Bitácora de Aurora Pimentel Igea. Crónicas de la vida diaria, lecturas y cine, campo y lo que pasa. Relatos y cuentos de vez en cuando.

viernes, 26 de diciembre de 2014

"Y ENTONCES ME DIO POR ASESINAR"- CUENTO DE NAVIDAD: Capítulo 4. Manos a la obra, primer asesinato: la mosquita muerta (26 de diciembre de 2012)

"Como te decía, una vez decidido el perfil general de víctima -mucha maldad,  estupidez y total falta de contacto con mi persona-, mi primera intención fue, lógicamente, documentarme bien, investigar, pedir consejo a posibles expertos en lo de matar, buscar el método o métodos más apropiados para asesinar.

De hecho, comencé con la bibliografía. Me acerqué a Lé, una librería estupenda de la que soy habitual, cerquita de casa, y compré un buen cargamento, como suelo hacer, miedo me doy. Lo de documentarme para asesinar era, es cierto, una disculpa más, y hasta el momento inédita y desconocida en eso de comprar libros, que no puedo tener más, tengo el apartamento a reventar.

Llegué con la Visa temblando a casa y extendí los libros en la cama, un batiburrillo de títulos, desde Agatha Christie a PD James y muchos más. Entonces, tras arrepentirme por lo mucho que acababa de gastar, me puse de nuevo a pensar. Tengo mucha facilidad para irme por las ramas, para divagar sin centrarme, como te habrás dado cuenta…”


Sonríe la chica pero no dice nada, sigo relatándole.

“Soy una mujer de acción, y aunque me gusta mucho hacer planes, imaginar, no dedico mucho tiempo a la planificación, al procedimiento. La práctica de lo que sea me parece fundamental. Así que el mismo día de San Esteban me dije que nones, que así, documentándome y elaborando un método o un plan, iba a perder demasiado tiempo, y que a asesinar se aprende en gerundio, o sea, asesinando. Otra cosa era leer para entretenerme. Todos aquellos libros los iba a aprovechar bien para mi ocio, pero nada más. Decidí aquel día 26 que primero manos a la obra, que luego ya rectificaría e iría perfeccionando el método en su caso. Además no tenía nada que perder, la verdad, nada…”

“Entonces, Nuria, perdóname, pero, ¿empezaste a matar así?, ¿sin saber nada de nada de cómo matar?, ¿sin método, sin plan?, ¿sin saber de venenos, de armas, de nada…? ¿siendo una completa aficionada, una total ignorante sobre matar?, ¿casi por casualidad? …“

Noto cierto retintín en la pregunta sobre la técnica del matar. Tiene sentido del humor esta chica, algo especialmente importante incluso en quien te puede llegar a defender ante un tribunal. ¡Y dale! Estoy empeñada, sigo imaginándomela así, como en una serie de televisión americana. Sólo falta que presida el honorable juez tal, que siempre es negro, no sé por qué. 

Venga, Nuria, sigue, que te pierdes…

“Bueno, vamos a ver… Lo único que tuve claro ese día de hace un año que toman canelones en Cataluña –yo también, soy de ascendencia catalana-, es que mi primera víctima tenía que ser una mujer. Eso sí lo tuve claro ese mismo día…”

“…¿Cómo una mujer?, pero… ¿por qué una mujer?...” me pregunta sorprendida.

“Precisamente porque me horroriza caer en cualquier tipo de sectarismo. Y puede pasar que, al ser una mujer, te sea relativamente fácil hacerlo en esa especie de corporativismo femenino tribal que hay, como hay otros muchos. Algo que se lleva hoy en especial. No hay más que ver la tele, leer las revistas femeninas o escuchar a las petardas que esgrimen las loas de “género” y mil chorradas más. Y no, ni de broma. Tanto la maldad fetén, como la estupidez a conciencia, están bien repartidas entre los dos sexos. Mira tú, ahí sí que hay auténtica paridad.

En fin, que la primera víctima tenía que ser una mujer bien mala y bien estúpida entre las muchas que te puedes encontrar. Y que yo no conociera, claro, que luego las puedo llegar a coger cariño y eso me podía impedir matar. Y entre ellas, eso es lo que pensé aquel día 26 de diciembre entre canelón y canelón, mientras los rellenaba y hacía la bechamel, el concreto perfil de mosquita muerta  me pareció el ideal para empezar a matar. Hasta el propio nombre lo decía, mosquita muerta, luego hay que liquidarlas. A mí es que cocinar me da siempre buenas ideas...”

