Bitácora de Aurora Pimentel Igea. Crónicas de la vida diaria, lecturas y cine, campo y lo que pasa. Relatos y cuentos de vez en cuando.

domingo, 13 de septiembre de 2009

Hacia


Hacia las diez y media o así, cuando ya hemos desayunado, nos ponemos en marcha para hacer algo hasta el mediodía. La gente piensa que estamos todo el día pidiendo o mano sobre mano, pero no es así. Vamos a comprar algo para luego, visitamos a alguien, nos damos una vuelta por el barrio, algunos hacemos algún recado. Madrid es grande y hay que organizarse bien.

Cantinflas, Mario, decía siempre que se nos tiene que ver bien y luego que no ver casi, dependiendo del momento del día, de lo que queramos.

A él, para que le vieran, y porque le gustaban estas cosas, se hizo un disfraz como el Cantinflas del cine, igualito que él estaba, como además se llamaba Mario, pues le iba. Se acompañaba de un carrito del Día con un muñeco en la cabecera del carro que ató, que crucificó, los brazos y las piernas extendidas le puso al Topo Gigio ese, una especie de ratón que salía en la televisión de hace muchos años y que encontró en la basura. Así se sabía que era su carro y además gustaba más a la gente.

Allí llevaba sus cosas y con él hacía el número de Cantinflas al que se le iban cayendo los pantalones mientras empujaba el carro. Atraía a los niños que se quedaban mirándole siempre y, con ellos, a las mujeres que suelen ir detrás de los niños. Y es que las mujeres, cuanto más mayores además, mejor, parece más fácil que den algo. Y si él les decía algo agradable pero chistoso, y ellas no eran muy serias y tenían posibles, las tenía aseguradas con la gracia esa, algo acababa cayendo.

Que conste que en esto del pedir ser mujer a veces es una ventaja, da más pena y movemos más a que nos den. Otras, son los hombres los que inspiran mayor lástima, es como si diera vergüenza verlos, aunque también se puede pensar que ellos pueden trabajar en otra cosa, que son todos unos vagos.

Yo, la verdad, creo que nos acaban dando igual, salvo si los que piden son jovenes, que entonces la gente cree que podían estar ganándose el dinero de otra manera y les dan menos o nada. Pero cuando ya eres mayor, seamos hombres o mujeres, por pena, con sospecha o hasta con reproche, porque hay más mujeres que dan y los hombres suelen dar menos, pero somos más mujeres que hombres las que pedimos, no sé qué pasa pero al final algo te dan, siempre eso, que tengas una edad.

3 comentarios:

Capitán dijo...

Al final la vida tiene siempre sus rutinas, en cualquier circunstancias, y tus Preposiciones lo están reflejando fantásticamente bien.

Un saludo

lolo dijo...

Aún sigo pensando lo cerca y lo fácil que es estar a ese lado...

Aún es adverbio, no?

Máster en nubes dijo...

Gracias Capitán, a ver si lo cierro que creo que aburro hasta las ovejas a veces, un abrazo y gracias por leer.

Sí, Lolo, por lo que sé veo que cruzar de un lado al otro no es tan difícil. Y sí, aún es adverbio.