Abro los ojos y noto algo raro, como si no fuera mi cama. Es el móvil que tengo en la mesilla de al lado lo que me ha despertado. Una tal Yolanda llama. Qué poca consideración, son las 6.30 de la mañana. Me pregunto quién será. Claro que, si tengo su nombre registrado, debo de conocerla. No me da tiempo a reaccionar. La voz al otro lado me habla a una velocidad supersónica.
“Soy yo y te recuerdo que hoy te quedan exactamente cuatro semanas para entregarla, ya no hay posibilidad alguna de ampliar el plazo así que ni lo intentes. Te llamo como quedamos que haría cada día. Levántate y ponte a ello, venga. Otra cosa importante, ya que hoy vas a la tertulia de la radio: acuérdate de hablar de Ángela. Me lo han dicho en la editorial que a ver si puedes mencionarla, al fin y al cabo estáis en el mismo barco. Y antes de que me cuelgues, hoy cenamos con Fernando. Ni se te ocurra decirle cómo vas, no hace ninguna falta, miéntele como una bellaca. Ya tiene una úlcera y no hay que agrandársela. Adiós, guapa, suerte con el día, con la escritura y en la radio. Y a las 9.30 en Qüenco, no llegues tarde como siempre haces.”
Sin dejarme tiempo a contestar ha colgado. Me quedo noqueada. No sé quién es esa Yolanda. La única que conozco tiene cinco años y es hija de una amiga. ¿Y esa retahila que me ha soltado?... Nn mes ¿para entregar qué?, ¿más plazos todavía?, ¿qué he pospuesto ya que no me queda prorroga? Y Ángela ¿quién es? Y luego lo de la tertulia... ¿de la radio dijo? Y el tal Fernando, y cenar en el Qüenco. Mira, eso sí lo reconozco, el restaurante de Henri Dunant, se come de muerte...
Ay, Dios mío, una equivocación a estas horas de la mañana. Con lo que me cuesta a mí dormirme, que me despierten en plena madrugada tiene delito, justo cuando más a gusto estaba...
Pero siento algo extraño en el estómagoy a la vez terriblemente familiar. Es angustia, una ansiedad vieja y nueva a la vez a pesar de no saber de qué me ha hablado esa tal Yolanda, de no tener la más remota idea de quién puede ser y de saber que se ha equivocado seguro... Es como si… como si... La sábana no huele a lo que huelen las mías. Esto es ya muy raro y sigo sin reconocer ni mi almohada ni mi colchón. Enciendo la luz tras buscar el interruptor, está cambiado, lo han puesto en otro sitio. Mierda, no. Definitivamente ésta no es ni mi cama ni mi dormitorio ni mi casa. Pero tampoco es la de nadie que yo conozca. Y no estoy en un NH, ni en un viaje de trabajo ni de vacaciones que yo sepa.
Dios mío… ¿dónde demonios estoy?, ¿y qué he hecho que no reconozco esta cama ni este dormitorio?
No recuerdo absolutamente nada, estoy totalmente en blanco.
Tengo que levantarme inmediatamente para averiguarlo. Además, si luego voy a la radio, tengo que aprovechar la mañana… Pero ... ¿qué estoy diciendo de la radio?, ¿Y por qué me ronda ese come-come dentro diferente al habitual, al que estoy acostumbrada?
Esto no me gusta nada.