Bitácora de Aurora Pimentel Igea. Crónicas de la vida diaria, lecturas y cine, campo y lo que pasa. Relatos y cuentos de vez en cuando.

martes, 25 de septiembre de 2012

El gallo de Fontiveros o la madrastra



Fui a buscar un pollo de corral a Fontiveros.

Me ha dado por comprar directamente al productor cuando puedo. Vivir en Ávila tiene muchas ventajas. Compro en Bramán (un nombre nada apropiado), en La Losa segoviana, la carne de vaca. Pretendo hacerme con la fruta y verdura del Tietar que hay en el mercado del Chico los viernes. Y he descubierto el queso de Cantagrullas, en Ramiro, Valladolid, ya he hecho 2 viajes.

Vi que en Fontiveros había una granja de pollos que parecía maja, "El corral de San Juan".

Mi primera experiencia con un pollo de corral fue inolvidable. Mi tía Tere, que en paz descanse, nos trajo hace muchos años, de Cantalapiedra o La Seca, ya no recuerdo, un pollo. Vivía yo con mi madre. Invitamos a mis tíos Gavilanes a comer. Nos las prometíamos todos muy felices. Pero nada. No pudimos hincarle el diente, ni el tenedor, ni el cuchillo. El pollo había hecho los 400 metros lisos, vallas, relevos, aerobic y lanzamiento de jabalina, un atleta. Nos tuvimos que arreglar con el otro, un pollo "industrial", que repartimos entre... ¿8 comensales? Ahí quedó la cosa. Bueno, no, un verano Elisa mató delante mío en Carnota una gallina que nos regaló. Nunca olvidaré la sangre. La cocinamos y salió mejor, pero todavía no estaba como creo que tiene que estar un ave.

Yo no me rindo tan fácil. Tampoco olvido. Sin rencores, pero me la guardaba para más adelante. Creo, además, que un pollo o un animal criado, como pasa con las vacas de Bramán, en un sistema no intensivo resultan mejor y más sabrosos, aunque a veces haya que buscar otro modo de cocinarlos, encontrar el punto exacto. Comprar lo que comes sin intermediarios me da más alegría si cabe. Me gusta el campo y hasta la matanza, que me recuerda que, para que yo coma, alguien tiene que matar antes, no se pone solo en el plato. Una forma más de confirmar que la vida mancha.

¡Qué bonita la granja que vi en las fotos! ¡Qué bien que las gallinas y los pollos tengan su espacio! Y ahí que me fui hace 2 semanas.

M estaba pachucha con una gastroenteritis, y tengo que trabajarme el no acabar resultando ser una madrastra, que es lo que soy. Mira que me gusta poco el nombre de marras, es que suena mal con solo pronunciarla. Así que pretendía también hacerle un buen caldo que recordara antes de irse a Londres. En fin, eso, al amor por la cocina o como se haga. 

Llegué a Fontiveros ya tarde. El dueño del corral, Bernardo, salía del bar. Vamos a un patio. Me saca el animal… Y aquello ya no era un pollo. Era todo un señor gallo grandísimo, más de 4 kilos, ¡y un año! El servicio militar hecho, vamos. Pero nada, ya no iba a decirle que no. Por lo visto, para que sean más pequeños, de 6 meses o 7,  hay que avisarle con tiempo para que te los mate.

Llamé a mi amiga Begoña, cuyo marido me ha prometido una gallina en pepitoria sin que hasta el momento, ejem, se haya materializado. Le conté mi hazaña. Se puso Agustín al teléfono para darme instrucciones de cómo cocinarlo. Luego llamé a Miriam para contarle lo mismo y a más gente. Me gusta sentirme apoyada.

Olimpia en la parte de atrás del coche me miraba como solo sabe mirarme mi perra, con cara de ¿pero qué haces? Llegamos a casa. El gallo seguía siendo enorme, no había disminuido nada con el viaje. Me daba una pereza enorme cocinarlo, porque además estaba entero, de una pieza, sin limpiar, con su cabeza, sus patas, todo. Eso sí,  muerto y desplumado. Podría haber sido peor, como los pavos que regalaban a mi abuelo, que había que matarlos (se emborrachaban antes). Lo guardé hasta poder enfrentarme a él, sentimientos encontrados, que dicen. Me daba entre pena de verle ahí, tan cadáver, pereza por el trabajo y, a la vez, le tenía ganas.

Al cabo de 1 día me llené de ánimo y lo saqué a la nevera que se descongelara poco a poco. Había que limpiarlo y despiezarlo bien, en trozos lo más chicos posibles. Cogí el cuchillo más grande de casa. Y en esas entró M en la cocina, la pobre.

