio de tu existencia fue una historia de lagos, pescadores y flores en una ciudad donde no habían lagos, ni pescadores . Las flores en cambio estaban en todas partes.

Esta es la historia.

En aquel país imaginario existía un gran lago, en sus orillas unos pueblos blancos y en el centro del agua, emergía un islote.

Aquellos parajes, habitados por honrados pescadores, eran bañados por la luz tenue del mediodía y mecidos por brisas caprichosas.

La población se dedicaba a la pesca y a la agricultura. La afición más extendida en toda la comarca era el cultivo de las flores. Todo el mundo tenía un jardín. Los vecinos se enorgullecían de sus retoños y competían entre ellos para obtener las flores más vistosas y de colores más singulares.

Con el tiempo, la fertilidad de la tierra y el buen clima, aquella comarca parecía un vergel. El conjunto de campos, praderas y colinas se iba alfombrando de todo tipo de flores y de colores.

Bueno, a decir verdad, no todo era un vergel.

Aquel islote emergía en el centro del lago, con un triste y desolador aspecto.

Un buen día, la asociación comarcal de pescadores tomó la decisión de intentar embellecer aquel paraje. Nadie antes lo había intentado, y al fin y al cabo eran ellos los que más cerca estaban del islote en su trabajo diario.

Durante años, los pescadores se acercaron con sus barcas, aparejos de escalada y utillaje de jardinería al islote. Los resultados de aquella singladura fueron descorcentantes. Las semillas, se las comían los pájaros. Las pocas especies que lograban florecer, no eran tan fuertes como para poder resistir la fuerza del viento. El terreno no disponía de nutrientes suficientes.

Aquellas primeras dificultades, fueron tan determinantes, que los pescadores decidieron desistir de su empeño durante una buena temporada; concentrando su atención en labores científicas de investigación, a nivel teórico al principio, y más tarde a nivel de laboratorio.

Fueron años difíciles, de estudio e investigación, en los que se abrían muchas puertas, otras simplemente se entornaban y algunas se cerraban de golpe.

Las conclusiones de aquellos estudios lejos se encontraban de alguna verdad absoluta. Se escribieron muchas tesis, pero ahora se trataba de ponerlas en práctica.

Surgió una nueva generación de pescadores .

Eran especiales, y te voy a explicar porqué. Tenían que ser buenos navegantes, el lago se embravecía con frecuencia. Buena complexión atlética, los escarpados riscos del islote así lo exigía. Excelentes horticultores, la dificultad del terreno lo hacía imprescindible. Y sobre todo, y aquí viene lo más difícil, hombres de fé, ya que su trabajo tenía tal repercusión en la vida de la población, que en cada intento se dejaban un trozo de su corazón. Al fin y al cabo sólo eran pescadores.

Aquella mañana de agosto, nuestro pescador salía a trabajar. Tomó su barca, las semillas y su instrumental. Nada más amanecer, la estela de su barca rompió la tranquilidad aparente de la superficie del lago. Tras un buen rato de navegación se encontró de nuevo con las rocas, en el acantilado del islote. No era nada sencilla la operación de desembarco. El movimiento de las olas provocó la pérdida de las primeras semillas. Al saltar a tierra, nuestro pescador recibió un fuerte impacto en el tobillo. Se levantó una fuerte brisa y bajó la temperatura. Aquellas no eran las mejores condiciones, pero él reanudó su trabajo.

Escaló el acantilado con la incertidumbre de no saber con qué condiciones atmosféricas se encontraría arriba. La penosa ascensión provocó que otras semillas rodaran acantilado abajo y se perdieran entre las olas.

Una vez en la cumbre, una tormenta de verano le sorprendió. El agua se desplomó durante dos largas horas. El pescador se refugió entre unas rocas a sotavento.

Observaba, observaba todo, con ese instinto científico que le hacía preguntarse por el porqué de las cosas; con la pretensión de adentrarse en lo desconocido; la extraña mirada experta de un niño curioso.

