Bitácora de Aurora Pimentel Igea. Crónicas de la vida diaria, lecturas y cine, campo y lo que pasa. Relatos y cuentos de vez en cuando.

martes, 31 de mayo de 2011

Furacroyos (o el pie que pide tierra)

Seguimos con “El bosque animado” en la residencia. Acabamos la estancia o capítulo de las truchas la semana pasada. Otro día se lo leí también en voz alta a Gonzalo que, como pescador que es, me dijo que había un par de errores. No sé si Wenceslao Fernández Florez lo era, quizás no, o simplemente se toma sus licencias literarias.

Seguimos fascinados con el relato, prendidos del bosque y de sus personajes humanos y animales, del alma verde y húmeda de la fraga de Cecebre, no cansa.


Menos mal que suelo echar un vistazo al texto antes en casa para estar preparada, casi lloro con el final del peregrino enamorado, el pobre topo, Furacroyos, pelito corto y suave. Te lo imaginas en el pazo con el ratón a su lado mirando a su amada y repitiendo desconsolado “por un gabán, así que eso era …”

Cuando llego la recepcionista de Ecoplar me avisa “Narciso te está esperando ya abajo…” Él es como Furacroyos, otro peregrino enamorado al que se le humedecen los ojos recordando.


El pie me pide tierra de modo constante. Ya no puedo estar mucho rato en asfalto, no sé qué me pasa. Salgo pitando para una cena importante y luego para el campo.


(Jueves, 26 de mayo)

2 comentarios:

polita dijo...

Yo creo que cuando llegan los calores a la ciudad el cuerpo, no sólo el pie, nos pide campo, o playa, o montaña...

Más besotes!!!

Máster en nubes dijo...

Cualquier sitio sin mucha gente, por favor. Si hay mucha gente huyo, no puedo, Polita, el ruido es un horror a veces en verano... las aglomeraciones. Es la edad quizás.