Mi familia son mis padres, mis dos hermanos y mi hermana. De los habitantes de Padre Damián la mitad viven ya donde dicen que hay muchas moradas pero, a Dios gracias, ninguna mudanza más. Forman parte de ella quienes no están unidas por la sangre y están ahí, ayudando siempre como hermanas. También mis dos sobrinos carnales, beso y beso (uno es mi ahijado).
Tengo una familia más amplia con cuatro abuelos, tres tíos y una tía fallecidos antes de los veinte años, los hermanos de mi madre, los de mi padre y con quienes se casaron, y una tía monja de clausura en la Toscana (gracias a ella seguimos adelante, es casi centenaria).
Mi familia cuenta con innumerables primos por ambos lados. Risas, juegos, veranos, Navidades, bodas, hijos, trabajos, antes conferencias telefónicas y telegramas, ahora skype y móviles, y, cuando nos vemos, algún “Y tú … ¿de quién eres?” combinado en su caso con un “Y tú… ¿quién eres?” Es lo que tienen los dos árboles que me cobijan, que son muy grandes.
Mi familia son casas puestas con mucho cariño donde nunca falta un plato y una cama para los invitados, se saca de dónde sea. De Valladolid o Zaragoza pasando por el País Vasco a Madrid, luego extendiéndose por España, y hasta en Nueva York, Alemania o Reino Unido tenemos ahora a alguien.
En mi familia hay incontables alegrías y no pocas dificultades, problemas serios, también enfermedades, roces, porque nunca faltan, y desde luego que lágrimas. Hasta negra oscuridad que parece que todo lo traga, para acabar siempre con una luz amable: fortaleza, esperanza y amor a prueba de bombas nucleares.
Mi familia son ojos azules, verdes o pardos, algún pelirrojo, muchos rubios, otros morenos, es muy variado. Contamos hasta con calvos, con gordos y muy flacos, con ancianos, con bebés de pecho, con niños, adolescentes, jóvenes, treintañeros, cuarentones, cincuentones y sesentones, con amas de casa y médicos, con profesores, enfermeras o militares, con guardias civiles, ingenieros, abogados, empresarios, y, por supuesto, personas a la búsqueda de trabajo (todo esto de ambos géneros, nosotros no declinamos). Y con gente muy rara que no se sabe muy bien lo que estudia o hace.
Mi familia son los que estamos aquí y los que ya están en la montaña gozando de un merecido descanso. Aunque en algunos casos va a ser difícil incluso en presencia del Padre y de los ángeles. “¿Qué más puedo hacer yo ahora por quienes dejo abajo?...” Pues esto y luego lo otro: una caricia de mujer, de madre y abuela, de hermana. Y otra, y otra, y otra desde lo alto.
En mi familia hay personas de las que no sería justo decir que son o que fueron buenas, como señaló alguien. Para ellas no hay palabras, solo abrazos.
Mi familia es definitivamente algo muy importante: cálido amparo y ejemplo callado.