Bizcochos que se desparraman en el horno y a los que les sale un pie como de avestruz, trenzas apelmazadas y, a la vez, algún discreto éxito. Seguridad doméstica de poner la lavadora y sacarla, tender, doblar, guardar. Sísifo y refugio. En esa rutina doméstica me anclo.

Leo "El padre infiel" de Antonio Scurati de una tacada. Lo he disfrutado.
A veces necesito confirmar leyendo que una novela puede ser eso, cuatro pinceladas bien dadas, unos trazos. No hace falta complicarse.