Ver a tu madrastra cuchillo en mano luchando y jurando en arameo porque no puede con un gallo (que ya está muerto, pero que es muy grande y tiene la piel como cuero) supongo que es una experiencia inolvidable. Quizás comparable a la imagen de una madrastra de cualquier cuento de hadas.

Pero pude con él y cociné el gallo.

Seguía mala M y tomó su caldo varios días.

Destetamos a su gata, Arya, con un poquito de gallo que le gustó muchísimo.

Hice croquetas y caldo en abundancia. Comimos nosotros 4 un día, congelé el resto. Queda gallo todavía para otros 4.

Fontiveros es donde nació San Juan de la Cruz. A él me encomendé porque la mística y la cocina no están tan lejanas. Volveré de nuevo.

Está muy rico el gallo en pepitoria hecho en olla expres, frito antes, bien rebozadito en harina, y la pepitoria a la vieja usanza, con la yema de huevo y las hebras de azafrán, las almendras machacadas y su vino blanco o montilla, lo que haya.

Me está gustando lo de vivir en Ávila.

M nos ha dejado a Arya. Joaquín, el veterinario no pudo vacunarla porque era muy chica.

La gata me mira raro cuando le doy la comida de los gatos. Creo que ella prefiere gallo de Fontiveros en pepitoria como su abuelastra lo hace. Al fin y al cabo es posible que yo no sea tan mala. Aunque cuando crezca la gata quizás solo me falte ya la escoba y el gorro negro y alargado.

9 comentarios:

Jaimemarlow dijo...

El que puso por nombre Bramán a un sitio donde venden carne de vaca, o es que se apellida así o es un cachondo mental...

Por otra parte... ¿te has dado cuenta de que estás destruyendo el mito de las madrastras con tus mitos? Si la de Cenicienta o Blancanieves levantasen la cabeza...

Juan Carlos Garrido dijo...

Por esoslares se llama pollo de corral al equivalente a un capón, pero sin capar, de carne negra como la conciencia de un político, y grande, como sus pecados.

PD: tuviste que pasar al lado de mi pueblo adoptivo (Aveinte).
PD2: entre Fontiveros y Cantiveros, en medio de un trigal y junto a la carretera, está la cruz del reto, donde Blasco Ximeno reto a Alfonso I (el batallador) por alevoso y traidor.

Salud.

Máster en nubes dijo...

Jaime, tengo que preguntárselo. A mí me pareció muy raro, pero Bramán se llaman. Es un sitio precioso La Losa, ahora está un poco seco, pero en primavera está muy verde. No voy a destruir el mito sino ampliarlo.

JC, pues sí, éste era bastante oscuro y al cocinarlo más. Con el amarillo de la pepitoria hacía contraste. Quizás fuera del tipo que dices, tengo que preguntárselo a Bernardo. Salud y enhorabuena por tu libro, a ver si puedo pasarme.

Retablo de la Vida Antigua dijo...

Con cuatro kilos y un año el gallo tenía,sin duda, cuajo, trapío y romana. Y no debe de ser asunto fácil ponerse en faena para prepararlo aunque el señor Bernardo lo hubiese pasaportado previamente.

Saludos doña Aurora. Me alegra mucho volver a leer sus espléndidos escritos.

Máster en nubes dijo...

Gracias, D. Retablo, son bobaditas, pero me lo paso bien, como cocinando. Y yo sí que disfruto con sus escritos por lo que cuenta y cómo lo hace.

lolo dijo...

Sonrisa y cariño para esa cocinera de chup-chup y raza, para la madastrona empeñada en un buen caldo para su niña, para la escritora que me regala, otra vez, suficientes líneas para saborear su guiso, su relato y la ternura de su gato y hasta del cuchillo.

Ya pienso en el mito ampliado, otro día te diseño el vestido.

Qué alegría encontrarte, Aurora.

Máster en nubes dijo...

Vaya ánimos, Lolo, creo que el agua os va para allá, ¿no?. El vestido de bruja con medias de esas de rayas de colores, por favor. (Si pudiera elegir sería como Kim Novak, lástima... pero ya me pilla muy tarde, la de las verrugas me queda más cercana).

dolega dijo...

Pues cuatro kilos de gallo son muchos kilos. Pero ya verás cuando te acostumbres al sabor de esos animales y compres uno del super...
Saludos

Anónimo dijo...

Esos pollos de Bernardo preparados con salsa espesita de almendras en el bar Juan de Yepes de Fontiveros un día de frío y tras una sopita caliente, con una copa de buen vino, son extraordinariamente reconstituyentes, Doña Aurora, y yo doy fe de ello. Me ha divertido mucho este relato y sus tribulaciones con el lustroso pollo porque conozco bien el género, pero ya verá que no los hay mejores no ya en La Moraña sino en España entera. Un cordial saludo