
Misa de domingo en una de sus iglesias dedicada a la Santa. Aquí es simplemente la Santa, no hace falta dar más señas.
Una joven alta comulga con un niño de un mes en sus brazos que no sostiene todavía la cabeza y a ratos gorjea. Se enternece una forastera al verles y a la salida se acerca.
"Qué rico...".
Esboza un leve gesto de rozar su manita, una caricia de lejos.
La madre pega un respingo, se gira en seco y le dice cortante "No se toca."
Esta es Pétrea, la ciudad gris amurallada. Bendita sea siempre la intemperie de su campo siempre más calida que alguna de sus gentes.
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