Bitácora de Aurora Pimentel Igea. Crónicas de la vida diaria, lecturas y cine, campo y lo que pasa. Relatos y cuentos de vez en cuando.

viernes, 3 de julio de 2009

El backstage y Margot


"Perdona, Margot".

El humo del eterno cigarrillo de Jesús se había acabado por meter en los pulmones de la modelo. Lagrimeaban sus ojos verdes y Margot dejó por un momento de mirar a la nada. Se estremecía al toser, toda huesos, el pecho breve, la cadera escurrida. Daban ganas de darla un bocadillo en vez de un beso.

Siguió fumando el diseñador sin inmutarse, sorbiéndose de continuo la nariz, descontento todavía con el resultado. Dejó el cigarro nervioso y volvió a la tarea de colocar ese pliegue que se le resistía con más alfileres, ajustando la tela al cuerpo largo y escaso de la modelo. Todos en silencio, sólo ella seguía con su tosecilla ya leve intentando no molestar.

Hacía un calor de mil demonios ese septiembre en Madrid y además el aire acondicionado se había roto. Quedaban cuatro días para Cibeles, días de no dormir manteniendo el tipo. Eufóricos algunos, histéricos y agotados la mayoría. Pero todo el equipo allí aunque no se les necesitase, por si acaso.

Siempre era lo mismo, al final el grueso de la colección se acababa haciendo en la última semana a contrareloj. Habían intentado trabajar de otra forma y varios años, recién pasado el agobio de la pasarela, discutieron cómo meter en cintura a Jesús para que la próxima vez no pasara igual. Luego se terminó por aceptar que no había nada que hacer, como en tantas otras cosas.

Cambiaba el equipo, nadie duraba mucho. Sólo algunas mujeres del taller que seguían con la esperanza puesta en la jubilación, las únicas a las que se les pagaba las horas extras de esa maraton bianual. Abandonaban cada poco tiempo también los diversos industriales que fabricaron la colección hartos de que el diseñador no cumpliera jamás los plazos, no entregara ni los escandallos y fuera de divo y de víctima a la vez.

Jesús era cada vez más una marca de perfumes y otras licencias. La ropa unas veces se llegaba a hacer y a comercializar, otras no. Sólo se mantenía firme el taller con la alta costura y los vestidos de novias, lo más rentable. La pasarela era ese momento teatral y necesario para el ego, también para poder salir en los medios. Así se vendían perfumes, se vestía a cuatro famosas y del taller salían preciosos vestidos de novias como hadas en ocres, beiges y hueso que acababan durando más que los matrimonios. No había más trastienda, un backstage al final bastante vacío.

Sonó el teléfono y alguien lo cogió al otro extremo del piso, un rumor de pasos presurosos y apareció Marisa por la puerta. “Jesús, que te pongas, que es Tita y quiere hablar contigo personalmente”. Salió con cara de cabreo y todos se tomaron un respiro.

Margot se sentó un rato, bebió agua con ganas y volvió a dejar los ojos fijos en un punto desconocido.

Luis la volvió a mirar de nuevo, tan escuálida, con ese aire entre desvalido y extraño, a veces hasta inquietante que tienen al natural algunas modelos de pasarela.

La imaginó comiéndose una tortilla de patatas, un chuletón, algo que la rellenase clavículas y muslos, esos delgadísimos brazos. Una Margot sorprendentemente hambrienta y luego satisfecha, felizmente harta. Sin esa cara de cansancio o de permanente aburrimiento de las interminables pruebas de cada colección.

Ser una de las modelos sobre las cuales creaba algunas prendas el diseñador no era ningún chollo. Sí, salía al final del desfile a saludar con las demás y se la dejaba estar muy cerca del dios moqueante, totalmente transformada por el maquillaje, la ropa y el engañoso encanto de la pasarela. Pero a Luis esa Margot no le decía nada, le daba todavía más repelús que la frágil.

Margot ligeramente oronda, mal vestida, incluso algo vulgar, sin esa manicura y pedicura impecables que se las exigía para cualquier desfile. Pero también sin el ipod eterno al que se colgaba en las largas esperas o esa ropa estudiadamente descuidada de las modelos. Y sobre todo sin ese coñazo de novio con esa cara también de inapetente, tan falto de entusiasmo, tan triste, que la acompañaba a veces sin mucho convencimiento.

Luis lo sabía. Era lo malo de ser el único de la oficina y del taller al que le seguían gustando las mujeres más allá de la cuestión estética o como simple objeto de contemplación o hasta de envidia. Quizás lo bueno de ser el único que las miraba todavía con algo parecido al hambre.

Había pasado hace años los primeros meses de fascinación, luego algunos buenos y malos ratos por trabajar tan cerca de tanta chica desnuda, joven y sola. Superada la fase de indiferencia por saturación que le tuvo un tanto preocupado, a Luis le acabaron por poner las mujeres gordas y un pelín dejadas de verdad, no como resultado de largas horas de espejo.

