Bitácora de Aurora Pimentel Igea. Crónicas de la vida diaria, lecturas y cine, campo y lo que pasa. Relatos y cuentos de vez en cuando.

viernes, 11 de septiembre de 2020

La carcoma

Lo noté cuando estaba haciendo  las lentejas. Me quedé un poquito más en el cuarto de estar la primera noche a la espera de que la olla exprés hiciera su trabajo. Gonzalo estaba ya durmiendo.

Era un ruidito como el que hacen las brasas en la estufa de hierro que tenemos, pero en la leñera esa informal que montamos debajo de la escalera cada año. 

Puse el oído y miré a Arya, la gata, que, como yo, también miraba. Era un rumor pequeño y constante. Pensé en esas pequeñas escolopendras que Patagonia, nuestra otra gata, atrapa sin problemas. Seguí escuchando, pero no le dí más importancia. Abrí la olla y me fui a la cama. 

El segundo día, Gonzalo, que trabaja en la mesa de abajo, me llamó. "Es carcoma", sentenció. Y los dos nos quedamos espantados. 

Discutimos, claro. Yo era partidaria de una llamada inmediata a Pablo, el dueño de la casa. Él la reformó hace 7 años con su padre, ya fallecido. 

"Hay que decírselo inmediatamente, luego ya con él vemos qué hacer."

Mi gran temor era que la carcoma llegara a la escalera de madera que tiene encima y que hicieron Pablo y su padre al arreglar esta casa. Y que carcomiese la casa poco a poco. Hay granito, pero hay también mucha madera en esta casa. 

"Déjame que piense qué hacemos", decía Gonzalo. Dudaba nervioso entre sacar toda la leña fuera, que la recogieran, quemarla... Estaba,  sobre todo, muy enfadado. 

Me fui a Carrofeito con la perra esperando a que escampara. Llamé a Pablo pero comunicaba. Me vino a buscar Gonzalo ya convencido de que lo mejor era llamar al dueño. Llamamos otra vez a Pablo y le expusimos la situación. 

"Tranquilos, ya si queréis saco yo toda la leña fuera cuando os vayáis, no va a pasar nada porque esté ahí unas semanas más... Os la pongo bajo el alero de alguna forma que no se moje y la vais utilizando. La madera de la escalera está tratada, como el resto de las maderas de la casa, pero sí, mejor sacar la leña fuera en todo caso..."

Esa leña la trajimos en febrero, es el primer año que ha durado tanto. Como estuvimos confinados de marzo a junio, no pudimos consumirla porque no vinimos a la casa. En junio, cuando volvimos, ya no hacía frío, la leña se quedó donde estaba. Los que ocuparon la casa en el verano (este es un arreglo extraño que tenemos con Pablo, somos ocupantes sólo de temporada baja) no la usaron. Tampoco les llamó la atención ese ruidito de crepitar de brasas que nosotros descubrimos casi inmediatamente este septiembre, pero que en junio no estaba. Quizás la carcoma ha empezado ahora, con nosotros. Quién sabe. Son elucubraciones en cualquier caso.

Lo que yo creo es que otras leñas que compramos y nos han calentado tantos meses podrían haber tenido carcoma, pero al ritmo que consumimos cuando estamos no le daba tiempo a desarrollarse. 

Pero este año la carcoma ha tenido siete meses largos para pasar a estar activa y ha pasado lo que ha pasado. 

Paz es lo que nos transmitió Pablo. 

Tenemos mucho trabajo, pero la carcoma es prioritaria. 

Gonzalo ha sacado la leña pacientemente, con la misma paciencia con la que de cada vez la mete dentro en nuestra leñera improvisada. No me ha dejado ayudarle. Ha comprado una lona, quizás sería mejor una caseta, pero cuesta mucho y no podemos ahora. 

Y ahí quedará toda la leña afuera esperando. 

No se la van a llevar ni van a quemarla toda de golpe como al principio quería Gonzalo, preocupado como estaba. La usaremos poco a poco, si Dios quiere, como todos los años, calentando esta casa que queremos tanto. 






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