El miedo al matón es lógico. Puede darnos una bofetada. Hasta es posible que, muy pequeños, mirásemos a otra parte intentando pasar desapercibidos. O es posible que no, que diésemos la cara.
Una sociedad adulta no puede vivir amparando a los matones, cediendo a sus chantajes, minimizándolos, ni siquiera haciendo como que no se ha enterado. Digo adulta, no infantil o cobarde.
Pero los matones son hoy glorificados, disculpados y, hasta algunos, los peores, se sientan en las instituciones dándonos lecciones de paz y diálogo.
Nada se soluciona quemando contenedores o cajeros. No habrá menos corrupción porque cuatro o cuatrocientos salgan a la calle a montarla. No habrá niguna ley que valga si nos la saltamos. Y no es disculpa que "otros" se la salten, ni vale hace la demagogia barata de que "ellos" o "los otros" fueron antes.
Mirar con simpatía o justificar esos comportamientos es el principio del caos.
Pero hoy se lleva la ética del matón y, en consecuencia, la ética del cobarde.
3 comentarios:
Totalmente de acuerdo contigo. Hoy lo único que tienes que hacer para ser respetado y salirte con la tuya, es dar miedo.
Eso cada vez más gente lo está aprendiendo y lo ve y el futuro se intuye muy oscuro.
Besazo
Siento un rechazo y un desdén innato hacia todas las masas vociferantes. Entre el Derecho y los sans-culottes, aunque sean de pega, tengo muy clara mi elección.
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