Bitácora de Aurora Pimentel Igea. Crónicas de la vida diaria, lecturas y cine, campo y lo que pasa. Relatos y cuentos de vez en cuando.

martes, 4 de enero de 2011

El tupper


Algún día los arqueólogos del futuro dentro de 200 o 300 años estudiarán el tupper, ese recipiente donde los humanos del mundo desarrollado guardamos comida en la nevera o en el congelador en su caso.

Los primeros tupper que yo recuerdo en los años 70 eran de un plástico horroroso que se limpiaba fatal. Si lo metías en el lavaplatos, el material se quedaba rígido como la mojama, estropeado, y, si lo lavabas a mano, frotabas y frotabas y no quedaba bien. Siempre había como una resto de grasilla o de algo.

Luego la cosa ha ido mejorando y sofisticándose. Hemos pasado a tupper específicos para que se puedan meter en el microondas y en el congelador, señalando incluso cuándo congelaste aquello. El propio recipiente tiene unas manecillas para poner fechas o permite meter una etiqueta o escribir en algún lado. Es impresionante la tecnología aplicada del tupper.

El tupper es símbolo de algo, no sé muy bien de qué. "En esta casa se cocina y se guarda”. “En esta casa no se tira nada.” Y luego la variedad de tamaños y formatos, que indica las épocas por las que pasó la casa: tupper chiquititos de porciones de puré de niño para ir calentándolo, tupper de 5 litros para caldos de familia, tupper de soltero o soltera donde a veces se guarda esa comida que la madre da por si acaso, tupper siempre variados que se acumulan en los armarios, que se acaban dejando en casas de amigos o familiares y nadie sabe ya de quién es ese tupper que no pertenece al juego original. Los nuestros son amarillos y cuadrados, éste es azul y redondo. ¿Quién se lo dejo?, ¿quién lo trajo? Nadie lo sabe.

No hay comparación entre guardar algo en un tupper o en un cacharro abierto, sin tapa, con un papel albal metálico o de plástico que siempre acaba por levantarse. Eso sí, a veces, si te descuidas, un tupper envejece en la nevera, en un rincón, y claro, no hay posible esperanza. Lo abres y tienes que tirar su contenido. No hay milagros pese al tupper, solo una conservación un poco más larga, pero la eternidad no está a su alcance.

En muchas familias, en muchos hogares, el escudo de armas moderno debería hacerse sobre campo de tupper, que no de gules, y luego quizás la leyenda de “por si acaso”, “nosotros guardamos” o algo similar. Viva el tupper.

12 comentarios:

Las hojas del roble dijo...

Viva el tupper. Su contenido lleva emociones ocultas, ilusiones congeladas.
Un beso, Aurora

lolo dijo...

Es frecuente que no casen los recipientes con las tapas y, como no pueden guardarse cerrados, porque no caben, cuando ya has imaginado el tamaño perfecto para guardar ese restito de pollo... resulta que no puedes hacerlo y hay que cambiar de idea. También es el armario que requiere más orden porque como guardes uno en mala posición se te vuelcan todos la siguiente vez que lo abres. Eso fastidia. Es importante ir pasándolos a primera fila de la nevera si no quieres que se te olviden al fondo y aun así nos demuestran lo flaca que es nuestra memoria.

Da mucho corte volver a casa de según qué amigos y preguntar si te dejaste el tupper. Por ahí no están muy valorados.

Tenemos un resto arqueológico valiosísimo, años setenta, muy plano y de los que se quedan como la mojama. Voy a guardarlo.

Jesús Dorda dijo...

No sé si perdonarte. Has olvidado el tupper de la tortilla de patatas, pimientos fritos y filete empanado para llevar al campo. Ahora no se sale la grasilla y pringa la ropa. Aunque las tarteras de aluminio con clips metálicos tenían un algo especial.

Máster en nubes dijo...

¿Verdad que sí, J...? Aunque acabo de tirar uno con un dulce de mebrillo que ya ni era membrillo ni nada... Un abrazo, felices Reyes y año.

Ay, Lolo, cómo has completado esto, lo del armario ¡es igual en mi casa!

Jesús, también tú lo has completado. El filete empanado para el campo es ... tan español, tan de casa. Mira, me está entrando hambre... Lo de la tartera metálica da para otra entrada... ¿Te acuerdas de lo que llamábamos "School bus", esas tarteras más sofisticadas que parecían como pequeños autobuses y donde llevábamos algunos niños "modernos" nuestra comida al cole? Ay, Dios, qué recuerdos...

Jesús Dorda dijo...

A mi los "cabás" ya me pillaron jovenzuelo, pero alguna de mis más pijas compañeras de facultad lo llevaban de bolso.

Olga Bernad dijo...

Es verdad, cuando nuestra civilización acabe y los extraterrestres vengan a ver los restos, lo encontrarán todo lleno de estos pequeños símbolos de economía doméstica y vida. ¿Durarán la palabras más que el plástico? No sé cómo.
Me imagino una escena parecida a la del planeta de los simios: la cámara enfoca a ser extraño que mira un horizonte de ruinas con un túper rosa en la mano y una pregunta en la ojos...

Irene dijo...

Si el tupper pudiera hablar... cuantas cosas diría, ¿Verdad?

Jaja Yo como de tupper todos los días. No sé que haría sin ese maravilloso invento :)

Un beso

Irene

Retablo de la Vida Antigua dijo...

Yo también me acuerdo de los ejemplares de los 70. Los más conservadores les daban el nombre de fiambreras, que a mí siempre me recuerdan a la caza de la perdiz y al monte.

Saludos.

Miguel Baquero dijo...

Oh, el tupper, ese gran invento que ha permitido la liberación de tantos, que van a comer los sábados a casa de su madre y salen con tuppers para toda la semana. Qué sería del mundo moderno sin este invento

Montse Viver dijo...

Eres capaz de elevar a la altura literaria un simple tupper, con su cronologia histórica, con su escudo de armas para las familias que no tiran nada, y su evolución a través del tiempo com mejoras sustanciales, que los arqueólogos del futuro analizarán a fomndo, sorprendidos ante tan curioso recipiente.
Me encanta leer estas croniquillas de estar por casa!

Máster en nubes dijo...

Jesús, no me puedo creer que lo llevaran a la universidad.

Olga, la imagen es genial, estoy viendo a ... ¿George Clooney? (lo digo porque es noche de Reyes, total por pedir... no será ;-) en el papel de Charlon Heston en el planeta de los simios versión tupperware / WallE o similar. De verdad, estoy para que me encierren... Pero eres tú la que me provocas estos sueños, hombre, por Dios...

Si señor, Irene, el tupper facilita la vida al trabajador que no quiere salir todos los días a comer para acabar comiendo mal o caro o las dos cosas...

Retablo: qué bonito lo de fiambrera. Y lo de la perdiz y la caza, pues sí, me estoy acordando de otra palabra: el morral del cazador.

Miguel, qué gran verdad. Qué sería del mundo sin madres y sin tupperes, un desastre, la verdad.

Montse, tanto como altura literaria, muchas gracias, me animas. Pues de crónicas domésticas tengo un porrón escrito, como de campo urbano...

Señores, yo me voy a dormir ya, que es noche de Reyes y si los ves entrar no te traen nada...

Muchas gracias a todos por leer y comentar, espero que la entrada de mañana guste, a ver qué tal (será larga, lo siento, pero es lo que hay...)

Juan Carlos Garrido dijo...

También, es un almacén temporal de residuos alimenticios, un paso intermedio, impuesto por los remordimientos, al cubo de la basura.

Un abrazo.