Cuando una tormenta de verano acaba, la tierra se abre un poco, se enfría superficialmente mientras en su interior conserva el calor del estío; es un momento singular, donde la naturaleza, si bien conserva sus leyes eternas, rompe un poco la inercia térmica, aumenta su porosidad y abre una puerta a la esperanza.

Fue ése el preciso momento aprovechado por el pescador para sembrar en la cima del islote las semillas que le quedaban.

Así fue como empezó todo.

Y así era como vivía este pescador.

Que sea este cuento un agradecimiento y una ayuda, para aquél que luchando con las dificultades de la ciencia, no se entristezca por las flores perdidas, que siendo muchas, son necesarias para que otras florezcan.

El pescador, al final de la jornada, viendo el islote del lago cubierto de sus flores, sabrá que mereció la pena.

El inicio de tu existencia fue una historia de lagos, pescadores y flores en una ciudad donde no habían lagos , ni pescadores . Las flores en cambio estaban en todas partes.

Atentamente. Driver para el equipo médico que lucho por la vida.
Y que se dejaron el alma.

Anónimo dijo...

Una cosa más, la tendencia actual es a somatizar cualquier cosa que no puedas afrontar o representa una dificultad.

Así, rápidamente te "venden" (si compras) medicamentos para todo: estimulantes, tranquilizantes y toda la farmacopea que se les ocurra.

Y, las más de las veces, la clave es precisamente no tener armas para hacer frente a las cosas de la vida.

Hay un estudio interesantísimo publicado por dos profesores de la Universidad de Oviedo, uno de ellos, catedrático de Econmía aplicada, creo. Muy recomendable.

Máster, gracias a tí.

sunsi dijo...

Máster, te dejo esta "cápsula". Así oraba Gandhi:

Ayúdame a decir la verdad delante de los fuertes y a no decir mentiras para ganarme el aplauso de los débiles.

Si me das fortuna, no me quites la razón.

Si me das éxito, no me quites la humildad.

Si me das humildad, no me quites la dignidad.

Ayúdame siempre a ver la otra cara de la medalla, no me dejes inculpar de traición a los demás por no pensar igual que yo.

Enséñame a querer a la gente como a ti mismo y a no juzgarme como a los demás.

No me dejes caer en el orgullo si triunfo, ni en la desesperación si fracaso.

Más bien, recuérdame que el fracaso es la experiencia que precede al triunfo.

Anónimo dijo...

Master: el post de hoy me parece tan sugestivo que me meriendo las ganas de opinar porque sé que acabaria soltando una chapa antologica y no parece que te merezcas eso.
Por favor, dile a Pepa (tu la conoces mejor a fin de cuentas) que de datos sobre esos estudios que ha mencionado.
Datos, quiero datos!.

Un saludo desde la lluvia, el frio y el chocolate con leche.

Asier

Máster en nubes dijo...

Driver, gracias, siempre con algo que contar y contarlo bien... en fin, estupendo para la melancolía del domingo por la tarde.

Sunsi, gracias por lo de Ghandi, me encanta.

Pues sí, Pepa, hemos patologizado todo, lo dicen muchos psiquiatras.

Ms. Pepa, mira la petición de Asiero.

Asier: bienvenido y no te meriendes nada, salvo el chocolate, yo estoy con otro calentito... ¿Tú has visto las chapas que meto yo en otros blogs? Por favor, opine Vd. todo lo largo y variado que quiera, faltaría más.

Tema para la frustración: hice cocido, lo congelé, y no debía de haber congelado la sopa con los fideos, no ha funcionado. Mis amigos se lo han comido pero estaba malo. Fracaso, viene bien. Estaba yo muy chulita con lo de la cocina y lo bien que me salía ultimamente: y acabo de aprender que el caldo congela bien, pero los fideos no.