Bitácora de Aurora Pimentel Igea. Crónicas de la vida diaria, lecturas y cine, campo y lo que pasa. Relatos y cuentos de vez en cuando.

lunes, 5 de octubre de 2015

El encanto de no tener que caer bien ni a todo el mundo ni todo el tiempo (inventario de antipáticos ilustres y cómo lo hicieron)

Llevo años pensándolo. 

Como me pasa con otros temas, fantaseo con la idea de escribir un libro sobre el arte o el encanto, la liberación desde luego, de no tener (ni querer) caer bien ni a todo el mundo ni todo el tiempo.

El libro tendría un suculento capítulo sobre antipáticos ilustres. Bueno, no antipáticos en  sentido estricto, pero gente que ha pasado 100 pueblos de tener que conseguir gustar, desde San Pablo a Fernando Fernán Gómez.

Que ha vivido libre, en definitiva, y ha dicho y ha hecho -sobre todo lo último- lo que cree en conciencia que tiene que hacer o decir, no lo que genera más aceptación o más asentimiento, o más simpatía general. O más retwits. O más lo que sea.

Sí, sé que hay muchos matices y que, aunque no se pretenda gustar, es bueno ser amable. Más que nada porque ser amable es bueno, no porque se hagan más "amigos" con eso. Y que comunicar en muchos campos es fundamental, sobre todo si por comunicar consideramos no sólo decir (persuadir, más bien), sino escuchar.

Sobre la escucha y el silencio tengo otro libro pensado, pero como no tengo tiempo tampoco lo escribo, solo fantaseo.

Algo hacemos mal cuando el parecer de los demás, que tan fácilmente es manipulable, sustituye e importa más que ser y hacer.

Las redes sociales no han hecho más que añadir leña a todo esto y te lleva más tiempo atender a éstas y analizar qué dicen, cómo lo dicen, etc... que hacer algo realmente. Lo sé porque el 60% de mi trabajo profesional es más esto que otra cosa. Y estoy muy cansada. Y no me creo ya nada de nadie. Bueno, solo lo que dice el Credo.

Esto de que el foco sea hoy lo que otros piensan (supuestamente) de ti  y no lo que haces o eres, en política es evidente. Pero es que también lo veo en otros lugares.

Hoy lo comentaba con una amiga. Le decía que a mí me parecía que la mirada sobre Santa Teresa es más limpia cuanto menos (pretendidamente) religioso es quien habla de ella habitualmente (hay excepciones, bobos hay en todas partes).

Y me decía ella  "porque no pretenden contentar al respetable "de enfrente". Dicen llanamente lo que piensan". Y es que con la sana intención -asumo- de atraer a quienes no son creyentes, se dicen cosas tan hilarantes como que Santa Teresa era  feminista, o sería empresaria hoy si viviera. Bobadas quizás para hacerse con un público que Santa Teresa, por cierto, no necesita. Porque ya lo tiene. Y lo tiene precisamente porque no tiene que caerte bien. Ni lo pretendía ella. Prefiero pensar que se pretende eso -atraer a la fe, la buena nueva hay que comunicarla de modo que se entienda- a que realmente se piense o se reduzca a Santa Teresa a eso y que nos conformemos con la mirada "del mundo". Era mucho más: era una santa y escribía, además, de muerte. Creo que hay una sutil diferencia entre que te entiendan a acabar hablando en un lenguaje que es el de las audiencias y para lelos.

Lo dicho. El discreto encanto de la antipatía. El arte de no tener que promocionarse siempre. La virtud de ser el tipo que nadie quiere tener por amigo últimamente. Seguidores cero.

Qué libertad, madre, qué libertad más estupenda.



1 comentario:

Unknown dijo...

Lo que decía Santa Teresa y tanto se nos olvida: solo Dios basta.

Por cierto, ahora mismo estoy promocionando Capítulo IV, el blog de reseñas literarias en el que colaboro. Te dejo el enlace por si te interesa pasarte: https://capitulocuarto.wordpress.com/

¡Un saludo, y gracias por la reflexión!