Bitácora de Aurora Pimentel Igea. Crónicas de la vida diaria, lecturas y cine, campo y lo que pasa. Relatos y cuentos de vez en cuando.

martes, 7 de febrero de 2012

Mandy, Bienestar y Belleza. Cap. 1 Cambio de trabajo


Falta apenas una hora para la inauguración y estoy hecha un flan, vaya nervios. Vuelvo a revisar todo en el centro, ese negocio por el que tanto he trabajado y en el que he volcado toda mi ilusión hasta ponerlo en marcha, mi sueño.  En orden el recibidor y la sala de espera, el cóctel de bienvenida listo mientras un par de camareros trajinan en la pequeña cocina del fondo a la izquierda. Las tres habitaciones destinadas a tratamientos de cara o cuerpo con los aparatos recién comprados, con sus camillas tan confortables, todo en blanco inmaculado, resplandeciente. A la gente le gusta la limpieza, y al final el blanco es el mejor color. Reúne pulcritud, elegancia y sensación de descanso, justo lo que pretendo.  

Luego la iluminación, me he gastado mucho dinero en ella porque creo que es importante el modo de poder dar luz o quitarla, incluso que ésta pueda adquirir un color, una tonalidad verde, azul o rosa proporcionando distintos ambientes. Todos los focos son, además, graduables. Permiten desde la casi penumbra hasta un sol radiante, como si tuviéramos luz natural, algo que en este local, un bajo con dos sótanos, sin ventanas ni huecos apenas, parecía impensable hace unos meses.

Me decoraron el centro con plantas artificiales, verde en abundancia, por todas partes orquídeas, flores tropicales y helechos falsos que dan color, pero de los que no hay que ocuparse, ni regarlos ni podarlos. Siempre estarán ahí, perfectos.

He cuidado también del olor y escogido el mejor aroma: pequeñas piedras de ámbar envueltas en papel de seda colocadas cerca de los radiadores. Así desprenden una fragancia que te envuelve, un perfume intenso y a la vez discreto.

Para rematar hemos instalado unas fuentes de agua que cae y corre por unos canales en todo el pasillo, a ras del suelo. El rumor de ésta, tan relajante, junto con la música de fondo, que se oye también en todo el centro, suave y sin estridencias, acaban por dar ese tono que quiero para mi negocio y casan bien con el lema de mi establecimiento, ese eslogan  que me sugirió Juanjo, un buen amigo y cliente, publicitario:
“Mandy, Bienestar y Belleza”

Ay, qué nervios tengo ya por la inauguración de este centro. ¿Llegarán muchos o pocos? ¿Vendrán solo los del barrio o de la ciudad entera? ¡Qué ganas de que todo empiece de una vez, qué ganas tengo!

Me voy acercando a los cuarenta años, una edad más que suficiente para abandonar en lo que estoy desde los diecinueve. Tras un tiempo de darle vueltas, se lo comenté primero a Pablo, el hombre en el que más confío en cuanto a apoyo. No por nada, es que él es el más fijo, el permanente, todos los jueves por la tarde viene. Llevamos juntos desde 2007 y me ha cogido cariño. Yo sé que le venía rondando la idea esa de que yo me retirase y me dedicase sólo a él y a nadie más. De hecho, me lo comentó varias veces, me tentó con lo de una tienda.

(El relato entero de "Mandy, Bienestar y Belleza", 1 de la Serie "Clasificados", está aquí si lo quieres...)

3 comentarios:

lolo dijo...

Recibo con alegría este relatop tan nuevo y tan blanco. A ver, a ver...

Gracias por colgarlo, Aurora.

lolo dijo...

*relato...

Anónimo dijo...

Comenté en el escrito 7 y he vuelto a donde debía, este primer capítulo.Me parece ameno. Voy a por el segundo.