Bitácora de Aurora Pimentel Igea. Crónicas de la vida diaria, lecturas y cine, campo y lo que pasa. Relatos y cuentos de vez en cuando.

viernes, 26 de octubre de 2018

Templando


Como con mis mejores amigas del colegio. He aprovechado que tenía esta tarde una presentación de un libro para que esa comida que tenemos sea este jueves. Aprovechamos también que mi marido tiene trabajo en Madrid y, de paso, quedamos con A. a cenar, los hijos son hijos siempre, aunque no lo sean.

Hace un sol espléndido y comemos fuera. Me llevan luego en coche por Serrano con tanta gente elegante, tantos escaparates y esos edificios imponentes. Oigo misa en Gran Vía –más, más edificios imponentes- y voy andando con calma y mucho tiempo Fuencarral arriba, otro tipo de público. Madrid es esto. Y más, desde luego.

Una se adapta rápido a vivir alejada y (supuestamente, ja, ilusa) sin ruido. Pero sé que hay algo que no es nada bueno en ese sentirse extraña(da) y ajena.

Es jueves y se expone el Santísimo en muchas iglesias. Me decía mi madre que una de las cosas que más le emocionaban de París era la basílica del Sagrado Corazón en Montmartre. Ahora me pasa en Madrid lo que a ella.

Ante algunas opciones políticas me encuentro como aquel “había entusiasmo, pero no indescriptible”. No es escepticismo, ni,  espero, ser un cenizo, pero creo que todo es más hondo y que llevará y lleva mucho, muchísimo tiempo. Es una labor de orfebres y no (sólo) de líderes o partidos, me parece. Y a mí me preocupa mucho y lo primero la fe de los que me rodean, la mía para empezar. 

Tengo que hacer la reseña de "La restauración del la cultura cristiana" de Senior. Tres veces llevo leído el libro. Y, en paralelo, he leído otros que puedan arrojar un poco de luz. No me fío de mi propio entusiasmo o de deslumbramientos primeros. No los quito, son estupendos, pero dejo que pase un tiempo y los templo.

Si me miro por dentro sé que basculo entre la mundanidad y ese (querer) apartarse para protegerme, precisamente porque sé lo fácil que es acabar comulgando con ruedas de molino. Lo hablaba con una amiga. El éxito o el reconocimiento –el que sea, grande o pequeño- se cuela. Es tan agradable ser popular y gustar a la gente. Por eso creo que entiendo algunas enmiendas que parecen a la totalidad, que son radicales, dicen, pues bueno. Raíces, naturalmente.

Estupenda la presentación del libro de Scruton. Da gusto escuchar a hombres sensatos y con sentido del humor. Creo que me va a gustar el libro. Sí, conservar lo que merece ser conservado, desde luego. Pero no es podar sólo ni fundamentalmente, es ir a la raíz primero, creo. 


1 comentario:

Jose Antonio Martinez Climent dijo...

Estimada Sra. Pimentel:

Hace ya demasiado tiempo que los viajes y los días le llevaron a uno a trabajar en ciertos cotos escoceses donde la realeza cazaba la perdiz. La perdiz escocesa, claro. Además de a perderse en la niebla del páramo, aprendió uno que el objeto de sus regios contratantes no era tanto determinar con ecuaciones la óptima gestión del cazadero como devolver al paisaje un cierto estado de belleza que tenía que ver con el paso del tiempo. Durante aquel año nadie clamó por más fondos (“¿Será suficiente con esa provisión, no cree usted?”), ni alzó la vista al Estado para suplicar ayudas (“Verá: Nosotros valoramos más que nada la discreción.”). Sólo había que leer tratados dieciochescos, buscar óleos finseculares, escuchar a los pastores, pasear en solitario, y así dejar que toda esa ciencia de la ecología que traíamos a cuestas perdiese orgullo y ganase en vejez.

Sir Roger Scrutton no acertó a pasar por allí. Tiene uno un vago recuerdo del Lord propietario de aquel páramo en animada conversación con un hombre pálido y pelirrojo, ambos pinta en mano, pero bien pudo ser el guarda mayor. Ahora, pasados tantos años y de vuelta en España, contemplamos asombrados cómo el hermoso paisaje rural es convertido en gigantesco polideportivo, en vertedero ideológico, en pasto para turistas aburguesados a fuerza de revolución. Y ve uno con espanto cómo son los biólogos, empapados de progreso, los ejecutores de tanta fealdad. Sí, es cierto: cabe decir que se trata de técnicos ambientales, especie antagonista del naturalista amateur, pero nada cambia el daño hecho, ni, a lo que se ve, todo el mal que se avecina.

Suyo affmo.
José Antonio Martínez Climent

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PD: Permita que deje enlace a nota breve sobre un caso particular de destrucción del paisaje con cargo a ideología:

https://joseantoniomartinezcliment.wordpress.com/2018/02/23/muerte-en-el-museo/