Bitácora de Aurora Pimentel Igea. Crónicas de la vida diaria, lecturas y cine, campo y lo que pasa. Relatos y cuentos de vez en cuando.

jueves, 28 de noviembre de 2024

El día de no comprar nada

Mi purgatorio será unos grandes almacenes o un gran centro comercial y yo vagando y purgando allí mis pecados, que son más graves que el gasto, eso es así.

Se heredan las cosas más inverosímiles, no sé si las más importantes.  

Me marea ir de compras, me pierdo, me aturdo, no puedo además con el gentío.  Me espanta ir de compras aunque no sea yo la que vaya a comprar nada, como simple acompañante. 

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Así que para mí la compra online es más peligrosa: una compra más impulsiva, más fácil, ni tienes que sacar la tarjeta ni ir a la tienda. No estoy a salvo del consumismo de nuestra época, sólo de una parte: el que implica salir y pasearse en lugares atiborrados y ruidosos. 

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Ni ropa ni cachivaches, eso sí. Son los libros mis tentaciones. Y me he propuesto moderarme más. Ir a la biblioteca, pedir que compren libros que yo no debería comprar ni por gasto ni por espacio. 

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Lo escribí hace tiempo como parte de un cuento (es un cuento, no es real, aunque me inspirara en personas y sitios que conocí). Es cierto que cuando me fui a vivir a Canadá en el 84 me quedé impresionada de esa manera de comprar desaforada y acumular de todo: maquillaje, ropa, cachivaches. Volví vacunada. Iba ya (por educación recibida) con la idea de que la sobriedad es importante, pero volví, por pura reacción, literalmente espantada. 

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No me gusta el minimalismo de paredes desnudas, pero tampoco el garaje que, desgraciadamente, tengo con los muebles de mis padres y otras cosas de mi antigua casa de las que tendré que desprenderme. 

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Gran libro el de Laraine Bennett, "La belleza de vivir con menos" que leí hace meses. Quiero ser menos esclava. 





lunes, 18 de noviembre de 2024

Altarcitos y privilegios


Es un privilegio entrar en casa de alguien siempre. Y así lo tengo, por privilegio. 

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Subimos a casa de I., su piso soleado, la luz entrando con toda su fuerza. Y él con su andador y esos ojos traviesos. "Creía que no veníais ya..." 

Y allí en el aparador su altarcito con las pequeñas esculturas de la Virgen y santos junto a las fotos de la familia. 

Rezamos tras la comunión "Alma de Cristo"... que no me sé entera y sólo si la dice alguien conmigo me sale. 

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L. nos espera leyendo con su chaqueta de punto impecable sentado al lado de la camilla. En la cocina el puchero con su gorjeo, la suerte de tener alguien que te cuida, la casa reluciente. 

Comulga y se queda en silencio. "Alma de Cristo"... 

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Fuimos a casa de D., estuvo enferma.  En su dormitorio tiene un espejo como las actrices los tenían en los camerinos de antes: todo estampas de santos, vírgenes y el corazón de Jesús y el de María metidas en el marco. 

Se lo digo y nos reímos. "Parece el espejo de Nati Mistral". Antes actrices y hasta vedettes, por mucho que enseñaran la pierna, eran muy creyentes.

En una pequeña mesa el libro de la liturgia de las horas abierto. 

"Yo nunca estoy sola, Aurora, Dios está conmigo siempre." 

Y es así. Donde está D., donde va D., Dios está siempre. Por eso hay que tenerla cerca. 

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D. es la primera persona que nos ha invitado a comer a su casa tras doce años viviendo yo en Ávila. Mi llorada Teresa fue la primera que me dijo que fuera a su casa a tomar el aperitivo, cómo no voy a echarla tantísimo de menos. 

Esta ciudad es así, hay que aceptarlo, pero no dejar que te "pueda": que vivan en un castillo otros, que pongan la muralla ellos.  

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Lo dicho. Entrar en una casa ajena es un privilegio siempre. Y también que quieran compartir contigo mesa, un vino, un café, lo que sea.