El primer verano que estuve en Beara invité a cuatro sobrinos: José, Javier y Silvia, los tres tenían entre los 14 y los 16 en aquella época; Alberto vino, como siempre que le llamo, en mi ayuda, no llegaría a los 30 todavía.
Mi sobrino Alberto merece un post aparte, ha sido "tutor" de Olimpia, me ha descubierto a Chesterton entre otros autores, es pintor y, gracias a un par de cuadros que tengo suyos, sé que algún día seré muy rica, aunque más bien no, porque nunca los venderé. Pero vayamos al tema, otro día hablo de Alberto.
Llegaron una semana después. Tuve una semana de agradable soledad en la casa aquella, la primera, que luego me dijeron que estaba embrujada. Ya notaba yo algo raro, muy raro. Teníamos restos megalíticos en el jardín, de hecho había una tumba donde descubrí que dormía todas las mañanas al sol (es un decir, hablo de Irlanda) una gata blanca y sin rabo que adopté inmediatamente para horror de mis sobrinos y amigos visitantes: la gata no controlaba esfínteres y no podía evitar cagarse por todas partes, la pobre.
José, Javier y Silvia son primos entre sí. Hjos de primos y primas mías. Para mí son tan sobrinos como los míos propios. El caso es que, tras Tir-Na-Hilan, donde creo que se lo pasaron bien y algo de inglés aprendieron, quieren mucho más a sus madres.
No soy una madre.
Hay muchas diferencias obvias entre una tía y una madre. Pero entre las que no son tan obvias, se encuentran las siguientes: una tía se encarga de la compra, de la cocina y de poner la lavadora y planchar, pero una sola camisa o prenda por día y persona, no más. Lo que significa que el resto del personal tiene que poner la mesa, recoger y fregar los platos por turnos y si echa al cesto de la ropa más de 1 prenda por día no será su tía quien se la planche. Con lo que esto puede conllevar de "ayer lo hice yo", "que no, que hoy no es mi turno". Ambiente divertido siempre. Sana camaradería. Y su tía que, de vez en cuando, montaba la de San Quintín y decía "como discutáis no os vuelvo a traer".
Por referencias -que no por familia- sé que los adolescentes que te pueden tocar en esta vida pueden ser de espanto. Los míos eran de lujo, cinco estrellas: aceptaban tu autoridad sin rechistar, sonreían, se reían, hablaban, te hablaban y te miraban. Y cualquier roce a los cinco minutos estaba olvidado. Una gozada de sobrinos, la verdad. Y aguantaron, además de a una tía con bastante genio, a una gata que se cagaba en cuanto nos descuidábamos: lo dicho, el Sheraton de sobrinos.
Alberto estaba al quite cada dos por tres, es un hombre por encima de roces, que calma con su presencia a las peores fieras, todo siempre está bien, nunca hay problema para nada, tiene siempre la palabra oportuna y toma y se toma a sí mismo el pelo a discreción.
El plan de mis sobrinos era estar unas 5 semanas, el tiempo se pasa volando. Era como el segundo domingo que íbamos a Misa, ya las tenían fichadas. Tendría que estar ciega yo ante semejantes bellezones de niñas. Y no, siempre tengo el ojo bien abierto a cualquier tipo de belleza. Tres y la prima. Pelo largo, una, la más mayor, rubio, las otras más pelirrojas, la prima morenita y de pelo liso. Yo sé bien lo que es pasar necesidad.
Salimos de Misa, "The Lord be with you", "And also with you", "Go in peace", "Let´s thank to God" . Follón a la salida, están rodeadas de familia (allí son todos primos de todos, y todos se llaman O'Sullivan)
Y veo que allí no pasa nada. Nada. "Pues estaban las del otro día" "Sí, sí, ya las he visto" " ¡Qué monas! ¿eh?, Podiais quedar con ellas, ¿no?", no hay reacción, no hacen nada.
"Sí, pero mira ya se van en el coche de su padre". Ranchera de clase media-alta irlandesa, padres con pinta de majos y normalitos. Y de repente, ya en nuestro coche, pienso "o ahora o nunca, que nos plantamos en la tercera semana y aquí no pasa nada".
"Perdonadme, chicos, pero voy a por ellas, que si no me muevo yo, aquí no se mueve nadie". Pito desde mi Xara a la ranchera, le cierro el paso, el tipo debe de pensar que me pasa algo, bajo corriendo y el otro baja la ventanilla alucinado, su mujer al lado todavía más alucinada.
