Nací en el 61 y todavía recuerdo cómo en algunos pueblos en
España había un toque de campanas muy peculiar. Era el toque para avisar que se
estaba incendiando algo, el toque a rebato. Allí estábamos en esa tarde eterna
castellana de verano, quizás con suerte echando la siesta, cuando se desataban
las campanas. Había que acudir y echar una mano. Porque el pinar era de todos y
no había bomberos. Ahí se colocaban en fila india con cubos de agua, sudando
como pollos, hasta que el incendio se apagaba y se podía volver a casa.
Este momento en la historia de España es muy similar a aquel
pinar de nuestra infancia que se quemaba y donde todos juntos acudíamos a
apagar un incendio. Y lo lográbamos. No sin esfuerzo, no sin que muchos se
quemaran o soltasen algún taco. No sin jirones en la ropa o tiznarse cara y
brazos. Era un incendio, no un agradable paseo por la calle mayor saludando.
Hubiera sido estupendo tener un buen cuerpo de bomberos para
apagar el incendio de este pinar que es España. Pero los cuerpos de bomberos
“profesionales” que tenemos desde hace años se han dedicado a las encuestas, a
hacerse fotitos y a quedar guapos. Son bomberos, con todos mis respetos, de
almanaque, qué macizos estamos y cómo nos queremos y nos gustamos. Y nos han dado la espalda. No han apagado el incendio
cuanto tocaba. Antes bien, como algunos pirómanos hacen, lo han ido alimentando
para luego ir ellos a (supuestamente) apagarlo (y a no apagarlo). De la
política como el arte de crear problemas donde no los había… para luego
“solucionarlos” –o no, así siempre son necesarios- otro día
hablamos.
No tengo ninguna duda que hay bomberos individuales
honrados. Pero como “cuerpo” se han convertido en un lastre. El
“cuerpo” ha olvidado que está al servicio de los ciudadanos, no para almanaques,
ni para cuadros de mando, ni para acomodarse sesteando, ni para repartos: ahora
nosotros, luego vosotros, venga, que nos vamos turnando.
Esto es lo que es la política en España desde hace muchos
años, una gran tomadura de pelo al ciudadano (que, lo siento, no es mejor que
sus representantes, de esto irá la segunda parte).
También puede ocurrir que mientras el incendio avanza haya
quienes les dé como asco esto de poder tiznarse. Prefieren estar en el casino o
en la sobremesa hablando, escribiendo sesudos análisis o guardando su
silla, no vaya a ser que se la quiten o
que le tachen de… facha.
Son esos (muchos) especialistas en comentar desde la barrera: “hay que ver qué mal apagan ese incendio”, “no son bomberos profesionales”,
“mira, mira ese, qué vulgar, qué zafio”. O ya el último: “no son cristianos”.
Algunos lo harán con buena intención, no tengo duda alguna. Pero tampoco tengo duda que otros pueden ser quizás cómodos o cobardes (ver el siguiente
párrafo). Y, perdón, quizás haya algún bobo de remate.
Salvo honrosas y puntuales excepciones, no es la primera vez
ni será la última que las élites –intelectuales, económicas, etc.- de nuestro
país no están a la altura, no dan la cara. Es más, muchos han vivido bastante bien
con los grandes cuerpos de bomberos y con ese reparto de poderes donde ir
medrando y tirando.
Otros han intentado hacerse un hueco en el mejor de los
casos. Porque llevarse bien con el poder (político, económico) es fundamental
en España. Y por llevarte bien, callas. Para ser
libre hay que ser independiente, posiblemente pobre. No creo que haya que dar
más datos de instituciones milenarias.
PD: Lo del almanaque de bomberos macizos no lo he encontrado libre de derechos, así que he puesto el Me duele la cara de ser tan guapo que creo que es un buen resumen de tanto político patrio...