Bitácora de Aurora Pimentel Igea. Crónicas de la vida diaria, lecturas y cine, campo y lo que pasa. Relatos y cuentos de vez en cuando.

lunes, 14 de septiembre de 2009

Hasta



Hasta que aprendes a hacerte invisible para que no te vean cuando no interesa, es decir, cuando dormimos o estamos cansados o en nuestras cosas, pasa un poco de tiempo. Hay que ser discretos o incluso familiares, formar parte de lo que la gente no ve ni mira o, al contrario, de lo que ve y reconoce como parte del sitio y les hace sentir cómodos.

Por ejemplo, si duermes como hace el huérfano de Jaén en la tienda de caballeros de Cristobal, hay que saludar a los que pasan, hacerte amigo de los porteros vecinos. En este caso el dueño es un hombre bueno, y,  pese a los precios de lo que allí vende, todo gente de mucho dinero, no le parece mal que él se refugie cuando tiene necesidad. Luego le pide que deje libre el paso y quite sus cosas cuando vienen los señores a comprar.

En otros, en las casas abandonadas o medio destruídas, conviene también no armarla de cada vez si no quieres llamar la atención, la de los vecinos o la de otros que te pueden acabar quitando el sitio, o venirse a donde estás tú y llenarse aquello de gente, y seguro que entonces hay pelea. Ahí se impone el silencio casi, nada de atraer la atención, como si por allí no hubiera nadie. Claro que es difícil a veces, acabas por creerte que estás en tu casa y que de allí no te va a mover nadie.

Otras veces, cuando ya no pedimos porque no se puede estar todo el día con la mano extendida, nos sentamos a jugar a las cartas en algún lado, nos echamos la siesta o hablamos, también algunos leemos, y entonces estamos de descanso. No vamos a pedir a quien se acerca, no estamos ya trabajando, pero tampoco conviene que te vean mucho desocupado, porque en nosotros el descanso de pedir parece raro, es como si tuviésemos que estar todo el rato esperando la moneda,  y si no pues como que qué hacemos ahí.

5 comentarios:

Capitán dijo...

"Hasta ser parte del paisaje", no recuerdo en que novela leí esta expresión, pero tu post me lo ha recordado inmediatamente.

Un abrazo

Fcº Javier Barbadillo Salgado dijo...

La invisibilidad es una cualidad intrínseca de la marginalidad.

Unas veces porque les conviene a los marginados. Otras, las más, porque nos conviene a los que no queremos ver esa marginalidad.

Gracias, Aurora, por hacerlos presentes en nuestras conciencias.

Un abrazo.

Javier Sánchez Menéndez dijo...

Buen regreso y mejor entrada.

Un saludo, afectuoso.

lolo dijo...

También descansan, claro, no van a estar todo el rato esperando la moneda...

Madre mía lo que me haces pensar Máster.

Y cómo estas trabajando, se nota desde aquí. Venga, ánimo.

Máster en nubes dijo...

Seguro que yo lo he leído también y se me quedó y la expresión de alguien que pide sería otra, mira tú, lo voy a cambiar, Capitán, gracias.

Javier, hoy casi todo es invisible salvo Belén Esteban. Acabo de llegar a casa de mi madre antes de emprender nuevamente un viaje-en la mía la televisión se rompe a la media hora, es algo estupendo salvo por Men in trees que me la pierdo- y no doy crédito: ¿pero esto es lo que "echan" en la tele? Por Dios bendito, qué país... Gracias por venir y comentar

Javier, a la espera de tu contestación quedo, cuando buenamente puedas.

Lolo, sí, curro y viajes más que nada, mucho movimiento, pero los viajes, los trenes, el coche y los aeropuertos dan para pensar algo, es lo (único) bueno del tema transporte (y ver a los amigos luego, por supuesto)