"Buenos días, mi nombre es Aurora, vengo de España, mire, perdone que le moleste, pero tengo tres sobrinos encantadores, buenos chicos, que estarían muy contentos de conocer a sus chicas, que son muy monas. Yo creo que para qué nos vamos a andar con rodeos. Que se intercambien los móviles ellos. ¿No le parece?"
Mi coche era un hervidero de "No, no, tía, no", "Qué vergüenza, qué horror, lo está haciendo, es que no puede callarse". Alberto, en cambio, se moría de risa.
Miro a Kate a los ojos, un segundito nada más. La mayor. Una mujer a los 16-17 años sabe ya muy bien qué quiere. "Papá, perdona, pero si te parece bien me bajo e intercambiamos los teléfonos". En tres minutos estaba todo arreglado no sin muchas risas y excitación.
Pasaron otras tres semanas conmigo. Y las pasaron mucho mejor. Pero mucho, mucho mejor. Hubo un poquito más de lío de subirles, bajarles, y ahora dónde están, y si hacemos o no hacemos plan, media hora al teléfono para que luego no sepamos qué hacer, etc. Pero fue mucho mejor para todos, para mí también. Los chicos con las chicas. Creo que luego han seguido en contacto a través del messenguer o esas cosas que yo no manejo.
Javier, tan serio y a la vez con tanto sentido del humor, tan buen lector, tan bueno en general y en particular.
José, esos ojos verdes, que luego ha vuelto a Irlanda para trabajar con la Madre Teresa.
Silvia, morena, lista y a veces tan silenciosa. La mayor, algo que marca.
Espero que siempre recéis por vuestra tía, que algún Ave María me caiga. Aunque os riñera de vez en cuando. Más bien de cuando en vez.
5 comentarios:
La familia, el único lugar donde te quieren por lo que eres, no por lo que tienes (JPII)
Pocos asuntos en la vida más placenteros, hogareños, verdaderos, ciertos que la familia.
Sí, pocos lugares tan estables... como la familia... donde te quieren por lo que eres... y a pesar de lo que eres. Que se vuelven a encontrar contigo desde el olvido, para que no te acobardes por lo ocurrido, por lo que un día te salió tan mal.
Familia, que es donde siempre retorna la sonrisa y el olvido después de la tormenta. En los demás sitios... si hay tormenta... nadie vuelve a sonreir como si nada. Salvo si tienes amigos... ellos también sonríen a pesar de los pesares.
Ana.
Joe, qué alegría volver de Misa y ver vuestros comentarios.
Sí, querernos por lo que somos... y a pesar o precisamente por cómo somos ... a veces. Unos pelmazos, de un tipo o de otro, es la gran característica común a la humanidad que nos hermana, además de ser Hijos de Dios: todos podemos ser unos pelmazos a veces, por temporadas, a las 7 o a las 9 de la noche, con horas intensivas o sóloa tiempo parcial.
Y como si nada: te quieren. Te perdonan. Te entienden o, si no te entienden, te quieren directamente. No hace falta más.
Ana: siempre brazos abiertos, con amigos y familia. Lee lo del Perete de Driver -no sé ya dónde lo dejó- y lo de que a los amigos se les quiere también en sus errores. Para no quererlos hay ya otra gente.
Pa'lante siempre, Anita. La gente nos podemos tirar trastos a la cabeza, meter la pata hasta el corvejón, lo que sea. Da igual.
Quererse. Qué fácil y qué difícil a la vez. No hace falta más. A mí no me hace falta más, la verdad.
Lujo de comentaristas. Con Dios, a por el aperitivo que es Domingo.
Aurora, querida, eres genial. Fantástico eso de bajarte del coche y espetarle a ese señor: "Mire, lo mejor es ir al grano..."
Esa transparencia no significa falta de respto y de discreción. Lo malo es que hoy hay mucha gente indiscreta y opaca...
No estoy especialmente orgullosa de nada en mi vida, menos estos días. Muchas gracias en cualquier caso, necesito la voz de un amigo como tú.
Transparencia, discreción, opacidad. Pensaré en todo ello. Creo que soy transparente, que no soy discreta y desde luego que no opaca. Siempre puedo aprender, muchas gracias.
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