Un trozo de carne es siempre un trozo de carne. Es lo bueno de cocinar, que no siempre todo sale como esperabas. No son matemáticas ni gastronomía. Simplemente hay que alimentarse todos los días, disfrutar lo que se pueda, seguir adelante.
Bizcochos que se desparraman en el horno y a los que les sale un pie como de avestruz, trenzas apelmazadas y, a la vez, algún discreto éxito. Seguridad doméstica de poner la lavadora y sacarla, tender, doblar, guardar. Sísifo y refugio. En esa rutina doméstica me anclo.
Repaso las fotos y los dibujos. Es un modo de escuchar y mirar, de matar mi runrún interior para contar lo que pasa. Ni uno solo cae sin que vuestro Padre Celestial...
Leo "El padre infiel" de Antonio Scurati de una tacada. Lo he disfrutado.
A veces necesito confirmar leyendo que una novela puede ser eso, cuatro pinceladas bien dadas, unos trazos. No hace falta complicarse.