Primero, así se
lo expliqué a Juanjo, porque hoy hay mucha competencia. A los hombres
les gustan las faldas más que nada, no es novedad, es lo de siempre. Pero ahora es todo más abierto, y, encima, hay una mayor lucha entre las mujeres.
Antes, estaba la guapa del lugar, la de tu ciudad o tu pueblo, y se acababa ahí: no había revistas, películas, televisión, casi ni espejos. Como mucho las mujeres podían compararse con otras a menudo igualmente envejecidas o machacadas como ellas por el trabajo, los embarazos o por el simple paso del tiempo.
Claro que siempre
han existido mujeres guapas, pero menos. Antes se aceptaba más la decadencia,
la enfermedad, la fealdad y la pobreza, como todo lo malo que sucede a veces. Hoy
todo lo malo se acepta menos, hay más resistencia. Había entonces también menos medios para todo,
también para detener la vejez o acrecentar la belleza, eso también pasaba. Ahora hay más oferta de mujeres en todos los lados, y ésta, además, es permanente.
Y, tal y como se viste hoy, al aire siempre y todas, bien sé yo que no hay
diferencia, que no se nota por el vestir a veces quien se dedica a cada cosa,
quién es puta y quién princesa. El caso es que hasta en la sopa los hombres
tienen hoy a las mujeres, continuamente en sus narices, tendrían que estar
ciegos. Antes, estaba la guapa del lugar, la de tu ciudad o tu pueblo, y se acababa ahí: no había revistas, películas, televisión, casi ni espejos. Como mucho las mujeres podían compararse con otras a menudo igualmente envejecidas o machacadas como ellas por el trabajo, los embarazos o por el simple paso del tiempo.
En definitiva, todas
esas “industrias”, -me encanta emplear esa palabra que Juanjo dice, ay qué ver
cómo suena-, son rentables por las razones que le expliqué y que tengo que
tener en cuenta para mi centro, para enfocar bien el negocio, tal y como me enseñó Rosa a hacerlo, pero ahora con la
estética.
La primera es la
evidente: las mujeres en principio quieren ponerse guapas para atraer a un
hombre o para retenerlo luego. Eso bien asentado en que las mujeres creen y les
hacen creer que necesitan a un sujeto a su lado, que sin él no son nadie o que son
menos... Juanjo se quedó sorprendido cuando le conté esto. Por eso, le dije, se gastan tanto
en estética, en moda, en fin, en todo ello... Es igual que hace mil años, solo ha
cambiado en apariencia y en medios, porque hoy el matrimonio o la pareja no
garantizan nada, el mercado sigue abierto y con mucha, muchísima oferta.
Sin embargo, lo
de la estética no funciona del todo o siempre en lo de
atraer o retener a quien sea. Para empezar, porque hoy hay una competencia que
se renueva rápidamente, y siempre habrá unas mejores tetas, una piel más firme
o unas piernas más largas, te pongas como te pongas, te arregles como te
arregles, te hagas lo que sea. Sé de
esto porque soy una usuaria de estética de las más fieles, y, con todo, también sé
que hay un punto en que ya no se puede. Conmigo, que pagan por estar,
habrá un momento en que ya ni quieran sin pagar por mucho que yo me cuide y
haga al respecto. Bien lo sé y por eso estoy haciendo este cambio de carrera...
Pero en esto la
mayoría de las mujeres no caen o no les interesa reconocerlo. Es como si les
divirtiera el juego, la competición, la carrera contrarreloj esa... Así que siguen pegadas al anterior punto o, en su caso,
caen ya en el tercero, que es el que nos dio la idea a Juanjo y a mí del
eslogan de “Mandy, Bienestar y Belleza”, poner la palabra “bienestar” y hacerlo
antes que la palabra “belleza”. Porque es más importante el sentirse bien que
lo que sea.