Y así se imaginaba a Margot en sus mejores sueños, habitualmente despierto. Era una forma de matar el tiempo y abstraerse del ambiente tenso de supuesta creación artística de las pruebas y traerle a la realidad de la irrealidad. También lo hacía en el fitting final y en algunas sesiones de fotos.

Margot cocinando un poco despeinada, comiendo luego con ansia, hasta un poco celulítica sonriendo. Y por supuesto en la cama sin ninguna pinta de aburrirse ni de necesitar el ipod para nada, ni siquiera el espejo.

Y con los ojos de olivo exactamente iguales y mirándole a él, no suspendidos en la nada.

Foto: Vestido de cocktail de la colección de primavera - verano 2009 de Angel Schlesser.

8 comentarios:

María dijo...

Muchas (por no decir todas) las modelos de pasarela parecen auténticos espíritus... parecen tan frágiles, tan ausentes.

Me ha gustado mucho, Aurora. Me gusta cómo escribes y cómo describes, cómo manejas los detalles.

Buen fin de semana!

Javier Sánchez Menéndez dijo...

Calamaro, tabaco, y mucha hipocresía.

La modelo es terror, terror vacui.

Un fuerte abrazo.

sunsi dijo...

Ficción demasiado parecida a la realidad, Aurora. Por desgracia.

Últimamente me asusto cuando leo cosas que he pensado... un día antes. Lo que tú escribes eran mis pensamientos de ayer. La orilla del mar, cual pasarela, desfile de la delgadez buscada y nunca saciada. Más delgada, todavía más. ¿Por qué será que a las entraditas en carnes se las ve más sonrientes, más charlatanas, más animadas...? ¿Será porque comen lo que tienen que comer y se dan un capricho de chocolate de cuando en cuando?.

El mundo de la pasarela me da terror... Lo estoy empezando a vivir de cerca... en masculino. No es forma de vivir...

Un abrazo guapa. Has rematado la jugada.

Montse Viver dijo...

No sé, pero me da la sensación que conoces este extraño mundo de la moda muy a fondo, quizá has sido modelo, diseñadora o simplemente lo has conocido por otros motivos.
Un mundo exterior, de apariencia sólo, inexpresivo, de mercancia a la venta, de vacio, de nada..
Me ha encantado la descripción de los "vestidos-hada en ocres, beiges y hueso, que duran más que los matrimonios", y la del ambiente sórdido del trabajo a destajo, con humareda de cigarrillos nerviosos: un horror casi infernal!

Antonio Azuaga dijo...

Muy buen relato, Aurora, como es tu costumbre, que me ha traído a Kant a la memoria: la fórmula de ese imperativo categórico, esa orden moral fundamental que tan olvidada está en nuestros días: “obra de modo que consideres, tanto tu persona como la de cualquier otro, siempre como un fin y nunca como un medio”. Riguroso y exacto, ¿verdad? Justo lo contrario de lo que hoy se hace. Porque la persona, sea en la moda, en el cine, en el comercio, en el trabajo, en el amor, en el negocio… en donde quiera que imaginar podamos, no es casi nunca “fin” de la acción de los otros, sino “medio o instrumento” para otros fines. Nos tratamos como “cosas” que nos permiten llegar a otras “cosas”. Lo que cada uno siente, sufre, sueña o anhela pesa poco, nada si no consiente alcanzar algún “rendimiento” en la valoración real del mundo que vivimos.

Kant y yo te aplaudimos la palabra. Porque estos hombres de hogaño, que tan orgullosos dicen sentirse de la libertad ganada, han hecho de si mismos un almacén de mercancías: cosas que se venden y se compran, se pisan o destruyen, según dicten las leyes del mercado.

Besos.

Máster en nubes dijo...

Pues sí, Rocío, aunque las hay "saludables" también. Me alegro de que te guste, fin de semana estupendo el tuyo, espero...

Javier, el vacío siempre está fuera, en lo de fuera, nunca si se mira en el interior tengo la impresión. Un abrazo.

Sunsi, hay de todo ¡eh? hay gente con sentido común que se gana la vida total o parcialmente en estas cosas y tiene la habilidad de estar centrada (o centrado ;-). Gracias por leer y comentar.

Montse, sí, trabajé hace tiempo, primero en promoción comercial, ferias, etc., luego de gerente con un diseñador, y ahora tengo buenas amigas y conocidas en el "sector" y afines ... Algunas cosas de "la moda" me gustan mucho, otras nada. Gracias por venir y me alegro de que te guste.

Gracias Antonio, y me alegro de que te guste. Pues sí, lo de ser medio en el trabajo es bastante fácil, en moda y en otras cosas. Y hay sitios peores, por ejemplo, televisión ;-)

Un abrazo a todos y gracias por leer y comentar

Aurora

P dijo...

Este es AQUEL vestido...?

Máster en nubes dijo...

Sí, pero qué lista eres, y ya sabes, a tu disposición, que hay que amortizarlo (y por el Boalo entre las vacas no pega mucho ir así vestida ;-)