La chica está descolocada, no ha oído esto en su vida. Creerá casi seguro en la bondad femenina per se y por decreto ley o naturaleza, es igual. Posiblemente confiará en la bondad humana además. Y luego, será partidaria de otros tipos de paridad distintos al que yo le acabo de especificar. No habría leído la Cenicienta ni la Bella Durmiente, porque los cuentos tradicionales están de capa caída y se consideran sexistas, políticamente incorrectos, como dicen ahora. Pero otros muchos cuentos y doctrinas sí que seguirá a pies juntillas y se los creerá, con una fe laica, claro, pero se los creerá.

“Nuria… perdona, ¿podrías ser más clara? ¿mosquita muerta dices? Es que me he perdido de nuevo…“

La pobre tiene el cuadernito abierto y lleno de tachones, con esa letra tan bonita, como antigua, de colegio de monjas. Y la entiendo. No es su culpa, es la mía, que no hago más que hablar y dar vueltas. Así no hay caso ni nadie que pueda redactar.

“Mira, ¿te acuerdas de la película de Mogambo?” Es una pregunta inútil, sé la respuesta. Con la edad que calculo que tiene, habrá llegado con suerte a la saga de la Guerra de las Galaxias y ET. Le explico el argumento ante su silencio.

Clark Gable, guía en África, duda entre el pedazo de mujer que interpreta Ava Gardner y la otra, la del “sí pero no, pero yo soy decente, pero yo soy buena, y quisiera, aunque con mi marido al lado, pues no me atrevo, ay. Pero que te miro ahora, Clark, … y ahora te dejo de mirar, si y no, soy buena, soy decente, pero…”.

La interpreta Grace Kelly, muy guapa también, pero es eso: un pedazo de mosquita muerta que le marea al Gable desde que aparece hasta que se va. Cuando desde el principio está visto que Ava, una mujer “con pasado”, como se decía antes, pero muchas menos tonterías, era alguien cien veces más de fiar. Pero bueno, los guionistas sabían bien lo que escribían.  Por eso gustaba tanto, era la vida de verdad, como es. La mosquita muerta causa estragos allá donde va, y, entre el elemento masculino, mucho más…”

Veo que asiente la chica como si se enterase. Sigo explicándole por si acaso.

“Yo desde siempre he pensado que hay muchos tipos de mosquitas muertas que hacen mucho mal. Y mi decisión de asesinar tomada el día de Navidad de 2011 encajaba a la perfección con ese odio mío visceral hacia ese tipo de mujer. Y es que cuando te encuentras con alguna mosquita muerta te das cuenta de lo que puede pasar. Van a menudo de “todo el mundo es bueno y yo la que más”, pero bien que las hacen y a la chita callando. Se disfrazan de fraternidad universal, ya sea cristiana, agnóstica, budista o de new age. Son políticamente correctas, tranquilas palomas, tiernas y devotas amantes de la humanidad, humildes como violetas en apariencia, pero es una pose, nada más. Hasta van de tolerantes, otro barniz hoy muy habitual. Pero luego no pueden soportar que tú te niegues a cantar el “We’re the world, we’re the children” de Michael Jackson con ellas, en corrillo y de la manita, la, la, la. Simplemente porque no te lo crees y con ruedas de molino te niegas a comulgar…"

No entiendo a qué viene este odio que siento, no lo puedo ni explicar. Estoy furiosa, desatada, no puedo parar de la rabia que siento... ¿De dónde este odio ancestral a la mosquita muerta? Pero me interrumpe la chica “Y, según has declarado ya, elegiste a Marian Zapico del Real, la del programa de radio…. Oye, Nuria,  ¿fue premeditado o se te ocurrió sin más?…”

“Fue por pura casualidad, esa es la verdad. Me la encontré de sopetón en un ascensor la noche del 27 de diciembre del 2011, la víspera de los Santos Inocentes. Y no iba a dejar pasar la ocasión. No la conocía personalmente, pero tenía unas referencias horrorosas suyas, de lo peor…

Yo había coincidido con Marian Zapico a mediados de los 80 en la televisión. Ella comenzaba allí, como comenzaba yo. Afortunadamente no la traté nunca directamente, ni trabajé con ella luego, una carrera imparable ha llevado, como sabrás. Rubia, aparentemente delicada, con cara de no haber roto un plato jamás. Si te acuerdas, tuvo un programa de amor en la radio a las tantas de la madrugada hace un par de años o así. Parecía siempre que adoraba a sus oyentes y luego  maltrataba a su equipo, se reía a micrófono cerrado de los que le contaban sus penas. Era mala de verdad”. 
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Cuento de Navidad por entregas en este blog, cada día (salvo uno) un capítulo, hasta el 6 de enero. 
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